Opinión: ¿Qué queda del pseudo-califato del Estado Islámico?
La recuperación de Mosul y Rakka selló la extinción territorial del califato del EI. Pero aún no se puede bajar la guardia, porque el EL es sólo un síntoma de la crisis estatal en Irak y Siria, dice Loay Mudhoon.
No hay duda: el proyecto territorial yihadista del autoproclamado Estado Islámico fracasó. Los terroristas sufrieron en los últimos meses una serie de aplastantes derrotas, a manos del Ejército iraquí y los chiítas, "unidades de movilización popular", una alianza de fuerzas paramilitares organizada por Irán.
Los ataques aéreos de la coalición liderada por Estados Unidos permitieron la derrota del EI, aunque con grandes "daños colaterales" entre la población civil. Con la reconquista de sus centros en Mosul, en Irak y Rakka, quedó sellado en Siria su exterminio físico.
Pero esto no significa el final de la organización terrorista, ni en Irak ni en el mundo. Gran parte de los yihadistas escaparon y deben estar preparándose para una destructora guerra de guerrillas contra los Estados en la región.
Entretanto, un buen número de yihadistas debe haber regresado a Europa. Algunos habrán tomado conciencia, pero otros, seguramente convertidos en "bombas de tiempo”, buscarán trasladar su "guerra santa" a las ciudades occidentales.
El "califato” es un síntoma de la crisis
El pseudo-califato proclamado por el EI no encuentra legitimación ni en los textos, ni en la historia del Islam. Los fundadores e intelectuales del autoproclamado Estado Islámico, como el Abu Bakr al-Baghdadi (probablemente muerto), son más bien producto de fracasos civilizatorios que con sangrientas promesas de salvación quisieron implantar un imperio demoniaco. Frustraciones que produjeron una nueva generación de primitivos yihadistas sin inhibiciones.
Y como la idea del Estado Islámico sigue viva, el peligro real de su renacimiento no se debe a la atracción de su ideología neosalafista, sino más bien en el hecho de que sus causas sociales y políticas se siguen existiendo: como es bien sabido, el surgimiento del EI está estrechamente vinculado a la falta de Estado en Irak y Siria. Sin la marginación y la persecución sistemática de los sunitas, resultado de la política sectaria del exprimer ministro iraquí, Nuri al-Maliki y las incontrolables milicias chiíes, los predicadores chiís del odio del EI nunca hubieran logrado el respaldo de la población suní.
Comadronas del yihadismo
La ira de los sunitas, su desesperación provocada por la represión en Irak y el terror de las bombas de Assad en Siria, los llevó, literalmente, a los brazos de dicha secta yihadista. Esta política anti-sunita en Irak y Siria es ahora considerada como la verdadera causante del surgimiento del EI.
Para abordar el problema del yihadismo por la raíz, actores regionales e internacionales tendrían que ofrecerle una perspectiva de vida a los millones de personas desplazadas en la región. A los sunitas tendría que asegurárseles una legítima representación en el sistema político de Irak.
Para lograr esto, la actual influencia de Irán en Irak tendría que reducirse notablemente. Por otra parte, el Gobierno central iraquí debería reforzarse con el fin de evitar una mayor fragmentación del país, como sucedió en Líbano.
Sin un avance fundamental en la solución de los conflictos en Medio Oriente es imposible vencer al EI, definitivamente, ni siquiera con la ayuda de programas de sensibilización y prevención bien intencionados. Por no mencionar la falta de alternativas convincentes.
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