La normalización del terror anestesia la vida cotidiana en Turquía
Erdogan inaugura un puente con grandes festejos 48 después de la matanza en el aeropuerto. Los ciudadanos siguen con sus rutinas pese a los 200 muertos causados por ataques yihadistas en un año
Con apenas un día de duelo nacional, los turcos recordaron el miércoles a las víctimas del atentado contra el aeropuerto Atatürk, uno de los peores de su historia. Las banderas tricolor y de la Unión Europea seguían izadas a media asta en el Consulado de Francia de la calle de Istiklal, el vibrante eje comercial y turístico de la parte europea de Estambul, mientras en la cercana plaza de Taksim la gigantesca enseña roja con la media luna y la estrella ondeaba en todo lo alto del mástil. Turquía ha contabilizado 200 muertos en apenas un año en los atentados atribuidos a los yihadistas del ISIS. Los fallecidos en ataques, emboscadas y enfrentamientos desde que la guerrilla separatista kurda del PKK puso fin al alto el fuego con las fuerzas de seguridad turcas rondan los 1.500, entre ellos 270 civiles, según los datos de International Crisis Group.
En este clima de terror, los ciudadanos turcos se disponían ayer a iniciar el bayram del fin de Ramadán, un periodo festivo que se prolongará toda la semana que viene y en el que muchos ciudadanos aprovechan para emprender vacaciones. “La actividad cotidiana tiene que seguir. Los turcos tenemos un cierto punto de resignación, pero en España también continuaba la vida con normalidad después de los peores atentados”, recuerda Akin Özer, columnista político, exdiplomático turco que estuvo destinado en Madrid y que ha impartido cursos en la Academia de la Policía de Ankara sobre el terrorismo de ETA.
“Nosotros tenemos 1.250 kilómetros de fronteras con dos países en guerra, como Siria e Irak”, precisa el autor de La España plurinacional. “Sin embargo, no hemos sido capaces de forjar una plataforma de unidad estable de los partidos políticos contra el terrorismo, como ocurrió tras el pacto de Ajuria Enea”, explica Özer en una cafetería próxima a la plaza de Taksim, el corazón del Estambul moderno, donde no se observan apenas policías, ni mucho menos soldados con armas de guerra o vehículos blindados, como ocurrió en París o Bruselas tras los atentados cometidos por el Estado Islámico. Mientras tanto, el despliegue de seguridad se ha visto reforzado en la terminal aérea.
Aún no habían transcurrido 48 horas del ataque suicida en el que perdieron la vida 44 personas y más de 230 resultaron heridas en el principal aeropuerto de Estambul, cuando el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, inauguró el jueves el puente colgante sobre el golfo de Izmit, el cuarto de su tipo más largo del mundo y el segundo de Europa, de 2.682 metros de longitud. El hombre fuerte de Turquía no quiso retrasar la ocasión de cortar la cinta de una obra que reduce sensiblemente la distancia de viaje por carretera entre la capital económica del país y las playas del mar Egeo en vísperas de las vacaciones del bayram. Fue un acto festivo, en el que el campeón de motociclismo turco Kenan Sufuoglu batió su récord de velocidad al atravesar a 400 kilómetros por hora el nuevo puente de Osman Gazi, así llamado en homenaje al fundador de la dinastía otomana en la cercana ciudad de Bursa.
“La mejor respuesta contra el terror es salir del aislamiento”, afirmaba el columnista turco Akif Beki, que fue durante años portavoz oficial del Gobierno de Erdogan, en el diario Hürriyet. “El peor desafío para la seguridad es mantener abiertos focos de hostilidad en todos los rincones”.
Reconciliación diplomática
Muchos analistas turcos recuerdan que el ataque terrorista contra la terminal internacional del aeropuerto Atatürk de Estambul se produjo horas pocas horas después de que el Gobierno de Ankara hubiera normalizado las relaciones con Israel tras seis años de desencuentros por el asalto a la flotilla de Gaza, y de que tendiese la mano a la reconciliación con Rusia siete meses después del derribo de un bombardero ruso por la aviación turca en la frontera con Siria.
Ninguna organización se ha atribuido el atentado del pasado martes contra el tercer aeropuerto más transitado de Europa. Aunque lleva su sello, el ISIS no lo ha reivindicado. Nadie asumió tampoco la explosión que causó más de un centenar de muertos en un acto político prokurdo que se desarrollaba ante la estación de ferrocarril de Ankara el pasado mes de octubre. El terror yihadista golpea con crueldad a Turquía desde que ofreció hace un año la base área de Incirlik, en el sur de Anatolia, como centro de operaciones de la coalición internacional liderada por EE UU que bombardea posiciones del califato proclamado dos años atrás en el norte de Irak y Siria.
Una de las terminales más seguras
“Los países occidentales nos han dejado solos en la lucha contra el Daesh [acrónimo en árabe de Estado Islámico]”, lamentaba hace un mes el presidente Recep Tayyip Erdogan antes de iniciar el giro diplomático de normalización de relaciones con Israel y Rusia. Pero como advierte el experto turco en cuestiones de seguridad Doruk Ergun, analista del centro de investigaciones Edam, “nadie duda de la alta capacidad de los servicios de inteligencia turcos, que habían anticipado una amenaza terrorista contra el aeropuerto Atatürk 20 días antes del atentado”. “Otra cosa”, puntualiza, “es el nivel de cooperación interna existente entre las fuerzas de seguridad para proteger una de las terminales consideradas de las más seguras del mundo”.
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