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Al principio de su presidencia, Barack Obama anunció que parte de su larga lista de objetivos sería reparar la imagen de Estados Unidos en el mundo. Después de todo, tras ocho años de George W. Bush y dos violentas y polémicas guerras, la presidencia estadounidense registraba, para el 2008, bajísimos niveles de aprobación casi en el mundo entero.
Seis años más tarde, Obama ha fracasado. En buena parte del planeta, el resentimiento anti-estadounidense no ha disminuido más que marginalmente. En otros casos ha aumentado.
Pero no en México.
Aquí, Barack Obama parece haber triunfado.
A pesar de nuestra larga historia de anti-americanismo, que arraiga en agravios centenarios y legítimos, los mexicanos le tenemos aprecio a Obama. Una encuesta reciente revela que tres de cada cuatro mexicanos tiene una opinióm favorable o muy favorable del presidente de Estados Unidos.
La pregunta, claro, es la misma que se planteaba en estos días Ciro Gómez Leyva: ¿por qué queremos tanto a Barack Obama?
La realidad objetiva es que Barack Obama no ha sido un buen presidente en función de los intereses mexicanos. Voy más allá: en función de México, Obama ha sido el peor presidente de Estados Unidos desde que tengo memoria. Sí: el comercio ha crecido y otros rubros formales de cooperación bilateral han mejorado, pero la tendencia positiva no comenzó con Obama o resultaba prácticamente inevitable. E incluso aunque esos logros fueran responsabilidad directa del presidente de Estados Unidos, aún así existiría otro factor que, a mi parecer, debería inclinar claramente hacia el polo negativo nuestra evaluación de Obama.
Desde hace ya más de un lustro, Barack Obama ha encabezado una catástrofe humanitaria. Al deportar de la peor manera a cientos de miles de mexicanos, muchos de ellos niños o padres que han dejado tras de sí familias rotas y angustia inenarrable, Obama ha dado el visto bueno a una maquinaria de fractura social que la revista The Economist califica, con toda justicia, de “cruel”. La escena en Tijuana, donde los deportados viven (¿viven?) en un limbo doloroso, es una desgracia comparable a otras zonas que sufren de éxodos masivos. Ya no es ningún secreto que migrantes deportados han empezado a encontrar “trabajo” ya sea en los grupos de autodefensa michoacanos o en otras organizaciones menos políticamente aceptadas (digamos). Es doloroso, pero es cierto: Barack Obama ha afectado directa y negativamente la vida de millones de mexicanos en Estados Unidos y en México.
Entonces, ¿por qué lo queremos tanto? Milagros de la mercadotecnia… y de la ignorancia.
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