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sábado, 20 de agosto de 2016

Creación y tauba

La cualidad fragmentaria y aparente de lo creado está en la raíz de nuestro sufrimiento como seres humanos

19/08/2016 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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En el silencio humilde de las horas, la respuesta aflora con claridad.
La creación es fragmentación, diversidad, separación. De ahí que la expresión creadora mas intensa, la revelación, se defina a sí  misma como furqân, como Criterio o capacidad de discriminar entre lo diverso. También expresamos esa diversidad al comienzo de la recitación de la Fatiha cuando decimos de Dios que es“Rabbil 'âlamin”, Señor de los mundos, en plural, indicando con ello que Su Señorío (Rububiyya) se extiende a través de una exhaustiva diversidad de mundos y realidades.
Esa cualidad fragmentaria y aparente de lo creado está en la raíz de nuestro sufrimiento como seres humanos.
El alma, el ego, el nâfs, se va construyendo y modelando desde que aprendemos a hablar, autodefiniéndose en oposición con todos los objetos que somos capaces de nombrar, concebir y aprehender: “Yo no soy una silla”, ni soy el cielo ni las nubes que pasan…, no soy ese ‘otro’ hombre que cruza la calle en la ciudad…
Un nâfs que, dependiendo de nuestra naturaleza original, de nuestra fitrâh, va influyendo en el alma, en ese ser que creemos ser en medio de la nada.
Así vamos comprendiendo aproximada y paulatinamente cuál es nuestra situación existencial real, las coordenadas de nuestro itinerario terrestre y la necesidad de situar cada cosa en su sitio.
El regreso es una restitución, una reunión, una vuelta, y por eso requiere que sea sentido, vivido, experimentado, no sólo imaginado o concebido intelectualmente. De ahí la importancia del sentimiento y de la vida emocional en el camino espiritual, sendero devocional que no es sino vía unitiva necesaria que nos deuelve a nuestro núcleo real y divino y nos libra de la tiranía de nuestro ego.
“Morir antes de morir”, como dicen los maestros parafraseando al Profeta (saws), es precisamente trascender la simple conciencia egoica, la experiencia lingüística del yo/tú/ él/ella/ello…. otro en una comunión vivida desde el corazón, desde nuestro núcleo silente.
La santa de Ávila, Teresa, ya dijo “muero porque no muero”, porque estaba sintiendo intensamente la herida de la separación, el deseo de abandonar este mundo de divisiones y luchas, de enfrentamientos y objetos infinitos…, y por eso también el Buda, la paz sea con él, dijo que la naturaleza del mundo de las diez mil cosas es el sufrimiento y trató mediante sus enseñanzas de aliviar o curar a los seres humanos del hondo pesar de la distancia y del olvido.
Aunque sea absurdo racionalmente admitir la idea de una “unión con Dios”, puesto que esa idea expresa dualidad, politeísmo, etc…, los maestros místicos nos hablan de unión en el sentido de reintegración, de regreso, de recuperación de la conciencia unitaria, de la vida de lo Único, y quizás por eso mismo nos insisten tanto en la aniquilación, en el abandono del ego, de la conciencia separada.
No es casual que todos los pueblos y culturas hayan conocido y vivido experiencias trascendentes, místicas, chamánicas, reintegradotas. Esa universalidad responde a una necesidad real del ser humano de realizarse como tal alcanzando las más altas cotas de la conciencia.
En el sufismo, que es la mística musulmana del regreso, ese camino de reintegración comienza con la tauba, con un volverse a Dios con todo el ser. Uno de los más bellos nombres de Dios es At Tauab, que podríamos traducir como “Aquel que acoge a quien se Le vuelve”. Esto es quizás un intento de explicar la reciprocidad entre el señor y el siervo, la relación indisoluble que el ser humano establece con la Verdad, con la Realidad, con lo Uno.
La tauba asume diversas expresiones. Nos prosternamos voluntariamente y sentimos la presencia divina, hacemos dikr rememorando los nombres divinos, miramos al mundo descubriendo el las criaturas el poder y la inteligencia divinas…
Volvernos con todo nuestro ser a la realidad es tomar la decisión de abandonar la distracción, la inconsciencia, lo inútil, lo irreal en definitiva. Puede ser que esa vuelta nos muestre las vicisitudes del mundo de una manera cruda, despiadada, pues vemos las cosas como son, vemos que son, al mismo tiempo profundas e insustanciales, paradójicas, cosas que son objetos pero también recuerdos, hechos que implican movimiento, pero también reposo.
Surge entonces la pregunta sobre nosotros mismos ¿Quién soy yo? ¿Quién experimenta estas sensaciones, quién piensa el mundo? ¿Quién se está volviendo hacia Dios, hacia la Realidad Única, con todo su ser?
En el silencio humilde de las horas, la respuesta aflora con claridad: Soy una criatura que despierta, un ser humano que comienza a darse cuenta de sus límites, de sus necesidades más profundas. Más allá de comer, dormir, procrear, etc., necesito encontrar al Otro que no es otro, que es Uno, más allá de la biografía necesito encontrar desesperadamente una respuesta que aflore desde dentro, que calme la profunda angustia que provoca el vacío de no ser nada, de haber sido traído misteriosamente a la existencia y estar recorriendo un itinerario que ha sido trazado hasta en sus más mínimos detalles, con sabiduría y con amor.
Somos un misterio que se desvela en cada momento, un secreto que se abre a la conciencia, el secreto de lo Uno, Único, Solo que, sin embargo, puede crear lenguajes, lo diverso, el diálogo, como un regalo inesperado en el árido desierto de esta vida.

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