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miércoles, 8 de junio de 2016

Sobre la necesidad de aceptar plenamente el Decreto para obtener la auténtica satisfacción y la plena servidumbre

Capítulo 1 del libro Sobre el abandono de sí mismo de Ibn ‘Atâ’ Allah al-‘Iskandari

01/09/2010 - Autor: Sheij Ahmad Ibn Ata’ Illah - Fuente: Webislam
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...sólo la desaparición de los velos hace posible afrontar los decretos. Foto: Javier Camacho Gimeno.
...sólo la desaparición de los velos hace posible afrontar los decretos. Foto: Javier Camacho Gimeno.
Dios, exaltado y glorificado sea, dice: “¡No! ¡Por tu Señor! No creerán hasta que te tomen por árbitro en cualquier litigio que surja entre ellos, acepten tu decisión, sin sentir divergencia alguna en sí mismos, y queden plenamente conformes” (C. IV.65). Dice también: “Tu Señor crea y elige lo que quiere. No tienen elección posible ¡Glorificado y exaltado sea Dios, por encima de lo que Le asocian!” (C. XXVIII.68) “¿Acaso obtiene el hombre lo que desea? De Dios es esta vida y la otra”(C. LIII.24,25).
El Profeta, que Dios le bendiga y colme de paz, dijo: “Ha probado el alimento de la fe quien se siente satisfecho con Dios como Señor, con el Islam como religión y con Muhámmad como Profeta; y: sirve a Dios con satisfacción; si no eres capaz, soporta con paciencia lo que te desagrada”.
Hay otros muchos versículos coránicos y palabras proféticas que se refieren al abandono del tadbîr y la resistencia a Sus decretos, de modo bien explícito o de forma alusiva.
Se ha dicho: “La gente del Conocimientoi es la que no toma ninguna decisión propia”.El shaij Abû-l-Hasan as-Shadiliii, Dios esté satisfecho de él, dijo: “Si hubiese que tomar una decisión, tomad la decisión de no tomar decisiones”; también dijo: “No elijas nada por ti mismo, elige no elegir y huye de esa elección, de tu misma huida y de cualquier cosa, hacia Dios, exaltado sea, pues tu Señor crea y decide lo que quiere”.
Del versículo ya citado antes, “¡No! ¡Por tu Señor! No creerán hasta tomarte por juez de cualquier litigio entre ellos”, se desprende que la auténtica fe no la alcanza sino quien acepta el Decreto de Dios y Su Enviado, de palabra y de hecho, aceptando (lo que Él quiera) y rechazando (lo que Él deteste), con amor o con aversión. Esto abarca someterse tanto a las cargas que Dios imponga, taklif como a lo que libremente Él disponga, tasrif; Todo creyente está obligado a sujetarse a ambos aspectos.
Los fundamentos del taklif son las órdenes y limitaciones que afectan al modo de actuar de los servidores, y los del tasrif, todo lo que Él te envía por el libre deseo de Su Voluntad. De esto se desprende que no adquirirás la verdadera fe más que por medio de ambas condiciones. Una es seguir Su Mandato, la otra, aceptar Su Deseo ineludibleiii.
Además, Él, glorificado y exaltado sea, no sólo rechaza la fe de quien no se somete, o se somete pero siente alguna divergencia sobre lo que Él decreta, sino que llega hasta el punto de jurar esto por la Señoría de Su Enviado. Se trata de una prueba de benevolencia, de ayuda, de elección y de atención por él. No dice: “¡No! ¡Por El Señor!”Lo que ha dicho es: “¡No! ¡Por tu Señor!” No creerán hasta tomarte por juez de sus litigios. Es una confirmación del juramento y, también, un modo de reforzar a aquél por quien se jura. Él sabe, Glorificado sea, que en las almas hay un deseo oculto de dominio y de afirmación propia, tanto cuando llevan razón como cuando no la llevan. De este modo, Él hace prevalecer a Su Enviado, ya que hace de su sentencia, Su Sentencia y de su decisión, Su decisión, al ser entre sus servidores el que mejor acepta sus decisiones y sigue sus órdenes. No acepta la fe en Su Divinidad de quien no se someta a las decisiones de Su Enviado, ya que él, tal como lo describe Su Señor; “no habla por impulso del deseo sino por la inspiración que recibe” (C. LIII.3,4) y, por eso, su decisión es la Decisión de Dios y, su mandato, el Mandato de Dios. “Los que te prestan juramento se lo prestan sólo a Dios”, y aún lo refuerza más: “la mano de Dios está sobre sus manos” (C. XLVIII. l0)iv.
Además de esto, en la expresión “¡No!¡Por Tu Señor!”, del versículo anterior; hay también otra alusión referente a la inmensidad y al valor de su misión: es el hecho de vincularle con Él, exaltado sea. Como en este otro versículo: “Kaf, ha, ya, ‘ain, sad. Es la mención de la Misericordia de tu Señor a Su siervo Zacarías” (C. XIX.1,2). También aquí Dios vincula Su Nombre al de Muhámmad, y el de Zacarías a él, para que Sus servidores sepan que hay una diferencia entre ambas revelaciones y entre ambos grados.
A Dios no Le basta con la conformidad exterior a Su arbitrio. Para convertirse en auténtico creyente exige también la ausencia de cualquier divergencia o disgusto en uno mismo con todos sus decretos, sean acordes o contrarios a los propios deseos. Las almas se sienten contrariadas debido a la ausencia de las luces y a la presencia de la alteridad, y cuando hay disidencia hay contrariedad. Al creyente no le ocurre esto, pues la luz de la fe llena su corazón, lo dilata y lo regocija. Esa luz está reforzada con la Luz del Omniabarcante y del Omnisciente, asistida por la inmensidad de Su Gracia, conforme con la llegada sucesiva de sus decisiones y dispuesta a aceptar todo lo que deba desaparecer o permanecer según Su decreto.
Has de saber que cuando Dios quiere fortalecer a alguno de sus servidores frente a lo que Él tenga decidido enviarle, le reviste de las luces de Sus Atributos y los rasgos de Sus Cualidades. Descienden en él, entonces, los decretos divinos precedidos por las luces, gracias a su Señor; no a él mismo. Él le fortalece para recibirlos y le prepara para afrontar sus sinuosidades. La llegada de las luces le ayuda a afrontar sus decretos. También puede decirse que la apertura de las facultades cognoscitivas le ayuda a hacerse cargo de los Mandatos Divinos; o que gracias a los presentes que recibe acepta el peso de las pruebas; o que por la contemplación de la excelencia de Su elección se fortalece ante los decretos; o que por el conocimiento de Su Ciencia se somete a la manifestación de Su Mandato; o que al ser consciente de que Él le ve acepta lo que le acontece; o que por la constatación de Su Belleza puede soportar la manifestación de Sus Actos; o que le conforta saber que tras la paciencia viene la satisfacción; o que sólo la desaparición de los velos le hace posible afrontar los decretos; o que sólo la llegada de los secretos de las Disposiciones Divinas le fortalece para llevar la carga de la responsabilidad propia; o que acepta con gusto Sus Decretos gracias al conocimiento de los bienes y favores ocultos que ha depositado en ellos.
Estos son diez medios que tiene el servidor de aceptar el Decreto de su Señor y de fortalecerse cuando sobreviene. Todo esto depende de Su Gracia, que reciben aquellos que guarda la Divina Providencia.
Vamos a tratar ahora de dichas clasificaciones, de sus diversos aspectos y del valor propio de cada una.
1.“La llegada de las luces les ayuda a afrontar los decretos Divinos”.
Al llegar las luces intuitivas el servidor descubre la proximidad de Dios, glorificado y exaltado sea, y que todo procede de Él. Se da cuenta de que todo acontecimiento es un poder que tiene su Señor sobre él y un medio de probar su aceptación.
¿No has oído cómo se dirige a Su Profeta: “mantente en el Mandato de Tu Señor, estás ante Nuestros Ojos” (C. LII.48)?. Es decir; o se trata de la decisión de alguien que no es Él, y te resulta penosa, o bien, se trata de la Decisión de tu Señor y es la mejor para ti. A esto se refieren estas palabras:
“Alivia mis penas
que Tú las impongas y las quieras.
No hay escape ni elección posible
para lo que Dios decide.”
Ejemplo de esto podría ser el de un hombre que entrase en una habitación a oscuras y se golpease con algo sin saber de qué se trata. Al encender la lámpara y ver que (ese objeto) es de su maestro, de su padre o de su emir; piensa que lo más correcto es dejarlo en su sitio.
2. “La apertura de las capacidades cognoscitivas les asiste para hacerse cargo de los mandatos divinos”.
Has de saber que cuando Dios impone Su decreto a uno de Sus servidores, y le concede su comprensión, es porque Él, glorificado sea, quiere facilitárselo. El conocimiento te hace volverte hacia Dios, te impulsa hacia Él y te hace apoyarte en Él. En efecto, Él, exaltado sea, dice: “Quien confía plenamente en Dios, Él le basta” (C. LXV.2) Es decir; Él le llena, le socorre y le guarda ante las perturbaciones, porque la comprensión que viene de Dios te permite descubrir el secreto de la servidumbre en ti mismo. “¿Acaso Dios no le basta a Su servidor?” (C. XXXIX.36).
En realidad cada uno de estos diez casos se refiere a alguna forma del conocimiento intuitivo; sólo son diferentes categorías del mismo.
3. “Gracias a la llegada de los presentes pueden hacerse cargo de las pruebas”.
Los presentes que Dios te ha concedido con anterioridad te hacen darte cuenta de cómo Él te asiste para sobrellevar Sus decretos. Igual que Él te dio lo que tú deseabas, acepta ahora lo que Él desea. “Cuando os llega un infortunio vosotros ya habíais infligido (al enemigo) el doble” (C. III.165). Dios les hace olvidar; con un nuevo infortunio, los presentes que obtuvieron anteriormente. La llegada de las pruebas, para los próximosv, va unida al descubrimiento de una gran recompensa que les alivia y hace que la prueba en sí les resulte insignificante. Además de la confirmación y la calma que, gracias a esto, llega a sus corazones.
Hasta tal punto saborean las sutilezas de la Bondad Divina y los efectos de sus favores, que alguno de los Compañeros del Profeta, Dios esté satisfecho de ellos, llegó a decir en una de sus enfermedades: “Acentúa Tu enojo”.
Un gnóstico cuenta que se puso enfermo y su deseo era que siguiese la enfermedad, por la asistencia divina que traía consigo y la presencia que sentía del mundo invisible. Hablar de esto es un tema aparte.
4. “La contemplación de la excelencia de Su Elección les fortalece para hacerse cargo de Sus decretos”.
Cuando el hombre contempla la excelencia de lo que Dios quiere para él, descubre que no busca el sufrimiento de Su servidor. “Él es Misericordioso con los creyentes” (C. XXXIII.43). Por eso el Enviado de Dios, sea con él la plegaria y la paz, al ver a una mujer que llevaba a su hijo con ella, dijo:
“– ¿Creéis que esta mujer podría arrojar a su hijo al fuego?
– No, Te contestaron.
– Pues Dios es más Misericordioso con los creyentes que esta mujer con su hijo”
, añadió.
No obstante, Él, exaltado sea, decreta para ti los sufrimientos cuando de ellos pueden extraerse una gracia y unos beneficios espirituales. ¿No dice Dios: “a los pacientes se les concederá una recompensa sin medida” (C. XXXIX.l0)?. Si Dios concediese a los hombres capacidad para elegir libremente, quedarían privados de Su Favor y les resultaría un impedimento para entrar en Su Paraíso. Alabado sea por la excelencia de Su Elección. “Quizás aborrezcáis algo que sea un bien para vosotros y deseéis otra cosa que os perjudica" (C. II.216).
Un padre compasivo puede llevar a su hijo al cirujano, pero no es para hacerle sufrir. Igualmente, el médico te aconseja, para curarte, que te sometas a una cauterización aunque sea dolorosa. Si aceptase lo que tú prefieres no podría curarte; si no te hace caso, es porque sabe que sólo así puede hacerlo. Este rechazo es en realidad un favor. Ocurre lo mismo con la madre que no deja comer demasiado a su hijo por temor a que le haga daño. Por eso el shaij Abû-l-Hasan, Dios tenga misericordia de él, dice: “Cuando Dios, glorificado sea, te priva de algo, no lo hace por avaricia, sino porque privarte de ello es una misericordia para ti”.
La privación por parte de Dios es un don, pero no comprende el don, por medio de la privación, más que el hombre auténticamente sincero. Ya lo hemos tratado en otro libro: “Que te alivie del sufrimiento de la prueba saber que es Él Quien te la envía. Aquél de Quien te llegan los decretos es El que mejor decide por ti” vi.
5. “Gracias al conocimiento de Su Ciencia les hace llevar con paciencia la manifestación de Su Mandato”.
El conocimiento que tiene el servidor de que Dios le asiste al mismo tiempo que le prueba, le descarga de las penas que le sobrevienen. ¿No dice Él, exaltado sea:“Mantente en el Mandato de tu Señor, estás ante Nuestros Ojos”. Es decir; soporta la oposición y el desmentido que sufres, ¡Oh Muhámmad!, por parte de los incrédulos Qurayshvii, pues Nós sabemos bien lo que te ocurre.
Hay una conocida historia de un hombre al que le dieron noventa y nueve golpes sin que se quejara pero, cuando recibió el que completaba los cien, se quejó. Le preguntaron el por qué y contestó: “Aquél por causa de quien me golpeaban se encontraba en el corro (de los que presenciaban el castigo) durante los noventa y nueve golpes, pero cuando se apartó, sentí el dolor”.
6. “Gracias a la constatación de Su Belleza pueden soportar la manifestación de Sus Actos”.
Quiere decir que Dios, exaltado y glorificado sea, se muestra a Su servidor cuando éste va a Su encuentro para poder vencer las pruebas, y le libra de las amarguras haciéndole gustar la dulzura de Su aparición. Esto puede incluso hacerle perder el sentido del dolor. Te basta con lo que Dios ha dicho a este respecto: “Cuando ellas le vieron, quedaron maravilladas y se cortaron sus manos” (C. XII.31)viii.
7. “Son capaces de aceptar el Decreto porque saben que tras la paciencia viene la satisfacción”.
Es decir; quien soporta con paciencia los Decretos Divinos, consigue la satisfacción de Dios. Por consiguiente, aguantando Sus Ardores se logra Su Satisfacción, como un medicamento amargo que cura.
8. “Gracias a la desaparición de los velos aceptan Su Decreto”.
Cuando Dios, exaltado sea, quiere descargar a uno de sus siervos de las penalidades que puedan ocurrirle, descorre el velo de la visión de su corazón para que vea Su proximidad. La intimidad de la proximidad le hace perder entonces el sentido del dolor. Si Dios manifestase Su Belleza y Su Plenitud a los condenados al Fuego les haría olvidarse del castigo; igualmente, si Él Se velase a la gente del Paraíso no les resultaría agradable la gracia.
El castigo no es más que la existencia del velo, y las diferentes clases de castigo son sus modalidades. La gracia no es más que la manifestación y la teofanía, las diversas clases de gracia son sus modalidades.
9. “La aparición de los secretos de la Resolución Divina les fortalece para llevar la carga de la responsabilidad humana”.
La responsabilidad es algo penoso para el servidor: acatar las órdenes, evitar las faltas, aceptar los decretos y agradecer los beneficios. Son cuatro cosas: virtud, pecado, beneficio y prueba. No hay nada más.
Cada uno de estos cuatro casos tiene unas obligaciones con Dios correspondientes al estado de servidumbre respecto a La Señoría. En la virtud estás obligado a reconocer el favor que Él te ha concedido con ella; en el pecado, estás obligado a pedir perdón por la falta que has cometido; en la prueba, estás obligado a llevarla con paciencia; y en el beneficio, estás obligado a darle gracias. El conocimiento te descarga de estar pendiente de tales obligaciones.
Cuando comprendas que la obediencia es un don que Él te ha hecho, sabrás mantenerte en ella. Cuando comprendas que persistir en la desobediencia, primero provoca una sanción divina y, después, hace perder la luz de la fe, entonces, te apartarás de ella. Cuando comprendas que la paciencia te reporta Sus frutos y te procura Su Bendición, te esforzarás y te mantendrás en ella fácilmente. Cuando comprendas que el agradecimiento conlleva un aumento de gracia según Él ha dicho:“Si sois agradecidos, recibiréis aún más" (C. XIV.7), conseguirás fortalecerte sin esfuerzo en él.
En la parte final del libro trataremos sobre esto con más detalle, si Dios quiere.
10. “Gracias al conocimiento de la bondad y del beneficio oculto depositado en Su Decreto pueden afrontar las dificultades”.
Las adversidades que Dios ha dispuesto encierran beneficios ocultos: “Quizás aborrezcáis algo que sea preferible para vosotros” (C. II.216). El Profeta, sobre él sea la paz, ha dicho: “El Paraíso está cercado de adversidades y el Fuego del infierno de deseos”.
Las pruebas, los dolores y las privaciones son secretos de beneficios ocultos que sólo penetran quienes están dotados de visión interior. ¿No ves cómo se apaga, se humilla y se constriñe el alma cuando aparecen las pruebas? Las pruebas producen un estado de humildad, y con este estado de humildad llega el Socorro. “Os hemos socorrido victoriosamente en Badr mientras os sentíais abatidos” (C. III.126). Comentar con extensión estas palabras nos haría salirnos del tema de este libro.
Volvamos de nuevo al versículo: “¡No!¡Por tu Señor! No creerán hasta que te tomen por árbitro entre sus litigios, sin quedarles objeción alguna sobre lo que decidas, y estén plenamente conformes”.
Hay tres situaciones posibles: antes de recurrir al arbitraje, en el momento de hacerlo y después del arbitraje. Antes de recurrir al arbitraje el estado de servidumbre consiste en el hecho de recurrir a él. En el momento del arbitraje, y después de él, el estado de servidumbre es la ausencia total de discrepancia sobre sus decisiones.
Podría objetarse que esto ya se desprende de las palabras, “hasta que te tomen por árbitro”, pero no todo el que toma por árbitro está libre de objeción. A veces se acepta el arbitrio exteriormente pero queda un sentimiento de contrariedad. Además del arbitraje, debe desaparecer toda objeción y existir una plena conformidad.
Ahora bien, podría decirse que si no existe objeción es porque ya se está plenamente conforme pero, entonces, ¿qué sentido tiene añadir y “estén plenamente conformes”, cuando ya se ha dicho que no les queda objeción? El sentido de esto es que las palabras de Dios “y estén plenamente conformes”, se refieren a todos sus asuntos. Si se dijese que esto ya está incluido en el hecho de aceptar el arbitrio, habría que responder que ese arbitrio no es de carácter general, pues sólo se refiere a una parte de sus asuntos, los que precisa el texto: “entre sus litigios”.
Es decir que este versículo tiene tres niveles: primero, aceptar el arbitrio sobre las divergencias que se presentan con los demás; segundo, abandonar cualquier objeción al respecto de la sentencia; tercero, la plena conformidad, no sólo con la sentencia sobre los litigios que surjan entre ellos, sino también en todo lo que surja en uno mismo. ¡Date cuenta! Primero es lo general, luego, lo particularix.
Tu Señor crea lo que quiere y elige. Ellos no tienen elección posible. Glorificado y exaltado sea Dios por encima de lo que Le asocian”. Este versículo también tiene varias aplicaciones. “Tu Señor crea lo que quiere y elige”, implica que el servidor debe prescindir del tadbîr junto a Dios, pues Él crea lo que quiere y decide lo que quiere. Quien no tiene capacidad de crear no la tiene tampoco de decidir:
“¿Acaso Quien es capaz de crear es como quien no puede hacerlo? ¿No os dais cuenta?” (C. XVI.17). También implica que Él elige con total independencia y que Sus actos no dependen de la necesidad ni del constreñimiento, sólo a Él corresponden la Voluntad y la Elección. Por este motivo el servidor debe dejar de decidir y de elegir frente a Dios. Lo que es propio de Él a ti no te corresponde.
La expresión, “no tienen elección posible”, tiene dos interpretaciones: que no conviene que ellos elijan por sí mismos, pues Él es más digno de ello, y que no hay mejor bien que el que Nós damos o quitamos.
La última expresión, “glorificado y exaltado sea Dios por encima de lo que Le asocian”, quiere decir que Dios transciende cualquier posibilidad de participar en Su acto de elección. Este versículo deja bien claro que quien pretende tener capacidad de elección junto a Dios es un asociador que se atribuye el estado de Señoría con su forma de comportarse aunque, en su forma de expresarse exteriormente, diga lo contrario.
El tercer versículo, “¿consigue el hombre lo que se propone? De Dios es esta vida y la otra”, contiene también una clara indicación sobre el abandono de la propia determinación. La expresión “¿consigue el hombre lo que se propone?”, indica que ni puede hacerlo ni le corresponde, ya que Dios es quien gobierna por él. Así lo confirma el resto de la frase: “de Dios es esta vida y la Otra”. Esto implica que el hombre debe abandonar toda autodeterminación frente a Dios; si a Él pertenecen esta vida y la Otra, al hombre no le corresponde decidir en ninguna de las dos. Sólo a Él, como Soberano de ambas moradas, le corresponde su gobierno, glorificado y exaltado sea.
La afirmación del Profeta, “ha gustado el alimento de la fe quien se siente satisfecho con Dios como Señor”, indica que, si no es así, el hombre no siente la dulzura de la fe ni la experimenta realmente. Su fe es sólo una imagen exterior, no algo interior; un comportamiento formal, no una cualidad real.
El símbolo de estas palabras es que el corazón, libre de las enfermedades de la distracción y de la pasión, goza de los significados de las realidades esenciales igual que los seres gozan con los sabores de los alimentos. Quien está satisfecho de Dios como Señor ha gustado el alimento de la fe porque está plenamente sometido a Él, se deja llevar por Su justo proceder; arroja su propio gobierno y se despoja de su propia determinación y elección ante la excelencia de la decisión y elección divina. Siente la dulzura de la gracia de vivir y el descanso de no actuar por cuenta propia.
Cuando se sienten satisfechos de Dios como Señor es porque Dios está satisfecho de ellos: “Dios está satisfecho de ellos y ellos están satisfechos de Él” (C. XCVIII.8). Al sentirse satisfechos con Dios, Él les hace sentir esta dulzura para que se den cuenta de la gracia que con ello les ha hecho y el beneficio que les dispensa.
No hay satisfacción sin el conocimiento, no hay conocimiento sin la luz, no hay luz sin la proximidad, y no hay proximidad sin asistencia divina.
El siervo a quien Dios le favoreció con Su asistencia obtiene el don de la gracia sin límitex. Al llegar el Socorro Divino, y las luces que lo acompañan, aparta de su corazón las enfermedades y dolencias. Su percepción queda sana y así capta el sabor y la dulzura de la fe, ya que la percepción y el gusto son propios del estado de salud. Cuando el corazón está enfermo por el olvido de Dios no puede captar esto, del mismo modo que el estado febril hace sentir amargo lo dulce aunque la realidad sea lo contrario. Si el corazón se desprende de su dolencia ve las cosas tal como son: capta la dulzura de la fe y el gusto por la obediencia, así como la amargura de la separación y de la oposición.
Realizar esa dulzura de la fe implica sentir su júbilo, contemplar el favor que Dios otorga con ella e intentar preservarla y procurarla. La verdadera comprensión lleva implícita la obediencia y la contemplación del beneficio de Dios en ésta. Implica, también, percibir la amargura de la incredulidad y de la transgresión, rechazarlas y evitarías. Conduce, en definitiva, a dejar el pecado y la inclinación que se siente por él.
Ni puede dejar de pecar el que se siente inclinado a ello, ni todo el que deja de pecar deja de sentir tal inclinación. Sólo se puede conseguir esto cuando la luz de la visión intelectiva hace descubrir que la transgresión y el olvido de Dios son un veneno mortal para el corazón; de ahí la aversión que el corazón del creyente siente por la transgresión, como tú sientes aversión por un alimento envenenado.
El hadiz añade luego: “y está satisfecho con el Islam como religión”. Quien está satisfecho con el Islam como religión lo está con lo que satisfaga y prefiera Su Señor. Él afirma, exaltado sea: “La religión de Dios es el Islam” (C. III.19), “quien siga otra religión distinta al Islam no se le tendrá en cuenta” (C. III.85) y “Dios ha escogido una religión para vosotros, morid como musulmanes”(C. II.132).xi
Estar satisfecho con el Islam como religión supone acatar sus prescripciones y respetar sus limitaciones, ordenar lo que está bien establecido y prohibir lo que resulte reprobable. Es salir en su defensa cuando aparece un hereje que trate de desvirtuarlo, usando las pruebas y argumentos que lo refuten y lo derriben.
Por último, estar satisfecho con Muhámmad como profeta exige encomendarse a él, adaptarse a su enseñanza e identificarse con sus costumbres: el desapego y la renuncia al mundo, apartarse de toda injusticia, perdonar a quien te hace daño, y otras actitudes, de palabra y de hecho, por acción y omisión, por amor o rechazo, exterior e interiormente.
Quien está satisfecho con Dios se somete a Él, quien está satisfecho con el Islam actúa de acuerdo a ello, y quien está satisfecho con Muhámmad sigue su ejemplo. No se puede tener una de estas cosas sin tenerlas todas. Es absurdo concebir que se pueda estar satisfecho con Dios como Señor y no estarlo con el Islam como religión, o estar satisfecho con el Islam y no estarlo con Muhámmad como profeta.
Notas:
i‘Árif bi-l-Láh, el que conoce por medio de la Gracia de Dios. A veces puede traducirse, con reservas, por gnóstico o santo.
ii Sobre el shaij Abû-l-Hasan as-Shadili ver introducción.
iii Es decir; el hombre de auténtica fe se somete, ‘voluntariamente’, a las prescripciones de la Ley Revelada que corresponden al taklif (la carga de su responsabilidad) y acepta, ‘involuntariamente’, los decretos del Destino que son propios del tasrif (el devenir constante y libre de las disposiciones divinas).
iv Este juramento fue un pacto de fidelidad que consistió en colocar la mano derecha entre las manos del Profeta.
v Los próximos, al-muqarrAbûn, término coránico, se refiere a los que gozan de la intimidad y contemplación de su señor.
vi Hikam nº 97.
vii Durante los primeros años de la Revelación el Profeta soportó el escarnio de los incrédulos sin responder a sus ataques.
viii Se refiere a la historia de José y la mujer de Putifar.
ix Es decir, esa absoluta conformidad implica primero reconocerle como árbitro en todo conflicto exterior y, finalmente, en cualquier estado interior.
x La asistencia divina es el resultado de una elección anterior a la existencia, pero sólo aparece reflejada en el momento de ésta.
xi No hay que olvidar que “Islam” significa entrega a Dios.
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