Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

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martes, 27 de octubre de 2015



Occidente vs. Oriente.

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Publicado hace 2 años
Alfonso Ponce

Cuando leí acerca del caso de Salman Rushdie y Los Versos Satánicos, me entró curiosidad y terminé leyendo algunas de las partes de este libro que más tarde fueron condenadas. Lo cierto es que Rushdie nos muestra, detrás de su narración acerca de Gibreel Farishta y Saladin Chamcha, una cara del Islam que lo estigmatiza frente a otras religiones, y como es de esperar, la reacción frente a esta obra no se hizo esperar. El ayatolá Ruhollah Jomeiní mandó ejecutar a Rushdie por apostasía e incluso ofreció recompensa, confirmando así la cara más radical del Islam. Hay que recordar que el ayatolá representa a los chiitas de Irán. Los chiitas son una subdivisión del Islam. Recordemos que el Islam se subdivide en jariyíes, chiitas, mutazilíes y suníes, los dos primeros caracterizados por su fundamentalismo. A esto hay que añadir que el ayatolá ostenta una posición de jurista que aplica el derecho islámico, la Sharia. Esta ley se aplica de igual modo dentro de Irán y Arabia Saudita con todo el rigor y es un título vigente en Irán, Irak y Líbano. Con esto no estoy justificando este tipo de respuestas extremas por parte de algunos islámicos, simplemente trato de explicar que no todos reaccionan de esta manera. Muchos simplemente siguen de largo y no se detienen por problemas mediáticos como, por ejemplo, los suníes, que representan el 85-90% de los musulmanes.
El caso de Rushdie no es el primero ni el último. Similar a este, podemos recordar el caso deTheo van Gogh, bisnieto del hermano menor de Vicent van Gogh, productor de cortos y largometrajes, asesinado por un extremista islámico en respuesta a su obra Submission, en el que contaba la historia de una mujer musulmana que sufría acoso dentro de su propia familia. Esta vez el crimen no fue por orden del ayatolá de Irán. Cabe añadir que la guionista, Ayaan Hirsi Ali, continúa con vida y fue diputada en Holanda.
Otro caso sonado fue el de la película Innocence of Muslims, difundida por el famoso Terry Jones, pastor protestante, que desacreditaba y se mofaba de la figura de su profeta. La película dejó como víctima, tras largas protestas, a Christopher Stevens, embajador de USA en Bengasi, Libia.
Hace un año aproximadamente escuchaba una clase en directo de Mitchell Duneier, profesor de Sociología en la Universidad de Princeton, en la cual empezaba diciendo que “las dos palabras más importantes en las ciencias sociales y la etnografía son ‘nosotros’ y ‘ellos’. Nosotros, la gente de por aquí. Ellos, la gente por ahí. Nosotros, las personas con las que sentimos camaradería. Ellos, las personas que figuran en nuestra hostilidad (…) Nosotros, el grupo. Ellos, todos los demás. Nosotros, la gente de color y ellos, las personas de raza blanca con privilegio. Nosotros, las clases trabajadoras. Ellos, las clases dominantes, el uno por ciento. Nosotros, los cristianos. Ellos, los musulmanes y los judíos, o nosotros los musulmanes, ellos los judíos. Nosotros, la gente que vive muy lejos, en Forbes College. Ellos, todos los demás. Bueno, ustedes que no están en el campus de Princeton no puede conseguir esta referencia”. Si bien es cierto que no hay un ‘yo’ sin un ‘tú’, cabe recalcar que tampoco habría un ‘nosotros’ sin un ‘ellos’.
Siempre habrá un culture shock. Nos es difícil mantener una buena relación entre todos por nuestras diferencias. Escuchaba que hay que estar unido en la diversidad, pero siempre que ella está de por medio en las relaciones, se plantea el problema de no saber qué hacer. A los occidentales y a los occidentalizados se nos hace complicado soltar parte de la cuerda y eso es -tal como lo explican Francisco Altarejos y Antonio Moya en su estudio Del relativismo cultural al etnocentrismo (y vuelta)- porque a niveles más cotidianos, parece ser que es el factor de desarrollo tecnológico el que más influye a la hora de compararnos con otras culturas.
Incluso inmersos en el pensamiento postmoderno, se ofrece la tentación de concluir que la cultura occidental es la única que tiene conciencia de lo relativo que es todo, y que es la única que está de vuelta de desengaños, y por tanto, algo tiene que las demás no tienen. Según Aristóteles, habría que buscar el punto medio entre las dos, pero para el profesor Leonardo Polo, la mezcla de posturas antitéticas nunca puede ser la solución, sino que se ha de proceder a la superación de ambas.
La tarea es larga, pero cada cosa que tomamos de otra cultura hace ampliar más nuestro horizonte. Es como lo que me explicaba un buen amigo: somos burbujas con una porción de horizonte y cada vez que hablamos y discutimos con otros, ampliamos nuestro horizonte con el de los otros. Occidente es lo que es porque sumó burbujas y esto queda demostrado en una frase de una campaña que empezó en las calles de Logroño: “Si tu Dios es Judío, tu coche es japonés, tu pizza es italiana, tu café es brasileño, tu gas es argelino, tus vacaciones son marroquíes, tus cifras son árabes, tus letras son latinas... ¿cómo te atreves a decir que tu vecino es extranjero?”.Lo cierto es que este problema, que puede ser filosófico, se halla hasta en lo más simple de nuestras vidas, desde el menosprecio al moro que vende kebab, hasta las críticas culturales en las grandes obras literarias.

“Dos medias verdades no hacen una verdad,
y dos medias culturas no hacen una cultura.”
- Arthur Koestler.
Alfonso Ponce.
Pamplona-España.
lanaciondelosjovenes@gmail.com

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