El orígen histórico del reformismo wahabi
La historia de Arabia Saudita
01/04/2012 - Autor: Iahia ibn Said Al Andalusi
Este es un artículo histórico y no político, por lo cual expondremos con el mayor rigor científico posible, aún siendo este un tema hoy crucial en la geopolítica del Medio Oriente.
Tras la dictadura del CUP (Comité de Unión y Progreso) y la contrarrevolución, el califato estaba literalmente sumido en el caos. De no haber intervenido el Imperio Británico para afianzar sus intereses en la península Arábiga, seguramente el sultán hubiese sido destituido y reemplazado por otro monarca más competente, y aún si la dinastía Osmanlí dejaba el poder, el califato hubiese subsistido, sin embargo, los británicos estaban sumamente interesados en desmembrar el imperio que había amenazado con constituir junto con el segundo reich un bloque de poder opuesto a los intereses de la banca londinense, claro, ahora el Káiser había abdicado, y la república de Weimar no era rival para la corona británica, pero el califato ya había dado muestras en el pasado de una gran y rápida capacidad para recuperarse de sus crisis.
Para los estrategas de Londres, la “cabeza de playa” para una ofensiva que terminase definitivamente con el poder del imperio musulmán en Medio Oriente no era ya El Cairo, sino la península, allí los árabes peleaban contra los turcos y entre sí. El mejor camino para el gobierno británico, era “crear” un ganador que le resultase funcional.
Paradójicamente, se debía ocultar a toda costa que el nuevo Medio Oriente sería un conglomerado de feudos colonizados, nada mejor entonces que recurrir a la tergiversación de la religión y hacer ver al nuevo gobierno pro británico como el defensor del Islam, protector de los lugares sagrados. Claro, el problema era que La Meca estaba en manos de los Hachemitas, sunitas descendientes del Profeta, demasiado partidarios de un estado genuinamente islámico para el gusto de los británicos, sin embargo desde mediados del siglo XVIII los Saud y su secta basada en un Islam simplificado y en la reinterpretación del Corán aplicando las aleyas referidas a los incrédulos a los musulmanes no wahabis, pugnaban por lograr la supremacía sobre los hachemitas, los Rachid y otros rivales árabes además, por supuesto de los propios otomanos.
Paradójicamente, se debía ocultar a toda costa que el nuevo Medio Oriente sería un conglomerado de feudos colonizados, nada mejor entonces que recurrir a la tergiversación de la religión y hacer ver al nuevo gobierno pro británico como el defensor del Islam, protector de los lugares sagrados. Claro, el problema era que La Meca estaba en manos de los Hachemitas, sunitas descendientes del Profeta, demasiado partidarios de un estado genuinamente islámico para el gusto de los británicos, sin embargo desde mediados del siglo XVIII los Saud y su secta basada en un Islam simplificado y en la reinterpretación del Corán aplicando las aleyas referidas a los incrédulos a los musulmanes no wahabis, pugnaban por lograr la supremacía sobre los hachemitas, los Rachid y otros rivales árabes además, por supuesto de los propios otomanos.
Para Londres era claro que los Saud eran el aliado perfecto o mejor dicho el mejor guardián para sus intereses en oriente, con gran apoyo británico, en las décadas de 1920 y 1930, los Saud conquistaron toda la península. En 1927 el Reino Unido reconoció la independencia del nuevo reino que había creado él mismo, y en 1932 el Reino de Hiyyaz y Najd pasó a ser Arabia Saudita. A pesar de su escasa fuerza inicial, los Saud contaban desde su punto de vista con un aliado poderoso y este aliado, el Reino Unido, contaba ahora con un reino de genuinos cipayos en Arabia. Resulta interesante observar que los Saud nunca negaron su sumisión a los británicos, existe una fuente interesante editada en Arabia Saudita el libro “Forever friends” (por siempre amigos) exhibe una serie de fotografías de la familia Saud junto a los diplomáticos británicos en el país, esto parece incomprensible sino se observa que al mismo tiempo, munidos del panfleto “Kitab At Tawhid”, redactado por los británicos y luego firmado por Mohammad ibn Abdul Wahab, según la confesión del agente inglés Hempher, demonizaba al Califato Otomano y lo convertía en el enemigo no de los Saud sino del Islam, idea que subyugó a los belicosos beduinos de la península y con armas inglesas, los lanzó a la guerra contra turcos, hachemitas y cualquiera que se opusiera a los Saud, ahora fieles guardianes de los intereses británicos.
Así nacía Arabia Saudita, de la conjunción del colonialismo inglés y la distorsión del Libro de Allah swt.
Cuando en 1938 se descubrió petróleo, el régimen se vio opulento y legitimado por el poder del dinero, lo que antes se había logrado reformando el Islam, ahora podía apuntalarse con dinero, claro, los beduinos analfabetos – más del 90% de la población- no lo necesitaban, así que los Saud se dedicaron a construir su reino de fantasías de las mil y una noches sin dejar de ser fieles a quienes los habían catapultado al éxito, los británicos y luego sus sucesores, Estados Unidos.
La inferioridad numérica – en 2012 los wahabi no llegan al uno por cien de los musulmanes, se subsanó con dinero, construyendo fastuosos edificios y cubriendo su ropa de oro, los Saud se presentaban ahora como la “autoridad” del Islam. Como no tenían ulama ni elaboración cultural ni sabiduría propia, repartieron diligentemente dólares aquí y allá, lo importante no era el patio trasero, sino una deslumbrante fachada.
Así la fe de muchos fue fácilmente comprada, y los Saud continúan hoy intentando expandir su idea de un Islam reformado por el mundo, un Islam reducido a ritos, muy funcional a occidente, ya que el creyente se ocupará mucho de donde pone las manos en su salat pero nada de su vecino, dejándolo así como presa fácil para el poder colonial, el plan británico se ha consumado.
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