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lunes, 4 de marzo de 2019

Sociedad civil: el extraño enemigo

La organización horizontal desde abajo empodera a los ciudadanos, les otorga legitimidad social y los hace exigentes con las autoridades. 
04 de Marzo de 2019
Por Fernando Belaunzarán*

El desprecio a la sociedad civil tiene como correlato el culto al Estado. Los ciudadanos no tienen porqué organizarse para incidir en las políticas públicas si éstas son facultad exclusiva de las instituciones y el vínculo entre el gobierno y el pueblo es directo, sin intermediarios. Parece una posición arcaica y prejuiciosa que desaprovecha el conocimiento, experiencia y expertise de personas y organizaciones que han trabajado durante muchos años; pero si el objetivo no son los resultados, sino el control político, entonces adquiere sentido.
No es lo mismo tratar a las personas como sujetos de derechos que sólo como beneficiarios pasivos de dádivas gubernamentales. La organización horizontal desde abajo empodera a los ciudadanos, les otorga legitimidad social y los hace exigentes frente a las autoridades. En cambio, si todo beneficio obtenido es producto de la gracia y generosidad del Presidente, entonces sólo queda agradecer y comprometerse con el benefactor, el cual no quiere ayudar a quienes eventualmente pudieran orientar la opinión de la comunidad hacia una opción política distinta a la suya.
Para no prohibir la libre organización de los ciudadanos, mejor quita las fuentes de financiamiento. Así ha ocurrido en países donde líderes carismáticos se han convertido en gobernantes y ya en el poder desmontan el andamiaje democrático que les permitió vencer para evitar que otro recorra su mismo camino. Primero cierran el flujo de recursos públicos, luego privados y después los que vienen del extranjero. Debilitan al máximo a las OSC (Organizaciones de la Sociedad Civil) para fortalecer a un gobierno que pretende fundirse con el Estado dominándolo.
Cuesta trabajo pensar que un gobernante con alta popularidad y control del Congreso avance en esa dirección, pues en el momento de hacerlo no lo necesita para mantener su hegemonía. Pero él sabe que dicha situación puede ser efímera y necesita guarecerse para cuando vengan los costos de gobernar y el desencanto social sea un riesgo. Por eso es que sin discriminar se descalifica a la sociedad civil en su conjunto, no obstante, su heterogeneidad. No es asunto de humores ni de filias y fobias, es un tema de poder.
Quedarse en donde estamos sin preguntarse a dónde se quiere llegar es atrofiar el análisis y no encontrar respuesta a lo que a primera vista parece absurdo o producto del capricho. Solo así se pueden entender los lucrativos negocios con bienes públicos que ahora se le entregan al Ejército, históricamente leal al poder civil, que van más allá de su papel emergente en la seguridad pública y también el porqué deciden confrontarse con la robusta sociedad civil en temas de género, acabando con los apoyos a Estancias Infantiles y a los Refugios para mujeres víctimas de violencia.
Pero entender las razones no significa compartirlas ni negar el daño que se le hace al país. Hay organizaciones ciudadanas que atienden migrantes, personas con capacidades diferentes, niños en condición de calle, acompañan a los pueblos indígenas; que defienden derechos humanos, proponen políticas de seguridad, previenen el secuestro, trabajan con las víctimas, combaten feminicidios, protegen periodistas, pugnan por transparencia, luchan contra la corrupción, ven por el medio ambiente, pelean por mejor educación, denuncian monopolios, insisten en democratizar los medios, enfrentan injusticias, en fin, personas que ponen sus conocimientos y experiencia al servicio de las mejores causas. No imagino que se queden con los brazos cruzados.

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