Enroque militarista en Siria
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Nada hace suponer que la reciente resolución aprobada por el Consejo de
Seguridad de la ONU (con apoyo de Rusia y China) vaya a aliviar la
crisis humanitaria que sufre Siria, ni mucho menos a poner fin a la
violencia que asola el país desde hace ya casi tres años.
Por el contrario, todo indica que la apuesta militarista- las armas, de hecho, no han callado ni siquiera durante la Conferencia Ginebra II- vuelve a cobrar fuerza. Y todo ello en un contexto en el que aunque ninguno de los bandos enfrentados está en condiciones de imponerse definitivamente en el campo de batalla, se va imponiendo la sensación de que el tiempo ya corre a favor del régimen.
Las tropas leales a Bachar el Asad han logrado dar la vuelta a una situación que el pasado verano parecía muy negativa para sus intereses. Hoy, con el apoyo de los pasdarán iraníes y de Hezbolá, mantienen controlada la zona de Damasco y la vital franja costera mediterránea- zona de mayoría alauí, a la que pertenece el clan de los Asad, y fuente de suministro desde el exterior para sostener su apuesta bélica. En paralelo, se afanan políticamente en asegurar la permanencia en el poder del propio Bachar en las elecciones presidenciales previstas para este mismo año. La confianza en sus propias fuerzas, su convencimiento de que no habrá ninguna intervención militar desde el exterior y su creciente percepción de ser visto como un mal menor por la comunidad internacional, ante el temor de que su caída pueda aupar al poder al yihadismo, son argumentos suficientes para llevarles a mantener el rumbo actual.
Por el contrario, son algunos de los grupos opositores los que se ven ahora apurados para realizar cambios que le permitan aumentar su capacidad de combate y convencer a sus “padrinos” externos de que siguen mereciendo su apoyo. En el campo yihadista tanto la Brigada al Nusra como el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) siguen empeñados en liderar la batalla sin ajustarse ni siquiera a las directrices del liderazgo de Al Qaeda. Simultáneamente, sigue en fase de consolidación el Frente Islámico, que ha agrupado a la práctica totalidad de los grupos armados de perfil islamista (salvo los dos ya citados), contando con el respaldo de Arabia Saudí.
Mientras tanto, también se producen importantes movimientos en la rama militar de la Coalición Nacional de Fuerzas Opositoras y Revolucionarias de Siria, en su tan reiterado como (hasta ahora) fracasado intento por dotarse de una eficaz maquinaria de mando y control de las operaciones. En el plano político, el ministro de defensa del gobierno interino, Asad Mustafa- ex ministro de agricultura en anteriores gabinetes del régimen-, ha anunciado una reorganización interna por la que se autoasigna la tarea de convencer a los socios externos de que suministren al Ejército Libre de Siria (ELS) y grupos afines las armas necesarias para derrotar al régimen- sobre todo, proyectiles antiaéreos y contracarro, así como armas ligeras y munición- y de llevar a cabo su reparto sobre el terreno. En esa línea, afirma que el Consejo Supremo Militar debe ocuparse únicamente de la dirección de las operaciones de combate. En el terreno militar, Abdul-Illah al Bashir acaba de relevar al general Salim Idriss a la cabeza de ese Consejo- aunque parece que este último se resiste a aceptar la decisión. Más allá de la necesidad de transmitir un mensaje de renovación en una instancia que ha ido perdiendo protagonismo, parece haber un transfondo de choque de personalidades entre Mustafa (apoyado por Arabia Saudí) e Idriss (apoyado por Catar).
En el terreno más operativo, cabe destacar la conformación del Frente Revolucionario Sirio- liderado por Jamal Marouf (antiguo jefe de la Brigada de los Mártires)-, que desde el pasado diciembre agrupa a catorce unidades de combatientes alineados bajo la bandera global del ELS. Desde el pasado 3 de enero está empeñado en una ofensiva contra las fuerzas de ISIS en Alepo e Idlib. Igualmente, en el sur (en Deraa, Quneitra y las cercanías de Damasco) va cobrando importancia el Frente Sur- liderado por Bashar al Zoubi-, como segundo pilar relevante del ELS. Sin embargo, nada asegura que los líderes de estos dos grupos vayan a subordinarse fácilmente a Al Bashir- cuando además Washington parece decidido a entregar directamente las armas a las unidades de combate (sobre todo al Frente Sur, por estar menos ligado a elementos yihadistas). Son muchas también las dudas sobre la verdadera capacidad de este teóricamente renovado ELS para combatir, simultáneamente, a las fuerzas del régimen y a los grupos yihadistas. En definitiva, más armas en manos de todos y menos opciones para la negociación.
Por el contrario, todo indica que la apuesta militarista- las armas, de hecho, no han callado ni siquiera durante la Conferencia Ginebra II- vuelve a cobrar fuerza. Y todo ello en un contexto en el que aunque ninguno de los bandos enfrentados está en condiciones de imponerse definitivamente en el campo de batalla, se va imponiendo la sensación de que el tiempo ya corre a favor del régimen.
Las tropas leales a Bachar el Asad han logrado dar la vuelta a una situación que el pasado verano parecía muy negativa para sus intereses. Hoy, con el apoyo de los pasdarán iraníes y de Hezbolá, mantienen controlada la zona de Damasco y la vital franja costera mediterránea- zona de mayoría alauí, a la que pertenece el clan de los Asad, y fuente de suministro desde el exterior para sostener su apuesta bélica. En paralelo, se afanan políticamente en asegurar la permanencia en el poder del propio Bachar en las elecciones presidenciales previstas para este mismo año. La confianza en sus propias fuerzas, su convencimiento de que no habrá ninguna intervención militar desde el exterior y su creciente percepción de ser visto como un mal menor por la comunidad internacional, ante el temor de que su caída pueda aupar al poder al yihadismo, son argumentos suficientes para llevarles a mantener el rumbo actual.
Por el contrario, son algunos de los grupos opositores los que se ven ahora apurados para realizar cambios que le permitan aumentar su capacidad de combate y convencer a sus “padrinos” externos de que siguen mereciendo su apoyo. En el campo yihadista tanto la Brigada al Nusra como el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) siguen empeñados en liderar la batalla sin ajustarse ni siquiera a las directrices del liderazgo de Al Qaeda. Simultáneamente, sigue en fase de consolidación el Frente Islámico, que ha agrupado a la práctica totalidad de los grupos armados de perfil islamista (salvo los dos ya citados), contando con el respaldo de Arabia Saudí.
Mientras tanto, también se producen importantes movimientos en la rama militar de la Coalición Nacional de Fuerzas Opositoras y Revolucionarias de Siria, en su tan reiterado como (hasta ahora) fracasado intento por dotarse de una eficaz maquinaria de mando y control de las operaciones. En el plano político, el ministro de defensa del gobierno interino, Asad Mustafa- ex ministro de agricultura en anteriores gabinetes del régimen-, ha anunciado una reorganización interna por la que se autoasigna la tarea de convencer a los socios externos de que suministren al Ejército Libre de Siria (ELS) y grupos afines las armas necesarias para derrotar al régimen- sobre todo, proyectiles antiaéreos y contracarro, así como armas ligeras y munición- y de llevar a cabo su reparto sobre el terreno. En esa línea, afirma que el Consejo Supremo Militar debe ocuparse únicamente de la dirección de las operaciones de combate. En el terreno militar, Abdul-Illah al Bashir acaba de relevar al general Salim Idriss a la cabeza de ese Consejo- aunque parece que este último se resiste a aceptar la decisión. Más allá de la necesidad de transmitir un mensaje de renovación en una instancia que ha ido perdiendo protagonismo, parece haber un transfondo de choque de personalidades entre Mustafa (apoyado por Arabia Saudí) e Idriss (apoyado por Catar).
En el terreno más operativo, cabe destacar la conformación del Frente Revolucionario Sirio- liderado por Jamal Marouf (antiguo jefe de la Brigada de los Mártires)-, que desde el pasado diciembre agrupa a catorce unidades de combatientes alineados bajo la bandera global del ELS. Desde el pasado 3 de enero está empeñado en una ofensiva contra las fuerzas de ISIS en Alepo e Idlib. Igualmente, en el sur (en Deraa, Quneitra y las cercanías de Damasco) va cobrando importancia el Frente Sur- liderado por Bashar al Zoubi-, como segundo pilar relevante del ELS. Sin embargo, nada asegura que los líderes de estos dos grupos vayan a subordinarse fácilmente a Al Bashir- cuando además Washington parece decidido a entregar directamente las armas a las unidades de combate (sobre todo al Frente Sur, por estar menos ligado a elementos yihadistas). Son muchas también las dudas sobre la verdadera capacidad de este teóricamente renovado ELS para combatir, simultáneamente, a las fuerzas del régimen y a los grupos yihadistas. En definitiva, más armas en manos de todos y menos opciones para la negociación.
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