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miércoles, 16 de marzo de 2016

Al-Aaraf (la facultad del discernimiento) 

Capítulo siete del Sagrado Corán

16/03/2016 - Autor: Coran - Fuente: Webislam
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El título de este sura proviene de una  expresión que aparece en los versículos  46 y 48; su significado se explica en la nota  37. Según la mayoría de las autoridades (en  particular Ibn Abbás), Al-Aaraf fue revelado  en su totalidad poco antes que el sura anterior —es decir, en el último año de la estancia del Profeta en Mecca; la aseveración de  As-Suyuti y otros eruditos acerca de que los  versículos 163-171 pertenecen al período de  Medina, es fruto de una mera suposición y  no puede, por tanto, ser aceptada (Manar  VIII, 294). 
Aunque Al-Aaraf antecede al sura sexto  en el orden cronológico de la revelación, ha  sido colocado detrás de él por desarrollar un  tema allí esbozado. Después de hacer una exposición de la unidad y la unicidad de Dios, Al-Aaraf prosigue con una referencia a la revelación como el medio a través del cual  Dios comunica Su voluntad al hombre: en  otras palabras, a la misión de los profetas. La  necesidad de una guía profética continua surge del hecho de la debilidad del hombre y de  su proclividad a caer en cualquier tentación  que atrae a sus apetitos, a su vanidad o a su  erróneo sentido del interés personal: y este  aspecto esencial de la condición humana es  ilustrado con la alegoría de Adán y Eva y su  caída (versículos 19-25), precedida de la alegoría de Iblís como eterno tentador del hombre (versículos 16-18). El camino recto no  puede ser hallado sin la guía que Dios ofrece  al hombre por medio de Sus profetas; y por  eso, “para quienes desmienten Nuestros  mensajes y se burlan arrogantemente de  ellos, no se abrirán las puertas del cielo”  (versículo 40). Del versículo 59 en adelante,  la mayor parte del sura está dedicada a las  historias de algunos de los primeros profetas  cuyas advertencias fueron rechazadas por sus  pueblos, comenzando por Noé y siguiendo  con Hud, Salih, Lot y Shuaaib, para culminar  con un extenso relato centrado en el yerno de  Shuaaib, Moisés, y sus experiencias con los  hijos de Israel. Con el versículo 172, el discurso retorna a la compleja psicología del  hombre, a su capacidad instintiva para percibir la existencia y la unidad de Dios, y a “lo  que es de aquel a quien Dios entrega Sus  mensajes y que luego los desecha: Satán le  da alcance y, como tantos otros, se extravía  en el error”(versículo 175). Esto nos lleva al  mensaje final de Dios, el Qur’án, y al papel  de Muhámmad, el Último Profeta, que “no  es sino un advertidor y un portador de buenas nuevas” (versículo 188): un servidor  mortal de Dios que no posee poderes ni cualidades “sobrenaturales”, y que —como  todos los hombres conscientes de Dios—  “no tuvo a menos servirle” (versículo 206).
بسم الله الرحمن الرحيم
Alif. Lam. Mim. Sad. (1) ESTA ES una escritura divina que se ha hecho descender sobre ti --y que no haya duda acerca de esto en tu corazón-para que adviertas con ella a los extraviados, y amonestes a los creyentes: (2) “Seguid lo que se ha hecho descender para vosotros por vuestro Sustentador y no sigáis a otros señores distintos de Él.”¡Que raras veces tenéis esto presente! (3) Y ¡cuantas comunidades rebeldes hemos destruido, a las que les sobrevino Nuestra furia durante la noche, o mientras dormían la siesta! (4) Y cuando les sobrevino Nuestra furia, nada pudieron decir en su favor, y exclamaron sólo: “¡En verdad, éramos malhechores!” (5) Así, en el Día del Juicio, ciertamente, habremos de exigir responsabilidades a todos aquellos a los que se envió un mensaje divino, y ciertamente, exigiremos responsabilidades a los propios mensajeros; (6) y entonces, ciertamente, desvelaremos ante ellos Nuestro conocimiento de sus actos: pues nunca hemos estado ausentes de ellos. (7) Y el peso de la balanza en ese Día será la verdad: y aquellos cuyo peso de buenas acciones sea grande en la balanza --esos, precisamente, son los que alcanzarán la felicidad; (8) mientras que aquellos cuyo peso sea leve en la balanza --esos son los que se habrán malogrado a sí mismos por su obstinado rechazo de Nuestros mensajes. (9) Y CIERTAMENTE, Oh gentes, os hemos asignado una excelente posición en la tierra y os hemos puesto medios de subsistencia en ella: sin embargo, ¡que raras veces sois agradecidos! (10) Y, ciertamente, os hemos creado y luego os dimos forma; y luego dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante Adán!” --y se postraron todos excepto Iblis, que no fue de los que se postraron. (11) Y Dios dijo: “¿Qué te impidió postrarte cuando te lo ordené?”Iblis) respondió: “Yo soy mejor que él: a mí me creaste de fuego, mientras que a él lo creaste de barro.” (12) Dios dijo: “¡Desciende de este estado --que no es propio que te muestres arrogante aquí! ¡Sal, pues: en verdad, estarás entre los humillados!” (13) Iblis dijo: “Concédeme una prórroga hasta el Día en que sean todos resucitados.” (14) Y Dios respondió: “En verdad, serás de aquellos a quienes ha sido concedida una prórroga.” (15) Y entonces Iblis dijo: “Ya que me has frustrado, ciertamente he de acecharles en Tu camino recto, (16) y ciertamente he de atacarles abiertamente y en formas que no sospechan, por su derecha y por su izquierda: y verás que la mayoría no son agradecidos.” (17) Y Dios dijo: “¡Sal de aquí, degradado y desterrado! ¡Y quienes te sigan --ciertamente, habré de llenar el infierno con todos vosotros! (18) Y en cuanto a ti, ¡Oh Adán!, vivid tú y tu mujer en este jardín, y comed de lo que queráis; pero no os acerquéis a este árbol pues seríais malhechores!” (19) Pero entonces Satán les susurró a ambos a fin de hacerles conscientes de su desnudez, de la cual no se habían apercibido hasta entonces; y dijo: “Vuestro Sustentador sólo os ha prohibido este árbol no fuera a ser que os volvierais como ángeles, o fuerais a vivir eternamente.” (20) Y les juró: “¡En verdad, soy de los que os desean sinceramente el bien!” (21) --y les sedujo con pensamientos engañosos.Pero tan pronto como hubieron probado ambos el fruto del árbol, se volvieron conscientes de su desnudez; y comenzaron a cubrirse con hojas del jardín. Y su Sustentador les llamó: “¿No os prohibí ese árbol y os dije, ‘En verdad, Satán es enemigo declarado vuestro’?” (22) Respondieron ambos: “¡Oh Sustentador nuestro! ¡Hemos sido injustos con nosotros mismos --y a menos que nos concedas Tu perdón y Te apiades de nosotros, estaremos ciertamente perdidos!” (23) Dijo: “¡Descended, y sed en adelante enemigos unos de otros, y en la tierra tendréis vuestra morada y bienes de que disfrutar por un tiempo: (24) en ella viviréis,” --añadió-“en ella moriréis y en ella seréis resucitados en el Día de la Resurrección!” (25)...
Notas 
1. Véase Apéndice II. 
2. La expresión harach (lit. “estrechez” o “constricción”) se usa idiomáticamente para significar  “duda”: y este es su significado aquí para Ibn Abbás,  Muyahid y Qatada (véase Tabari, Samajshari, Bagawi,  Rasi, Ibn Kazir). La construcción de la frase deja claro  que esa “duda” no se refiere al origen de la escritura  divina sino a su propósito: y por consiguiente, este pasaje, si bien está claramente dirigido al Profeta, quiere llamar la atención de todos aquellos a los que alcance el  mensaje coránico sobre el hecho de que este tiene un  doble objetivo —a saber, advertir a los que rechazan la  verdad y guiar a los que ya creen en ella—. La frase  reúne así la advertencia y la amonestación.
3. Algunos de los grandes pensadores musulmanes,  en particular Ibn Hasm e Ibn Taimiyya, sostienen que la  expresión auliya’(traducida aquí por “señores”) denota,  en este contexto, a “autoridades” en el sentido religioso  de la palabra, e implica una prohibición de dar validez  legal —equivalente a las ordenanzas coránicas— a las  opiniones subjetivas de cualquier persona por debajo  del Profeta. A este respecto, véase 5:101 y las notas  correspondientes. 
4. E.d., de repente, cuando la gente se sentía totalmente segura y tranquila. Este pasaje está conectado con  la obligación, prescrita en los dos versículos anteriores,  de seguir los mensajes revelados por Dios.
5. Lit., “su alegato fue tan sólo exclamar”. 
6. Cf. 5:109. 
7. Lit., “les narraremos con conocimiento”. 
8. Lit., “porque solían obrar injustamente con respecto a Nuestros mensajes”. 
9. La secuencia de estas dos afirmaciones —”os  hemos creado e.d., “os hemos dado vida como organismos vivos” y luego os dimos forma” o bien, “os  dimos vuestra forma”, e.d., de seres humanos— quiere  resaltar el hecho del desarrollo gradual del hombre, en  un sentido individual, desde el estadio embrionario  hasta la existencia independiente, y también el de la  evolución de la raza humana en su conjunto. 
10. Acerca de la orden alegórica de Dios a los ángeles de que “se postraran” ante Adán, véase 2:30-34, y las  notas correspondientes. La referencia a toda la humanidad que precede a la historia de Adán en este sura deja  claro que su nombre simboliza, en este contexto, el conjunto de la raza humana.  Los estudiosos occidentales dan generalmente por  descontado que el nombre “Iblís” es una deformación  de la palabra griega diábolos, de la que procede “diablo”. Sin embargo, no existe la más mínima evidencia  de que los árabes pre-islámicos tomaran este, o ningún  otro término mitológico, de los griegos —mientras que  si está probado que los griegos tomaron muchos de sus  conceptos mitológicos (incluidas varias deidades y sus  funciones) de la civilización del sur de Arabia, mucho  entre las numerosas posibilidades de acción y de conducta: en otras palabras, vivía, como el resto de los animales, siguiendo sólo sus instintos. Sin embargo, en la  más antigua que la suya (cf. Encyclopedia of Islam I,  379 s.). Se puede deducir, por consiguiente, con casi  total certeza que la palabra griega diábolos es una forma  helenizada del nombre árabe del Angel Caído, que a su  vez se deriva de la raíz verbal ablasa, “él se desesperó”,  “perdió toda esperanza” o “se quebró en espíritu” (véase  Lane I, 248). El hecho de que el nombre diábolos  (“difamador” —derivado del verbo diabalein, “arrojar  algo a alguien”) sea auténticamente de origen griego  no resta valor, por sí solo, a esta hipótesis: pues es posible que los griegos, con su conocida tendencia a helenizar nombres extranjeros, hayan asociado el nombre  “Iblís” con el término diábolos, mucho más familiar  para ellos. — En cuanto a la aseveración de Iblís, en el  versículo siguiente, de haber sido creado “de fuego”,  véase sura 38, nota 60. 
11. O bien: “que has permitido que caiga en el  error”. El término agwahu denota bien “él hizo o “permitió” que cayera en el error” o bien “hizo que se viera  decepcionado” o “que fracasara en su objetivo” (cf.  Lane VI, 2304 s.). Dado que, en este caso, las palabras  de Iblís aluden a la pérdida de su antigua posición entre  los ángeles, la traducción que he elegido parece la más  apropiada. 
12. Lit., “entre sus manos y por detrás de ellos”.  Acerca de esta expresión idiomática y de mi traducción,  véase la frase similar que aparece en 2:255 (“Conoce lo  que está manifiesto ante los hombres y lo que les está  oculto”). La frase siguiente “por su derecha y por su  izquierda” significa “por todas las direcciones y con  todos los medios posibles”. 
13. Véase 2:35 y 20:120, así como las notas correspondientes. 
14. Lit., “para hacerles manifiesto lo que de su desnudez les había sido imperceptible hasta entonces”:  una alegoría del estado de inocencia en el que vivía el  hombre antes de su caída —es decir, antes de que su  consciencia le permitiera verse a sí mismo y ver la posibilidad de optar entre distintas vías de acción, con sus  consiguientes tentaciones al mal y la aflicción que  acompaña a una decisión errónea. 
15. Lit., “o no fuera a ser que os volvierais de los  que perduran”: inculcándoles de esta forma el deseo de  vivir eternamente y de hacerse, en este sentido, como  Dios. (Véase la nota 16 en 20:120.) 
16. Sc., "de este estado de inocencia y bendición".  Al igual que en el relato paralelo de esta parábola de la  Caída en 2:35-36, la forma dual cambia en este punto al  plural, enlazando así de nuevo con el versículo 11 de  este sura, y mostrando claramente que la historia de  Adán y Eva es, realmente, una alegoría del destino  humano. En este primer estadio de inocencia, el hombre  no era consciente de la existencia del mal ni, por consiguiente, de la necesidad constante de tener que elegir  medida en que era sólo una condición de su existencia  y no una virtud, dicha inocencia confería a su vida una  cualidad estática que imposibilitaba su desarrollo moral  e intelectual. La expansión de su consciencia –simbolizada por el acto intencional de desobediencia al mandamiento de Dios– alteró tal situación. Le transformó, de  un ser puramente instintivo, en el ente humano independiente que conocemos –un ser humano capaz de discernir entre el bien y el mal y de elegir por ello su forma  de vida. En este sentido más profundo, la alegoría de la  Caída no describe un suceso retrógrado sino, al contrario, un nuevo estadío en el desarrollo humano: una  admisión de las consideraciones morales. Al prohibirle  que se "acercara a este árbol", Dios hizo posible que el  hombre actuase erróneamente –y, por tanto, también  que actuase correctamente: y de esta forma, el hombre  fue dotado de ese libre albedrío que le distingue del  resto de los seres vivos. Acerca del papel de Satán –o  Iblís– como eterno tentador del hombre, véase la nota  26 en 2:34 y la nota 31 en 15:41.

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