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sábado, 21 de marzo de 2015

Análisis psicológico del terrorista suicida (parte 1)

Análisis psicológico del terrorista suicida (parte 1)

El perfil psicológico de un individuo realiza un estudio de su personalidad, junto con los procesos mentales que le llevan a obrar como lo hace. Con esto quiere decir que existen diferencias entre un tipo de persona u otra, aún cuando ambas ejecutan acciones similares o piensan de forma parecida. Por ejemplo, Adolf Hitler tenía el suyo , el que un famoso psiquiatra de la universidad de Harvard (Henry Murray) le hizo en el año 1945, pese a que Murray nunca puso entrevistarle ni conocerle en persona -lo cual le resta cierta credibilidad al perfil-, éste le determinó una esquizofrenia paranoide, una gran perseverancia frente al fracaso, importantes conductas homosexuales reprimidas, y además, acertó en que acabaría suicidándose si perdía la guerra. Esto nos da una idea de la utilidad de esta herramienta en ámbitos criminalísticos.
Pese a que es, como he dicho, una herramienta personal, sí podemos establecer una serie de generalidades en el caso del terrorista suicida. No todos los terroristas suicidas habrán sufrido exactamente lo que relataremos aquí, pero lo que diremos puede aplicarse a gran parte de ellos. Hay que destacar que, de un grupo a otro, los procesos mentales y rituales que seguirá el individuo por integración al grupo cambiarán, y por tanto habría diferencias en sus perfiles. Eso sería objeto de un trabajo muchísimo más exhaustivo y detallado, que no encaja con la intención breve que tiene esta entrada.
Cuando hablamos de terrorismo, hay que tener en cuenta que existen diferentes trabas culturales y/o sociales para que un individuo llegue a convertirse en lo que llamamos “terrorista“. Claude Moniquet, experto en terrorismo subraya que el terrorista occidental “es gente que ha crecido en sociedades que rechazan la violencia sistemáticamente, sociedades pacifistas, por lo que han de cruzar muchos más límites culturales para llegar a matar”. Cosa que no sucede en el terrorismo yihadista, teniendo en cuenta que éste se da en sociedades fuertemente marcadas por la violencia, la vejación o la ocupación extranjera. También influye el hecho de que, dentro de la religión islámica, se “premie” la mal llamada “guerra santa” así como al individuo que da su vida por ella.
Suicide-bombers
Aquí hay que tener mucho cuidado, porque el Corán, es un libro de paz, igual que el islam es una religión de paz. Por más que a muchos les choque es esencialmente así. En el Corán se penaliza el asesinato. Hay que tener en cuenta también el momento en el que se escribió. El concepto del “yihad” (puesto que en árabe es un sustantivo masculino) va por otros derroteros, aunque el término haya acabado por pervertirse. Se puede traducir como “esfuerzo”, si intentamos aproximarlo al castellano. No es “guerra santa”. Y lo hay de dos tipos: existe un yihad mayor -el “gran yihad”- y un yihad menor. El primero, al que los textos dan mucha más importancia, es el combate interno que debe mantener el musulmán para seguir siendo buen musulmán y cumplir sus obligaciones para con su espiritualidad; el segundo es la lucha entre los hombres. Y no cualquier lucha entre los hombres, sino la lucha estrictamente defensiva. Es decir, es obligación del musulmán si su comunidad es atacada el coger las armas para defenderla. Esto existe en derecho internacional y no debería parecernos ninguna aberración. Pero es que, además, Muhammad dice:
“Combatid con la ayuda de Dios contra quienes combatan contra vosotros (en árabe la palabra implica “participación”, el ser parte del combate, es decir, combatiente, no civil), pero no os extralimitéis. Dios no ama a los transgresores.´  ´Si buscan la paz, búscala tú también. Y confía en Dios, porque Él es Quien todo lo oye, Quien todo lo sabe” (ref.)
La guerra está estrictamente regulada en el islam. De hecho, en caso de guerra tenemos:
“«Combatid en el camino de Dios, combatid por Dios. Ceñiros a los pactos que hagáis entre vosotros y vuestros enemigos, si los hay. No os propaséis. No cometáis musla . No matéis a los niños, las mujeres, los ancianos y los que se refugian en los lugares de culto” (ref.)
Pero esa es otra historia. También el suicidio está terminantemente prohibido en el islam, aunque los yihadistas han conseguido darle la vuelta, y llamar “mártir” (en adelante, “shahid“) a lo que claramente es, un terrorista suicida.
Una vez dicho esto, veremos cómo y por qué determinados individuos utilizan al islam par justificar sus malas acciones y sus necesidades insatisfechas.
Características generales y mitos populares sobre el terrorista suicida
En primer lugar, aunque sean más sonados por su acaparadora presencia en los “mass media”, es necesaria una puntualización: los ataques utilizando “bombas humanas” son los menos comunes en actos terroristas. Estando por encima de esta metodología, los disparos y la colocación de explosivos.
Así pues, lo que diferencia al terrorista suicida del criminal común es que no considera sus acciones como criminales, sino como actos justificados. Se percibe a sí mismo como un héroe, no como un asesino. Y así es como es percibido por parte de su sociedad. No hay pruebas que vinculen la psicopatía con la mayor o menor probabilidad de convertirse en shahid , en contra también de lo que suele pensarse. La falta de empatía que se le achaca al terrorista para con sus víctimas es el resultado de una fractura en su proceso de socialización, una diferencia importante y sustancial entre “ellos” -el resto- y “nosotros” -los elegidos, los miembros de la comunidad- pero no necesariamente de una psicopatía grave. El Dr. Ariel Merari, que es psicólogo en la Universidad de Tel Aviv, ha estudiado los ataques bomba en Oriente Medio durante ni más ni menos que 18 años, y afirma “no conozco un sólo caso de [un terrorista suicida] que sea realmente psicótico”, y además señala que es significativa “la falta de miedo en el momento del ataque”. A este respecto los terroristas que fracasan en su misión -los únicos a los que podemos entrevistar- suelen coincidir: nunca sintieron una calma y una tranquilidad mayor que cuando apretaron el detonador.
También habría que desmentir la creencia popular que relaciona al terrorista con un bajo nivel de ingresos o una baja formación académica. En el caso palestino, estudios demuestran que quienes se ofrecen voluntarios o son reclutados para misiones suicidas, no son significativamente más pobres que el común de la población palestina en aquel momento, y que tampoco tienen un nivel de estudios significativamente menor al del común de su sociedad. La mayor parte de los que atacan en Occidente son de un nivel socio-económico medio y pueden tener incluso estudios universitarios.
El shahid es joven (entre 16 y 26 años, estando en 21 la edad media). No se trata de personas cobardes, desesperadas, marginadas socialmente, o, por lo menos, no tiene por qué ser así.  El terrorista suicida tiende a ser varón -aunque existen casos documentados de mujeres shahid, son poco significativos-, y estar soltero . Una característica importante que distingue al terrorista común del terrorista suicida es el estudio exhaustivo del islam a través del Corán y otros textos. Investigaciones demuestran que, al comparar terroristas comunes, con terroristas suicidas, éstos últimos han recibido una intensa formación religiosa; concretamente más del 80% de los suicidas han sido formados a nivel religioso según este estudio. Los terroristas comunes pueden estar o no casados, pero es muy poco probable que el shahid lo esté: su dedicación es plena para con su objetivo final, lo cual le exige una ardua preparación -no para llevarlo a cabo, sino para que el propio grupo se asegure la lealtad del individuo y sepa que no vacilará a la hora de apretar el detonador, pues en caso contrario, el grupo se expone a que se filtre parte de su información a autoridades consideradas “enemigas”, lo cual podría conducir al desmantelamiento de la célula-.
Por tanto, es importante para el grupo asegurarse la fidelidad del individuo. No sólo se trata de captarle -normalmente en lugares de culto como la Mezquita (si bien también puede ser en cárceles, colegios, etc), y guiarle hasta la organización a través de una red importante de contactos personales- sino también escucharle, y brindarle el apoyo social del que carece -la identidad individual equivale aquí a la identidad del grupo, el individuo se afirma a través de él-, o una salida a su resentimiento, a su furia, y a su dolor personal.
Antes de convertirse en una “bomba humana”, la lealtad para con la célula ya ha sido demostrada por el individuo. Es raro que el primer acto de terrorismo que lleva a cabo el sahid sea su inmolación: suelen tener un amplio historial delictivo y han participado, por lo general, en otros actos terroristas, los cuales les ha vinculado ya con el grupo de una manera especial.
Pero lo que más destaca en la preparación del terrorista suicida es que el grupo emplea para con él una serie de actos ritualizados característicos que variarán de una estructura terrorista a otra. Algunos de ellos han sido estudiados por el antropólogo Scott Atran, de la Universidad de Michigan, quien ha dirigido una interesante investigación con terroristas fallidos y familiares de terroristas exitosos: Estos actos, dice “incluyen gestos o actitudes de sumisión y confianza, ponerse de rodillas, hacer una reverencia, postrarse, dejar al descubierto cuello y pecho, e incluso tienen algo de cortejo y la vinculación”. Quienes manipulan a estos sujetos les seducen, en el más amplio sentido de la palabra. Estos seductores son los patrocinadores del grupo, que poseen un gran carisma y gozan de gran respeto social y consideración religiosa.
Un terrorista suicida palestino que fracasó en su propósito de inmolarse en un mercado de Haifa (Israel), recuerda cómo fue captado por su propio hermano, quien a su vez le mostró la bomba con la que pondría fin a su propia vida y a tantas otras: “él me estaba dando un billete al Cielo. Le tomé la mano y la besé porque él me estaba dando algo precioso. Porque él me ama, el quiere que me convierta en mártir… lo más sagrado de nuestra religión”. El motivo del fracaso, en este caso, fue que no funcionó el detonador.
Precisamente para evitar que el terrorista, sea cual sea su naturaleza, pueda ser capturado y desvelar importante información sobre el grupo que lo captó, actualmente está en boga la llamada “técnica de los lobos solitarios” (el terrorismo por actos personales), donde no existe un contacto pleno ni una integración del individuo dentro del comando de la célula, así que el terrorista no puede conocer ninguna información relativa a la misma, pese a que apoya al grupo con el acto. De esta técnica hemos tenido notorios ejemplos en Londres, en España, y en otros muchos países, donde se ha dado recientemente la voz de alerta con respecto a esta forma de operar. Puede utilizarse o no para actos suicidas, pero es un hecho que, junto con la captación por parte de las células de ciudadanos occidentales -con libertad suficiente de movimientos como para traspasar fronteras-, es la nueva forma de terrorismo.
El doctor Eyad Sarraj, palestino y también investigador del fenómeno en los territorios ocupados e Israel, trabaja actualmente en el Centro de Salud Comunitario de Gaza. Para él “[…] la mayor parte son generalmente muy agradables, tímidos e introvertidos. Han tenido problemas con el poder en su infancia, la mayoría también han sufrido experiencias personales con eventos traumáticos en sus vidas, y han sido, especialmente testigos, de la impotencia de sus padres y de la humillación a los que se les ha sometido”. Sarraj hace una importante referencia al trato vejatorio que muchos palestinos reciben por parte de los soldados israelíes ó de la propia administración israelí. Un ejemplo del cual podrían ser los checkpoints ó controles de paso , como elemento divisorio, así como la segregación de carreteras o por autobuses, ó la construcción del muro separador que tanto dificulta el movimiento a los palestinos. La humillación diaria que se sufre es caldo de cultivo para que jóvenes se integren en todo tipo de organizaciones violentas, como es el caso de Yihad Islámico (quienes protagonizan la fotografía con la que he iniciado el trabajo) ó del brazo armado de Hamás.

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