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sábado, 20 de octubre de 2012

Islam La Religión del Amor

» Artículos La Religión del Amor A la luz del poema de Sanaí 19/10/2012 - Autor: Guillermo Peláez Machado - Fuente: Webislam espiritualidad pensamiento poesia 0me gusta o estoy de acuerdo Compartir en meneame Compartir en facebook Descargar PDF Imprimir Envia a un amigo Estadisticas de la publicación El amor y la belleza, son inseparables para Ibn ‘Arabî "La humanidad está dormida, ocupada sólo en lo que es inútil, viviendo en un mundo equivocado. Creer que esto puede superarse es sólo costumbre y uso, no religión. Esta 'religión' es inepta... No parlotees ante la Gente del Sendero, antes consúmete a ti mismo. Tu conocimiento y tu religión están invertidos si te hallas cabeza abajo en relación con la realidad. El hombre está tejiendo una red en torno a sí mismo. Un león (el hombre del camino) hace pedazos su jaula." Sanaí. El amurallado jardín de la verdad "Tu conocimiento y tu religión están invertidos si te hallas cabeza abajo en relación con la realidad." Para entender este planteamiento, es necesario percatarse de algunos aspectos importantes relacionados con la historia del Profeta Muhammad. Sabemos que la revelación del Corán viene en un momento relativamente avanzado de su madurez. Sin embargo, aún antes de empezar a tener las experiencias que llevaban implícitas estas revelaciones, Nuestro Profeta se caracterizaba por ser un gran crítico de la sociedad de su época. Nos cuentan las tradiciones que por esta causa él solía retirarse durante tiempos prolongados a una caverna, para en su soledad poder meditar sobre estos asuntos de la vida en sociedad. Es decir, que la excelencia en el carácter de Muhammad era previa a la existencia de la revelación. Hay una Sura del Corán que comienza diciendo: "Tú, el envuelto en un manto: levántate y advierte. A tu Señor, Ensálzale. Tu ropa, purifícala. Huye de la abominación. No des esperando ganancia. La decisión de tu Señor, espérala paciente." La importancia de este inicio para dicha sura, llamada El envuelto en un manto, el arrebujado, como también ha sido traducida o en una transliteración del árabe: Al Mudzafir, radica en que muestra el momento inicial de la vida como profeta de Muhammad, en el cual se encontraba sumido bajo el profundo impacto que había tenido la revelación. Antes de la revelación, Muhammad sabía como pueden saberlo muchos, que la sociedad era cruel y que debía cambiar, pero no sabía cómo. El impacto que él sufre , lo saca de la somnolencia colectiva para despertarlo. Es de inmenso valor simbólico el hecho de que en un principio él se negara a aceptar su papel, al punto de que tuvo que ser obligado por el ángel Yibril. Lo que le pasó a Muhammad es comparable en nuestra vida al impacto que nos pueda producir el enamorarnos, puesto que nos arrebata, aún a pesar de nuestra resistencia, del estado de adormecimiento e incluso de tranquilidad y estabilidad mental en el que creemos encontrarnos. El enamoramiento nos despierta a la realidad. Aún cuando creamos ser practicantes de la religión, si no estamos enamorados estamos dormidos, y por tanto creyendo que nuestra vida es estable emocionalmente. Sin embargo, es el estado de enamoramiento, que nos obliga a hacer cosas, lo que nos hace estar vivos. Cuando no estamos enamorados, vivimos tan solo de las reminiscencias del amor, ya sean recuerdos o anhelos, a través de la literatura, el cine, la música, o en fin, de la vida de otros. Los estados de los amantes han sido descritos a lo largo de la historia múltiples veces, particularmente en la literatura medieval, pero el notable Ibn 'Arabí, nombra los siguientes: El decaimiento El deterioro La alienación de amor El deseo amoroso El vagabundeo amoroso Los suspiros profundos La melancolía Todos ellos describen el estado que posibilita a su vez una condición de no-resistencia. Solo cuando un humano es sometido a una condición cuyo espíritu no puede de ninguna manera refrenar es capaz de encontrarse sinceramente con su propia imagen: la de un ser totalmente desvalido. Es entonces cuando verdaderamente se conoce o reconoce, y al ser así, entonces su vida deja de estar de cabeza, como deja entrever Sanaí para ponerse al derecho, y entonces el Din del Islam, el Modo de Vida de la Sumisión, cobra sentido, e incluso los cinco pilares del Islam adquieren otra connotación más tangible que aquella de la práctica de quien está dormido. El Salat, se vuelve una expresión necesaria de la propia insuficiencia ante Allah, ante la Realidad de la Vida, ante El Ideal Supremo en los Cielos y en la Tierra. El ayuno es una condición propia del decaimiento, el deterioro y la alienación, ya que ante el recuerdo del amado se hace innecesario y hasta asqueante, todo alimento. La limosna surge en la medida en que desaparece la ambición y el amor por las propias riquezas, ya que se descubre su desvalía ante la ausencia del amante.. La peregrinación es el viaje espiritual y físico hacia el ser amado, que se realiza de manera continua, aún ante las dificultades más inmensas. La declaración de fe se hace continua en un nivel espiritual, porque además de reconocerse la existencia de la Divinidad como realidad actuante y transformadora, así mismo El Hombre Perfecto, aquel que está despierto: El Muhammad de tu Ser es reconocido como lo que es. Así, la historia de nuestro Profeta Muhammad nos lo presenta como un ser que sufre los embates del amor, ante lo cual reacciona. Por eso todas las tradiciones nos hablan de un individuo profundamente humano, que padece de períodos largos de melancolía aún cuando logra momentos de buen humor, pero que se encuentra completamente entregado a La Verdad, que además de poseer una significación profundamente simbólica, también se encuentra atada a las condiciones del momento y lugar. De igual manera, el dicho de Muhammad, aquel de que tres cosas le fueron profundamente amadas: las mujeres, el perfume y el salat, nos revela la naturaleza amorosamente humana del Profeta, que parte de su naturaleza como ente sensible, y aún el ordenamiento en que se hallan expresados los objetos de amor de Nabiullah, nos indican una escala en la cual, partiendo de su interés por lo femenino, entendido desde un punto de vista netamente físico, evoluciona a aquello intuitivo, simbolizado por el perfume, que se percibe por la nariz (órgano de la intuición), para pasar en una última instancia al salat, que conecta definitivamente lo físico con lo espiritual. En fin, el islam, la sumisión, es la religión del amor, por cuanto cuando este último no está presente ocasiona una religión deformada, invertida, al decir de Sanaí, o como dice el Tao Te King: "los ritos no son sino apariencia de la verdadera fe, y causa de todas las discordias… por tanto, el Hombre Perfecto se atiene a lo que es profundo y esencial y no a lo superficial".

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