La Caravana migrante retoma su camino y va a Pijijiapan; Trump dice que mandará militares a la frontera
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En Mapastepec, donde el grueso del grupo se alojó el miércoles en la noche, parecía que el tamaño de la caravana había disminuido ligeramente. Naciones Unidas estimó a principios de semana que en la marcha participaban 7 mil personas. El ejecutivo mexicano dijo el miércoles que había “aproximadamente 3 mil 630″ personas.
El tuit se conoce mientras una caravana de miles de migrantes centroamericanos continuaba su marcha a través de México hacia la deseada, pero aún distante, frontera con Estados Unidos.
Ciudad de México, 25 de octubre (AP/EFE/SinEmbargo).— En punto de las 4:00 de la mañana la caravana migrante retomó su camino por el estado de Chiapas rumbo a Pijijiapan, en el estado de Chiapas. En tanto, el Presidente Donald Trump anunció que enviará militares a la frontera con México para impedir el paso de las personas que buscan llegar a Estados Unidos.
A través de su cuenta de Twitter aseguró que “sacará a los militares” para enfrentar lo que considera es una emergencia nacional en la frontera con México.
El tuit se conoce mientras una caravana de miles de migrantes centroamericanos continuaba su marcha a través de México hacia la deseada, pero aún distante, frontera con Estados Unidos.
Los culpables son los demócratas, cuyas leyes dificultan frenar a la gente en la frontera, dijo Trump, y añadió que quienes intenten entrar a Estados Unidos “¡serán frenados!”.
Trump tuiteó el lunes que había alertado a los militares sobre una “Emergia (sic) Nacional”, pero el Pentágono dijo que no había recibido órdenes de enviar efectivos a ocuparse de la seguridad fronteriza.
En un acto el miércoles por la noche en Wisconsin, Trump dijo que los militares estaban “preparados”.
Al igual que el día de ayer, los integrantes de la caravana salieron de Mapastepec para evitar caminar bajo los sofocantes rayos del sol.
Este día la caravana recorrerá alrededor de 43 kilómetros y a diferencia de días pasados los participantes están tomando el transporte público el cual les cobra 30 pesos por persona.
Poco a poco, las enfermedades, el miedo y el acoso policial están mermando la caravana de migrantes que viaja hacia la frontera de Estados Unidos y muchos de los entre 4 mil y 5 mil que acamparon durante la noche bajo lonas de plástico en una ciudad del sur de México se quejaron de agotamiento.
El grupo, en el que viajan muchos niños e incluso bebés en carritos, tenía previsto salir de Mapastepec al amanecer del jueves para recorrer parte de los más de mil 600 kilómetros que tienen por delante para intentar llegar a suelo estadounidense.
“Siento un dolor en el estómago. (…) No sé si es por el hambre”, relata a Efe Alvin mientras se toca un lado del vientre.
El hondureño, con 18 años recién cumplidos, lleva sandalias y un pañuelo en la cabeza y está siendo atendido en medio de la carretera, bajo un sol y una humedad que se incrustan en la piel.
“Lo que se ha atendido hasta el momento son ampollas de pie, hongos, infecciones estomacales, dolores de cabeza, deshidratación severa, moderada y leve”, explica a Efe José Antonio, paramédico de la Cruz Roja.
Los peligros en la carretera son varios. Además del inclemente sol y el agotador andar. Los camiones pueden arrollarlos o los mismos migrantes pueden caer cuando se suben en ellos para avanzar más fácilmente, como ya ocurrió el lunes con un muchacho hondureño que falleció.
En casos extremos, una deshidratación o una infección mal curada también puede matarlos, agrega el voluntario.
En Mapastepec, en el suroriental estado de Chiapas, varias unidades médicas atienden a los migrantes. De acuerdo con el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) del municipio, se montó un hospital temporal con 22 médicos y 15 paramédicos, además de una unidad móvil.
Jesús Ruiz, director del DIF de la ciudad, explica a Efe que se tuvieron que realizar dos hospitalizaciones. Uno de los pacientes sigue ingresado por inflamación de hígado y el rostro con fuertes quemaduras debido al sol, los cambios de temperatura y la intermitente lluvia.
Toda la comida, prendas viejas, agua y medicamentos que se da a los migrantes son donaciones privadas, de grupos religiosos o funcionarios locales que empatizan con ellos.
En la plaza central, unas cinco personas hacen fila frente a la ambulancia de la Secretaría de Salud, perteneciente al Gobierno estatal.
“Me siento decaída, siento fiebre y dolor de cuerpo. Ayer empecé a sentirme mal”, explica a Efe la salvadoreña Carmen Rodríguez, cercana a los 60 años y con la cara empapada en sudor.
Es la primera vez que acudirá al médico desde que se subió a esta caravana que pretende llegar a Estados Unidos, una difícil travesía en la que quedan todavía más de 2.000 kilómetros.
En esa misma hilera, Óscar Segura apenas puede hablar o comer. Se le hincharon las encías, o eso cree, y solo puede tomar líquidos.
Se muestra, no obstante, optimista: “Esta vez, gracias a Dios, tengo los pies sanos”, relata el joven, que ya intentó una vez llegar a Estados Unidos.
Dentro, dos doctoras recetan medicinas tras una consulta que dura unos diez minutos. Tienen en la alacena decenas de cajas de medicamentos. Y lo que más proporcionan, explican, son analgésicos, antibióticos y pomadas.
“Continuamos para arriba. A ver qué dice el señor Jesucristo; solo sabe él qué va a pasar. Y a ver qué dice Donald Trump, a ver si nos recibe”, comenta el joven hondureño.
En la plaza del pueblo suena una marchosa banda de música regional contratada por el municipio para amenizar la velada.
“Como dice el dicho, las penas con pan son menos”, asegura el director del DIF.
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