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lunes, 20 de junio de 2016

Nochixtlán, los muertos de la reforma educativa

RICARDO ROJO
Los nombres de Andrés Aguilar Sanabria y Yalid Jiménez Santiago, ciudadanos asesinados por disparos de armas de fuego empleadas por las fuerzas federales, durante el desalojo de ayer domingo 19 de junio, en Nochixtlán, Oax., a eso de las diez horas con cincuenta y dos minutos ya era noticia internacional.  Las imágenes de policías disparando rifles automáticos, desmintieron la versión oficial que dijo que los 800 policías federales y estatales iban desarmados. En los últimos tweets por #Nochixtlán, Reforma Nacional reportó: “Policías federales usaron rifles automáticos en el enfrentamiento con maestros y simpatizantes de la CNTE”. En el lugar se encontraron cartuchos percutidos .223 de AR15.
En algunos hospitales se fijaron largas relaciones con los nombres de más de 45 ciudadanos heridos de gravedad. Ahí están los nombres de padres de familia, pobladores y maestros que resistieron valientemente la ofensiva que por aire y tierra ejecutaron las fuerzas represivas del Estado. SinEmbargoMX dio a conocer la denuncia hecha por la población, en el sentido que el “IMSS de Nochixtlán fue cerrado para atender únicamente a policías” y que la Cruz Roja no quiso trasladar a los heridos del movimiento social.
En Nochixtlán, Oax., están los más recientes muertos de una falsa reforma educativa, impuesta a sangre y plomo ante la falta de argumentos educativos del Sargento Nuño. Cuando su lengua se conecta con su  escaso cerebro, entonces le da por pronunciar discursos disfrazados, suaves, pausados, engañabobos, aunque su lengua por dentro se rebela y quisiera salir a gritar palabras como: “golpéenlos”, “cuélguenlos”, “desoréjenlos”, “desángrenlos”, “gaséenlos”, “encarcélenlos”, “mátenlos”.
El sargento Nuño sabe -porque toda su vida estudió en escuelas de paga-, que la lengua es uno de los órganos más flexibles del cuerpo humano, que lo ayuda a masticar, a identificar sabores, a deglutir, que se compone de 17 músculos y 3 mil papilas, pero su lengua ha puesto por encima de todas sus funciones y propiedades, la función de la flexibilidad, porque la mueve muy seguido para decir mentiras, proferir amenazas y articular guturales pendejadas, siempre frente a decenas de niños y niñas inocentes que son su público preferido. Hace poco una niña quiso jalarla para hacerle un nudo, pero solo le dio tiempo para ponerle cuernos al secretario.
Cuando el sargento celebra lo que su lengua dice, le toca baño, la desinfecta con coñac Luis XIII (el más caro del mundo), y es cuando los ojos están mirando las imágenes de los maestros golpeados o asesinados por la policía federal,  o cuando son conducidos a prisión. “Vamos bien”, le dice, son dos palabritas que ya forman la parte  sensoria de su repertorio.
Todos estos días recientes, mientras la policía encapsulaba y tiraba de macanazos a los maestros de Mérida, Yucatán; mientras el gobierno perredista de la ciudad de México impedía el paso a los profesores del interior de la república; mientras el pueblo de Oaxaca y sus maestros marchaban, levantaban barricadas, bloqueaban carreteras y se enfrentaban a la policía federal  para exigir la instalación de una mesa de diálogo con el gobierno federal; la lengua del sargento se puso tiesa, se paralizó, se engarrotó. No se si se percataron de ese acontecimiento, pero la lengua sufrió una especie de descarga eléctrica, un shock, o una inyección de anestesia que la puso idiota. Algo pasó que la lengua no reconocía lo salado, lo dulce o lo amargo, y tampoco obligó a su psicópata portador a soltarse boquiflojo, como lo hace todos los días.
Esa lengua de Estado enervada, sanguinolenta, pretendidamente presidencial, porque así ya se asume, repentinamente pronunció algo racional, algo inteligente, entre encabronada y preocupada. La lengua se encontraba aparentemente en reposo en la reunión convocada por una asociación de empresarios (American Chamber of Commerse, 99 Asamblea, 14 de marzo de 2016) que negociaban con el sargento la privatización de las escuelas públicas. La lengua se irguió, y sacudiéndose los 600 tipos de bacterias que aloja, dijo: “la reforma educativa enfrenta riesgos”, “un precandidato pretende echarla abajo”, “se requiere un gran esfuerzo para alcanzar los cambios de la reforma y evitar el riesgo de que esta no pueda trascender el sexenio”, y remató “vamos bien, seguiremos acelerando, pero no es algo fijo para los siguientes años, y eso es una de las luchas que se tiene que dar”. ¡Brillante alocución!, ¡pitonisa prosapia!, ¡única en toda la historia de la lengua militarizada y asesina! porque todo parece indicar que después de 96 días, la lengua de aquella reunión anunciaba el destino verdadero de sus otros discursos.
Hoy la lengua sanguinaria se retuerce como serpiente, se vuelve a ensalivar y escupe balas de plomo sobre ciudadanos y profesores que se han atrevido a cuestionarla y envuelta en sangre, pretenderá justificar las atrocidades que ordenó cometer para mantener sus sueños presidenciales y sus compromisos con los dueños del país. La historia ha condenado esas clases de lenguas; las hubo en Alemania, en Italia, en Japón, en España, en Argentina, en Chile, en Bolivia y muchas otras latitudes, pero fueron derrotadas, como derrotada ya está la lengua y los planes del sargento Nuño desgraciadamente a costa de vidas humanas dignas. Miles, millones de lenguas y gargantas han gritado por toda la nación que este régimen y sus reformas estructurales nos han conducido a la desgracia, pero no pasaron antes y no pasarán ahora. ¡Se las vamos a cortar!, ¡malditos asesinos!
ricardorojo7819@yahoo.com.mx
http://www.facebook.com/ricardo.rojo.3367

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