La vergonzosa reacción de AMLO hacia la tragedia de migrantes muertos en Ciudad Juárez
La historia es cíclica también en los días oscuros. AMLO lo ha comprobado. Al estilo de su archienemigo, Felipe Calderón, el actual presidente de México ha echado mano de la revictimización para explicar uno de los episodios más tétricos de su sexenio: la muerte de los 39 migrantes que murieron en una estación migratoria (aunque lo llaman albergue) —a cargo del Instituto Nacional de Migración— de Ciudad de Juárez. Lo hizo durante su conferencia de prensa matutina, en la que responsabilizó a los migrantes de su destino.
“Informar algo muy lamentable, muy triste anoche como a las nueve y media de la noche se produjo un incendio en un albergue de migrantes en la frontera en Ciudad Juárez y tenemos hasta ahora como informe que perdieron la vida 39 migrantes. Suponemos de que se enteraron que iban a ser deportados, movilizados y como protesta en la puerta del albergue pusieron colchonetas del albergue y les prendieron fuego y no imaginaron que esto iba a causar esta terrible desgracia", dijo el mandatario.
No especificó exactamente de cuáles países provenían ni cuántos murieron de cada nacionalidad, pero sí que sabía de cuáles zonas del continente habían llegado: “son migrantes de Centroamérica fundamentalmente y de Venezuela que estaban en ese albergue". El presidente echa la culpa a los migrantes por su muerte. Como en la época de Calderón y los estudiantes del Tec "armados hasta los dientes" y los "pandilleros" de Villas del Salvárcar que estaban celebrando una fiesta en su casa.
La insensibilidad se ha apoderado de un López Obrador que, en los papeles, había llegado a Palacio Nacional, precisamente, gracias a su conexión con la gente, la misma gente que ha padecido durante años la indiferencia de toda una clase política.
Antes de que su gobierno empezara, López Obrador había manifestado que se tendría una política de puertas abiertas con los migrantes. Eso cambió ante las presiones de Donald Trump. Hoy esa coartada, la de anteponer el temor que Trump juegue sucio, no existe ni para el presidente ni para Relaciones Exteriores ni tampoco para el Instituto Nacional de Migración. En 2022 hubo 444 mil 439 detenciones a migrantes, un aumento de 44% en comparación con el año anterior.
Y en un país que ha entregado tantas llaves a la fuerza militar, nadie puede sorprenderse con las violaciones a los derechos humanos de migrantes reportadas en informes como el de Human Rights Watch a mediados del año pasado. El compilado de vejaciones y abusos para los migrantes es escandaloso: primero, además de que ya huyen de un contexto de violencia y pobreza, deben enfrentar la incertidumbre en su trayecto; y después vienen los abusos, malos tratos, violaciones de parte de las autoridades mexicanas. La historia tiene negros recuerdos cuando se habla de violencia contra los migrantes: los 72 centroamericanos asesinados por Los Zetas en San Fernando, Tamaulipas, en 2010, en una deplorable demostración de la superioridad del narcotráfico en relación con el Estado mexicano.
Y ahora esto, que será recordado como una tragedia que el gobierno federal, en voz de su presidente, quiso endosar a los propios migrantes. El drama, para los que en verdad sufren, como lo son los migrantes, sigue siendo eterno mientras el presidente emplea también en este problema su rutina favorita: repartir culpas.
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