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domingo, 21 de octubre de 2012

Milton Friedman y la ideología oligárquica

Milton Friedman y la ideología oligárquica (2) Exigimos la lucha implacable contra aquellos que con su actividad perjudican el interés común. Los usureros, los especuladores, etc., serán castigados con la pena de muerte, sin consideraciones de ninguna índole por su confesión y su raza. Adolf Hitler Una ideología política -en este caso el neoliberalismo- no puede ser juzgada ni valorada sólo como doctrina -a menos que nos interese únicamente su mera coherencia lógica y la validez de sus supuestos de hecho, cuando los haya- sino por sus "efectos" en la "realidad social cotidiana", en la vida de los ciudadanos todos, en una palabra. Esto es lo único que nos importa de un texto político, no su belleza literaria o elegancia argumental. Recomendamos, antes de continuar adelante, cotejar los siguientes documentos: 1/ el informe de James Petras sobre el poder del sionismo en EEUU; 2/ una entrevista, en la que el autor compara el sionismo con el estalinismo del siglo XXI. Prosigamos. El existencialismo, por ejemplo, es una conocida corriente filosófica, como tal no puede pretender una plasmación social inmediata o directa, falta el órgano institucional que traduciría los filosofemas en leyes o medidas de gobierno. Algo que no existe, ni debería jamás existir, en una democracia. La filosofía existencialista (o cualquier otra), si quiere incidir en la política de alguna manera, deberá primero influir en la opinión pública (prensa), en los partidos políticos, las instancias que vehiculan (supuestamente) la voluntad popular. Es conocido que Sartre fundó un partido y fracasó. Filosofía y política responden a pautas de conducta con técnicas de trabajo muy distintas. El filósofo político es rara avis. Se podría ponderar, siguiendo con el ejemplo de Sartre, los efectos directos del existencialismo sobre el individuo o grupo concreto que adopta esta doctrina filosófica como orientación vital, pero hablar de unas "consecuencias políticas" del existencialismo en función de ese tipo de influencia social informal equivaldría a forzar las palabras y estirarlas como un chicle hasta que significasen cualquier cosa o, lo que es lo mismo, hasta que no significasen nada en absoluto. Un caso muy distinto es el de las religiones, a medio camino entre la filosofía y la política. Las creencias religiosas, como fenómenos de masas, pueden en democracia tener "efectos políticos reales" sin necesidad de pasar por los partidos, pero en este caso, dicha influencia directa es obstructiva: impide o deslegitima ciertas actuaciones y obliga a los partidos a corregir sus posiciones para no perder electores. El liberalismo, el comunismo, la socialdemocracia, el ultraderechismo, el anarquismo, el fascismo, etc., son doctrinas políticas más o menos definidas. No son filosofías, ni religiones, ni teorías científicas... La coherencia lógica de las ideologías políticas es cosa discutible, habida cuenta de las distintas versiones, corrientes internas, cismas, etapas de desarrollo y otros rasgos existentes, tremendamente relevantes para "lo teorético", pero no cabe duda de que han existido una política comunista, una política anarquista, una política fascista y una política liberal. Aquellos que pretenden sustraerse a las responsabilidades de las consecuencias emanadas de dichas políticas apelando a la presunta idea pura del "auténtico comunismo", "auténtico fascismo" o "auténtico liberalismo", o bien son unos impostores desde el punto de vista filosófico, o bien laboran en tareas harto vulgares de propaganda, con las que quienes buscamos un poco de luz, de verdad, no tenemos por qué que comulgar. A diferencia de la filosofía, que tiene su vida y valor propios, una ideología política no sólo necesita un partido para ejercer influencia, al igual que cualquier doctrina, sino que su finalidad y sentido se reduce a ejercer esa función. Por tanto, el valor de las ideologías políticas limítase a sus consecuencias. El neoliberalismo no son los libros de Hayek, ni siquiera los bodrios de Milton Friedman, sino aquello que, a través de la política, ha hecho que ciertas ideas aplicadas destruyan las vidas de millones de personas. Sartre, filósofo antifascista: "un anticomunista es un perro".  Resulta muy habitual observar a los energúmenos neoliberales recordándole al universo entero, con farisaica indignación, la amplitud y crueldad de los crímenes comunistas y fascistas, pero cuando se les recuerda a ellos un simple caso de corrupción policial en la muy democrática ciudad de New York, entonces apelan al incumplimiento de los preceptos liberales y a las intromisiones del Estado para dejar impoluto el dogma liberal. La única receta que los neoliberales conocen para combatir los males que el liberalismo genera es... más liberalismo. O sea, menos estado. Pero los comunistas se desenvuelven con la misma soltura e indecencia teórico-moral. A un comunista no le impresionan los 100 millones de víctimas de los regímenes marxista-leninistas. Cualquier excusa será buena para justificar estos crímenes de dimensiones incomparables: fueron excesos exonerados por la "bondad de los fines", no se trataba de "verdadero" comunismo, sino de una desviación fascista, el comunismo "no ha existido nunca" de hecho, etcétera. Uno creería que todo esto es cosa de locos o quizá de fanáticos, pero los liberales se comportan exactamente igual que los comunistas "negacionistas". El capitalismo, pretenden los neoliberales, es una fuente de progreso, desarrollo y libertad, por tanto, todos los crímenes, desastres y opresiones que haya podido perpetrar la política liberal real se saldan en una suerte de "balance contable" de la historia donde muertos, personas humilladas, pueblos exterminados, beneficios económicos (¿de quién?) y todo tipo de entes-valores del más variado jaez son reducidos a una medida común, no se sabe cuál, que permite concluir el carácter benéfico del sistema capitalista en su conjunto. Y, en el peor de los casos, cuando la imagen del crimen puro y duro parece difícil de ignorar, soslayar, minimizar... entonces resulta que eso no es liberalismo sino una traición a los "principios" liberales. El fascismo ya ha sido juzgado y condenado, el comunismo, "perdonado", el liberalismo permanece impune y siempre presente en todos los tribunales como fiscal acusador de quienquiera que se le oponga. Nuestra intención, como la de Naomí Klein (salvando las distancias), es juzgar al neoliberalismo por sus consecuencias efectivas y sólo a partir de tales piezas de convicción y fenómenos objetivos (nefastos) comprobables intentar la comprensión del auténtico significado de la "teoría" neoliberal par excellente, a saber, la economía de Milton Friedman. La verdad de un texto político-económico, el sentido mismo de sus fórmulas abstractas, hay que buscarlo en las imágenes de los cadáveres incinerados y de las ciudades devastadas, no en lo que esa teoría diga de sí misma (casi simpre un discurso laudatorio) o en aquéllo que los profesionales académicos, pagados por los políticos en ejercicio o por los mecenas capitalistas, sostengan al respecto. No existe una ciencia denominada "economía política". La Universidad de Chicago considera "científico" aquello que quienes mandan sugieran -ordenen- que sea reconocido como tal. En Cataluña tenemos el ejemplo del economista-Pinocho Sala i Martín (risas en off). Este curioso personaje, este payaso para decirlo brevemente y con franqueza, encarna el paradigma de lo que significa hoy ser un "profesional" de la teoría económica: http://izquierdanacionaltrabajadores.blogspot.com.es/2012/09/la-mafia-catalanista-un-parasito-que.html Con palabras de James Petras: "El estado imperial sólo es fuerte en la medida en que lo sean sus colaboradores locales. Las revueltas populares, las luchas nacionales anticoloniales y los movimientos radicales de masas que expulsan a esos colaboradores del poder, socavan también el imperio" (Petras, J., Economía política del imperialismo contemporáneo, Madrid, Maia, 2009, p. 11). La "política de masas" aquí en Cataluña (España) debe tener como objetivo la erradicación de la "oligarquía local" encarnada por Artur Mas Gavarró. La usurpación del nacionalismo por parte de los oligarcas es el primer obstáculo que debería derribarse en esta lucha de resistencia anti-oligárquica. El nacionalismo de CiU es un engaño que entrega el país en bandeja a los intereses anti-nacionales de la oligarquía transnacional a cambio de algunos suculentos beneficios económicos privados para la élite autóctona apátrida. La oligarquía familiar catalana no tiene "nación" alguna a la que amar: desprecia a España y utiliza el sentimiento catalanista para obtener prebendas a costa de erosionar al Estado. Las 200 familias oligárquicas catalanas son como una enfermedad social, una lacra agarrada al tejido comunitario, pero hace tiempo que están más allá de todo nacionalismo, como no sea el que procede de Israel, su verdadero anhelo: convertirse al judaísmo, disfrutar del "poder mundial". Según Petras, actualmente existen dos formas fundamentales de imperialismo, a saber, el representado por EEUU-Israel y el representado por China: (...) existen básicamente dos tipos de construcción imperial: el de EEUU basado en la fuerza militar, y el imperio económico chino. (...) el enfoque militarista con que EEUU edifica su imperio es más sangriento, destructuvo y reprobable que el imperialismo basado en el mercado (Petras, J., op. cit., p. 9). La historia de occidente podría resumirse como el proceso en virtud del cual la esfera o función económica de la sociedad es transformada internamente por el comercio; cómo esta economía mercantil domeña la economía productiva; cómo, en tercer lugar, la economía así transformada en mercantilismo se apodera de la totalidad de la función política y convierte en simples mercachifles mentirosos a los representantes del pueblo (parlamentarios, alcaldes, sindicalistas); cómo el mercado cae luego, siguiendo una lógica inexorable, en manos del comercio de capitales; y cómo, finalmente, la alta finanza, el gran capitalismo bancario e inversor puramente parasitario, se hace con el control de las palancas del Estado y suprime de facto la soberanía de las naciones. Hemos esbozado las contradicciones sociales estructurales que este fenómeno -el imperio incontestable de los mercaderes del dinero- desencadena hasta generar el colapso de una comunidad nacional, literalmente fulminada, liquidada, arruinada por una pandilla de canallas saqueadores con corbata a cuyo servicio conspiran cual indignos lacayos los políticos profesionales de las "democracias liberales": http://izquierdanacionaltrabajadores.blogspot.com.es/2011/10/manifiesto-por-una-izquierda-nacional.html La idea central del Manifiesto por una Izquierda Nacional (2011) es que la contradicción fundamental de la sociedad burguesa ya no es la que existió supuestamente antaño entre burguesía y proletariado, sino, desde el punto de vista subjetivo, la que experimentamos en el trabajo entre la verdad racional y los "intereses"; y, desde el punto de vista objetivo, la que se da entre la oligarquía transnacional y las comunidades nacionales. El concepto de "trabajador" es una categoría ético-política y no nombra ya un estrato socioeconómico, pues el proletariado occidental se aburguesó tiempo ha (si no fue "burgués", pero "quiero y no puedo", desde el principio). Ahora vamos a enfocar históricamente qué ha significado en realidad el neoliberalismo. Pues la palabra "neoliberalismo" no es más que la forma teórica de designar el asalto al poder de la alta finanza sionista en Estados Unidos y, a partir de ahí, en el resto del hemisferio occidental. ¿Tal como lo predijera Hitler? Sí, pero nosotros no tenemos la culpa de que las prospectivas de Hitler en el caso de que Alemania perdiera la guerra se hayan cumplido a rajatabla. Sólo queda un último escenario de la tragedia: la debacle demográfica, la extinción pura y simple, la sustitución étnica si se quiere, de los pueblos europeos. Hitler desafió a la alta finanza y advirtió de cuál sería el futuro del planeta una vez derrotada Alemania. El asalto al poder de la alta finanza Nos basamos en esta reflexión en la obra publicada por James Petras, cuyos análisis compartimos excepto hasta allí donde él mismo decide, quizá para seguir sobreviviendo a nivel personal (un imperativo que yo no comparto pero tiene su justificación para un intelectual que escribe), hacer sus concesiones a los códigos simbólicos antifascistas. Quienes hayan examinado los enlaces colgados al inicio de esta entrada ya saben qué tipo de descripción hace Petras, un sociólogo de izquierdas, del núcleo de poder que controla la política en Estados Unidos. De hecho, la primera conclusión a la que se puede llegar desde el punto de vista o perspectiva de todas las naciones que no son EEUU e Israel, es que la política exterior constituye el vector determinante del resto de los fenómenos políticos. La crisis no existe, o mejor dicho ha sido producida artificialmente en Europa en previsión de los grandes acontecimientos que los tarados bíblico-talmúdicos esperan generar en Oriente Medio en cumplimiento de las profecías escatológicas que deben preceder presuntamente (en su mentes enfermas) a la llegada del Mesías. El imperialismo es un fenómeno político y económico. Las empresas multinacionales operan en muchos países, pero reciben apoyo político, subvenciones económicas y respaldo militar por parte del Estado imperial que se implica en ellas. El Estado imperial negocia o impone acuerdos comerciales y de inversión favorables a las empresas multinacionales. Al mismo tiempo, el Estado imperial usa a las empresas multinacionales para que influyan para que los regímenes extranjeros concedan bases militares y se sometan a su esfera de influencia. El imperialismo es la poderosa expansión conjunta del estado y las empresas (Petras, J., op. cit., p. 8). Política que es, para nosotros, la de los estadounidenses e israelíes con respecto al resto de los pueblos, la humillación constante, la reducción de la soberanía nacional a la imagen ridícula y sin honor de un payaso comprado (el ministro de exteriores de turno). Sólo somos escoria, ¿y por qué? Porque no tenemos patria, ese principio de dignidad personal que los españoles llevamos pisoteando desde hace un siglo. Ante nosotros, los norvietnamitas que derrotaron a EEUU representan un ejemplo moral y político. Ellos respetaban a su país y, con ello, podían respetarse a sí mismos. Porque sin patria sólo somos individuos aislados y fácilmente pisoteables por el despiadado poder oligárquico. Los norvietnamitas eran odiados por EEUU no por su comunismo, sino por su nacionalismo. Tal nacionalismo era, en sí mismo, revolucionario frente a la oligarquía cosmopolita capitalista. Tomemos nota: el enemigo sionista es racista. Nuestra única defensa tiene un nombre y se llama "comunidad nacional". Hay que renunciar al "ego" para entrar a formar parte de la comunidad nacional. No se puede hablar de proyecto nacional-revolucionario y colocar el propio "yo" por encima de todas las cosas. Los "dirigentes" (!es un decir!) nacional-revolucionarios todavía no han comprendido cómo se escribe la palabra n-a-c-i-ó-n y no saben qué significa esa renuncia, esa conversión que lo sacrifica todo por la sagrada tarea de erigir una resistencia contra el casi omnipotente enemigo oligárquico. Hay que aprender a morir. Pero estos "líderes" sólo piensan en el "éxito" personal o incluso en viejas y patéticas rencillas. En segundo lugar, la idea de un declive estatal será válida en general, excepto, precisamente, para los Estados Unidos de América, donde un inmenso Estado armado hasta los dientes marca, en función de intereses económicos pero también de intereses "religiosos" sionistas, las direcciones hacia las cuales las grandes empresas multinacionales podrán maximizar sus beneficios económicos a costa de las comunidades nacionales en extinción; y hacia las cuales el Estado de Israel podrá implementar los objetivos de su política imperalista, soteriológica y escatológica de naturaleza bíblica, aunque sea a costa de las empresas multinacionales (ésta es una idea en la que Petras insiste con una lucidez digna de un verdadero teórico y analista de izquierdas). El antifascista Bernard Madoff En consecuencia, el asalto al poder de la alta finanza no se confunde con una suerte de dominio neofeudal de las grandes empresas y monopolios: ese dominio neofeudal puede existir, pero sólo en la "periferia" del "imperio", o sea, dondequiera que los pueblos sometidos gracias al poder de un Estado, los EEUU, que ampara y promueve a dichas entidades económicas contando tanto con la superioridad material de una violencia aplastante que le otorgan el famoso "complejo militar-industrial" (empresas armamentísticas privadas), cuanto con el predominio ideológico sobre el resto del mundo (obtenido a través de Hollywood y de una red mediático-cultural tan omnipotente y ubicua como las bases estadounidenses), sean arrasados por la tormenta exterminadora del programa "neoliberal" de los "derechos humanos", la "democracia", el "Holocausto" para que "no vuelva a repetirse" y demás bla, bla, bla de la chusma encorbatada. Hollywood: (...) el imperialismo muestra múltiples facetas que interactúan y se refuerzan mutuamente. Los medios de comunicación y la cultura sirven normalmente como armas para asegurarse el consentimiento o la aquiescencia de las masas mientras se levanta el edificio imperial que perjudica su existencia material y espiritual. El imperialismo no puede analizarse aisladamente ni someterse a un simplista reduccionismo económico. La explotación económica sólo es posible bajo condiciones de subordinación de los sujetos, y esto tiene que ver con la educación, el espectáculo, la literatura y el arte como espacios de relaciones de clase y luchas de clase ligadas al imperio (Petras, J., op. cit., pp. 9-10). Aunque Petras sigue siendo deudor de la teoría marxista de las clases sociales y de una noción de imperialismo que no distingue entre autoridad y poder, vamos a pasar por alto estos aspectos para centrarnos en la cuestión ideólógico-cultural: la oligarquía no puede dominar sin la subordinación de los sujetos. En consecuencia, la rebeldía o desafección de esos sujetos, por ejemplo en la trinchera que es internet, representa un ataque, una guerra de guerrillas contra la oligarquía. La finalidad de esta lucha resistencial es desenmascarar las estrategias culturales e ideológicas enderezadas a obtener el consentimiento de la ciudadanía. Una de ellas es consiste en la promoción del neoliberalismo "teórico" en abierta abstracción respecto de las realidades de la política neoliberal. La resistencia antioligárquica, digámoslo de pasada, sólo puede ser nacional-revolucionaria, y ello por dos motivos: (a) la presunta resistencia comunista comparte con los EEUU, además de los valores, el lenguaje antifascista, y de hecho refuerza el imperio cultural de Hollywood, siendo así que sus mitos (por ejemplo, Stalingrado) no dejan de nutrir en las masas la idea de que el verdadero enemigo es el "nazismo", no Wall Street, y vemos que, en efecto, los comunistas se aliaron con Wall Street para poder derrotar a Hitler (quien los hubiera de barrido de no contar aquéllos con los inmensos recursos del mundo capitalista); (b) la lucha contra la oligarquía transnacional tiene como sujeto revolucionario -concepto que se sigue del principio de preeminencia de la política exterior de los EEUU-, no a las clases sociales, sino a las comunidades nacionales, terreno hoy abonado de alevosía por la derecha cristiana y escenario habitual de la agresión imperialista sionista. FILOSOFÍA CRÍTICA y NACIONALISMO REVOLUCIONARIO, haz y envés de "lo mismo". Antifascistas en acción. Nacional-revolucionario, nombre de la dirección de este blog, es aquel que se enfrenta, desde su comunidad nacional, a la oligarquía transnacional y la alta finanza, no aquel que, como "proletario cosmopolita", vocea a solas o entre emporrada horda sobre un fascismo inexistente. O peor, existente: los nacional-revolucionarios de izquierdas seríamos, precisamente, ese temido "fascismo", al que los "contestatarios" bajo los efectos de la droga tratan obsesivamente de abortar ab ovo. Empero, sin arraigo en la comunidad nacional no hay lucha. Sin voluntad revolucionaria de destruir la oligarquía transnacional local -en nuestro caso la oligarquía catalana, una de las más criminales, ridículas, podridas e incompetentes de occidente- no hay tampoco lucha. Nacional-revolucionarios somos los que combatimos "de verdad" en medio de la nada, del desprecio, y para ello hay que tener claro quién y qué es el "enemigo mortal". Es menester odiarlo y jurarse no tener ya compasión con él. Un antifascista no combate contra el sistema oligárquico, se limita a cubrir el flanco izquierdo del dispositivo de dominacíón sionista reforzando el universo simbólico y el imaginario emocional de la ideología de Sión. El antifascismo constituye la gran coartada y patente de corso (Auschwitz) que permite al Estado de Israel desplegar su proyecto irracional racista y de extrema derecha inspirado por las Sagradas Escrituras, una doctrina religiosa que comparte con los cristianos y con todas las (ultra)derechas de Europa (y de las Américas). Cuando los comunistas celebran Stalingrado, en realidad están consolidando la opresión del trabajador nacional, porque arropan simbólicamente el mito del Holocausto. No hay posible acuerdo entre comunistas y nacional-revolucionarios. Tampoco entre éstos y los cristianos "patriotas" (¿?) derechistas, cantera de traidores pro-yanquis. Las razones de esta postura deben haber quedado claras para todos los lectores habituales de nuestra bitácora. Wall Street: no son nazis, son antifascistas y se aliaron con Stalin contra Hitler. !!!Despertad!!! Del neoliberalismo a la oligarquía La palabra "oligarquía transnacional" responde a dos preguntas: 1/ ¿quién manda, quién mueve los hilos de las políticas que desembocan en actos de saqueo, explotación y exterminio de los trabajadores de la nación? 2/ ¿Quién es el enemigo político de los trabajadores de la nación? Como ya hemos apuntado, Petras habla de imperio e imperialismo, Estado imperial (EI), también utiliza el término "clase dominante" (CD), todo ello de acuerdo con la vieja tradición marxista, pero olvida aquí dos cuestiones de extrema importancia: que no hay imperio sin autoridad correlativa a un poder (auctoritas-potestas), pero el dispositivo de dominación que controla el hemisferio occidental se esconde, no muestra su verdadera faz, defínese a sí mismo como negación del poder (democracia, antifascismo, derechos humanos) precisamente para operar de facto como "poder puro". Conviene citar aquí al filósofo francés Michel Foucault: El poder solamente es tolerable cuando mantiene oculta una parte sustancial de sí mismo. Su eficacia es directamente proporcional a la capacidad que tenga de disimular sus mecanismos. Estamos hablando de un poder sin autoridad que viene gestándose desde el final de la Edad Media; de un poder racista que sólo puede engañar a los sometidos, pues la verdad es que esos sometidos están condenados a la esclavitud o la muerte, y el conocimiento del hecho real provocaría el derrumbamiento de aquello que precisamente pretende preservarse: la dominación racial. La oligarquía no es Estado, sino que amordaza al Estado desde fuera. El Estado sólo se mantiene ya como una carcasa vacía que la oligarquía llena a placer con sus intereses y sus "representantes" oficiosos. El término "imperio" e "imperialismo" referido al poder conjunto que conforman EEUU e Israel es un anacronismo veteroizquierdista. Por otra parte, no puede hablarse de "clase" cuando el elemento racial-religioso y familiar se está convirtiendo en el determinante para el reclutamiento de los miembros dirigentes de la oligarquía, quienes, repito, mandan en la sombra a través de instituciones como lobbies, logias, clubes, fundaciones, etc. La red en global tiene carácter sectario, un hecho que "se huele" en todos y cada uno de los eventos de la política contemporánea, pero no existe ningún gobierno en la sombra o "invisible" (Petras, J., op. cit., p. 100). En definitiva, la caracterización del enemigo político debería ser, incluso de forma harto inexacta pues lo actual no tiene precendentes, algo así como estamento oligárquico. Se puede pertenecer a la oligarquía siendo un simple conserje, la oligarquía es transversal a las clases o estratos sociales. Se ha documentado el caso de sionistas "pobres" que se dedican a "informar" sobre su entorno laboral, vecindario, compañeros de estudio, formando una malla de "complicidades" que va de abajo a arriba. En cambio, hay judíos como Finkelstein u otros que no pertecenen a la oligarquía e incluso la desafían (el propio Finkelstein es el mejor ejemplo). Estados Unidos no es una nación, sino una anti-nación destinada a liquidar todas las naciones del mundo; no sustenta EEUU, mucho menos, un imperio, sino que funciona como cantera de carne humana y riqueza para el "pueblo elegido" (véanse marines hispanos o negros), simple pista de aterrizaje de la burbuja financiera de los apátridas. El único "territorio" físico intrínseco de la oligarquía es Israel, un desierto que simboliza, precisamente, la negación de la tierra. Yahvé. El mayor sociólogo europeo, Marx Weber, nada sospechoso de nazismo, explica las raíces del proyecto mesiánico, es decir, del "progreso", las cuales se hunden en la noche de los tiempos. Los judíos eran parias: "¿Qué eran los judíos? Un pueblo paria" (Max Weber). Pero los judíos no vivían, como los parias de la India, en una sociedad de castas: Las diferencias respecto a los pueblos parias indios radican en el caso del judaísmo en estas tres importantes circunstancias. 1) El judaísmo era (o más bien, llegó a ser) un pueblo paria en un entorno sin castas. 2/ Las promesas de salvación, en las que se anclaba la separación ritual del judaísmo, eran absolutamente diferentes que las de las castas indias. (...) El mantenimiento del sistema de castas tal como era y la permanencia no sólo del individuo en la casta, sino de la casta como tal en su posición respecto de las demás castas, ese comportamiento eminentemente conservador en lo social era prerrequisito de toda salvación; el mundo era eterno y carecía de "historia". Para el judío la promesa era absolutamente opuesta: el orden social del mundo estaba transtornado, representaba lo contrario de lo prometido para el futuro y debía volver a verse transtornado, de manera que al judaísmo volviera a corresponderle su puesto de pueblo de señores. (...) Todo el comportamiento de los antiguos judíos estaba determinado por esta concepción de una futura revolución social y política conducida por dios (Weber, M., Sociología de la religión, Madrid, Itsmo, 1997, pp. 441-442). La consecuencia es que la extrema derecha gobierna occidente. La ultra hebrea ha maldecido todas las naciones que no sean ella. El "neoliberalismo" es inseparable del proyecto mesiánico del nacionalismo judío radical o "sionismo". Sigue aquí: (Continuará en otra entrada del blog que se indicará en su momento) Publicado por ENSPO en 10:37 a.m. 7 comentarios: Enlaces a esta entrada viernes, septiembre 14, 2012 Milton Friedman y la ideología oligárquica (1) El buen ciudadano es aquél que no puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes. CICERÓN Sobre la presunta procedencia hebrea de Milton Friedman: http://www.enlacejudio.com/2012/07/31/en-el-centenario-de-milton-friedman/ http://www.lapalabraisraelita.cl/3%20junio%2005/Joyce.htm Las relaciones entre la ideología "friedmanita" y la ascendencia familiar y religiosa judía de Friedman, caso de existir, se estudiarán en otra entrada de esta bitácora. Ahora sólo nos interesa la naturaleza y consecuencias de las producciones teóricas de Friedman, cuya influencia en la expansión de aquello que se denomina "neoliberalismo" a escala mundial está fuera de toda duda. Friedman es una de las personas que más daño han hecho a los pueblos del mundo (!rechacemos ya de plano la palabra "humanidad"!), sin embargo, casi nadie pretendería que este profesor de la Universidad de Chicago sea un asesino. Al contrario, fue un respetable "ciudadano judeo-norteamericano" adornado con la totalidad de los gloriosos emblemas antifascistas que legitimaran -y siguen legitimando- las masacres de occidente: democracia, libertad, derechos humanos, progreso... No en vano se le concedió a este auténtico psicópata y canalla un Premio Nobel, como a Obama. Si hubiera perecido en el atentado islamista a las Torres Gemelas (11-S), Friedman habría sido considerado una "víctima"; Estados Unidos e Israel están repletos de este tipo de potenciales "víctimas", cuya "ejecución selectiva" deberíamos, al parecer, lamentar y condenar political correctness como un acto de terrorismo. En realidad, Friedman ha sido un destacado teórico -pero no el único- de los criminales que nos gobiernan, los mayores genocidas de la historia. Friedman diseñó desde 1953 los programas económicos con que la oligarquía transnacional lleva décadas destrozando la vida de la gente en diversos países. Las ideas criminógenas de Friedman son las que llenan la cabeza nuestros políticos "democráticos", de ahí que éstos sean, necesariamente, enemigos objetivos de la comunidad nacional, auténticos testaferros que -consciente o inconscientemente- trabajan para una potencia extranjera y una secta bíblico-talmúdica de tarados apocalípticos con las manos manchadas de sangre. La doctrina de Friedman representa, bien es cierto, sólo la dimensión económica de un imaginario ideológico mucho más vasto que, articulado entorno al antifascismo, constituye la superestructura discursiva del sistema oligárquico occidental. Antes de continuar adelante, recomendamos que se visione el siguiente youtube, basado en una conferencia de Naomi Klein donde la propia autora resume el contenido de su obra capital La doctrina del shock (2007): Para situarnos un poco en el tema -los que no nos tenemos por expertos en economía- quizá convenga, a la hora de entender qué es "realmente" el neoliberalismo friedmanita, trazar en gruesos perfiles aquello que ha sido considerado habitualmente como su negación, a saber, el Estado proteccionista y las políticas económicas keynesianas. Las sorpresas pueden resultar aquí mayúsculas, siendo así que, al parecer, la primera experiencia histórica de un Estado que ampara a su pueblo de los peores abusos del sistema capitalista es la Alemania imperial de Bismarck: El estado del bienestar nació en la Alemania del conde Otto von Bismarck (1815-1898). / Durante el decenio de 1880 el desenvolvimiento de la sociedad alemana no se vio perturbado por las restricciones ricardianas y clásicas del papel del Estado. Los economistas alemanes se ocupaban de la historia, y de sus obras no solían desprenderse graves advertencias con respecto a las intromisiones del gobierno, Conforme a la tradición prusiana y alemana, el Estado era competente, benéfico y sumamente prestigioso. Lo que se consideraba como principal peligro de la época era la activa militancia de la clase obrera industrial en rápido crecimiento, con su ostensible proclividad a las ideas revolucionarias, y en particular, a las que provenían de su compatriota recientemente fallecido, Karl Marx. Proporcionando el más claro ejemplo de temor a la revolución como incentivo para la reforma, Bismarck urgió a que se mitigaran las más flagrantes crueldades del capitalismo. En 1884 y en 1887, después de apasionadas polémicas, el Reichtag adoptó un conjunto de leyes que otorgaban una protección elemental bajo la forma de seguros en previsión de accidentes, enfermedades, ancianidad e invalidez. Aunque fragmentariamente, se adoptaron luego disposiciones similares en Austria (Galbraith, J. K., Historia de la economía, Barcelona, Ariel, 1993, pp. 229-230). Existía, por tanto, una vía "alemana" frente al liberalismo occidental anglosajón de los economistas clásicos. Hitler, en su política económica, se limitó a tirar del hilo de esta tradición, a fin de constituir, desde pilares económico-sociales, un nacional-socialismo que -bajo el punto de vista estrictamente económico y sólo ése, por supuesto- es el antecedente más remoto del keynesianismo y, por ende, del "modelo europeo" erigido frente al salvajismo neoliberal de procedencia norteamericana. El denominado "keynesianismo", opuesto simétrico del neoliberalismo (veremos que las cosas son más complicadas) tiene, en efecto, su antecedente en Adolf Hitler: (...) hubo keynesianos antes de Keynes. Uno de ellos fue Adolf Hitler, quien, libre de las cadenas de una teoría económica, emprendió un gran programa de obras públicas al tomar el poder en 1933, entre las cuales el ejemplo más visible fueron las Autobahnen. En verdad, empezó invirtiendo en obras de ingeniería civil, antes de emprender los gastos armamentistas. Los nazis tampoco hacían ningún caso de las limitaciones de los ingresos públicos, pues recurrían sin escrúpulos a la financiación a través del déficit. De esta forma la economía alemana pudo recuperarse de la caída devastadora sufrida anteriormente. Hacia 1936, el desempleo, que había ejercido una influencia tan considerable en el acceso de Hitler al poder, había sido eliminado en gran medida (Galbraith, J. K., op. cit., pp. 242-243). En consecuencia, la actual política de Ángela Merkel, que se quiere vincular a la ética protestante del ahorro y del ascetismo, nada tiene que ver con esa supuesta tradición en tanto que "tradición económica alemana". La tradición económica alemana podrá ser ascética, luterana, productivista y lo que se quiera, pero no monetarista en el sentido friedmanita. Friedman és la versión oligárquica de las sociedades de consumo post-calvinistas. Ya aclararemos más abajo en qué consiste aquí la clave axiológica del asunto. Por el momento limitémonos a constatar que el paradigma europeo de economías mixtas se inspira en Alemania y en el fascismo. Hemos cruzado los datos con otra obra de reconocido prestigio a fin de que no se pueda pretender alegremente que ésta es sólo una opinión de Galbraith: se trata de un hecho admitido y consensuado entre los especialistas, aunque cuidadosamente ocultado a los ciudadanos, quienes no deben saber que cuando se habla de "Keynes el benefactor" en realidad debería hablarse de una política social "alemana", anticipada por los regímenes fascistas a fin de frenar el avance del genocidio comunista sin renunciar al dinamismo económico del mercado: Un segundo problema se refiere al nombre que deberíamos dar a la economía política más allá de Keynes. Para quienes se encuentran en la tradición marxista, el capitalismo dejará paso al socialismo. Acontecimientos tales como la planificación, los controles de salarios y precios y otros pueden interpretarse como extensiones del socialismo, en especial si se refuerzan con una mayor propiedad pública y el incremento de la democracia industrial tal como preconiza Stuart Holland (véase cap. 9). Por el contrario, Winkler razona que se comprenden mejor como "el corporativismo venidero", un sistema de control estatal sobre una economía privatizada: un modelo evidentemente derivado del fascismo (Skidelsky, Robert, El fin de la era keynesiana, Barcelona, Laia, 1982, p. 12). En consecuencia, el régimen chino, cuyo vertiginoso crecimiento económico todos conocemos, sería, por lo que a la economía respecta, un ejemplo de "economofascismo"; pero también lo habrían sido las benefactoras administraciones socialdemócratas de los países nórdicos europeos durante los años sesenta del siglo pasado. El dogma neoliberal La economía friedmanita o "neoliberal" puede definirse como la negación, punto por punto, de todo aquello que ha venido caracterizándose de forma harto simplificada como "keynesianismo", aunque en realidad esta última etiqueta encubra un transfondo mucho más profundo y "perturbador" que la doctrina económica de Keynes. Así lo hemos sugerido mediante unos pocos ejemplos escogidos de "información chocante" que apuntan, todos ellos sin excepción, al "misterio del fascismo". Para los no expertos en economía, la síntesis del neoliberalismo friedmanita puede resumirse en una sola frase: aquello que universalmente se ha aplicado en el mundo occidental cuando se apelaba a Friedman es la política monetarista. En teoría, se trataría de evitar la inflación inherente al "keynesianismo" restringiendo la emisión de moneda, de suerte que fueran la competencia y el mercado los factores que regularan los precios sin la "artificial" intervención del Estado. No obstante, a pesar de que las medidas neoliberales apenas afectaron a la inflación, sí perjudicaron, en cambio, a la economía productiva, pero aquellas se siguiéronse aplicando como máxima expresión de una "ortodoxia" de procedencia poco menos que religiosa. ¿Cuáles fueron las consecuencias reales del neoliberalismo más allá de las declaraciones retóricas entorno a la libertad, la competencia y el mercado? O en otros términos: cui prodest el monetarismo. Galbraith responde. Para algunos, la política monetarista tenía (y sigue teniendo) otro atractivo, aún mayor, que en forma curiosa y hasta imperdonable ha pasado inadvertido para los economistas: el de no ser socialmente neutral. Obra contra la inflación elevando los tipos de interés, con lo cual, sucesivamente, inhibe las operaciones de crédito de los bancos y la resultante creación de depósitos, es decir, de dinero. Los altos tipos de interés son sumamente gratos e instituciones que disponen de dinero para prestar, las cuales poseen normalmente más recursos que quienes carecen de fondos con ese objeto, o bien, salvo muchas excepciones, que quienes toman el dinero prestado. Se trata de una verdad tan evidente como impropia. Al favorecer de este modo a los individuos e instituciones opulentos, una política monetaria restrictiva viene a ser todo lo contrario de una política fiscal restrictiva, la cual, al fundarse efectivamente en un incremento de las contribuciones de los particulares y de las empresas, afecta negativamente a los ricos (Galbraith, J. K., op. cit., p. 2999). Y añade: Los nutridos aplausos que los conservadores ricos tributan al profesor Friedman están muy lejos de ser inmerecidos (op. cit., ibidem). En suma, el monetarismo convierte el dinero en un bien escaso, que aumenta así su precio, y tiende a favorecer al capitalismo financiero en perjuicio de la economía productiva, los consumidores, los trabajadores y el conjunto de la sociedad. Galbraith escribió el fragmento citado en 1989 y, desde luego, no pretendemos explicar la actual crisis económica a partir de dicho planteamiento. Sin embargo, una característica innegable de la situación a la altura del año 2012 si la comparamos con las fechas en que se publicó la obra de Galbraith es el incremento desmesurado del poder del capitalismo financiero, el cual controla ya directamente los gobiernos sin necesidad de unos tipos de interés altos. El asalto al Estado por parte de la alta finanza tiene su punto de apoyo en la denominada deuda soberana y en los intereses de la misma, cada vez más elevados. Este proceso comenzó en los años 70 y 80 del siglo pasado: A principios del decenio de 1980, los tipos de interés se elevaron a niveles sin precedentes en Estados Unidos, hasta el punto que a la inflación de dos dígitos se opusieron tipos de interés de esta misma magnitud. Estos últimos redujeron la demanda de nuevos edificios, de automóviles y de otras adquisiciones financiadas con créditos. Y durante 1982 y 1983 acarrearon también una brusca restricción de los gastos de inversión de las empresas. Esto, a su vez, produjo un gran incremento del paro, que ascendió al 10,7 por ciento de la fuerza de trabajo a fines de 1982. Se llegó también a la más elevada cantidad de quiebras de pequeñas empresas desde el decenio de 1930, y a un serio deterioro de los precios agrícolas. Además, los elevados tipos de interés produjeron un gran flujo de divisas, las cuales reforzaron el valor del dólar, redujeron las exportaciones estadounidenses y favorecieron sobremanera las importaciones, especialmente del Japón. El resultado de todo esto fue el advenimiento de la peor crisis económica desde la Gran Depresión (op. cit., pp. 300-301). Estos fueron los resultados de la política monetarista en Estados Unidos según Galbraith. Hasta el punto que el propio Friedman, ante la evidencia del desastre, se desmarcó de su propia criatura con la siguiente frase: "Si la política que aplica la Reserva Federal es monetarista, entonces yo no lo soy" (op. cit., p. 300, n. 5). Sin embargo, como sabemos, la crisis actual, que empieza en 2007, no proviene de la restricción del crédito y de los tipos de interés altos en Estados Unidos, sino todo lo contrario, a saber, del exceso de crédito y de la total ausencia de control o regulación de los flujos financieros en ese mismo país (la madre del cordero, por decirlo así). Se supone que dicha política le resultaba provechosa a la alta finanza, la cual, a pesar de desencadenar el crack, ha salido beneficiada del mismo con enormes ganancias a título personal (directivos), ha tapado los agujeros de los bancos privados con dinero público y ahora se apresura a conceder créditos al propio Estado acreedor pero con elevadísimos tipos de interés, que fijan las agencias de rating en función de "criterios de riesgo" (!como si el riesgo por excelencia no lo encarnaran, precisamente, los propios usureros!). En suma, no parece que el concepto de monetarismo permita explicar el poder del capitalismo financiero, pues éste domina la política tanto a través de estrategias restrictivas de la emisión de moneda, cuanto a través de los tipos de interés bajos y la generación perversa de una deuda soberana que en realidad entraña la liquidación del poder ciudadano y la sumisión del Estado. No otra era la previsión de Hitler y, nos guste o no escuchar esto, dicha previsión se ha cumplido hasta extremos estupefacientes. Quizá la clave del asunto se encuentre en la dirección de una discreta observación de Galbraith: Empero, la receta de Friedman presentaba una dificultad más grave todavía, a la cual ya nos hemos referido, o sea, que en la economía moderna nadie sabe con certeza lo que es el dinero. Lo son, sin duda, el dinero en efectivo y los depósitos a la vista. Pero, ¿qué diremos de los depósitos de ahorro permanentemente disponibles para retirar fondos, y de los que pueden convertirse fácilmente en cuentas corrientes? ¿Cómo puede definirse la capacidad adquisitiva que proporcionan las targetas de crédito, o las líneas de crédito que todavía no han sido utilizadas? Y además, estos agregados monetarios, por más arbitraria que sea su designación como dinero, ¿pueden en verdad ser objeto de regulación? (op. cit., 298). Observemos que en el año 1989 está señalando Galbraith el meollo de la crisis del 2007, a saber, la escandalosa ausencia de regulación de los flujos financieros. La economía neoliberal no se define únicamente a partir del texto escrito, de la letra de Friedman, sino por las contradicciones e insuficiencias del enfoque monetarista, que debería incluir en su mismo concepto el papel hegemónico del capitalismo financiero en los Estados Unidos (y, desde ahí, en el resto del hemisferio oeste y el planeta Tierra en su totalidad). La noción ampliada de monetarismo nos conduce a un escenario en el que los poseedores del dinero controlan el conjunto de la economía productiva y la someten a sus intereses elitistas, de signo religioso y racial. Dicho control representa, empero, sólo el trampolín de la conquista del poder político, a la que estamos asistiendo en tiempo real en Europa con los nombramientos a dedo de técnócratas oligárquicos para cargos de gobierno. Estos caballeros aparecen entre las sombras y de repente se ponen a "gestionar" un país. La secta los envía. Se trata de golpes de Estado silenciosos, perpetrados por esa misma oligarquía al objeto de asfixiar cualquier forma efectiva y real de procemiento democrático o fiscalización ciudadana de los poderes públicos. Cataluña, la finca privada de la mafia catalanista, es un ejemplo harto cognoscible, por su inmediatez, del tipo de sociedad ensordecida, narcotizada y amordazada que el futuro nos depara. Pero, ¿cuáles y quiénes son los grupos que en estos momentos están empuñando a la descarada, ya sin rubor, las palancas gubernamentales de los maltrechos estados nacionales para erigir una articulación nueva, autoritaria, del mismo estamento oligárquico que ya existía, pero oculto tras la fachada pseudo democrática, tras el oscuro "poder de posguerra" (1946-2007)? Nuestra respuesta: los ideólogos y gestores sionistas, de Wall Street a Tel Aviv. Para acreditar esta afirmación nos remitiremos a los análisis de James Petras, un autor de izquierda radical poco sospechoso de "hitlerismo". Sigue aquí: http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2012/10/milton-friedman-y-la-ideologia.html Publicado por ENSPO en 4:39 p.m. 25 comentarios: Enlaces a esta entrada martes, septiembre 04, 2012 ¿Obama versus Osama? Teoría del enemigo constructo En la foto podemos observar al mestizo universal Barack Obama, Premio Nobel de la Paz y presidente de los Estados Unidos de América, disfrutando en tiempo real de la "ejecución selectiva" (ilegal) de Osama Bin Laden, su presunta antítesis política terrorista. El modelo de homo democraticus encarna a un asesino con buena conciencia, pero, en realidad, de alguna manera -desde la Revolución Francesa y su "terror fraternal" tan bien analizado por Sartre-, siempre ha sido así. Esta imagen y su consiguiente fórmula moral resume la miseria de nuestro tiempo. La "nueva era" iniciada en 1945 condénsase simbólicamente en el imaginario colectivo del "antifascismo". Derechos Humanos, Democracia, Humanismo, Holocausto y demás ídolos del sistema oligárquico, constituyen las herramientas ideológicas de expolio, matanza y genocidio más eficaces que la memoria registra. El asesinato de Bin Laden se justifica apelando a dichos ídolos conceptuales. Trátase, cuando hablamos del discurso antifascista, de una auténtica máquina de saquear y exterminar al servicio de los mayores criminales de la historia. De ahí la producción simbólica del "islamofascismo". Esta afirmación, que puede acreditarse, punto por punto, con cifras y datos en la mano, y así lo hemos hecho en una buena cantidad de entradas de esta bitácora (de manera que me ahorraré los enlaces y las demostraciones para no repetir una vez más lo ya dicho en innumerables ocasiones), constituye nuestro punto de partida. Una pregunta que se desprende con naturalidad de la constatación anterior es: ¿estamos moralmente autorizados a utilizar la violencia contra los genocidas, asesinos y criminales corruptos que nos gobiernan? La estrategia de la revolución democrática Nos han planteado en reiteradas ocasiones la cuestión de la violencia en aquello que podríamos denominar "la estrategia de la revolución". Nuestra postura ha sido clara: el recurso al terrorismo, además de inmoral y de atentar contra la esencia misma de la verdad, favorece a la oligarquía. O dicho en otros términos: el "terrorismo" es aquello que la oligarquía espera y desea para justificar el ejercicio de la denominada "justicia infinita", respuesta bestial "legitimada" a partir de los "valores democráticos y humanitarios" en que se sustenta, en última instancia, el poder oligárquico. Esa violencia previa hay que provocarla, permitirla o inventarla, como el presunto hundimiento español de un navío americano en el puerto de La Habana que "diera lugar" a la Guerra de Cuba. La guerra burguesa es, pese a Clausewitz, la continuación de la política por otros medios. Las guerras de la modernidad siempre se ganan políticamente y la primera victoria para tener una guerra ya casi ganada de antemano es la legitimación simbólica, la bestialización del enemigo. Construir un enemigo, fabricarlo, fijarle unos límites estrechos que nunca podrá ya traspasar, he aquí la silenciosa batalla de la propaganda (=mentira) que precede al choque de las armas y en la que el burgués oligárquico siempre se ha mostrado más eficaz que sus adversarios, absortos en las axiologías del honor militar. Vamos a separar la objeción ética de la objeción estratégica al terrorismo y, en general, al uso de la violencia contra la oligarquía sionista transnacional. Dejaremos la reflexión ética para el final. En cuanto al problema estratégico, conviene, antes de abordarlo, entrar en una serie de consideraciones de hecho en las que deberá anclarse nuestra argumentación, pues estrategia es sinónimo de eficacia y el criterio de validez del discurso estratégico remite a sus resultados efectivos, inseparables de un análisis puramente fáctico de "la realidad" (suponiendo que eso sea posible). Para empezar, conviene recordar que en algún momento del siglo XX terminaron de una vez por todas las revoluciones basadas en la simple inercia demográfica o, para ser más concreto, en el peso quasi físico de la mayoría de los ciudadanos, cuya "fuerza" podía confiar en derrotar, tarde o temprano, a las organizaciones armadas del Estado. No es que hayan dejado de darse las revoluciones violentas, es que en occidente son técnicamente inviables, porque el poder oligárquico ha compensado con sus artilugios sofisticadísimos cualquier factor de tipo numérico que pueda convertir al "pueblo en armas" en fundamento de facto, y no sólo prescriptivo o de iure, de la soberanía. Por otro lado, en los llamados "países centrales", cuya enumeración dejamos al lector pero que incluyen en cualquier caso Europa y América del Norte, además del Japón, el poder oligárquico ha dependido cada vez más de la legitimación, es decir, de la creencia en la existencia de regímenes democráticos, hecho que limita el uso de la violencia estatal contra los ciudadanos. La oligarquía no puede sacarles partido a sus mortíferos recursos tecnológicos de cualquier manera, al menos a plena luz del día. En consecuencia, podría concluirse que la estrategia de la revolución debe ser pacífica y orientada a erosionar los fundamentos del discurso autolegitimatorio -el antifascismo- emanado de las agencias propagandísticas oligárquicas. El colapso del sistema occidental, como el de la antigua Unión Soviética, sólo puede consistir en una suerte de implosión interna por deslegitimación. El propio sistema, con sus medidas represivas, nos indica cuál es su pilar ideológico central y, a la par, su punto más vulnerable: el relato del Holocausto. Sólo por este motivo prohibiría el código penal el simple cuestionamiento o duda sobre ciertos dogmas historiográficos en un descarado ejercidio de liberticidio y atentado contra la ciencia. La fragilidad de "el Holocausto" camina de la mano de su carácter fraudulento, del que los políticos y dirigentes oligárquicos son perfectamente conscientes. Frente a este planteamiento crítico, que es el nuestro y cuyas bases teóricas venimos exponiendio en este blog desde el año 2007, tenemos a quienes defienden abiertamente el uso de la violencia terrorista, por ejemplo, el famoso "Carlos", a saber, Ilich Ramírez Sánchez, también conocido como "Chacal": Soy y seré combatiente revolucionario. Y la revolución es hoy, antes que nada, islámica... El Islam y el marxismo-leninismo son las dos escuelas de las que extraje lo mejor de mis análisis... Un atentado vale más que todos los panfletos para fracturar la espesa pared de la ignorancia y de la indiferencia, más que toda una biblioteca de sabios análisis, que, al fin, no sirven más que para nutrir ineptas disputas entre iniciados e intelectócratas. Un atentado resuena como un trueno en la sombra espesa de las conciencias obesas, enbrutecidas en el confort del egoísmo más estúpido. Hace, de un solo golpe, volar en pedazos el consenso de fachada. Cierto que no todo es beneficio en este tipo de operación: hay cristalización de la condena, radicalización del sentimiento de rechazo, odios latentes que se refuerzan y se revelan. Cada cual elige su campo... El terrorismo, y esto va a sorprendernos, es una especie de himno a lo humano. Porque resitúa al hombre de carne y sangre en el centro de la batalla. No es ya el robot, el bombardero furtivo, los drones de combate; el sahid (mártir) que se inmola haciendo estallar su cinturón es un hombre solo, confrontado al miedo a un entorno hostil, su elección es esencialmente humana, no es la de un loco ni la de un fanático, sino la del hombre confrontado a la omnipotencia de la máquina. Sin embargo, las consecuencias del atentado terrorista no son sólo las que anota "Carlos". Verbi gratia, los atentados del 11-S fueron muy útiles para argüir la invasión de Afganistán e Irak a pesar de que, por ejemplo, el régimen de Saddam Hussein nada tenía que ver con Al-Qaeda. Además, existen sospechas más que fundadas de que los Estados Unidos conocieron previamente la planificación del atentado y "dejaron hacer" a los terroristas. No sólo eso, los orígenes de Al-Qaeda se remontan a la Arabia Saudí, fuente ideológica y económica del integrismo islámico a la par que... aliado de EE UU. A nuestro entender, hay que ser un auténtico inepto para creer que el atentado del 11-S ha favorecido a alguna causa revolucionaria, antes bien, ante el hundimiento de la URSS, justifica el mantenimiento de un clima bélico y las correspondientes medidas de recorte de libertades, vigilancia policial, negocio armamentístico, así como las coartadas para la intervención militar... Evidencias, todas éstas, que son quizá lugares comunes, pero no por ello menos ciertas a pesar del mar de información y supuestas conspiraciones con que se intenta banalizar lo patente. La máxima expresión de un poder político consiste en que éste pueda "fabricar" incluso a su propio enemigo. No cabe duda de que, en el hemisferio occidental, la oligarquía sionista transnacional ha alcanzado la cúspide de sus capacidades de destrucción, manipulación, coacción, explotación y colonización, tanto material como mental. El llamado islamofascismo, condensación virtual-propagandística de "fascismo", comunismo e islamismo (los sucesivos "adversarios" del sistema capitalista-liberal en la última centuria), ejemplifica bien el concepto estratégico de "anticipación del enemigo" como imaginario susceptible de exonerar las propias actuaciones agresivas y de exterminio. De ahí que la fórmula "Obama versus Osama" esconda una impostura. Osama no es más que la proyección invertida de la sombra de Obama. Gracias a semejante ficción política, el sistema puede atraer hacia sí a todos aquellos incautos desafectos que estén dispuestos a oponerse al sistema para, de alguna manera, localizarlos, identificarlos, encuadrarlos, controlarlos y hacerlos trabajar involuntariamente en provecho del mismo sistema, aunque sea en el triste papel circense-mediático reservado al "enemigo constructo". Nuevamente "Carlos": Cheikh Osama bin Laden, al hacer frente a los imperialistas yankis, se ha convertido en el héroe de todos los oprimidos, sean o no musulmanes. No representa, y sería un error pensarlo, una tendencia milenarista o mesiánica del Islam, a la manera del mahdismo sudanés. No tiene vocación de ser el Enviado, es un yihadista, un combatiente por la umma y de los grupos dispersos y desunidos de la umma. Dicho de otro modo, es un internacionalista panislamista. Pensamos además que es un error atribuir la resistencia antiamericana que inflama los países islámicos a la sola persona de Osama bin Laden... Yo pediría a Bin Laden que prosiga la obra iniciada en Jartum y, ante todo, que desarrolle las relaciones de orden estratégico entre los múltiples componentes del movimiento yihadista, sin omitir a las organizaciones no religiosas, pero sí, en todo caso, antiimperialistas. A nuestro modesto entender, tanto Osama bin Laden como Al-Qaeda han sido, son, "peones" inconscientes de Washington que, a través del crucial eslabón de la cadena denominado Arabia Saudí, desempeñan ciertas funciones simbólicas al servicio de occidente; negocio sucio y repugnante, pero también harto eficaz. Quien es capaz de diseñar la figura de su enemigo, fijando las reglas y el campo de juego donde pueda operar una fantasmal "disidencia", ya la ha derrotado de antemano. Esencia del antifascismo. Pero, si no Osama, ¿quién? El modelo orientativo de una disidencia no constructa estaría encarnado, para nosotros, por personas como Alexander Solzhenitsyn. Su estrategia pacífica de mostrar y proclamar la verdad sin derramar una sola gota de sangre señala el estrecho camino que conduce a la luz en medio de las tinieblas de la "información". Sólo un aspecto del islamismo antójase decisivo en la estrategia de la revolución, a saber, el papel de Irán como soporte material y moral en el cuestionamiento de la "ideología del Holocausto". Verdadera "bomba atómica", pero conceptual, el régimen de Teherán, que nada tiene que ver con Al-Qaeda, ha sabido encontrar en el tema del Holocausto la grieta a partir de la cual puede ser demolido el edificio simbólico del poder oligárquico. ¿Cómo? Haciendo estallar su fuente de legitimación en el interior mismo de los llamados "países centrales". Necesitamos, por tanto, un nuevo Solzhenitsyn, un modelo de disidente, cuya materia de trabajo no será sólo el gulag, sino los crímenes de los vencedores occidentales de la Segunda Guerra Mundial y la manipulación propagandística del holocausto, orquestada para ocultarlos. El oxígeno de semejante estrategia, sin embargo, no vendrá de la Rusia de Putin ni de la China postcomunista. No serán éstos los poderes que sustenten semejante disidencia, la cual les afecta muy negativamente por su propio pasado marxista-leninista. Sólo Irán se encuentra, como poder político realmente soberano (subrayemos que ningún país de occidente es soberano, excepto Israel), en la posición "simbólica" de otorgar un apoyo decisivo a la causa de la verdad. A su vez, ésta no podrá consistir en la simple negación del holocausto, al estilo de Faurisson, sino en su reinterpretación siguiendo la vía metodológica emprendida por Nolte. No conozco otro sentido de lucha por la libertad que el mensaje pacífico y paciente de la razón: hacer llegar a los ciudadanos, a través de la denuncia de la corrupción, el trasfondo inmenso de criminalidad oligárquica e infecta descomposición moral que hace posible aquélla como el fondo podrido hediondo del que nace el moho. La corrupción es, en efecto, enorme, la crisis, descomunal, pero es muy poca cosa comparada con aquello que escóndese detrás: la impostura y la violencia asesina fundamental en que se asienta desde su nacimiento el régimen presuntamente "democrático". Llevar el mensaje a los ciudadanos no significa, empero, explicarles de buenas a primeras la historia del plan de exterminio de Alemania y la subsiguiente exageración del holocausto que sirvió para encubrir el otro genocidio, perpetrado por los vencedores, sino tirar del hilo de los temas sociales y económicos que afectan diariamente a los trabajadores, minar la confianza del pueblo en la casta política oligárquica para, poco a poco, generar el marco horizontal-simbólico, la condición social contextual, en que pueda ser asumido el lenguaje de denuncia de la criminalidad radical, genocida e impune, que sostiene las instituciones occidentales. Sólo en ese momento podrán entender las grandes masas el verdadero significado de la palabra "oligarquía" y se convertirán en terreno fértil para el análisis de los métodos revolucionarios capaces de combatirla. La objeción ética: filosofía versus oligarquía Al lado de gentes como Obama, Bush, Roosevelt, Truman, Stalin, Mao o Churchill, Adolf Hitler parece en ocasiones una hermanita de la caridad a pesar de sus indudables atrocidades, de las que puede decirse que fueron, en casi todos los casos, puramente reactivas. Algo que, desde luego, no justifica el asesinato de niños, por mucho que algunos opinen lo contrario en nombre del mismo pseudo "realismo" que caracteriza precisamente a nuestro enemigo hereditario. Si la cuestión es ser "realista" y encima el más "realista" de todos, entonces unámonos a la oligarquía, ofrezcámosle nuestros servicios y talento, seguro que degustaremos como poco algunas de las migajas del pastel. Ciertos "patriotas" (¿?) islamófobos ya lo están en ello. Y otros vienen jugando al enemigo constructo desde su evoliana cuna. ¿Rechazamos aquello que representa la oligarquía hasta lo más profundo de nuestra alma, sí o no? Entonces, hay que olvidarse del realismo tal como es entendido por cualquier espécimen oligárquico. Nuestros motivos no pueden ser realistas de ninguna de las maneras porque la lucha contra el sistema, si es coherente, sólo nos traerá sufrimiento: si erramos o fracasamos, este "resultado nulo" supone la pérdida vana de nuestra vida; si acertamos, esto sólo significa que le estamos haciendo daño al dispositivo de poder oligárquico y que ante so después se revolverá contra nosotros para darnos "nuestro merecido". En consecuencia, sufrimiento es siempre lo que podemos esperar. ¿Es esto realista? Sí, pero en otro sentido al utilizado en el lenguaje imperante, un sentido donde el vocablo no significa conducente al éxito, al bienestar, a la conformidad con lo que hay, aunque nos produzca vómitos. Significa fidelidad a la verdad. Pero, por otro lado, si bandeamos el uso común del término y entramos en un debate más filosófico, podría afirmarse que la oligarquía, con todo su "realismo", casi podría definirse como la negación de la realidad. Y nosotros apostaríamos, frente al real-ilusionismo del sistema capitalista-financiero, por un "realismo heroico". Habría que añadir, entonces, que la mentira, a fuerza de obtener consenso, se ha ido convirtiendo en una suerte de pseudo realidad, y que el "realitarismo" oligárquico equivale a algo así como la substanciación mediático-virtual de lo irreal. Obsérvese que, en esta última opción, lo real (verdadero) se ha desvanecido detrás de la "pantalla total" del mundo Matrix. Lo real-real se ha convertido en idealismo, por ejemplo, cuando te dicen o te aconsejan que seas realista, esto significa que has de tragarte todas las fábulas del imaginario felicitario antifascista, institucionalizadas y, por ende, "reales". Y debes olvidarte, justamente, de la realidad, de la verdad, de la muerte, que mundo oligárquico quiere siempre alejar de la conciencia, siendo así que teme su efecto liberador, corrosivo para los intereses de la reinversión constante y del consumo, por no hablar del poder potencial de una ciencia sin mordazas. Suponiendo que nosotros seamos los realistas en el sentido concreto que acabo de definir, ¿se sigue de ese realismo una pauta de conducta como la que caracteriza a los asesinos oligárquicos? Desde luego, quien proclama la verdad de la muerte no está esgrimiendo una herramienta muy útil de cara al asesinato o a la dominación de sus virtuales víctimas. Para asesinar a la gente, es mucho más eficiente la táctica de explicarles que nosotros somos los depositarios del ideario del "amor", la "esperanza", la "paz"... Dicho discurso alevoso busca distender al adversario, favorecer "la confianza", el diálogo... Ya sabemos dónde termina todo eso. Pero la alternativa no es la violencia, el envés del antifascismo, sino otro discurso cuyo efecto resulte altamente destructivo, por sí mismo, para la malla simbólica humanitaria. El discurso de la verdad. Ese discurso revolucionario que, de alguna manera, es brutal porque que rechaza las ilusiones, las mentiras, el cloroformo y el azúcar burgués, cristiano o progresista, sólo puede sostenerse estratégicamente desde una postura rigurosa, disciplinada, de ascetismo extremo por lo que respecta al uso de la fuerza. En el momento en que los símbolos "verdad", "muerte" y "asesinato" entren en contacto, el sistema oligárquico dispondrá de todos los medios propagandísticos para identificar la alternativa revolucionaria con el "fascismo" y, por ende, con el mal absoluto. La verdad de la muerte como praxis debe quedar siempre un paso atrás de cualquier forma de violencia u homicidio. Entiendo así que la única postura coherente con la verdad, y el "realismo heroico" inherente a ella, sería el rechazo de la violencia por una cuestión de principio, no de estrategia o táctica políticas. Si la verdad es algo más que una teoría, si las ideas, antes que a meras representaciones incrustadas en nuestra cabeza y compatibles con todo tipo de pautas de conducta, equivalen a un acto, entonces la verdad entraña su propia forma de proceder. Y mientras que a la mentira (es decir, al utopismo de la felicidad) le es consustancial la violencia, la coacción, la fuerza o la manipulación (una violencia psicológica), pues como tal ha renunciado a la validez vinculante que emana del simple factum de que algo "es", la verdad, en cambio, se sostiene por sí misma. Por decirlo de otra manera, la verdad posee su propia figura de la fuerza, y ésta no es coactiva, ni física, ni siquiera "material", sino puramente espiritual. Así, quienes elijan la verdad han de aprender, en primer lugar, a morir, no a matar (Sócrates). La muerte del sujeto revolucionario representa, en el extremo, la encarnación misma de su libre causa y la más eficaz patencia de su victoria sobre el enemigo. Hete aquí la filosofía. Y el auténtico heroísmo. La pregunta era cómo luchar contra la oligarquía con la sola verdad en las manos, sin armas. Respuesta: la verdad misma debe hacer estallar desde dentro la burbuja del mundo ficcional o, simplemente, no es "verdad" y ese mundo presuntamente ficcional no sería tal, sino, en alguna medida, "real", con lo que los motivos de la lucha revolucionaria quedarían deslegitimados. La oligarquía encarna, a nuestro entender, un poder concebido expresa y deliberadamente no sólo de espaldas a la verdad, sino contra la verdad (Leo Strauss). El dispositivo de dominación oligárquico equivale a la mentira en estado químicamente puro. Si es así, la verdad debe de poder desatar sus propios efectos corrosivos, como Solzhenitsyn demostró en su momento con el régimen de la URSS. No somos santos buenistas, queremos vencer. La cuestión es cómo. Pretender derrotar a la oligarquía por la fuerza implica construir una fuerza equivalente o, incluso, superior a la existente, y reproducir los patrones conductuales oligárquicos de manipulación con mayor eficiencia todavía. Ahora bien, si esa fuerza alternativa triunfara, ¿qué habríamos cambiado? Nada. Sólo saldría fortalecido el poder oligárquico pero bajo una simbología ligeramente distinta en el plano del significante (no del significado), siendo así que dicho poder viene formándose desde hace siglos mediante sucesivos aluviones revolucionarios de esas características. Quien quiera oír, oiga. DOCUMENTOS ANEXOS http://www.alertadigital.com/2012/09/04/ee-uu-financia-el-terrorismo-islamico-al-pactar-con-al-qaeda-que-5-000-terroristas-ayuden-a-derrocar-a-al-assad/ http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/05/31/los-economistas-tienen-que-dejar-de-tomar-medidas-y-pararse-a-reflexionar-99014/ El libro sobre el asesinato de Bin Laden, 'best seller' antes de salir a la venta http://www.elmundo.es/america/2012/08/31/estados_unidos/1346401047.html El libro sobre el asesinato de Osama Bin Laden escrito por uno de los militares que participó en la operación se ha convertido es un "best seller" en EEUU días antes de su debut oficial gracias a la avalancha de pedidos por adelantado. El libro de 336 páginas desplazó esta semana a la novela erótica 'Fifty Shades of Gray', de la británica Erika Leonard, en la lista de los más vendidos y llega preñado de controversias y posibles consecuencias legales. De hecho, este jueves el Pentágono acusó al ex militar autor del libro de incumplir el compromiso de confidencialidad que había firmado y advirtió de que está considerando acciones legales contra él. 'No Easy Day', escrito bajo el seudónimo de 'Mark Owen' por el ex oficial de la unidad de élite SEAL de la Marina estadounidense Matt Bissonnette -junto con el periodista Kevin Maurer- saldrá a la venta el 4 de septiembre. La casa editorial, Penguin, había programado el lanzamiento de la primera edición con 300.000 ejemplares para el 11 de septiembre, cuando se cumplen once años de los ataques terroristas en EEUU tramados por Bin Laden, pero ante la demanda popular adelantó la distribución una semana. Bissonnette, de 36 años y quien se retiró el año pasado, tiene cientos de operaciones en su hoja de servicio, cinco Estrellas de Bronce (por valor) y una condecoración Corazón Púrpura (por heridas en combate). Según copias del libro obtenidas por medios locales, la descripción de Bissonnette de la forma en la que los 23 SEAL asesinaron a Bin Laden el 1 de mayo de 2011 en Abottabad (Pakistán) contradice la versión oficial. De acuerdo con el relato de Bissonnette, él subía unas escaleras hacia el tercer piso de la residencia de Bin Laden, detrás del primer SEAL en la línea, cuando escuchó dos detonaciones amortiguadas por silenciador. Su camarada había visto a un hombre que se asomaba a mirar desde una puerta y le disparó. Cuando los miembros del "Equipo 6", los mejores militares de los SEAL, llegaron a la habitación encontraron a un hombre en el suelo "con sangre y los sesos fuera del cráneo" y a dos mujeres que gritaban aterrorizadas. Los soldados apartaron a las mujeres y dispararon varias veces contra Bin Laden, que se convulsionaba en el suelo. En la habitación, según el relato, los marines encontraron un rifle AK-47 y una pistola Makarov, ambas descargadas. Bin Laden "ni siquiera se había preparado para defenderse", sostiene el libro. Según la versión oficial, los SEAL encontraron resistencia de los protectores de Bin Laden y cuando llegaron a la habitación en la que estaba el exlíder de Al Qaeda éste hizo un gesto para alcanzar un arma, por lo que lo mataron. La Casa Blanca sostiene que hubo un fuego cruzado durante 40 minutos en el interior del complejo de Bin Laden. Bissonnette asegura en el libro que él y sus colegas se burlaron de la versión oficial del "tiroteo de 40 minutos". La Casa Blanca también aseguró en su día que Bin Laden usó al menos a una de sus mujeres como escudo, sugiriendo que se escondió tras una de ellas mientras oponía resistencia a los SEAL. El que el libro ofrezca una versión tan distinta y mucho más detallada del incidente, así como los comentarios cáusticos del autor sobre la forma en la que el Gobierno del presidente Barack Obama sacó ventaja de la operación, ha disparado el interés de los lectores. Bissonnette dice, por ejemplo, que aunque Obama se reunió con los soldados a su regreso a Estados Unidos nunca cumplió la promesa de invitarlos a una cerveza en la Casa Blanca. Los soldados, que ya no simpatizaban con el presidente, comentan que nunca creyeron en las promesas de Obama, ni antes ni después de su elección. El título de 'No Easy Day' (No es un día fácil) hace referencia a una expresión en el argot de los SEAL -que junto con la Fuerza Delta del Ejército es una de las unidades de combate más eficaces del mundo- según la cual "el único día fácil fue ayer". Bissonnette habría incumplido el compromiso de confidencialidad que había firmado y que incluye el sometimiento a revisión de los militares de todo tipo de testimonio personal que vaya a publicarse. Así lo recuerda una carta enviada este jueves al ex oficial por el máximo representante legal del Pentágono, Jeh Charles Johnson, que subraya además que la publicación del libro "agravará el incumplimiento y la violación" de los acuerdos firmados. El Gobierno de EEUU ha sido muy severo a la hora de incautar las ganancias de los autores que han revelado información secreta. Quizá por ello Bissonnette ha dicho ya que buena parte de las recaudaciones se destinarán a ayudar a las familias de SEAL muertos. http://www.la-razon.com/mundo/Surgen-relatos-muerte-lider-Qaeda_0_1684631548.html Uno de los comandos que mató a Bin Laden afirma que éste se hallaba desarmado La Razón / Walter Vásquez 02:28 / 09 de septiembre de 2012.- Un libro que incluye un polémico relato del ataque que acabó con la vida de Osama bin Laden y otro que califica al primero como “una gran traición” proporcionan datos de una de las unidades militares más eficaces y secretas del mundo, los SEAL. No fue un día fácil (No Easy Day), de Mark Bissonnette (con el seudónimo de Mark Owen), un oficial retirado de la unidad de élite SEAL de la Marina estadounidense, salió a la venta el martes rodeado de polémica. El Pentágono reiteró que el Gobierno continúa revisando la obra y considera “que contiene información secreta y delicada, lo que constituye una violación del acuerdo de confidencialidad” firmado por Bissonnette. El ex SEAL ofrece en 336 páginas su relato del ataque que acabó con la vida del jefe de Al Qaeda en mayo de 2011. A diferencia de lo que en su día aseguró la Casa Blanca, el oficial retirado asegura que Bin Laden no estaba armado y no opuso resistencia al ataque. Por su parte, un grupo de exintegrantes de unidades de operaciones especiales lanzó un libro digital titulado No fue una operación fácil: El análisis no clasificado de la misión que mató a Osama Bin Laden (No Easy Op: The Unclassified Analysis of the Mission that Killed Osama bin Laden), que examina la versión de Bissonnette. En una entrevista concedida a la cadena CBS que se emitirá hoy, el exmilitar explica que su obra pretende rendir homenaje a aquellos que murieron el 11 de septiembre de 2001, y aseguró no tener pretensiones de lanzarlo “a la arena política”, según EFE. La página online Huffington Post, retomada por el Daily Mail, logró tener una copia de la cual difundió algunos anticipos. Mientras subían por una estrecha escalera, el jefe del operativo comando vio un hombre que sacaba la cabeza por una puerta: “estábamos a menos de cinco escalones de la parte superior cuando escuché tiros con silenciador”, escribe Owen. “Desde mi posición no podía decir si las balas había impactado en el blanco”, pero “el hombre había desaparecido en la oscura habitación”. Al entrar, los comandos vieron mujeres arrojadas sobre el cadáver de Bin Laden, que tenía puesto una camiseta blanca sin mangas, pantalones color caqui anchos y túnica beige, informó ANSA. Procesarán al autor de ‘No Easy Day’ EFE - El Pentágono acusó al exmarine Mark Bissonnette, que participó en la operación en la que fue asesinado Osama Bin Laden, de incumplir el compromiso de confidencialidad que había firmado al escribir un libro en el que cuenta los detalles de ese ataque e iniciará acciones legales en su contra. “A juicio del Departamento de Defensa, ha habido un incumplimiento sustancial y una violación de los acuerdos de no revelación que usted ha firmado”, según la misiva enviada por el máximo representante legal del Pentágono a Mark Owen, seudónimo del exoficial de la unidad SEAL de la Marina de EEUU. De acuerdo con el relato de Bissonnette, Bin Laden “ni siquiera se había preparado para defenderse”. En la carta, el Pentágono también advierte de que la publicación del libro “agravará el incumplimiento y la violación” de los acuerdos firmados por el exmarine. EEUU sigue orando por las víctimas Rezos Mañana concluyen los tres días de oración que el presidente estadounidense, Barack Obama, declaró por las casi 3.000 víctimas de los atentados del 11-S. Pedido Obama pidió no olvidar jamás a las víctimas de aquellos atentados, que pusieron a todo EEUU ante “sus más oscuros días”. EFE

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