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sábado, 8 de marzo de 2014

Jutba de la sombra del mundo

Jutba de la sombra del mundo


La creación es un claroscuro y la creación humana no es una excepción.


12/07/2002 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam



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de Él venimos y a Él regresamos
De Él venimos y a Él regresamos

Hoy nuestra jutba se desplaza desde las maqamat interiores hasta la reflexión sobre algunos aspectos del mundo que habitamos. Los musulmanes somos esencialmente unos seres humanos que hemos emprendido el camino del sometimiento a la Realidad. Allah ha querido que nuestros corazones sean receptivos a Su mensaje. Para ello nos da numerosas indicaciones y nos proporciona los criterios fundamentales.

Los musulmanes sabemos que Allah es Creador y que el mundo es Su creación. Formamos parte de ese mundo desde la posición privilegiada que nos otorga la ámana de Allah, nuestro intelecto —aql— y desde la responsabilidad consecuente con ella —ajlaq—. Tratamos de someternos a esa Realidad que se nos revela sin cesar en nuestros corazones y conocemos así el sentido de nuestra vida. Esa revelación nos sirve para discriminar nuestros actos y para valorar nuestra existencia en este mundo de la creación.

Pero precisamente porque el ser humano es la única criatura que tiene la aparente capacidad de decidir, también por ello existen actitudes diferentes y vidas diferentes. Vivimos en un trance constante de decisión entre el sometimiento y la rebelión, entre el islam y el kufr, hasta que nos sorprenda esa hora que sólo Allah conoce.

En el mundo existe esa tensión entre islam y kufr desde el inicio de nuestra creación; el mundo que nos toca habitar no es muy diferente en esencia del mundo que han conocido nuestros antepasados. La Realidad es intemporal porque la Realidad y el Tiempo son lo mismo. Una misma tensión, una misma problemática expresada de todas la maneras y formas posibles. Esa es la grandeza inimitable de la creación de Allah.

Allah nos conduce hacia Él y nos advierte que ese camino es un Yihad, un esfuerzo, una lucha que no es otra cosa que el latir de nuestros corazones, un viaje que nos encamina hacia la extinción en Allah, ya sea voluntariamente o a la fuerza, porque no hay más Realidad que Él. De Él venimos y a Él regresamos constantemente.

Cuando ese regreso y ese sometimiento son conscientes y voluntarios, estamos siendo musulmanes. Cuando nos reunimos para adorar a Allah dentro de los límites que Él quiere establecer para nosotros estamos siendo musulmanes. Nuestra decisión implica una forma de vivir, de pensar y de relacionarnos. Los musulmanes vivimos de manera diferente a aquellos que se empeñan en mantener y construir los velos, los nombres, las definiciones, como si fueran ellos quienes mantienen vivo el mundo.

El musulmán es pacífico y humilde como consecuencia del reconocimiento de la Realidad, de la conciencia de Allah, de Su Sabiduría y Poder. El cafre no quiere reconocer la Realidad y se obstina en construir una vida en función de su exclusivo deseo, sin mirar más allá.

Vivimos en un mundo en el que parece triunfar la barbarie. Las palabras no sólo son inútiles para comprender la Verdad sino que, además, son usadas conscientemente para tratar de velarla, para intentar hacer más denso el velo que la guarda.

La lucha entre islam y kufr es siempre virulenta porque ambas expresiones se excluyen mutuamente. Y en nuestro tiempo adquiere matices y expresiones que no cesan de reflejar esa tensión básica de la que hablamos. El Qur’án nos advierte de ello:

"Vuestros enemigos no dejarán de combatiros hasta que reneguéis de vuestra fe, si pueden…"

(Sura 2, Al Baqara. Aya 217)

¿Por qué ese ensañamiento, esa persecución contra el islam y los musulmanes de todo el mundo, de una manera tan generalizada? Estamos viendo día a día cómo se habla de nosotros en términos insultantes en los medios de comunicación. Sabemos que existe una estrategia para definirnos y descalificarnos. Sabemos que todo eso viene de la sombra del mundo, de los subterráneos que albergan a los poderosos del mundo. Ellos han construido siempre la mentira, los simulacros, unas realidades virtuales que usan para mantener en la ignorancia y en la indefensión al ser humano. Ellos son responsables del terror y de todos los actos de barbarie que ha sufrido la humanidad desde que tenemos memoria. Ellos son el rostro siempre actualizado de la máscara, del teatro, de la representación. Ellos son los representantes, los actores. El resto es un rebaño entontecido y depauperado, excepto aquellos que se dan cuenta y tratan de mantener sus corazones vueltos hacia la Realidad.

Los cafres necesitan erradicar la verdad del corazón humano, necesitan de la inconsciencia y por eso son crueles con el corazón islámico, arrogantes, destructores del bien y de la belleza. Como dice el Qurán:

"Pretenden engañar a Allah y a aquellos que han llegado a creer, pero sólo se engañan a sí mismos, y no se dan cuenta. En sus corazones hay enfermedad, y por eso Allah deja que aumente su enfermedad; y les espera un penoso sufrimiento por sus continuas mentiras."

(Sura 2, Al Baqara. Ayat 9, 10)

El velo que tratan de establecer los cafres es una barrera que pretende separar nuestras vidas de Allah, velarnos al Tawhid, que trata de impedirnos una vida trascendente y plena, de arrancarnos de raíz la conciencia. Cafres son aquellos que no quieren ver los resultados de sus errores y se escudan en unos logros magnificados por el poder de las apariencias, de las imágenes y de las palabras. Cuando tratamos de hacerles ver la barbarie, cuando denunciamos las agresiones y violaciones a que estamos siendo sometidos constantemente, nos encontramos con el rostro terrible de un sentido común oculto en la costumbre, ajeno a la conciencia.

"Y cuando se les dice: ‘No sembréis la corrupción en la tierra,’ contestan: ‘¡Sólo estamos mejorando las cosas!’ ¡En verdad, ellos son los corruptores, pero no se dan cuenta!"

(Sura 2, Al Baqara. Ayat 11, 12)

Así de claro es el Qur’an, y así nos explica Allah la naturaleza de nuestra Yihad, del esfuerzo por mantenernos conscientes de la Realidad, en contacto y fricción con otros seres humanos que, aparentemente, trabajan en dirección opuesta. Los cafres ignoran que, detrás de todas sus maquinaciones y velamientos, detrás de cualquiera de sus conspiraciones, y delante y más allá de toda su crueldad, sólo existe esa Realidad que también a ellos los está creando con Su poder.

Los cafres tratan siempre de gestionar y controlar la Realidad. Se ocupan en esa absurda actividad escudándose en ideas como la razón, la ciencia, la civilización, el sentido común, la cultura, etc. En nombre de esas ideas idolatradas cometen los más terribles actos de barbarie. Matan a unos musulmanes que celebran una boda en Afganistán o en Irak, piden disculpas y se declaran inocentes. Construyen y fomentan el integrismo y el fanatismo en todas las comunidades de creyentes para declararse representantes de la civilización. Establecen la más totalitaria de las tiranías, la tiranía global de las armas y de los medios de comunicación, en nombre de la libertad y de la democracia. Asesinan y torturan en nombre de los derechos humanos. Con total impunidad.

Mienten y manipulan en nombre de la libertad de expresión. Declaran al islam una religión de fanáticos en nombre de la libertad de conciencia. Instauran el terror a nivel planetario en nombre de la lucha contra el terrorismo.

Pero no se dan cuenta y necesitan que nadie se de cuenta, por eso nos combaten a muerte. Y aunque estemos viviendo aquí, en un lugar aparentemente alejado de los escenarios de la guerra, no es así. La lucha es generalizada, global. Llega hasta los últimos rincones de la conciencia humana. Todos los musulmanes somos sospechosos por el hecho de serlo, potencialmente peligrosos, estemos donde estemos y vivamos como vivamos. A todos nos afecta.

Eso es lo que distingue a nuestro tiempo de otros tiempos pasados que tan bien vamos conociendo por la Revelación, el hecho de que la batalla por la conciencia afecta hoy a toda la humanidad sin excepción, a todos los pueblos y culturas.

La experiencia del mundo y de la existencia que expresamos los musulmanes en cada acto de nuestras vidas choca frontalmente con los intereses de quienes tratan de arrancar la conciencia del corazón humano, sustrayéndolo de la Realidad. No pueden soportar la idea o la visión del sometimiento a una realidad que no sea su mente razonable, su plan cerrado y acabado, su templo poblado de ídolos suplantadores, porque son esos ídolos vacíos los que les mantienen en la inconsciencia. Por eso no pueden soportar nuestra shahada.

Ellos, simplemente, están mejorando las cosas, desarrollando la tecnología redentora, inventando las armas definitivas para conseguir la paz, haciendo experimentos de armas químicas y biológicas para mejorar la salud de africanos y asiáticos, extendiendo el mercado para dar de comer a un mundo superpoblado que necesita urgentemente soluciones. Y no se dan cuenta.

Ellos se dicen garantes y responsables del orden del mundo y así está el mundo. Así están los pueblos, así está África, donde el Sida se está cebando sin compasión ni medicamentos, pueblos asistidos espiritualmente por un papa que no cesa de ir allí a convencerles de que usar preservativos es atentar contra la vida. Las cifras y sus representantes son hoy más globales que nunca, más letales.

¿Qué sentido puede tener esta situación para nosotros? Sencillamente, Allah nos está haciendo conocer en profundidad la naturaleza de nuestra condición de musulmanes, de la manera más sabia posible. Ahora nos resulta más fácil comprender el sentido de nuestra shahada, el sentido de nuestro desembarco en la Ummah de Muhámmad, porque nos ha hecho conocer un Qur’an que nos proporciona el criterio para comprenderlo.

Estamos reconociendo en nosotros que la sombra del mal sólo puede extenderse en un territorio abandonado por la conciencia, en el territorio de la muerte. Por eso los cafres van sembrando la muerte por todos sitios, la guerra, el sufrimiento, el hambre, el dominio de unos seres humanos sobre otros… En el recrudecimiento de nuestra yihad, se dibujan con más claridad los contornos, aumenta el contraste del claroscuro. Desde esa conciencia acrecentada hacemos nuestros du’a:

Señor nuestro: Te agradecemos el don del islam, la gracia del sometimiento a Ti, y no Te pedimos nada ni para nosotros ni para el mundo, tan sólo que nos mantengas en la taqwa.

Te agradecemos que nos hayas tocado con Tu luz, que te hayas acordado de nosotros.

Gracias por librarnos del kufr en la medida en que nos libras de la inconsciencia con Tu Sabiduría.

Amin.

2.

Allah quiere que seamos musulmanes y ese es el don más precioso de todos. Él quiere nuestro sometimiento a la Realidad, nuestra prosternación ante la Luz de las luces, y por eso, en este yihad que estamos viviendo cada uno de nosotros, cada una de nuestras comunidades, Allah nos asiste con Su revelación, y nos aclara la naturaleza de la lucha que estamos abocados a mantener, describiendo con claridad el perfil de nuestros enemigos:

"Y cuando se les dice: ‘Creed como creen los demás,’ contestan: ‘¿Es que vamos a creer como creen los necios?’ ¡En verdad, que son ellos los necios, pero no lo saben!

Y cuando se encuentran a aquellos que han llegado a creer, afirman: ‘Creemos como vosotros’; pero cuando están a solas con sus malvados impulsos, dicen: ‘¡En verdad, estamos con vosotros; sólo estábamos burlándonos!’

Allah les devolverá sus burlas, y les dejará en su desmesurada arrogancia por un tiempo, vagando ciegos de un lado para otro: porque han canjeado la guía por el error; y tampoco su negocio les ha dado beneficio, ni han encontrado guía en otra parte."

(Sura 2, Al Baqara. Ayat 13-16)

Se declaran creyentes delante de nosotros, dicen creer en Dios, y siempre lo escriben en las monedas de su propaganda, pero luego, entre ellos, dicen otras cosas. Ellos son los que proponen el ecumenismo, el encuentro de las religiones, pero sólo para tratar de controlar, de corromper, de erradicar la conciencia de la faz de la tierra. Ellos son los cafres, los corruptores, unos seres que no se dan cuenta porque el velo es en ellos tan tupido que no pueden verse a sí mismos, ni ver sus propias manos, no pueden detenerse a mirar más allá de su pensamiento. Son cínicos e hipócritas, seres incapacitados para experimentar el amor en toda su plenitud, eternos adolescentes insatisfechos y perversos.

El Qur’an describe con total precisión la naturaleza del sistema que hoy parece dominar la tierra. El kufr se extiende por nuestro planeta como una sombra de inconsciencia, pero Allah nos hace comprender que mientras exista en nosotros la conciencia de Él, la conciencia de la Única Realidad y el sometimiento voluntario a Ella, esa sombra estará contrastada y limitada. Eso, en la historia del ser humano sobre la tierra ha sido siempre así, e incluso, como sabemos por el Qur’án, han existido tiempos incluso más oscuros, humanidades aún más perdidas que la nuestra.

La creación es un claroscuro y la creación humana no es una excepción. La sombra acaba donde empieza la Luz y ésta ni empieza ni termina. Así que, al menos sabemos que la Luz existe y que la sombra sólo es del mundo. Vamos comprendiendo que nuestra vida de musulmanes es una shahada que hacemos con nuestro corazón, con nuestro cuerpo, con nuestra lengua, con todo nuestro ser, un testimonio que no es baldío ni estéril sino creador y transformante.

Ser musulmanes hoy es ser testigos excepcionales de la barbarie que nos cerca, tratando de encontrar un sentido a nuestras vidas. Tratamos con todas nuestras fuerzas y capacidades de crecer interiormente para acercarnos a Allah y así nos damos cuenta de que la marea de los cafres no nos arrastra a nosotros ni a nuestras familias, ni a las gentes de bien que aún existen en esta tierra que Allah ha hecho crecer en nuestras conciencias por Su Rahma, sabiendo que lo que dice Allah en el Qur’án es verdad y alegrándonos por ello, porque Allah Le dice a los cafres que Sus adoradores, Alhamdulilah, conservarán siempre su forma de vida, su din, de una manera u otra:

"No es voluntad de Allah, oh vosotros que negáis la verdad, abandonar a los creyentes a vuestra forma de vida: y por eso ha de separar a los malvados de los buenos. Y no es voluntad de Allah desvelaros lo que está fuera del alcance de la percepción humana…"

(Sura 3, Al Imram, aya 179)

Esa promesa de Allah nos conforta en un momento en el que el kufr se extiende como una sombra por el mundo, arrasando los pueblos, las culturas y las creencias, con una violencia y un poder aterradores. Allah nos enseña que una de las formas de adorarle, de mantener la conciencia de Él, es el du’a. Y así Le hacemos este du’a:

Señor nuestro: no vuelvas nuestros corazones hacia la sombra del mundo.

Protégenos de la influencia moral, intelectual y existencial de los cafres.

Mantén e incrementa nuestra taqwa.

Amin.



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