Acariciando el disparador de la Tercera Guerra Mundial
El detonador de la Tercera Guerra Mundial está en Siria, y hay varios dedos rozándolo peligrosamente.
Algunos analistas opinan que la tercera conflagración global empezó hace tiempo, a juzgar por la cantidad de conflictos armados que están ocurriendo simultáneamente en varios continentes.
Sin embargo, entre las grandes potencias, solo una: los Estados Unidos, están involucrados, directamente, en varias de esas guerras.
Otra situación muy distinta se está dando en Siria, donde ya confluyen fuerzas armadas rusas y de varios países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), como los Estados Unidos, Francia y Turquía, además de otros actores locales, como Israel, Arabia Saudita, Catar…
La coordinación de acciones entre estas fuerzas no es, ni puede ser, diáfana y efectiva, ya que cada quién persigue allí sus propios propósitos, a menudo contrapuestos a los de otros.
Rusia es el único que combate realmente a los terroristas del autodenominado Estado Islámico y el único que apoya y coordina acciones con el legítimo gobierno sirio.
Todos los demás simulan combatir a los terroristas, pero en realidad se benefician, de muy variadas formas, con el conflicto y tienen un único propósito común: derrocar al gobierno sirio para cumplir otros fines.
Estos van desde ambiciones territoriales y de recursos, tales como hidrocarburos, hasta anhelos geopolíticos.
La Otan, en su conjunto, busca desestabilizar la región fronteriza con Rusia y China, para crearle graves problemas a esas dos grandes potencias económicas y entorpecer el avance de su influencia en el mundo.
Un paso previo es quitar del medio a Siria y después a Irán y aspiran a que el Estado Islámico les haga el trabajo sucio.
Cada uno, además, acaricia sus propios sueños.
Israel quiere aprovechar para debilitar a las milicias de Hezbolá, eliminar el apoyo de Siria al pueblo palestino, consolidar la posesión de la tierra robada al y, probablemente, ocupar parte del territorio sirio.
Otros vecinos también estarían ambicionando tierras y sobre todo yacimientos de petróleo y gas.
Turquía es un caso muy particular, por la variedad de intereses. Se le acusa de comprar al Estado Islámico petróleo de contrabando procedente de los yacimientos de Siria que están bajo control del grupo terrorista; de facilitar un corredor seguro para el tránsito de las bandas extremistas y sus suministros; y hasta de intentar restaurar el Imperio Otomano, que formarían varias provincias, una de ellas, Siria.
Es seguro que el gobierno turco persigue aprovechar las circunstancias para barrer a los separatistas kurdos de la franja fronteriza con Siria; fortalecer la hegemonía religiosa sunita en el área; apuntalar la posición política del partido gobernante, el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo); erigirse como principal potencia militar y económica de la región y lograr mayor respaldo para su anhelada adhesión a la Unión Europea, entre otros fines.
Tristemente, Siria ha devenido una suerte de piñata, a la cual muchos le dan golpes y tratan de romperla, para ver qué sacan de la arrebatiña.
Se sabe que los niños, cuando tratan de hacerse con los dulces de la piñata, suelen sufrir algunos golpes y encontronazos de sus amiguitos, pero aquí los participantes, ni son niños, ni fueron invitados, y los codazos entre ellos pueden ser sumamente graves pues pueden conducir a una escalada imprevisible de los conflictos latentes.
La primera prueba de ello fue el derribo de un avión de combate ruso, por cazas turcos, sobre territorio sirio, dicen comentaristas que para proteger intereses petroleros del presidente turco Recep Tayyip Erdogan y su familia en territorio sirio ocupado por yijadistas.
Fue una evidentemente deliberada provocación, cuyas consecuencias inmediatas no han sido muy graves, gracias a la serenidad del gobierno de Rusia, pero aún no está zanjado.
Una primera respuesta rusa fue instalar misiles antiaéreos en Siria, y escoltar a sus bombarderos con cazas, lo cual equivale a prohibirle a la aviación, no solo turca, sino de toda la Otan, continuar sus operaciones en el área.
Ello, aunque justificado, representa rozar el detonador de la guerra mundial, como ya lo hizo Turquía, al derribar el SU-24 ruso.
El peligro ahora radica en que Turquía u otro actor en el área se arriesguen a enviar bombarderos a la zona, sin coordinación previa, y ponga a prueba la paciencia de los rusos.
De paso, Rusia decidió cortar la colaboración militar y económica con Turquía, uno de sus principales socios comerciales.
Si se hace una mirada paralela a los sucesos de 1939 en Europa, en el preludio de la Segunda Guerra Mundial, se verá similitudes suficientes para preocuparse.
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