El Reino de los Infiernos
“Jerusalén será un reino de conciencia o no será” contestaba Balian, barón de Ibelin, al rey Balduino de Jerusalén
31/07/2014 - Autor: Abdul Haqq Salaberria - Fuente: La Tribuna del País Vasco
“Jerusalén será un reino de conciencia o no será” contestaba Balian, barón de Ibelin, al rey Balduino de Jerusalén, rechazando así su oferta de asesinar al perverso Gido de Lusignan, aspirante al trono y prometido a la hermana del rey, Sibila de Jerusalén. Siguiendo ese plan, eliminado Gido, Balian ocuparía su puesto y desposaría a la bella Sibila. Además Balian y Sibila ya eran amantes. Gido, por su parte, era un déspota que quería la guerra con Salah-ad-Din (Saladino) y despreciaba la paz y la convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes, lograda con mucho esfuerzo por Balduino. De modo que su asesinato sería un “mal menor para evitar un mal mayor”, tal como Sibila recriminara a Balian una vez conocida su oposición al plan propuesto por su hermano el rey.
Este dilema universal que muestra la película “El Reino de Los Cielos” del realizador Ridley Scott, explica precisamente por qué Palestina, Jerusalén y Tierra Santa es hoy un infierno.
El mal menor es la justificación de los medios a emplear para un fin que es evitar el mal mayor. Ni siquiera se trata de conseguir el bien común; lo que se pretende es evitar el mal mayor que para unos es la existencia del estado sionista y para otros la existencia de Palestina.
El resultado es la inexistencia de ambos.
Aunque aparentemente la razón de la fuerza está del lado sionista, y por lo tanto aparentemente son los vencedores históricos de la guerra, no está claro que la fuerza de la razón y la victoria moral estén con ellos. Además las grietas internas en la comunidad judía no han hecho más que empezar. El estado sionista, autoproclamado como Israel, tiene sus pies de barro ensangrentado y está cimentado en el terror. Ellos mejor que nadie en el mundo conocen el resultado de aplicar el fascismo racista mesiánico sobre una población indefensa.
Pero la situación no es mejor en el lado palestino, que se encuentra secuestrado por dos fundamentalismos, el religioso y el nacionalista. El islamismo modernista es también fascismo racista mesiánico, pero a diferencia del judío es cutre, desorganizado y mal financiado. El resultado es que hay una proporción de 1 a 100 en el balance final de muertos. Algo parecido a la proporción de toreros y toros muertos. Los sionistas dicen, como los toreros, que se defienden, pero la realidad es que son ellos los que han encerrado al toro en la plaza, lo han picado, lo han abanderillado y después lo han acorralado con artes y engaños hasta clavarle el estoque. Rara vez un toro empitona a un torero. Como rara vez un cohete de Hamas o un guerrillero consigue matar a un soldado sionista. Es extraño que hayan muerto soldados israelitas en esta última ofensiva. Probablemente habrá sido un golpe de suerte de la guerrilla palestina más que el resultado de una elaborada estrategia.
La comunidad internacional ha demostrado, como siempre, que es completamente impotente ante un Estado que ha burlado todas las resoluciones de Naciones Unidas sin recibir una sola sanción, lo que prueba que la justicia no es igual para todos.
Pero los palestinos deben saber a estas alturas que nadie va a defenderlos de la agresión del estado sionista; ni la ONU, ni la Liga Árabe, ni la Unión Europea, ni mucho menos Estados Unidos. Están solos. Y para colmo sus líderes son unos incompetentes y unos locos de atar.
¿Qué pueden hacer? Creo que deben meditar sobre lo que es “un reino de conciencia” en sus propios términos y convicciones. Creo que deben cambiar de psicología, abandonar la de sus verdugos, que no es otra que la sicología del resentimiento, y recuperar la suya propia que era la de la esperanza.
Islam es esperanza, nunca desesperación. Esperanza en un Decreto de Justicia, esperanza en que la Victoria es de Allah y “sólo Allah es Vencedor” (lema impreso en los muros de la Alhambra de Granada miles de veces). Esperanza en que la paz va unida a la aceptación del Decreto. Esperanza en que no hay mayor arma que la compasión para desarmar a un enemigo. Esperanza en que del estiércol pueden brotar rosas y de que, en palabras de Gandhi: “son violentos porque están desesperados”.
No hay solución violenta para Palestina ni para el estado sionista. ¿Cuántos muertos más tendremos que soportar para que entiendan la naturaleza de la paradoja que les ha tocado vivir? Están regando con sangre inocente una tierra sagrada. Eso sólo puede tener una consecuencia, lo mires desde la fe que lo mires: la maldición de Yahvé. Y ésta se consuma convirtiendo en un infierno lo que debió de ser un lugar de paz y espiritualidad para las tres religiones del Libro.
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