Asesinos e hipócritas
El asesinato, no importa cuál sea su móvil, no sólo acaba con la vida de las personas sino con la humanidad entera
24/03/2016 - Autor: Abdul Haqq Salaberria - Fuente: El Diario Vasco
El núcleo de lo humano, de lo que llamamos humanidad, es la empatía; reconocerse en un semejante, sufrir con su dolor y regocijarnos con su felicidad. El asesinato, no importa cuál sea su móvil, no sólo acaba con la vida de las personas sino con la humanidad entera. Todos nos transformamos en víctimas y victimarios involuntarios, ya que el fracaso humano se propaga como impulsos eléctricos entre neuronas de un mismo tejido inteligente. Todo queda contaminado y afectado por ese acto de violencia que enferma al cuerpo social. Pero si además, ese asesinato es justificado por cualquier ideología, es aleatorio y masivo, causando un terror en la población que necesariamente conduce al caos y a la respuesta compulsiva irracional, se asemeja a los cadáveres infectos de peste que los cruzados lanzaban contra las fortalezas musulmanas de Palestina. La intención es clara: propagar la peste en la fortificada Europa. Una Europa que se blinda, que es vista en la otra orilla como alentadora de guerras, conspiradora de divisiones y amiga de sátrapas. Y cuando la peste se propaga en una ciudad fortificada siempre se encuentran culpables dentro de la propia población; cabezas de turco que se sacrifican ante una turba asustada que desea aplacar la furia de los dioses por medio de sacrificios humanos. La información objetiva, el análisis racional, la política inteligente, mueren también víctimas de esa gripe emocional que se contagia por el aire, con la vista, con el oído, en contacto con los medios convencionales y en las redes informales de Internet.
No debería ser necesario recordar que un asesino suicida no es un héroe, sino un nihilista. No sólo para el Islam, sino para cualquier código ético, religioso o laico. Puede llegar a creer él mismo y aquellos que lo acompañaron hasta el final que es un héroe que entrega su vida por una justa causa en un acto de desprendimiento y generosidad sublime. Creerán también, y nos querrán hacer creer que, por supuesto, ese acto tendrá una recompensa en el Más Allá, y que como estrategia contra el “demonio occidental” no tiene precio. Pero por si alguno de ellos sabe leer, cosa que dudo mucho, he de darles malas noticias:
El fuego y no ríos de miel y vírgenes es lo que encontrarán tras hacer saltar por los aires en mil pedazos el cuerpo que tanto esfuerzo y sacrificio costó criar a sus progenitores, a los que los habrá matado también de dolor, como a todos sus hermanos y amigos verdaderos. Las esperanzas de progreso en sus países de origen quedan hipotecadas y los amos del mundo salen reforzados y bendecidos por estos actos de odio a la humanidad, causando también la atrofia de un sistema que perpetuará la injusticia y la guerra.
¡Menudo acto de heroísmo! ¡Menuda inteligencia política!
Por si fuera poco, los que dicen ser sus hermanos de religión y cultura, seguirán sufriendo persecución y ostracismo en Europa durante el próximo siglo, desandando décadas de esfuerzos realizados a favor de la interculturalidad y la convivencia.
¡Menudo favor les hacen a los musulmanes!
Trato de imaginar qué hay implantado en el cerebro de un terrorista suicida que le impide siquiera por un momento plantearse las consecuencias de sus actos. De todos los modos de hallar la muerte no encuentro otro más espantoso que explotarse a uno mismo causando el mayor dolor aleatorio posible. Y de todas la justificaciones posibles no encuentro otra más odiosa que la de obedecer el mandato divino.
Sólo espero que ni el dolor ni el terror nos impida ver que no luchamos contra lobos solitarios, sectas, guerrillas ni mucho menos ejércitos, estados, religiones o civilizaciones. Luchamos contra un virus que transforma a los seres humanos en zombis. Contra eso no valen ni cazabombarderos, ni repatriar refugiados, ni cierre de fronteras, ni partidos de extrema derecha. Debemos encontrar un antídoto lleno de humanidad, de justicia, de paz, que refuerce nuestras defensas y nos enseñe a combatir el odio de forma eficaz.
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