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sábado, 7 de noviembre de 2015

Israel, el Holocausto y las guerras por la historia

Israel, el Holocausto y las guerras por la historia
Maciek Wisniewski* 


Parecía difícil que Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, 
batiera su propio record de chutzpah (descaro, en hebreo y yidish; en 
polaco: hucpa), una nefasta faceta personal y estilo de hacer 
política en cuya crítica se especializa el viejo Uri Avnery (véase: A 
world record for chutzpah, en Counterpunch, 16-18/8/13).

Pero lo logró. Y no sólo eso. Con un par de frases llevó también todo 
el debate en torno al conflicto judío-árabe incluso su entendimiento 
a otro nivel de demencia (y vaya, ya ha hecho mucho).

Pero... ¡qué frases! Los guionistas de Hollywood se morirán de 
envidia. Los historiadores en todo el mundo, que por décadas y sin 
éxito han tratado de ubicar el momento exacto en que Hitler oprimió 
el botón de la solución final, querrán cambiar de profesión.

En la historia según Netanyahu todo ocurrió entre las 4:30 y las 5:45 
de la tarde del 28 noviembre de 1941 en Berlín, durante el encuentro 
entre el Führer y Haj Amin al-Husseini, el muftí de Jerusalén 
(1921-1937) y líder nacional palestino. Según él, hasta aquel entonces 
Hitler no quería exterminar a los judíos, sino expulsarlos (¡sic!), 
pero el muftí lo hizo cambiar de idea (¡sic!):

Si expulsa a los judíos, todos ellos vendrán aquí [a Palestina].

Entonces, ¿qué debo hacer con ellos? pregunta Hitler.

Quemarlos responde al-Husseini.

¡Uno de los grandes misterios de la historia resuelto en 20 segundos! 
Sólo que... todo este diálogo es totalmente apócrifo, no está en los 
documentos de la época (véase: What really happened when muftí met 
Hitler, en Haaretz, 22/10/15) ni en ningún otro lugar, salvo la 
imaginación de Netanyahu.

Dina Porat (Yad Vashem): es un completo disparate; Moshe Zimmerman 
(Universidad Hebrea): es algo al borde del negacionismo; Tom Segev 
(autor de Seventh million, sobre usos y abusos del Holocausto): es un 
cuentito inoportuno.

Quizás sería algo sólo para reír, una buena escena en una comedia 
sobre el Holocausto (¿con Bruno Ganz como Hitler y Roberto Benigni 
como muftí?), si no fuera por el momento y contexto.

El desafortunado muftí al-Husseini que, exiliado en Europa, 
oponiéndose al colonialismo británico y buscando garantías para la 
Palestina independiente se alió con los nazis pero nunca fue nada más 
que un peón en su propaganda, hizo su reaparición de las tinieblas de 
la historia (¡con diálogo y todo!) en un ferviente discurso que 
Netanyahu dio ante el Congreso Mundial Sionista en Jerusalén (video: 
Haaretz, 21/10/15), celebrado en medio de una nueva ola de 
enfrentamientos palestino-israelíes (con Jerusalén y la mezquita Al 
Aqsa como centro).

El mismo día, fuerzas israelíes abatieron a cinco palestinos en 
territorios ocupados y fue asesinado un colono israelí. En un mes 
murieron más de 50 palestinos y unos 10 israelíes (la mayoría acuchillados).

Mencionar al muftí instigador de los ataques a judíos en los años 20 
(verdad) e instigador del Holocausto (mentira) tenía dos propósitos:

1) aparentar que el motivo detrás de la actual revuelta palestina no 
es el peso de la ocupación y el colonialismo, sino el viejo odio y 
antisemitismo genocida (¡sic!) que se remonta incluso a la época pre 
Israel, 2) y completar el paso de estafeta de miedo: después de que el 
acuerdo nuclear con Irán le quitó a Netanyahu su principal arma 
política la bomba iraní bautizada por él como segundo Holocausto 
(¡sic!), se pasó a tiradores de piedras (amenazados con 20 años de 
cárcel), al terror de los cuchillos y finalmente a 
palestinos-artífices de la solución final (¡sic!).

Nada nuevo bajo el sol.

La reciente chutzpah de Netanyahu es sólo otro caso de la vieja 
operación que Idith Zertal llamó la nazificación de los palestinos 
(véase: Israels Holocaust and the politics of nationhood, 2005) que 
consiste en:

La identificación de los palestinos desplazados por la creación de 
Israel (1948) con el Holocausto mediante su transformación en amenaza 
existencial, su deshumanización y demonización (reforzando la idea de 
victimización judía y de Israel-país en estado de emergencia permanente).

El desplazamiento temporal y espacial de amenaza nazi a los 
palestinos y a Medio Oriente para justificar su desalojo y otras 
prácticas coloniales (sobre todo después de la guerra de 1967).

La normalización y legitimación del expansionismo provisto de un 
argumento moral (los 6 millones...) y visto como medida preventiva 
contra el nuevo Auschwitz.

Por si fuera poco, los palestinos también caen víctimas de una 
transferencia del trauma.

Bien anota en este contexto David Hearst: con el paso del tiempo y las 
nuevas generaciones, la rabia post Holocausto en Israel igual que el 
miedo un objeto de manipulación crece y muta, pero su objetivo ya no 
son los que realmente mataban: los alemanes, ucranios, letones o 
polacos, sino... los palestinos (MEE, 21/10/15).

En la mayoría, las marchas de veteranos de las SS en Riga o marchas 
con antorchas de neonazis ucranios y veteranos de OUN/UPA 
corresponsables por la masacre de 34 mil judíos en Babi Yar en 
septiembre de 1941, en la primera fase de la solución final (antes del 
encuentro muftí-Hitler y sin que haga falta su incitación...), ya no 
evocan la imagen del exterminio tanto como lo hacen las marchas de Hamas.

En fin: la sola idea de que Hitler era un antisemita despistado que 
necesitaba preguntarle a al-Husseini qué hacer con los judíos es 
absurda (y ahistórica).

Uri Avnery: Hitler trataba su antisemitismo en serio y lo aplicaba a 
todos los semitas. También detestaba a los árabes. Contrariamente a la 
leyenda, sentía aversión al muftí… lo recibió una vez para la foto 
pedida por la propaganda y no quiso verlo de nuevo.

También contrariamente a la leyenda (propaganda sionista), en la 
historia del mundo árabe no hubo casos de odio y persecuciones como 
los de Europa culminados con la Shoah; al contrario: lo que hubo fue 
en general entendimiento y coexistencia (The fallacy of rising 
anti-semitism, en Counterpunch, 20-22/2/15).

Ayer el Holocausto fue una gran hecatombe; hoy, según Norman 
Finkelstein (Why is Netanyahu trying to rewrite history?, en Al 
Jazeera, 22/10/15), ya es sólo una shmata (trapo en yidish, del polaco 
szmata) para todos los usos políticos del momento.

¿Qué es desde el punto de vista histórico lo más chocante en la 
versión apócrifa del encuentro entre el gran muftí de Jerusalén Haj 
Amin al-Husseini y Adolf Hitler (28/11/41) ofrecida por Benjamin 
Netanyahu (véase: La Jornada, 30/10/15)?:

a) Blanquear a Hitler (que sólo quería expulsar los judíos pero el 
muftí le dijo de quemarlos).

b) Absolver a los alemanes (que no eran tan malos ya que el Holocausto 
fue incitado por los viles árabes).

c) Borrar a Europa del camino a Auschwitz (aparentando que la idea 
vino de afuera y no existía hasta noviembre de 1941).

Todo: a), b) y c). Imagínense: ¡el primer ministro israelí dándoles la 
mano a los negacionistas! Pero lo último resulta quizás más 
perturbador. Piénsenlo: ¡como todos andaban (andábamos) equivocados!

Zygmunt Bauman, que analizó el Holocausto como producto de síntesis 
única de varias tendencias de la modernidad europea ( La modernidad y 
el Holocausto, 1989). Enzo Traverso, que estudió cómo la continuidad 
histórica de la Europa liberal desde la guillotina y la fábrica 
capitalista, hasta las matanzas coloniales y la Primera Guerra Mundial 
(sin olvidar el bien enraizado antisemitismo) formó el universo 
social y mental en que se engendró la solución final ( La violencia 
nazi: una genealogía europea, 2002). Varios historiadores que 
rastrearon la puesta en marcha de la máquina de la muerte hasta 
mayo/junio de 1941, concluyendo que fue la fusión del antisemitismo 
biológico nazi con las condiciones de guerra y estableciendo una línea 
desde Mein kampf de Hitler (1929), su discurso sobre la destrucción de 
la raza judía (enero de 1939), el Holocausto por balas: matanzas a 
cargo de unidades móviles/ Einsatzgruppen (y sus ayudantes ucranios, 
letones o lituanos), los primeros experimentos con cámaras de gas 
(septiembre de 1941), hasta la operación Reinhard y la construcción de 
campos de exterminio en Polonia (octubre de 1941). Incluso Raul 
Hilberg, el más grande historiador del Holocausto, que en su opus 
magnum de tres tomos le dedicó al muftí apenas... un pasaje ( La 
destrucción de los judíos europeos, 1961).

¡Y ahora resulta que fue por la incitación palestina! Bueno: eso 
quisiera Netanyahu.

Aunque Yad Vashem rechazó sus revelaciones, su propio modo de enseñar 
historia no está lejos: la entrada sobre al-Husseini en su 
Enciclopedia del Holocausto es dos veces más larga que la de Goebbels, 
más larga que la de Himmler y Heydrich juntas y sólo un poco más chica 
que la de Hitler. ¿ Cui bono?

Quisiera proponer una fórmula: si no se sabe de qué se trata, se trata 
de la propaganda sionista.

Gilbert Achcar: manipular la figura del muftí sirvió ayer para hablar 
de la corresponsabilidad palestina por la Shoah y justificar la 
creación de Israel en su tierra ( The arabs and the Holocaust: the 
arab-israeli war of narratives, 2010).

Joseph Massad: pintar al muftí como el partícipe del Holocausto sirve 
hoy para presentar la resistencia palestina no como un proyecto 
anticolonial, sino una reacción antisemita ( The persistence of the 
palestinian question, 2006).

En esto andaba Netanyahu: pintando los últimos ataques palestinos no 
como una reacción al colonialismo, sino viejo afán judeicida. Y cuando 
se le acabó la pintura, dijo que lo que dijo... no era del todo cierto. ¡Uff!

Primero se retractó a medias (no quise blanquear a Hitler, pero 
tampoco hay que disminuir el papel del muftí en el exterminio (¡sic!), 
The Guardian, 21/10/15), luego casi del todo (no quise crear la 
impresión que fue él quien ideó la solución final, lo hicieron los 
nazis sin influencia externa en junio de 1941, The New York Times, 30/10/15).

Sólo que una vez nazificados los palestinos, cuando la foto de 
al-Husseini con Hitler, el único propósito y producto de su reunión, 
ya dio la vuelta al mundo, mandó otro mensaje: Este es el padre de la 
nación palestina.

Uri Avnery: Es ridículo bautizar al muftí como el padre de la 
nación. En todos mis cientos de encuentros con los palestinos, desde 
Arafat para abajo, jamás escuché una buena palabra de él (...) lo 
describían como patriota, pero igual una persona de horizontes 
estrechos (...) culpable por el desastre de 1948, ( Counterpunch, 30/10/15).

Tampoco retiró su aseveración que al-Husseini fue juzgado en 
Nuremberg. No. No fue juzgado. Ni allí, ni en ninguna otra instancia. 
Tal vez debería.

Sirvió a los nazis con mensajes radiales dirigidos a los musulmanes en 
la URSS. Ayudó a reclutar a los musulmanes bosnios para la 13 división 
de las SS que luchaba contra los partisanos de Tito (y no estaba 
involucrada en ningunas acciones antijudías). Una vez bloqueó un 
transporte de Cruz Roja a Palestina con niños húngaros-judíos que 
sabía que irían a Auschwitz, pero no fue artífice del Holocausto (los 
alegatos de un ayudante de Eichmann que lo implicaba en su planeación 
y de dónde viene también la acusación fueron rechazados por 
historiadores como Yehuda Bauer por poco creíbles).

Al final murió tranquilamente en Beirut en 1974 y nadie se interesó 
por él. Ni siquiera los propios israelíes que lo tenían al lado y que 
sí se molestaron 10 años antes por el mencionado Eichmann hasta la 
lejana Argentina.

En sus memorias, Abu Iyad, alto dirigente palestino, anota que unos 
años antes de 1974 lo confrontó por su acercamiento a Hitler, error, 
que condenamos inequívocamente ( My home, my land: a narrative of the 
palestinian struggle, 1981).

Los disparates de Netanyahu, aunque productos de otro contexto, se 
insertan en la oleada del revisionismo histórico derechista rampante 
en Europa, agudizado por el conflicto en Ucrania y orientado a 
rescribir la historia de la Segunda Guerra Mundial.

Al final, lo del revisionismo lo tiene en las venas: su padre (de 
hecho: un historiador...) fue secretario de Vladimir Zeev Jabotinsky, 
fundador del sionismo-revisionista inspirado por el fascismo italiano, 
que apelaba por una postura más dura frente a los árabes.

Desde su fundación, Israel pasó por varias guerras (como la de 1967, 
que lo volvió un régimen colonial), pero la historia de la Segunda 
Guerra Mundial y su manipulación sigue siendo clave en la estrategia 
de demonizar y justificar el despojo de los palestinos.

* Periodista polaco

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