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viernes, 1 de marzo de 2019

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No hay caja negra, tampoco supervivientes, ni siquiera una sola llamada de auxilio a la torre de control. El Augusta 109 se precipitó al vacío el 24 de diciembre sin dejar más rastro que una enorme cicatriz negra sobre el maizalcontra el que se estrelló y los restos esparcidos del fuselaje. Habían pasado tan solo diez minutos desde que el helicóptero despegó en la ciudad de Puebla (centro de México), con la pareja más poderosa del Estado a bordo: la gobernadora, Martha Érika Alonso, y su marido, exgobernador y senador, Rafael Moreno Valle, que viajaban con el asistente de este en la Cámara, Héctor Baltazar, y los dos tripulantes, Roberto Coppe y Marco Antonio Tavera. La aeronave se desplomó una tarde en la que el clima parecía idóneo y con “los motores funcionando”, según asegura a EL PAÍS Heriberto Salazar, presidente del Colegio de Pilotos Aviadores de México, un organismo que participa en la investigación del siniestro. Lo que descartaría que un fallo en ellos hubiese sido la causa de la tragedia.
Todo estaba en regla, según el Gobierno mexicano. La empresa que lo alquilaba cumplía con todos los requisitos, el aparato tenía el certificado de aeronavegabilidad vigente y también respetaba la legislación la firma encargada de realizar las verificaciones mecánicas. Al piloto lo acreditaba un buen historial de horas de vuelo y había realizado los descansos necesarios. No había tormentas, ni fuertes vientos. Y la aeronave, un aparato de 2011, era relativamente reciente.
Dos meses después, la misma pregunta sigue rodeando el accidente: ¿qué ocurrió? El fallo mecánico centra la investigación, relata Salazar. Las escasas pruebas del siniestro se encuentran entre los restos del aluminio calcinado que quedaron tras el impacto. Los investigadores analizan si funcionaban correctamente las hélices, si hubo daños en la estructura o si tuvieron problemas en los sistemas de control de vuelo o en el de transmisión, entre otras muchas posibilidades, sin que por el momento, haya trascendido una sola evidencia que pueda determinar la causa concreta de la tragedia.
“De los pilotos ya se revisaron los expedientes y estaba todo en orden: sus licencias, sus entrenamientos y sus descansos. Aunque no se puede descartar nada, resulta realmente muy remoto que el accidente pueda deberse al factor humano. En cuanto al mantenimiento, los registros estaban aceptablemente bien, con hallazgos ligeros que no motivarían un accidente. Así que todo va enfocado hacia si falló algo mecánico”, señala Salazar.
Más información: http://bit.ly/2U7ENVI

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