La debacle histórica del dólar
MikeLukowiecky
En 1944 la economía mundial aceptó al dólar estadounidense como moneda de referencia en el acuerdo de Bretton Woods. Ese acuerdo se basó en el principio de que EE. UU. respaldaría la emisión de sus dólares con cierta cantidad de oro en reserva, y el valor de las demás monedas se mediría en términos de dólares estadounidenses. Se creó un orden monetario internacional en el cual el timón global se le confió a un determinado “capitán”, quien debería cumplir ciertas reglas para seguir fungiendo como tal.
¿Por qué el oro? La oferta de oro no es controlable por el deseo humano. Producir más o menos oro no es una decisión humana, pues el oro es producto natural y el ser humano solo puede intentar descubrir más. En consecuencia, el oro cumple la función de restringirle al “capitán” del barco sus rangos de maniobra.
Debido a los grandes gastos de la guerra de Vietnam y los déficits de la balanza de pagos, en 1971 el presidente estadounidense, Richard Nixon, decidió romper con la relación dólar-oro. En palabras sencillas, EE. UU. aceptó no poder continuar navegando con las limitaciones del pasado y avisó a sus “marineros” (el resto del mundo) que seguirá a cargo del timón, pero sin aferrarse a las reglas acordadas.
El mundo decidió seguir aceptando el dólar como moneda de referencia a pesar de saber que, a partir de ese momento, el único respaldo disponible era la promesa de EE. UU. de reponer todo el dinero que decidiera imprimir a su criterio y sin restricciones.
El dólar estadounidense, a partir del 1971, se convirtió oficialmente en una moneda sin respaldo alguno, y esta moneda sin respaldo ha ido adquiriendo cada vez mayor carácter de reserva internacional.
El gran error
Aceptarle al “capitán” que navegue sin limitaciones es el mayor error económico cometido por los seres humanos en los últimos 40 años. Lo grave es que, a pesar de saberlo, como un adicto a las drogas, pedimos más droga como solución. Así estamos pidiendo a los líderes políticos y económicos que ante la crisis de deuda, por favor aumenten la deuda; que ante la crisis de exceso de dinero, por favor inyecten más dinero a la calle; que ante la crisis del sector bancario privado, por favor le otorguen más facilidades a los bancos para que puedan continuar funcionando, etc.
EE. UU. es el responsable porque el resto del mundo decidió otorgarle el timón del barco, pero nada indica que otro “capitán” hubiese actuado distinto.
Vivimos en un mundo donde todo es valorado con base en un patrón creado artificialmente, léase, el dólar estadounidense, que no tiene respaldo, pero que el mundo sigue considerando como lo más valioso y seguro. Analizándolo fríamente y de forma racional, está claro que este sistema no puede continuar indefinidamente. Sabemos que entre más producción exista de un bien, si su demanda no crece al mismo ritmo, el precio caerá. En el sistema monetario internacional, todos sabemos la receta que se ha implementado: impresión desmedida de papel dinero para inyectar dinamismo artificial a la depresiva economía mundial.
Por esto, considero que al sistema monetario internacional actual no le queda mucha vida por delante. Las monedas no se aprecian unas frente a las otras, sino que todas se están depreciando a tasas diferentes.
Nos encontramos ante una transición económica histórica, donde el sistema monetario actual dejará de funcionar como tal y el poder adquisitivo de las monedas, incluyendo al dólar estadounidense, será cada vez menor, evaporándose los ahorros de muchos agentes económicos en el mundo, especialmente los que vivimos en países como Costa Rica, que nos referenciamos casi en un 100% al dólar.
En la actualidad, los bancos centrales solo conocen una solución: imprimir más dinero para intentar salvar al mundo del colapso. No visualizamos que el problema es justamente el exceso de dinero impreso sin respaldo a lo largo de los últimos 40 años.
La crisis real aún no se ha iniciado. Estamos ante un periodo inflacionario sin precedentes debido al desmedido nivel de impresión de dinero y de endeudamiento público mundial de los últimos años. Continuará la depreciación de las monedas, deberán dispararse las tasas de interés y se evaporarán muchos ahorros de los agentes económicos mundiales que le han confiado todo a un sistema artificial.
¿Cual es la solución? No tengo la respuesta, pero volviendo al concepto de que la oferta debe ser limitada y no controlada por la decisión de seres humanos, el oro es una solución que aunque distante de perfecta, al menos vuelve a traer reglas de juego a los capitanes que manejan el barco del sistema económico mundial, que hoy se encuentra a la deriva y frente a una fuerte tormenta en altamar.
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