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sábado, 11 de mayo de 2013

El Papa y el PPapismo contra el Islam. Lo inviable y estéril del diálogo interreligioso


El Papa y el PPapismo contra el Islam. Lo inviable y estéril del diálogo interreligioso

22/09/2006 - Autor: Abdelkáder Muhámmad Ali - Fuente: Melilla Hoy
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Al poco tiempo de llegar al Parlamento Europeo, en el año 1997, me persuadí, tras un breve período de adaptación, cual iba a ser mi cometido durante aquella legislatura como eurodiputado. Tras percatarme y constatar la intransigente hostilidad de sus señorías hacia el Islam, y los hondos prejuicios en los que discurrían al abordar temas relacionados con el mundo musulmán, mi “obsesión”, durante años, sería intentar tender puentes en aras de un entendimiento interreligioso. Lo que ahora denominan los bienintencionados “diálogo o alianza de civilizaciones”. Desde entonces dos pasiones y curiosidades intelectuales ocupan en gran parte mi vida: conocer más y mejor el Islam, y progresar en el acercamiento a la teología cristiana. Lo primero, obviamente, por mi condición de musulmán. Musulmán, como diría Eduardo Galeano, desde el “sentipensamiento” es decir, desde la conjunción de la razón y el sentimiento. Y lo segundo, como instrumento de entendimiento interreligioso.

Lamentablemente, después de años de profundización en ese acercamiento, explorando determinadas vertientes de la teología cristiana, puedo decir, con absoluta convicción, que el diálogo interreligioso es inviable, estéril. La última andanada del Papa contra el Islam certifica y finiquita, a mi juicio, definitivamente por mucho tiempo, un auténtico diálogo interreligioso, que es la médula espinal de un verdadero “diálogo de civilizaciones”.

El diálogo con los cristianos, o al menos con los católicos, al día de hoy, es imposible. Los católicos, salvo raras excepciones, dicen, y el actual Papa lo repite hasta la saciedad, fuera de la iglesia no hay salvación, es decir, la única verdad teológica es la que profesan los cristianos. Los demás están condenados. Es legítimo tener las ideas que se quieran, el problema se suscita cuando el espíritu de las cruzadas aún persiste en muchas mentes y actitudes. Lo que hace ver al Islam como un barbarismo a extirpar. A Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con el), que no “Mahoma”, como a un sanguinario y obseso sexual... Cuando alguien desde la curia ha osado cuestionar esta “verdad teológica”, ha sido llamado al orden o recluido en la sombra. Es el caso de Jacques Dupuis, jesuita, profesor de la Universidad Gregoriana de Roma y editor de la revista “Gregorianum”, quien tras escribir su polémico libro “Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso” (Editorial Sal Terrae), suscitó una notificación por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Enero de 2001) cuyo Prefecto era el actual Papa, Joseph Ratzinger. Jacques Dupuis, en su denso libro, dice que «el pluralismo religioso existe de iure, y no simplemente de facto, como parte del plan de Dios», es decir, la “verdad” no emana exclusivamente de la iglesia católica o del cristianismo. Añade J. Dupuis: “para que ese diálogo interreligioso resulte fructífero, es necesaria la búsqueda de un fundamento teológico, y también es necesario que los cristianos valoren positivamente las otras tradiciones religiosas”. Cosa que al día de hoy, objetivamente, no ocurre.

Es verdad que con el Concilio Vaticano II celebrado entre 1962 y 1965 se experimentó un salto cualitativo en el acercamiento al Islam y hacia el “diálogo interreligioso” al abarcar Pablo VI en su encíclica “Ecclesiam suma” (1964) a los musulmanes, afirmando que “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes, que adoran al Dios único...”. Sin embargo, la tónica de la Iglesia, a lo largo de la historia, ha sido la de necesitar mucho tiempo para digerir sus propias directrices internas. Los viejos hábitos mentales, para su adecuada renovación, requieren algo más que teorías al uso. Además, mientras no se comprenda que es imposible el entendimiento en tanto no se tenga un mínimo de respeto y consideración hacia la amada figura del Profeta del Islam, no se crearan las mínimas condiciones para un “diálogo” viable y fructífero.

Se diga lo que se diga, y a pesar de las disculpas, en esta ocasión el Papa se ha extralimitado gravemente, como bien han reconocido algunos teólogos católicos, como es el caso de Juan José Tamayo en la Cadena SER (19-09-2006). Es impensable albergar la posibilidad de un error o un desliz por parte del sumo pontífice. Premeditación y alevosía son más que probables. Lo decía Óscar Sancho Juan, profesor de la Universitat de Valencia en una carta a el diario “El País”, “si el Papa quería señalar la incompatibilidad entre religión y violencia, la tradición cristiana ofrece suficientes ejemplos”. Acaso no fue precisamente uno de sus antecesores, el Papa Urbano II, iniciador de la primera de las cruzadas, quien calificó de “guerra santa para exterminar la raza funesta de los musulmanes”. Por otra parte, Robert Caspar, miembro de los “padres blancos” y profesor de teología y mística musulmana, en su libro “Para una visión cristiana del Islam” (Editorial Sal Terrae), cita a San Bernardo, el Gran Maestro de los Templarios, quien decía que “matar a un infiel (un musulmán) no es un homicidio, sino un malicidio” (pág.80).

Ahora el Papa se fusiona y apuntala la novena Cruzada, la cruzada de Bush y el sionismo. “Enséñame lo que Mahoma ha traído de nuevo y encontrarás sólo cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba”) decía ofensivamente Benedicto XVI, aún siendo una cita, en su discurso pronunciado en la Universidad de Ratisbona.

Es difícil disociar la incursión del Papa en esta coyuntura mundial de la necesidad de seguir manteniendo el poder. Un mundo en que los musulmanes cada vez son más, y por tanto, más poderosos, y los cristianos menos y más distantes de la “fe”. Hace poco en la revista jesuítica La civiltà cattolica se daba la noticia de un estudio de Bassam Tibi, profesor de relaciones internacionales en la Cornell University, en el que se afirma que el número de musulmanes en Europa ha pasado de 800.000 en 1950 a 20 millones hoy día y serán 40 millones en 2015, mientras que la proporción de no musulmanes seguirá descendiendo.

Robert Caspar reconoce en la introducción del libro referido la necesidad de llevarse bien con el islam, la “religión” que más crece actualmente en el mundo y que más “conversiones” suscita entre intelectuales, artistas, políticos,... Dice Caspar, “esta religión, contraria a ‘nuestros valores’, no deja de atraer a algunos, jóvenes o menos jóvenes”. Sentencia: “el Islam seduce”. Claro que, como ya advirtiera el fundador de los jesuitas, Ignacio de Loyola, “para estar seguros de tener la razón siempre, deberíamos cumplir con el principio de que lo que veo como blanco debería creer que es negro si la jerarquía de la iglesia así lo indica.”

A todo esto, el Sr. Jorge Moragas, secretario de Política Internacional del PP, no satisfecho sólo con que su partido “suscriba el mensaje de Benedicto XVI sobre el islam”, reclama al Gobierno “que se pronuncie” en estos términos.(www.Libertad Digital, 16-09-2006). Papa y PPapismo, dos caras de una misma moneda

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