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viernes, 18 de julio de 2014

Vivificar la salâ

Vivificar la salâ

El Fiqh es la ciencia que estudia la Shari’a en general y los aspectos referentes al culto y todo lo concerniente a las relaciones humanas.

01/11/2013 - Autor: Abdelkader Mohamed Alí - Fuente: Webislam
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Mejor será orar poco y bien, que mucho y distraído.
Bismillah ar-Rahman ar-Rahim (En El Nombre de Allah, El Misericordioso, El Compasivo).
Como es sabido, el Fiqh es la ciencia que estudia la Shari’a (Derecho Islámico) en general y los aspectos referentes al culto y todo lo concerniente a las relaciones humanas. Sin duda a lo largo de la historia del Islam el Fiqh ha adquirido un rango primordial entre los musulmanes en el momento de interiorizar las normas del culto.
Sin embargo esa interiorización, según muchos pensadores musulmanes, ha ido derivando en una polarización que ha hecho que aunque se conozcan en detalle los métodos y formas del Fiqh, salvo las excepciones, se ha incurrido en el desconocimiento íntimo y profundo de cada acto de la ‘ibada (adoración). De ahí a ese mecanicismo rutinario que en la mayoría de las veces ha ido adquiriendo el culto en el Islam. Han tenido que ser los hombres de la ma’rifa, los gnósticos, quienes han ido atesorando ese sentido profundo de la ‘ibada. Esos hombres, los sufíes, aun habiendo padecido toda suerte de incomprensiones y hostilidades, siguen siendo los portadores de esa esencia de la que inexorablemente el común de los musulmanes, por un motivo u otro, se va alejando de ella.
Abū Hāmid Muhammad Al-Gazzālī, conocedor profundo de esta realidad, ya en su tiempo se percató de las perversiones que se fueron incrustando en la ‘ibada del común de los musulmanes. De ahí a que redactara su obra magna Ihya’ ‘Ulum al-Din (“La revivificación de las ciencias religiosas”), una obra colosal, probablemente inigualable.
Ihya’ ‘Ulum al-Din, según explicaría Al-Gazzālī, la concibió en aras de reeducar al vulgo en una práctica religiosa que entrañara una recuperación del sentido profundo de la ‘ibada. Es decir recuperar el sentido espiritual de cada uno de los actos del culto islámico, con la necesaria introspección gnóstica que siempre, en sus orígenes ha tenido la ‘ibada.
La oración canónica (salâ)
Al-Gazzālī antes de explicar el verdadero sentido de la salâ (oración canónica) en su referida obra Ihya’…, previamente explica el misterio que acompaña a la tahâra (purificación) o al-wudû, abluciones. Este precepto coránico si bien significa la reparación necesaria para predisponerse a la salâ, despojándose de las impurezas, manchas,… Al-Gazzālī, se centra de modo especial en el misterio (sirr), una vez superada esas reglas litúrgicas o canónicas. A decir de Al-Gazzālī, lo esencial no es la cantidad de abluciones que se hagan ni la mayor o menor devoción exterior con que se practiquen ni las repetidas plegarias que acompañen a esas abluciones. Todo esto es nada sin la intención, (acercarse a Allah,…) verdadera alma de la ‘ibada, esencia única del merecimiento. En teoría este requisito inherente a la ‘ibada, al culto en el Islam, todo musulmán practicante no sólo lo conoce, sino que teóricamente lo ejercita, pero…
En lo que respecta a la oración (salâ), según Al-Gazzālī, los requisitos internos que se deben observar son:
— En primer lugar la atención. En los demás preceptos como el zakat, el ayuno, etc., el mérito del cumplimiento de esta ‘ibada se obtiene aun sin poner la atención, con sólo cumplir con la obra. Dado que son actos que por su propia esencia contravienen la inclinación natural de nuestros apetitos. Sin embargo, en la salâ, ocurre todo lo contrario. La rutina diaria impuesta por un hábito incorrectamente encauzado, termina haciendo de los sonidos emitidos en nuestra plegaria, como decimos, algo tan rutinario como estéril.
Una recitación coránica a cuyo sentido en raras ocasiones se atiende, por lo que según imam Al-Gazzālī, es imposible que merezca cosa alguna en presencia de Allah. Sin el enderezamiento adecuado en nuestras acciones de gracias por los beneficios obtenidos, o las reiteradas peticiones para un nuevo favor en su otorgación, “sin la atención a las palabras pronunciadas, resultará perfectamente nula”. Y sentencia: “La atención es el espíritu de la oración; sin ella, está muerta.”
— En segundo lugar, entender las ideas que la letra de la oración expresa. Es primordial hacer el esfuerzo pertinente para no limitarse a una comprensión parcial de las palabras, entender las ideas que estas representan es muy importante. No obstante, en verdad este requisito es relativo en la medida en que está sujeto a la proporción del talento de la persona orante. Nadie está obligado a más de lo que puede.
— En tercer lugar, el reconocimiento de la Majestad divina (Al-Ŷalīl) en contraposición a nuestra manifiesta insignificancia. Un sentimiento que debe llevarnos al encogimiento del corazón ante la presencia de Allah.
—Y, finalmente, el temor de Allah derivado de nuestras constantes negligencias para cumplir con la Shari’a. Pero en verdad la palabra expresada en el Corán es jashyat, que va más allá de la limitada traducción por “temor”, en puridad expresa un respeto abrumador por Allah. En el mismo Corán se expresa otro tipo de temor, jauf, que en realidad equivale a un simple temor de índole mundanal. Cuando enfrentamos un peligro existencial, mortal, efectivamente somos presa del pánico y la desesperación por lo que se bloquean nuestra capacidad de razonar y expresar una solución. Sin embargo, el temor a Allah/Dios activa la sabiduría desde lo más profundo de nuestra conciencia. Temer a Allah entraña una reacción en aras de evitar lo perjudicial, lo corrupto, lo malo. El temor a Allah, jashyat, reactiva la sabiduría, el discernimiento y sobre todo el conocimiento. No sólo por lo mucho que merece la majestad de Allah, que también, sino por lo mucho que le debemos.
Siendo estos cuatro requisitos indispensables para la oración, sin embargo Imam Al-Gazzālī enfatiza especialmente el primero, la atención, ya que las distracciones destruyen la salâ. Insiste nuestro imam en extremar las precauciones. Así, afirma Al-Gazzālī, oran los ascetas de vocación, perfectamente atentos. Para neutralizar estas distracciones, nos aconseja nuestro imam, aparte de aislarnos en un lugar alejado del ruido exterior cuando oramos en un lugar ajeno a la mezquita, en fijar bien la atención al comenzar la lectura de la oración evitando la asociación de imágenes que traigan a su vez pensamientos enlazados con otros que terminan haciendo de la oración algo meramente mecánico. Si este remedio es insuficiente, nos recuerda el imam Al-Gazzālī, entonces el mal está en el corazón del orante, ligado al mundo por fuertes vínculos que le hacen olvidar habitualmente a Allah/Dios, por lo que no es extraño que se distraiga.
Llegados a este extremo Al-Gazzālī aconseja a esa sociedad excesivamente maleada, (recordemos que nuestro autor se dirige a una sociedad de hace más de nueve siglos, a su juicio excesivamente obnubilada por los atractivos mundanales, ¿Qué pensaría de nuestra sociedad de hoy día cuya religión principal es el hedonismo y un consumo desmedido y neurótico?), si todo lo sugerido no es posible cumplirlo, “mejor será orar poco y bien, que mucho y distraído.”
Wa Allahu a‘lam (¡Sólo Allâh sabe!).

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