El islam y la Nueva Era: Energía cósmica y vida espiritual
Cruzar la eclíptica galáctica supone, según ciertas interpretaciones del evento, atravesar una banda de gran intensidad luminosa que se denomina ‘cinturón de fotones’
31/12/2010 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
Energía cósmica y vida espiritual
Desde finales de los años noventa del pasado siglo, científicos e investigadores de diversas disciplinas están llamando la atención acerca de una serie de cambios electromagnéticos inéditos que están afectado a nuestro planeta y a nuestro sistema solar.
La astronomía moderna apenas tiene trescientos años de antigüedad, y sus conclusiones comienzan ahora a revelar sus límites. La nueva ciencia –el quantum, la teoría de cuerdas, la teoría de fractales, etc.– nos hablan de un universo complejo e interrelacionado. Las más avanzadas conclusiones cosmológicas parecen coincidir con los calendarios de antiguas civilizaciones como la maya, desaparecida hace seiscientos años en la península del Yucatán.
Todo ello ha propiciado una multitud de interpretaciones esotéricas y pseudocientíficas de estos datos astronómicos, creándose verdaderos rebaños de grupos espiritualistas en torno a la magia de fechas y efemérides que, como la de 2012, parecen aglutinar las expectativas socioespirituales de millones de personas en todo el mundo, conectadas a través de Internet. Muchos de estos movimientos se identifican o son identificados con la etiqueta New Age, Nueva Era, en una acción sugerente de cambio profundo, de cambio de paradigma, etc.
Uno de los principios que sirven de base a estos movimientos espirituales es el de ciclo largo o año galáctico, una realidad astronómica conocida por casi todas las civilizaciones antiguas.
De la misma manera en que la tierra da una vuelta sobre sí misma cada 24 horas hasta completar un día, y gira alrededor del sol 365 días hasta completar un año, también el sistema solar en su conjunto, con todos sus planetas y satélites, da una vuelta en torno a un sol mayor, dentro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, cada 26.000 años aproximadamente. Actualmente, quienes defienden esta teoría, nos hablan de que este sol central sería Alcyone, la estrella más potente de la constelación de las Pléyades. Otros hablan de Sirio como sol central de nuestro sistema.
En cualquier caso, este ciclo largo galáctico es al que lo griegos denominaban Año Platónico, un ciclo que era ya conocido por mesopotámicos y egipcios y que, según la Astronomía clásica determina el denominado ‘ciclo de precesión de los equinoccios’.
Quienes realizaron un cálculo más exacto de este ciclo fueron los astrónomos mayas del Yucatán, que determinaron que la Cuenta Larga dura exactamente 25.625 años divididos en cinco períodos de 5.125 años cada uno. Esto es lo que se denomina Año Galáctico y que, como todo ciclo orbital, tiene sus solsticios y equinoccios. Los mayas hablaron de la naturaleza y de las influencias que esos cambios astronómicos ‘largos’.
Los Mayas anotaron en su Calendario que el 22 de diciembre del 2012, coincidiendo con el equinoccio de primavera galáctico, el sol –por su alineación y posición- recibirá una fuerte energía sincronizadora procedente del centro de la galaxia que cambiará su polaridad. Esta elevación de la cantidad de energía afecta al planeta en su conjunto, a todos los seres que habitamos en él y marca el comienzo de una nueva era, correspondiente al sexto ciclo maya del sol.
La primera tabla maya habla del tiempo del no tiempo, un período de 20 años que empezó en 1992 y que termina en el 2012, donde la humanidad entraría en un período de grandes aprendizajes y profundos cambios. Los mayas hablan de una entrada de la humanidad ‘al gran salón de los espejos’, donde el ser humano ha de contemplarse, analizar sus actos, su conducta consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con el planeta hasta que consiga cambiar, eliminando el miedo y la falta de respeto hacia las criaturas.
Cruzar la eclíptica galáctica supone, según ciertas interpretaciones del evento, atravesar una banda de gran intensidad luminosa que se denomina ‘cinturón de fotones’, ingresar a una zona del espacio más luminosa, más cargada energéticamente.
De manera coincidente, ahora, paralelamente a la eclosión de todos esos movimientos espirituales Nueva Era, las nuevas tecnologías están favoreciendo nuevas lecturas del universo y de la vida que, en muchos casos, enlazan muchas de las visiones tradicionales. Desde mediados de la década de los noventa del pasado siglo determinadas constantes cosmológicas han sufrido variaciones significativas que muestran un profundo cambio energético a nivel planetario y de nuestro sistema solar en el contexto de nuestra galaxia. Si ahora nos volvemos a los datos que nos ofrece la astronomía contemporánea, podremos ver que, en líneas generales, coinciden con la descripción cíclica que hicieron los mayas.
Así, una de las constantes cosmológicas que está sufriendo una variación más intensa es la que se conoce como Resonancia de Schumann, que es el valor resultante del electromagnetismo que envuelve a nuestro planeta. Se denomina así en honor de Winfried Otto Schumann, que predijo matemáticamente su existencia en 1952, a pesar de haber sido observada por primera vez por Nikola Tesla a principios del siglo XX. Su valor es de 7,83 Hertzios. Este valor ha permanecido constante hasta 1995. A partir de esa fecha se ha ido incrementando hasta llegar a los 12 Hz. actuales, en una escala de 13.
Otra variable que está sufriendo un incremento notable es la que hace referencia a la actividad solar. En el cambio de milenio la actividad del sol se ha incrementado notablemente, de manera que el ciclo actual de 11 años, que precisamente alcanza su climax en 2012, es según reconoce la astronomía académica, tal vez el más intenso de los 24 ciclos observados desde la época de Galileo.
Estos cambios cósmicos estructurales —medibles, cuantificables, objetivos— constituyen uno de los argumentos fundamentales del movimiento New Age para asegurarnos que nos hallamos en un tiempo de transición hacia una nueva era, y sugiriéndonos la construcción de una religión mundial, pero ¿Cómo podemos interpretar y vivenciar una experiencia semejante? ¿Cómo estamos viviendo la experiencia del equinoccio de primavera galáctico, una potentísima efemérides astronómica que tiene lugar cada 26.000 años?
Hoy, como ayer, los musulmanes podemos ver la grandeza de Dios en todas las cosas y podemos vivir y compartir la dimensión cósmica de esta nueva edad. Los musulmanes no somos esclavos de la razón ni de la ciencia, pero nos sentimos conscientes de su necesidad en un mundo de relatividades y causalidades aparentes. Tal vez por ello siempre nos ha atraído el conocimiento del universo y de las leyes naturales.
Astrónomos andalusíes, como Maslama al Magritti o Az Zarqali, abrieron un amplio sendero a la astronomía moderna siguiendo el mandato coránico de buscar conocimiento indagando en todos los rincones. El reconocimiento de nuestra condición racional implícito en el mensaje divino nos transmuta y conduce, elevándonos a través de la responsabilidad intelectual y ética, hasta los límites de nuestra condición espiritual real. Nunca los musulmanes hemos vivido ajenos a las ideas científicas o a los avances tecnológicos.
El Corán está repleto de descripciones cósmicas. En el Sura 53, An-Nachm (El Despliegue), aya 49, Dios nos dice de Sí Mismo que “es Él el Sustentador de Sirio”. Sirio es una estrella de primer orden perteneciente a la constelación del Can Mayor, y aparece nombrada en el Corán como Ash-shiira. Según Muhámmad Asad, “Sirio es la estrella más brillante del firmamento y su adoración era frecuente en la Arabia preislámica. La frase rabb ash-shiira (Señor de Sirio) se emplea como metonimia de ‘Creador y Sustentador de los Mundos’”.
El sura 85 nos señala directamente hacia las estrellas. Su propio nombre Al Buruch, significa ‘las grandes constelaciones’. Los ayat 1 y 2 dicen:
“¡Considera el firmamento lleno de grandes constelaciones, y luego acuérdate del Día prometido”.
Y también:
“Bendito Aquel que ha dispuesto en los cielos grandes constelaciones, y ha colocado entre ellas una lámpara radiante y una luna luminosa”.
(Sura 25, Al Furqan, aya 61)
“Y, ciertamente, hemos dispuesto en los cielos grandes constelaciones, y las hemos hecho hermosas para quienes las contemplan, y las hemos protegido de todas las fuerzas satánicas malditas de modo que, quien furtivamente intenta saber lo incognoscible, es perseguido por una llama visible”.
(Sura 15, Al Hichr, ayat 16-18)
El Corán va componiendo una cosmogonía que nos remite al simbolismo de luz/tiniebla, ceguera/visión, conciencia/inconsciencia. ¿Cómo no íbamos a ser sensibles nosotros, los musulmanes, a ese Libro de la Creación, cuyo divino propósito no es otro que mostrarnos los significados que se ocultan tras los velos de los mundos?
¿Por qué y para qué íbamos nosotros a negar las evidencias científicas, las conclusiones –aunque siempre parciales- de la razón? Nunca lo hemos hecho así ni queremos hacerlo ahora. Sabemos que el campo eléctrico del corazón es sesenta veces más intenso que el del cerebro y su campo magnético es cinco mil veces más potente. Pensamos entonces que crear y sentir con el corazón es mucho más eficiente que hacerlo con la mente. En cualquier caso hay electromagnetismo en ambos, en el corazón y en el cerebro. De la misma manera en que nos afecta la luz, el sonido, la composición química del aire, etc, también nos afecta la vibración electromagnética que nos llega desde el cosmos.
Así es. Podemos reducir nuestra vida humana a la simple biología o al mero intercambio energético. Dependiendo del marco interpretativo que apliquemos tendremos una visión u otra, pero no podremos negar en ningún caso que somos afectados por esas fuerzas, por esas energías.
Islam significa priamariamente ‘adecuación o sometimiento a la única realidad’. El islam nos prepara para vivir en un estado de adaptación al cambio permanente, porque la vida es eso precisamente, cambio, mutación incesante que deja tras de sí un rastro de cenizas significativas. El sentido y la dirección de esa mutación nos es recordado reiteradamente por el Corán:
“… y no invoques jamás a otra deidad junto con Dios. No hay deidad sino Él. Todo está abocado a perecer, excepto Su Ser eterno. A Él pertenece por entero el juicio; y a Él seréis devueltos todos”.
(Corán, Sura 28, Al Qasas, aya 88)
Nuestro itinerario es, pues, hacia la luz original, nuestra vuelta es hacia la fuente, más allá de todo deseo de inmortalidad o de permanencia. Así, si la era astronómica larga que ahora comienza implica una intensificación de la luz y un aumento de la energía electromagnética, seguramente un ser humano medio estará capacitado para vivirla y crecer en ella. Pero Allah sabe más.
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