La vida eterna
La vida es seguida por la muerte y este mundo por el Más Allá. Todo lo que existe está sujeto a un cómputo final y hay Alguien que observa todas las cosas
15/04/2007 - Autor: Nora Jalil - Fuente: El Mensaje de Az-Zaqalain
“La vida es seguida por la muerte y este mundo por el Más Allá. Todo lo que existe está sujeto a un cómputo final y hay Alguien que observa todas las cosas. Hay una recompensa para todo acto bueno y un castigo para toda iniquidad. Cada cosa tiene un término prefijado. Todo ser humano tiene un amigo y un compañero que algún día será enterrado junto a él. Si tu compañero es noble y honorable, te honrará y si es bajo y vil, te atormentará y causará problemas; él será resucitado contigo y tú con él. Las preguntas no irán dirigidas a ti, irán dirigidas a él. Elige, pues, un compañero justo y valioso, porque si tu compañero es justo te reconfortará, pero si es malvado, desearás alejarte de él aterrado. Este compañero y amigo por la eternidad no son otras cosas que tus acciones”.
Del Profeta Muhammad ( B.P.D.).
Introducción
La creencia en la vida después de la muerte ha formado parte siempre de las enseñanzas de las religiones monoteístas. Cada profeta de Dios ordenó a sus discípulos creer en ello, y Muhammad –las bendiciones y paz sean con él y su familia- el último de los profetas, hizo lo mismo. Esto ha sido siempre un punto esencial de la fe Islámica. Todos los profetas de Dios han declarado categóricamente que el que no crea o dude de ello es un incrédulo. Esto es así, porque negar la idea de la vida eterna priva de toda significación al resto de los principios de la fe. Esta negación significaría también que una vida virtuosa no recibiría recompensa, e induciría así al hombre a llevar una vida de ignorancia e incredulidad. Tratemos de reflexionar en ello para comprender mejor esto.
En nuestra vida diaria, cada vez que se nos mande hacer alguna cosa, pensaremos inmediatamente: ¿para qué va a servir esto y qué es lo que arriesgo si no lo hago? Esto está en la misma naturaleza del hombre. Considera instintivamente inútil una acción cuya necesidad no ve.
Por regla general, si estás convencido de la utilidad de alguna cosa, tu respuesta será firme. Pero si dudas de su eficacia, tu actitud será de duda. Además, ¿por qué un niño pone su mano en el fuego? Porque no está convencido de que el fuego quema. ¿Por qué se rebela contra el estudio? Porque no sabe plenamente la importancia de la educación y los beneficios que de ella procura, y no cree en lo que sus superiores tratan de inculcarle.
Considera ahora al hombre que no cree en el Día del Juicio. ¿No tendería a restarle importancia a la fe en Dios y en una vida conforme a sus deseos? ¿Qué valor tendría una vida pasada en buscar agradar a Dios? Para él la obediencia a Dios no conlleva ninguna ventaja, la desobediencia a Su ley, ningún inconveniente. ¿Cómo le será entonces posible seguir escrupulosamente los mandatos de Dios, de su Enviado y de su Libro? ¿Dónde encontrará los motivos y los estímulos necesarios para afrontar las pruebas y sacrificios y para rechazar los placeres de este mundo? Si un hombre no sigue la ley de Dios y no vive según sus propios deseos e impulsos, ¿para qué le sirve su fe en la existencia de Dios, si se limita a esto solamente?
Esto no es todo. Si uno medita más, llegará a la conclusión de que la fe en la vida eterna es un factor determinante, esencial en la vida del hombre. El hecho de aceptarla o rechazarla determina el curso mismo de su vida y conducta.
Un hombre que ha visto el triunfo o el fracaso en este mundo solamente, no se preocupa más que de los beneficios o de las contrariedades que puedan llegarle en esta vida, en este mundo. No estará tan deseoso de emprender buenas acciones, si no tiene la esperanza de encontrar en ellas un provecho mundano, ni de evitar las malas acciones, a menos que no le acarreen perjuicio en sus intereses en este mundo.
Pero la persona que cree en una vida en el otro mundo, y que está firmemente convencida de las consecuencias finales de sus actos, considerará las ganancias o las pérdidas de este mundo como temporales y transitorias, y no arriesgará su salvación eterna por un provecho pasajero. Considerará las cosas con una perspectiva más amplia, y tendrá siempre presente lo que pueda ganar o perder en la eternidad. Hará el bien sea cual fuere lo que pueda por ello procurar en este mundo o sea cual fuere el daño que pueda llevar a sus intereses inmediatos; evitará el mal, sea cual fuere la atracción que ejerza en él, juzgará las cosas desde el punto de vista de sus consecuencias en la eternidad, y no cederá a sus impulsos o caprichos.
Existe pues, una diferencia radical entre los conceptos que se extraen de la vida de un creyente y de un incrédulo. Este último tiene del Bien una idea que no pasa del cuadro de los beneficios inmediatos que pueda adquirir en esta vida provisional: dinero, bienes materiales, celebridad, y otras cosas parecidas que le confieren una posición, poder, gloria, y la felicidad en este mundo. Estas cosas constituyen su único objetivo en la vida.
La satisfacción de sus propios deseos y su éxito personal llegan a ser el alfa y la omega de su vida. No duda en recurrir a medios crueles e injustos para conseguir fortuna.
Del mismo modo, lo que él llama una mala acción, es todo lo que puede hacerle correr un riesgo o causar daño a sus intereses en este mundo: pérdida de la vida o de sus bienes, mala salud, reputación manchada, u otra contrariedad.
Por el contrario, el creyente concibe el bien y el mal muy diferentemente. Para él, todo lo que agrada a Dios es bueno, y todo lo que suscita Su descontento y Su ira es malo. Una buena acción, según él, será buena, incluso si no le aporta nada en este mundo, o incluso si le trae la pérdida de sus posesiones terrenales, o perjudica sus intereses personales. Está persuadido de que Dios le recompensará en la vida eterna, y que es éste el verdadero triunfo.
El sentido de la muerte en el Islam:
El hombre instintivamente ansía entender y adquirir conocimiento sobre la vida eterna, o sea la vida después de la muerte y el estado en que se vive entre la muerte y la Resurrección.
Algunas preguntas surgirán en su mente, como: ¿qué clase de gente me encontraré allí? ¿Qué clase de seres vive allí? ¿De qué forma será la existencia en ese lugar? ¿Cuál es el espacio de tiempo entre la muerte y la Resurrección?
Sin lugar a dudas, el Más Allá o la otra vida es de una duración indefinida y nuestra vida en este mundo, si la comparamos con aquella, es como una gota de agua con relación al océano.
Del Profeta Muhammad ( B.P.D.).
Introducción
La creencia en la vida después de la muerte ha formado parte siempre de las enseñanzas de las religiones monoteístas. Cada profeta de Dios ordenó a sus discípulos creer en ello, y Muhammad –las bendiciones y paz sean con él y su familia- el último de los profetas, hizo lo mismo. Esto ha sido siempre un punto esencial de la fe Islámica. Todos los profetas de Dios han declarado categóricamente que el que no crea o dude de ello es un incrédulo. Esto es así, porque negar la idea de la vida eterna priva de toda significación al resto de los principios de la fe. Esta negación significaría también que una vida virtuosa no recibiría recompensa, e induciría así al hombre a llevar una vida de ignorancia e incredulidad. Tratemos de reflexionar en ello para comprender mejor esto.
En nuestra vida diaria, cada vez que se nos mande hacer alguna cosa, pensaremos inmediatamente: ¿para qué va a servir esto y qué es lo que arriesgo si no lo hago? Esto está en la misma naturaleza del hombre. Considera instintivamente inútil una acción cuya necesidad no ve.
Por regla general, si estás convencido de la utilidad de alguna cosa, tu respuesta será firme. Pero si dudas de su eficacia, tu actitud será de duda. Además, ¿por qué un niño pone su mano en el fuego? Porque no está convencido de que el fuego quema. ¿Por qué se rebela contra el estudio? Porque no sabe plenamente la importancia de la educación y los beneficios que de ella procura, y no cree en lo que sus superiores tratan de inculcarle.
Considera ahora al hombre que no cree en el Día del Juicio. ¿No tendería a restarle importancia a la fe en Dios y en una vida conforme a sus deseos? ¿Qué valor tendría una vida pasada en buscar agradar a Dios? Para él la obediencia a Dios no conlleva ninguna ventaja, la desobediencia a Su ley, ningún inconveniente. ¿Cómo le será entonces posible seguir escrupulosamente los mandatos de Dios, de su Enviado y de su Libro? ¿Dónde encontrará los motivos y los estímulos necesarios para afrontar las pruebas y sacrificios y para rechazar los placeres de este mundo? Si un hombre no sigue la ley de Dios y no vive según sus propios deseos e impulsos, ¿para qué le sirve su fe en la existencia de Dios, si se limita a esto solamente?
Esto no es todo. Si uno medita más, llegará a la conclusión de que la fe en la vida eterna es un factor determinante, esencial en la vida del hombre. El hecho de aceptarla o rechazarla determina el curso mismo de su vida y conducta.
Un hombre que ha visto el triunfo o el fracaso en este mundo solamente, no se preocupa más que de los beneficios o de las contrariedades que puedan llegarle en esta vida, en este mundo. No estará tan deseoso de emprender buenas acciones, si no tiene la esperanza de encontrar en ellas un provecho mundano, ni de evitar las malas acciones, a menos que no le acarreen perjuicio en sus intereses en este mundo.
Pero la persona que cree en una vida en el otro mundo, y que está firmemente convencida de las consecuencias finales de sus actos, considerará las ganancias o las pérdidas de este mundo como temporales y transitorias, y no arriesgará su salvación eterna por un provecho pasajero. Considerará las cosas con una perspectiva más amplia, y tendrá siempre presente lo que pueda ganar o perder en la eternidad. Hará el bien sea cual fuere lo que pueda por ello procurar en este mundo o sea cual fuere el daño que pueda llevar a sus intereses inmediatos; evitará el mal, sea cual fuere la atracción que ejerza en él, juzgará las cosas desde el punto de vista de sus consecuencias en la eternidad, y no cederá a sus impulsos o caprichos.
Existe pues, una diferencia radical entre los conceptos que se extraen de la vida de un creyente y de un incrédulo. Este último tiene del Bien una idea que no pasa del cuadro de los beneficios inmediatos que pueda adquirir en esta vida provisional: dinero, bienes materiales, celebridad, y otras cosas parecidas que le confieren una posición, poder, gloria, y la felicidad en este mundo. Estas cosas constituyen su único objetivo en la vida.
La satisfacción de sus propios deseos y su éxito personal llegan a ser el alfa y la omega de su vida. No duda en recurrir a medios crueles e injustos para conseguir fortuna.
Del mismo modo, lo que él llama una mala acción, es todo lo que puede hacerle correr un riesgo o causar daño a sus intereses en este mundo: pérdida de la vida o de sus bienes, mala salud, reputación manchada, u otra contrariedad.
Por el contrario, el creyente concibe el bien y el mal muy diferentemente. Para él, todo lo que agrada a Dios es bueno, y todo lo que suscita Su descontento y Su ira es malo. Una buena acción, según él, será buena, incluso si no le aporta nada en este mundo, o incluso si le trae la pérdida de sus posesiones terrenales, o perjudica sus intereses personales. Está persuadido de que Dios le recompensará en la vida eterna, y que es éste el verdadero triunfo.
El sentido de la muerte en el Islam:
El hombre instintivamente ansía entender y adquirir conocimiento sobre la vida eterna, o sea la vida después de la muerte y el estado en que se vive entre la muerte y la Resurrección.
Algunas preguntas surgirán en su mente, como: ¿qué clase de gente me encontraré allí? ¿Qué clase de seres vive allí? ¿De qué forma será la existencia en ese lugar? ¿Cuál es el espacio de tiempo entre la muerte y la Resurrección?
Sin lugar a dudas, el Más Allá o la otra vida es de una duración indefinida y nuestra vida en este mundo, si la comparamos con aquella, es como una gota de agua con relación al océano.
Según el Islam, la muerte de los hombres no significa su aniquilación. Con la muerte, el espíritu que es imperecedero se libera, corta sus lazos con el cuerpo para proseguir en lo sucesivo su existencia particular sin el cuerpo:
«Ellos dicen: Cuando hayamos desaparecido de la tierra, ¿volveremos a una nueva creación? Pues ellos no creen en el reencuentro con su Señor. Di: “El Ángel de la muerte, al cual estáis confiados, os recogerá, luego seréis conducidos hacia vuestro Señor”».
(Sagrado Corán: 32: 10-11)
El Santo Profeta (B.P.D.) dijo:
“Vosotros no pereceréis; seréis transferidos de una casa a otra”.
No solamente la vida del hombre sino también la vida en todo el mundo está dividida en dos períodos, cada uno de los cuales es conocido como “un día”. El primer día o período, refiriéndose a este mundo, es temporal. El último día o período, refiriéndose al otro mundo, es eterno; entonces nuestra felicidad en éste y en el otro mundo está supeditada a tener fe en ese día.
La procedencia y el origen de la creencia en la otra vida
La procedencia y el origen de la creencia en la vida eterna y la otra vida es, en primer lugar, la revelación de Dios, que es enviada a la humanidad a través de Sus Mensajeros.
Cuando el hombre llega a saber de Dios, cree en la verdad de los Mensajes de los profetas y acepta lo que ellos transmiten como revelación de Dios. A fin de no ser un trasgresor, llegará a creer en el Día de la Resurrección y la vida eterna.
La naturaleza de la muerte
¿Qué es la muerte? ¿Es mortalidad y aniquilación o indica una transición y transferencia de un mundo a otro?
El Sagrado Corán da una respuesta particular con una interpretación acerca de la naturaleza de la muerte, que son las siguientes:
a) La muerte no es mortalidad, destrucción y aniquilación. Es una transición de un mundo al otro y de un estado a otro donde la vida del hombre continuará en otra forma.
b) Lo que forma la real personalidad del hombre y es considerado el único real “yo”, no es lo físico, órganos y elementos subordinados del cuerpo, porque éstos son mortales y gradualmente se desintegran. Lo que forma nuestra real personalidad y es considerado nuestro real “yo” es interpretado como el “alma” y ocasionalmente como el “espíritu” en el Corán.
c) El espíritu del hombre, que es la base sobre la cual su real “yo” es determinado y de cuya inmortalidad su propia inmortalidad depende, tiene una posición existencial en un horizonte superior al de la materia y de los elementos materiales.
En el Sagrado Corán está escrito sobre la creación del hombre, sin mencionarse la Resurrección y la vida eterna, pero señalando algo real en él, con una cualidad y categoría por encima del barro y del agua. Con respecto a Adán (P) dice:
«... Y cuando lo haya formado armoniosamente e infunda en él de Mi espíritu».
(Sagrado Corán 15: 29)
La mitad del contenido de las ciencias islámicas, están basadas en la procedencia del espíritu, su independencia del cuerpo y su supervivencia después de la muerte.
El siguiente ejemplo, atribuye una serie de acciones vitales al hombre, tales como diálogo, deseo y ruego después de la muerte:
«Los ángeles dirán a los que llamen y que han sido injustos consigo mismos: “¿Cuál era vuestra situación?”. Dirán: “Éramos débiles en la Tierra”. Dirán: “¿Es que la Tierra de Dios no era lo suficiente vasta como para que pudierais emigrar?”».
(Sagrado Corán 4: 97)
Esta aleya es para aquellos que viven en un ambiente hostil, que está regido por la voluntad de otros. Ellos tratan de encontrar una excusa dando explicaciones tales como: el medio es corrupto, las circunstancias son desfavorables y nosotros nos vemos frustrados en nuestra tentativa de hacer algo para remediarlo.
Cuando los ángeles de Dios reciben a estos espíritus, les hablan considerando sus excusas injustificadas, porque lo menos que ellos podían haber hecho era emigrar a otra parte. Los ángeles les hacen presentes sus culpas y les hacen comprender que ellos mismos son responsables de los pecados que han cometido y de la opresión que han sufrido.
Esta aleya nos expone un diálogo y razonamiento entre los ángeles y el hombre en el momento después de la muerte. Evidentemente si el mismo ser humano fuese totalmente mortal y un simple cuerpo inconsciente, una conversación después de la muerte no tendría sentido alguno. Esta aleya implica que el hombre habla con criaturas invisibles llamadas ángeles, a través de ojos, oídos y lenguas diferentes después que uno deja este mundo y este estado.
En otra aleya del Sagrado Corán, señala clara y explícitamente que aunque el ser físicamente se descompone, el yo real (espíritu) sobrevive después de la muerte:
«Dios recoge a las almas en el momento de su muerte, y a las que no mueren, durante el sueño. Retiene, pues, a aquellas cuya muerte ha decretado, y deja en libertad a las otras, hasta un término prefijado. Por cierto que en esto hay signos para los sensatos».
(Sagrado Corán 39: 42)
Esta aleya establece la similitud entre el sueño y la muerte, el despertar y la Resurrección final. El sueño es una muerte temporal, breve, y la muerte es un sueño fuerte, magnífico. En ambos casos, un solo espíritu o alma pasa de un estado a otro. La diferencia es que durante el sueño, uno está inconsciente y al despertarse, la persona no sabe que en realidad ha regresado de un viaje, contrario a la muerte en que cada detalle se vuelve claro para uno.
Considerando estas aleyas, uno puede comprender perfectamente que la naturaleza de la muerte no es aniquilación, sino la transferencia de un estado a otro.
La vida después de la muerte
De acuerdo con el Sagrado Corán, el mundo después de la muerte consiste de dos etapas, es decir, el hombre pasa a través de dos mundos después de la muerte. El primer mundo llamado barzaj, que es finito, como el mundo presente. El segundo es el mundo del gran Juicio Final, que es infinito.
A continuación explicaremos cada uno de ellos:
El Barzaj:
La palabra “barzaj” significa “un intervalo”. El Sagrado Corán interpreta a la vida que comprende entre la muerte y el gran Día del Juicio Final como un lugar de transición.
«Cuando, al fin, viene la muerte a uno de ellos, dice: “¡Señor! ¡Hazme volver! Quizás, así, pueda hacer el bien que dejé de hacer”. ¡No! No son sino meras palabras, pero detrás de ellos, hay una barrera hasta el día que sean resucitados».
(Sagrado Corán 23: 99-100)
Esta aleya se refiere a la vida después de la muerte hasta ese momento en que se hace alusión a aquellas personas que están arrepentidas después de la muerte y piden ser regresadas al mundo terrenal, pero se les responde negativamente. Con esto explícitamente se revela que después de la muerte uno vive una especie de vida en que toda súplica de regreso será rechazada.
Existen como quince aleyas que en su conjunto describen en uno o en otro sentido, un género de vida que prueba la existencia de una vida completa en el lapso que cubre la muerte y el día del Juicio Final. Estas aleyas están clasificadas de la siguiente manera:
Primero, un grupo numeroso de aleyas que se refieren a la conversación que entablan las personas virtuosas y bienaventuradas o las corruptas y nefastas con los ángeles inmediatamente después de la muerte, tales como las aleyas mencionadas anteriormente.
Segundo, existen aleyas que añadiéndose a las anteriores, confirman que después de esta conversación, los ángeles invitarán a las personas virtuosas y bienaventuradas a gozar de todas las bendiciones de Dios, es decir, ellos no tendrán que esperar hasta el gran día del Juicio Final. Las tres siguientes aleyas explican este punto:
«A quienes, habiendo sido buenos, llamarán los ángeles diciendo: “¡Paz sobre vosotros! ¡Entrad en el Jardín como premio a vuestras obras!”».
(Sagrado Corán 16: 32)
«Se dijo: “¡Entra en el Jardín!” Dijo: “¡Ah! Si mi pueblo supiera que mi Señor me ha perdonado y me ha colocado entre los honrados”».
(Sagrado Corán 36: 26-27)
Otro punto a notar es que, existen varios cielos, jardines o paraísos, y no justamente uno, para el que lo merece. Es decir, existen varios cielos concordantes con la cercanía del creyente a Dios.
Tercero, este grupo de aleyas no insinúa ninguna conversación entre los ángeles y el hombre. Hablan completamente acerca de aquellos pueblos que han llevado una vida de entera beatitud, bienaventuranza, bienestar; y de aquel otro condenado y nefasto pueblo: su tortura y padecimiento, en el intervalo que va desde la muerte hasta la Resurrección. Las siguientes aleyas se refieren a lo mencionado:
«No creáis que aquellos que son matados en el camino de Dios están muertos. ¡Al contrario! ¡Están vivos! Serán provistos de bienes cerca de su Señor, serán felices de la gracia que Dios les ha acordado».
(Sagrado Corán 3: 169-170)
Después de la victoria de los musulmanes en la Batalla de Badr, el Mensajero de Dios (B.P.D.) ordenó reunir los cuerpos de los incrédulos y arrojarlos en un pozo. Luego se inclinó en el borde del mismo y nombrando a cada uno de los jefes muertos les dijo:
“¿Habéis comprobado ahora la realidad que vuestro Dios os había prometido? En cuanto a mí, encontré lo que mi Dios me había prometido”.
Uno de los fieles dijo al Profeta: “¡Estás hablando con los muertos! ¿Escuchan ellos lo que dices?”. El Profeta (B.P.D) respondió: “Ellos son ahora más perceptivos que tú”.
En otra aleya, el Corán relata lo siguiente:
«Y sobre la gente del Faraón se abatió el fuerte castigo: el Fuego, al que se verán expuestos mañana y noche. El día que llegue la hora: “¡Haced que la gente del Faraón reciba el castigo más severo!”».
(Sagrado Corán 40: 45-46)
Las dos últimas aleyas señalan dos tipos de tortura para la gente del Faraón. Uno que será aplicado antes del día del Juicio Final, el cual es llamado “el castigo fuerte”, cuando ellos dos veces al día sean puestos frente al Fuego sin ser introducidos en medio de éste. El otro que será después del Juicio Final, ha sido referido como “el castigo severo”.
El Gran Día Del Juicio Final
El gran Día del Juicio Final es la segunda etapa de la vida eterna. En contraste con el barzaj, el cual implica la llegada individual e inmediata allí, el gran Día del Juicio Final comprende el todo, esto es, todos los individuos y toda la tierra. Es un evento que concierne a todas las cosas y toda la humanidad, un acontecimiento que abarca el mundo entero. El universo entero entra en una nueva etapa de vida y sistema.
El Sagrado Corán nos informa del gran acontecimiento de la Resurrección. De acuerdo con esta información, ese gran evento coincidirá con la extinción de las estrellas y el sol, la sequía de los mares, el exterminio de todas las cosas, la desintegración de las montañas, terremotos y tormentas universales, y transferencias y revoluciones grandes y únicas.
«...¿Cuándo será el día de la Resurrección? Cuando se ofusque la vista, se eclipse la luna, se reúnan el sol y la luna. Ese día, el hombre dirá: “¿Y a dónde escapar?”. ¡No! ¡No habrá escape! Ese día, el lugar de descanso estará junto a tu Señor».
(Sagrado Corán 75: 6-12)
Hay dos aleyas que dan respuesta a un incrédulo que estaba reteniendo unos huesos cariados ante el Profeta, los sopló y éstos se esparcieron en el aire, y después le preguntó al Enviado de Dios (B.P.D.): “¿Quién va a revivir estos huesos siendo que están cariados?”. Entonces Dios ordena al Profeta que le pregunte por qué olvidó su primera creación:
«Nos propone comparaciones y olvida su propia creación diciendo: ¿Quien podrá reanimar los huesos cuando ya estén cariados».
(Sagrado Corán 36: 77)
Y tras eso le contesta:
«Los reanimará Quien los creó por vez primera, porque es Conocedor de todas las creaciones».
(Sagrado Corán 36: 78)
El hombre a menudo divide los asuntos en posibles e imposibles de acuerdo con su propio poder y habilidad. Se considera imposible la ocurrencia de cosas que están por encima del poder e imaginación de uno. El Corán declara que tomando en consideración el poder humano, la Resurrección es ciertamente imposible, pero que puede ser realizada si se considera el Poder de Quien primero creó la vida a partir de un inanimado.
Hay también unas aleyas que nos relatan que cuando Abraham (P) se dirigió a Dios pidiéndole que le revelase el secreto del “día de la Resurrección de los muertos”, en réplica se le preguntó si él tenía fe en ello. Él respondió positivamente, diciendo que su pregunta era sólo para asegurarse y llegar a la certeza. Entonces se le encomendó cazar cuatro pájaros, cortar sus cabezas, trozar sus cuerpos y dejar cada parte en una montaña diferente. Llamando a aquellos pájaros los encontraría resucitados volando alrededor de él, por anuencia de Dios.
Y cuando Jesús (P.) dijo:
«Os presento un milagro de vuestro Señor. Os plasmaré con barro, como la figura del pájaro en la que alentaré y será un pájaro, con el beneplácito de Dios: y curaré al ciego de nacimiento, al leproso; resucitaré a los muertos... Por cierto que en ello hay un signo para vosotros, si sois creyentes».
(Sagrado Corán 3: 49)
Lo mismo sucede con la tierra y las plantas; mueren en otoño y en invierno y vuelven a la vida en primavera. El Profeta (B.P.D.) señaló: “Cada vez que observéis la primavera, recordad la Resurrección”.
Estas palabras expresan que uno puede repetidamente notar que la naturaleza se marchita y muere después de haber tenido vida y energía. El mismo proceso ocurrirá en todo el Universo. Llegará a extinguirse, enfriarse y henderse. El sol y las estrellas se descompondrán y desintegrarán. Todo el universo quedará completamente sin vida, pero este estado de muerte será temporal. Todos los seres empezarán una vida nueva en condición y situación diferente.
El Sagrado Corán nos dice que la Resurrección significa renacer, un pequeño ejemplo del cual podemos observar sobre la tierra:
«Contempla, pues, oh humano, las maravillas de la misericordia de Dios. ¡Cómo vivifica la tierra después de haber sido árida! Por cierto que es Éste mismo el resucitador de los muertos: porque es Omnipotente».
(Sagrado Corán 30: 50)
«Dios es quien envía los vientos y éstos levantan las nubes, que nosotros empujamos hacia una comarca árida. Con ellos vivificamos la tierra después de la muerte, así será la Resurrección».
(Sagrado Corán 35: 9)
«Algunas veces ves la tierra reseca, pero, cuando hacemos que el agua baje sobre ella, se agita, se hincha y hace brotar primorosas especies vegetales de todas clases. Esto es así porque Dios es la verdad, devuelve la vida a los muertos y es Omnipotente. Es que la hora llega, no hay duda de ella, y Dios resucitará a todos los que se encuentran en las sepulturas».
(Sagrado Corán 22: 5-6-7)
«No hemos creado en vano el cielo, la tierra y lo que entre ellos hay».
(Sagrado Corán 38: 26)
Si no hubiera Resurrección, el mundo no tendría destino final. El sistema terráqueo sería completamente errante y de acuerdo con el Corán, la creación sería “vana”, “inútil” y “frívola”.
Los Mensajeros de Dios han venido para prevenirnos de sostener tal fundamento erróneo y ponernos al corriente de un hecho que, si no es reconocido, tornaría la vida sin sentido y vana infundiendo futilidad en nuestras mentes, lo que nos convertiría en criaturas inútiles, futiles, sin ningún objetivo en la vida.
Uno de los efectos de la fe y creencia en el Juicio Final es que nos libra de esa situación inútil y vacía, dándonos un significado, en nuestros pensamientos y existencia.
La conexión entre este mundo y el otro
Un tema muy significativo y esencial que nos incumbe por los sagrados Libros es la conexión entre estas dos vidas; ambas están relacionadas. En el otro mundo uno recogerá la cosecha de sus propios actos en este mundo.
Lo que ocasiona felicidad eterna a la persona es una fe y creencia pura y real, y los criterios morales correctos: la liberación de la envidia, del engaño, fraude, odio y estafa. Por el contrario, lo que acarrea una vida muy penosa e infeliz en el otro mundo es la falta de creencia, las falsas creencias, la mala moral, el egoísmo, la vanidad, la hipocresía, la usura, la calumnia, la abstención del rezo y el culto a Dios...
El Mensajero de Dios (B.P.D.) dijo: “Este mundo es la hacienda para el otro mundo”, es decir, lo que uno siembra aquí, cosechará allá; la cualidad de la cosecha depende de lo que uno siembra. Es imposible sembrar cebada y cosechar trigo, obtener flores de los abrojos. De la misma manera, no se sacará provecho en la próxima vida de los pensamientos, moralidad y actos malos que tenemos en este mundo.
Todas nuestras acciones son de alguna manera registradas y conservadas para siempre. Uno encontrará sus acciones pasadas “ilustradas” y puestas de manifiesto en el Día de la Resurrección.
«El día que cada uno se encuentre frente al Bien y el Mal que haya hecho, deseará tener bien lejos ese Día».
(Sagrado Corán 3: 30)
«Cuando los dos ángeles guardianes del hombre, sentados uno a su derecha y otro a la izquierda, anotan su declaración. No pronunciará palabra alguna sin que, junto a él, esté presente un observador que la anote. Y en verdad le sorprenderá la agonía de la muerte. Se le dirá: “¡He aquí de lo que no podrás escapar!”. Y la trompeta será tañida. ¡He aquí el día de la amenaza! Y cada alma comparecerá acompañada de un ángel arriero y un ángel testigo. Se les dirá: “Estabas descuidado respecto de esto, pero hoy te descorremos el velo y tu vista será penetrante”. Y su acompañante dirá: “He aquí presente el registro de sus actos!”. Después de la sentencia, se dirá a los dos ángeles guardianes: “¡Precipitad en el Infierno a todo incrédulo contumaz, que impedía el bien, profanador dubitante, que atribuía a Dios otra divinidad!”...»
(Sagrado Corán 50: 17-26)
Y tras ello continúa:
«Y el Paraíso para los timoratos, estará dispuesto no lejos de allí. He aquí lo que se promete a todo contrito, observante, que teme íntimamente al Graciabilísimo y comparece con un corazón contrito: “¡Entrad en él, en paz! ¡He aquí el día de la eternidad!”».
(Sagrado Corán 50: 31-34)
Esta aleya prueba que el hombre verá sus hechos virtuosos como muy deseables y agradables y sus hechos malos aparecerán en formas terríficas y desagradables. Así, si quisiera escapar o mantenerse lejos de ellos, eso no le será posible. En el otro mundo, las acciones del hombre presentadas y puestas de manifiesto formarán parte de él, y de esta manera serán inseparables.
«Allí encontrarán ante ellos todo lo que han hecho».
(Sagrado Corán 18: 49)
El significado de esta aleya es la misma que la precedente.
«Ese día los hombres surgirán en grupos, para que se les muestren sus obras: quien haya hecho el Bien, por insignificante que sea, lo verá. Y quien haya hecho el Mal, por insignificante que sea, lo verá».
(Sagrado Corán 99: 6-7-8)
Uno vivirá con los hechos y moralidad adquiridos en este mundo. Serán las buenas o malas reservas los compañeros benevolentes o malos para uno en el mundo eterno.
Un creyente en la vida eterna siempre considera sus pensamientos, moralidad, actos y proceder seriamente, sabiendo que éstos permanecerán y serán enviados por delante al otro mundo en reserva para considerar su vida allí. Semejanzas y diferencias entre la vida en este mundo y el Más Allá:
Considerando las semejanzas entre la vida presente y la venidera, se observa que ambas son ciertas y reales. Tal como se muestra en lo siguiente:
En contraste con el Más Allá, en este mundo hay reproducción, nacimiento, infancia, juventud, ancianidad y muerte. Aquí uno tiene que trabajar, esparcir semillas y orientarse hacia un terreno favorable. Allí se recupera la cosecha y beneficios de lo que intentó en este mundo.
Aquí es un lugar de trabajo y actividad, allí sólo de resultado y evaluación. Aquí se puede cambiar el curso de una vida con el cambio en los hechos y accionar de uno, pero allí no se puede.
«Ellos dicen: Cuando hayamos desaparecido de la tierra, ¿volveremos a una nueva creación? Pues ellos no creen en el reencuentro con su Señor. Di: “El Ángel de la muerte, al cual estáis confiados, os recogerá, luego seréis conducidos hacia vuestro Señor”».
(Sagrado Corán: 32: 10-11)
El Santo Profeta (B.P.D.) dijo:
“Vosotros no pereceréis; seréis transferidos de una casa a otra”.
No solamente la vida del hombre sino también la vida en todo el mundo está dividida en dos períodos, cada uno de los cuales es conocido como “un día”. El primer día o período, refiriéndose a este mundo, es temporal. El último día o período, refiriéndose al otro mundo, es eterno; entonces nuestra felicidad en éste y en el otro mundo está supeditada a tener fe en ese día.
La procedencia y el origen de la creencia en la otra vida
La procedencia y el origen de la creencia en la vida eterna y la otra vida es, en primer lugar, la revelación de Dios, que es enviada a la humanidad a través de Sus Mensajeros.
Cuando el hombre llega a saber de Dios, cree en la verdad de los Mensajes de los profetas y acepta lo que ellos transmiten como revelación de Dios. A fin de no ser un trasgresor, llegará a creer en el Día de la Resurrección y la vida eterna.
La naturaleza de la muerte
¿Qué es la muerte? ¿Es mortalidad y aniquilación o indica una transición y transferencia de un mundo a otro?
El Sagrado Corán da una respuesta particular con una interpretación acerca de la naturaleza de la muerte, que son las siguientes:
a) La muerte no es mortalidad, destrucción y aniquilación. Es una transición de un mundo al otro y de un estado a otro donde la vida del hombre continuará en otra forma.
b) Lo que forma la real personalidad del hombre y es considerado el único real “yo”, no es lo físico, órganos y elementos subordinados del cuerpo, porque éstos son mortales y gradualmente se desintegran. Lo que forma nuestra real personalidad y es considerado nuestro real “yo” es interpretado como el “alma” y ocasionalmente como el “espíritu” en el Corán.
c) El espíritu del hombre, que es la base sobre la cual su real “yo” es determinado y de cuya inmortalidad su propia inmortalidad depende, tiene una posición existencial en un horizonte superior al de la materia y de los elementos materiales.
En el Sagrado Corán está escrito sobre la creación del hombre, sin mencionarse la Resurrección y la vida eterna, pero señalando algo real en él, con una cualidad y categoría por encima del barro y del agua. Con respecto a Adán (P) dice:
«... Y cuando lo haya formado armoniosamente e infunda en él de Mi espíritu».
(Sagrado Corán 15: 29)
La mitad del contenido de las ciencias islámicas, están basadas en la procedencia del espíritu, su independencia del cuerpo y su supervivencia después de la muerte.
El siguiente ejemplo, atribuye una serie de acciones vitales al hombre, tales como diálogo, deseo y ruego después de la muerte:
«Los ángeles dirán a los que llamen y que han sido injustos consigo mismos: “¿Cuál era vuestra situación?”. Dirán: “Éramos débiles en la Tierra”. Dirán: “¿Es que la Tierra de Dios no era lo suficiente vasta como para que pudierais emigrar?”».
(Sagrado Corán 4: 97)
Esta aleya es para aquellos que viven en un ambiente hostil, que está regido por la voluntad de otros. Ellos tratan de encontrar una excusa dando explicaciones tales como: el medio es corrupto, las circunstancias son desfavorables y nosotros nos vemos frustrados en nuestra tentativa de hacer algo para remediarlo.
Cuando los ángeles de Dios reciben a estos espíritus, les hablan considerando sus excusas injustificadas, porque lo menos que ellos podían haber hecho era emigrar a otra parte. Los ángeles les hacen presentes sus culpas y les hacen comprender que ellos mismos son responsables de los pecados que han cometido y de la opresión que han sufrido.
Esta aleya nos expone un diálogo y razonamiento entre los ángeles y el hombre en el momento después de la muerte. Evidentemente si el mismo ser humano fuese totalmente mortal y un simple cuerpo inconsciente, una conversación después de la muerte no tendría sentido alguno. Esta aleya implica que el hombre habla con criaturas invisibles llamadas ángeles, a través de ojos, oídos y lenguas diferentes después que uno deja este mundo y este estado.
En otra aleya del Sagrado Corán, señala clara y explícitamente que aunque el ser físicamente se descompone, el yo real (espíritu) sobrevive después de la muerte:
«Dios recoge a las almas en el momento de su muerte, y a las que no mueren, durante el sueño. Retiene, pues, a aquellas cuya muerte ha decretado, y deja en libertad a las otras, hasta un término prefijado. Por cierto que en esto hay signos para los sensatos».
(Sagrado Corán 39: 42)
Esta aleya establece la similitud entre el sueño y la muerte, el despertar y la Resurrección final. El sueño es una muerte temporal, breve, y la muerte es un sueño fuerte, magnífico. En ambos casos, un solo espíritu o alma pasa de un estado a otro. La diferencia es que durante el sueño, uno está inconsciente y al despertarse, la persona no sabe que en realidad ha regresado de un viaje, contrario a la muerte en que cada detalle se vuelve claro para uno.
Considerando estas aleyas, uno puede comprender perfectamente que la naturaleza de la muerte no es aniquilación, sino la transferencia de un estado a otro.
La vida después de la muerte
De acuerdo con el Sagrado Corán, el mundo después de la muerte consiste de dos etapas, es decir, el hombre pasa a través de dos mundos después de la muerte. El primer mundo llamado barzaj, que es finito, como el mundo presente. El segundo es el mundo del gran Juicio Final, que es infinito.
A continuación explicaremos cada uno de ellos:
El Barzaj:
La palabra “barzaj” significa “un intervalo”. El Sagrado Corán interpreta a la vida que comprende entre la muerte y el gran Día del Juicio Final como un lugar de transición.
«Cuando, al fin, viene la muerte a uno de ellos, dice: “¡Señor! ¡Hazme volver! Quizás, así, pueda hacer el bien que dejé de hacer”. ¡No! No son sino meras palabras, pero detrás de ellos, hay una barrera hasta el día que sean resucitados».
(Sagrado Corán 23: 99-100)
Esta aleya se refiere a la vida después de la muerte hasta ese momento en que se hace alusión a aquellas personas que están arrepentidas después de la muerte y piden ser regresadas al mundo terrenal, pero se les responde negativamente. Con esto explícitamente se revela que después de la muerte uno vive una especie de vida en que toda súplica de regreso será rechazada.
Existen como quince aleyas que en su conjunto describen en uno o en otro sentido, un género de vida que prueba la existencia de una vida completa en el lapso que cubre la muerte y el día del Juicio Final. Estas aleyas están clasificadas de la siguiente manera:
Primero, un grupo numeroso de aleyas que se refieren a la conversación que entablan las personas virtuosas y bienaventuradas o las corruptas y nefastas con los ángeles inmediatamente después de la muerte, tales como las aleyas mencionadas anteriormente.
Segundo, existen aleyas que añadiéndose a las anteriores, confirman que después de esta conversación, los ángeles invitarán a las personas virtuosas y bienaventuradas a gozar de todas las bendiciones de Dios, es decir, ellos no tendrán que esperar hasta el gran día del Juicio Final. Las tres siguientes aleyas explican este punto:
«A quienes, habiendo sido buenos, llamarán los ángeles diciendo: “¡Paz sobre vosotros! ¡Entrad en el Jardín como premio a vuestras obras!”».
(Sagrado Corán 16: 32)
«Se dijo: “¡Entra en el Jardín!” Dijo: “¡Ah! Si mi pueblo supiera que mi Señor me ha perdonado y me ha colocado entre los honrados”».
(Sagrado Corán 36: 26-27)
Otro punto a notar es que, existen varios cielos, jardines o paraísos, y no justamente uno, para el que lo merece. Es decir, existen varios cielos concordantes con la cercanía del creyente a Dios.
Tercero, este grupo de aleyas no insinúa ninguna conversación entre los ángeles y el hombre. Hablan completamente acerca de aquellos pueblos que han llevado una vida de entera beatitud, bienaventuranza, bienestar; y de aquel otro condenado y nefasto pueblo: su tortura y padecimiento, en el intervalo que va desde la muerte hasta la Resurrección. Las siguientes aleyas se refieren a lo mencionado:
«No creáis que aquellos que son matados en el camino de Dios están muertos. ¡Al contrario! ¡Están vivos! Serán provistos de bienes cerca de su Señor, serán felices de la gracia que Dios les ha acordado».
(Sagrado Corán 3: 169-170)
Después de la victoria de los musulmanes en la Batalla de Badr, el Mensajero de Dios (B.P.D.) ordenó reunir los cuerpos de los incrédulos y arrojarlos en un pozo. Luego se inclinó en el borde del mismo y nombrando a cada uno de los jefes muertos les dijo:
“¿Habéis comprobado ahora la realidad que vuestro Dios os había prometido? En cuanto a mí, encontré lo que mi Dios me había prometido”.
Uno de los fieles dijo al Profeta: “¡Estás hablando con los muertos! ¿Escuchan ellos lo que dices?”. El Profeta (B.P.D) respondió: “Ellos son ahora más perceptivos que tú”.
En otra aleya, el Corán relata lo siguiente:
«Y sobre la gente del Faraón se abatió el fuerte castigo: el Fuego, al que se verán expuestos mañana y noche. El día que llegue la hora: “¡Haced que la gente del Faraón reciba el castigo más severo!”».
(Sagrado Corán 40: 45-46)
Las dos últimas aleyas señalan dos tipos de tortura para la gente del Faraón. Uno que será aplicado antes del día del Juicio Final, el cual es llamado “el castigo fuerte”, cuando ellos dos veces al día sean puestos frente al Fuego sin ser introducidos en medio de éste. El otro que será después del Juicio Final, ha sido referido como “el castigo severo”.
El Gran Día Del Juicio Final
El gran Día del Juicio Final es la segunda etapa de la vida eterna. En contraste con el barzaj, el cual implica la llegada individual e inmediata allí, el gran Día del Juicio Final comprende el todo, esto es, todos los individuos y toda la tierra. Es un evento que concierne a todas las cosas y toda la humanidad, un acontecimiento que abarca el mundo entero. El universo entero entra en una nueva etapa de vida y sistema.
El Sagrado Corán nos informa del gran acontecimiento de la Resurrección. De acuerdo con esta información, ese gran evento coincidirá con la extinción de las estrellas y el sol, la sequía de los mares, el exterminio de todas las cosas, la desintegración de las montañas, terremotos y tormentas universales, y transferencias y revoluciones grandes y únicas.
«...¿Cuándo será el día de la Resurrección? Cuando se ofusque la vista, se eclipse la luna, se reúnan el sol y la luna. Ese día, el hombre dirá: “¿Y a dónde escapar?”. ¡No! ¡No habrá escape! Ese día, el lugar de descanso estará junto a tu Señor».
(Sagrado Corán 75: 6-12)
Hay dos aleyas que dan respuesta a un incrédulo que estaba reteniendo unos huesos cariados ante el Profeta, los sopló y éstos se esparcieron en el aire, y después le preguntó al Enviado de Dios (B.P.D.): “¿Quién va a revivir estos huesos siendo que están cariados?”. Entonces Dios ordena al Profeta que le pregunte por qué olvidó su primera creación:
«Nos propone comparaciones y olvida su propia creación diciendo: ¿Quien podrá reanimar los huesos cuando ya estén cariados».
(Sagrado Corán 36: 77)
Y tras eso le contesta:
«Los reanimará Quien los creó por vez primera, porque es Conocedor de todas las creaciones».
(Sagrado Corán 36: 78)
El hombre a menudo divide los asuntos en posibles e imposibles de acuerdo con su propio poder y habilidad. Se considera imposible la ocurrencia de cosas que están por encima del poder e imaginación de uno. El Corán declara que tomando en consideración el poder humano, la Resurrección es ciertamente imposible, pero que puede ser realizada si se considera el Poder de Quien primero creó la vida a partir de un inanimado.
Hay también unas aleyas que nos relatan que cuando Abraham (P) se dirigió a Dios pidiéndole que le revelase el secreto del “día de la Resurrección de los muertos”, en réplica se le preguntó si él tenía fe en ello. Él respondió positivamente, diciendo que su pregunta era sólo para asegurarse y llegar a la certeza. Entonces se le encomendó cazar cuatro pájaros, cortar sus cabezas, trozar sus cuerpos y dejar cada parte en una montaña diferente. Llamando a aquellos pájaros los encontraría resucitados volando alrededor de él, por anuencia de Dios.
Y cuando Jesús (P.) dijo:
«Os presento un milagro de vuestro Señor. Os plasmaré con barro, como la figura del pájaro en la que alentaré y será un pájaro, con el beneplácito de Dios: y curaré al ciego de nacimiento, al leproso; resucitaré a los muertos... Por cierto que en ello hay un signo para vosotros, si sois creyentes».
(Sagrado Corán 3: 49)
Lo mismo sucede con la tierra y las plantas; mueren en otoño y en invierno y vuelven a la vida en primavera. El Profeta (B.P.D.) señaló: “Cada vez que observéis la primavera, recordad la Resurrección”.
Estas palabras expresan que uno puede repetidamente notar que la naturaleza se marchita y muere después de haber tenido vida y energía. El mismo proceso ocurrirá en todo el Universo. Llegará a extinguirse, enfriarse y henderse. El sol y las estrellas se descompondrán y desintegrarán. Todo el universo quedará completamente sin vida, pero este estado de muerte será temporal. Todos los seres empezarán una vida nueva en condición y situación diferente.
El Sagrado Corán nos dice que la Resurrección significa renacer, un pequeño ejemplo del cual podemos observar sobre la tierra:
«Contempla, pues, oh humano, las maravillas de la misericordia de Dios. ¡Cómo vivifica la tierra después de haber sido árida! Por cierto que es Éste mismo el resucitador de los muertos: porque es Omnipotente».
(Sagrado Corán 30: 50)
«Dios es quien envía los vientos y éstos levantan las nubes, que nosotros empujamos hacia una comarca árida. Con ellos vivificamos la tierra después de la muerte, así será la Resurrección».
(Sagrado Corán 35: 9)
«Algunas veces ves la tierra reseca, pero, cuando hacemos que el agua baje sobre ella, se agita, se hincha y hace brotar primorosas especies vegetales de todas clases. Esto es así porque Dios es la verdad, devuelve la vida a los muertos y es Omnipotente. Es que la hora llega, no hay duda de ella, y Dios resucitará a todos los que se encuentran en las sepulturas».
(Sagrado Corán 22: 5-6-7)
«No hemos creado en vano el cielo, la tierra y lo que entre ellos hay».
(Sagrado Corán 38: 26)
Si no hubiera Resurrección, el mundo no tendría destino final. El sistema terráqueo sería completamente errante y de acuerdo con el Corán, la creación sería “vana”, “inútil” y “frívola”.
Los Mensajeros de Dios han venido para prevenirnos de sostener tal fundamento erróneo y ponernos al corriente de un hecho que, si no es reconocido, tornaría la vida sin sentido y vana infundiendo futilidad en nuestras mentes, lo que nos convertiría en criaturas inútiles, futiles, sin ningún objetivo en la vida.
Uno de los efectos de la fe y creencia en el Juicio Final es que nos libra de esa situación inútil y vacía, dándonos un significado, en nuestros pensamientos y existencia.
La conexión entre este mundo y el otro
Un tema muy significativo y esencial que nos incumbe por los sagrados Libros es la conexión entre estas dos vidas; ambas están relacionadas. En el otro mundo uno recogerá la cosecha de sus propios actos en este mundo.
Lo que ocasiona felicidad eterna a la persona es una fe y creencia pura y real, y los criterios morales correctos: la liberación de la envidia, del engaño, fraude, odio y estafa. Por el contrario, lo que acarrea una vida muy penosa e infeliz en el otro mundo es la falta de creencia, las falsas creencias, la mala moral, el egoísmo, la vanidad, la hipocresía, la usura, la calumnia, la abstención del rezo y el culto a Dios...
El Mensajero de Dios (B.P.D.) dijo: “Este mundo es la hacienda para el otro mundo”, es decir, lo que uno siembra aquí, cosechará allá; la cualidad de la cosecha depende de lo que uno siembra. Es imposible sembrar cebada y cosechar trigo, obtener flores de los abrojos. De la misma manera, no se sacará provecho en la próxima vida de los pensamientos, moralidad y actos malos que tenemos en este mundo.
Todas nuestras acciones son de alguna manera registradas y conservadas para siempre. Uno encontrará sus acciones pasadas “ilustradas” y puestas de manifiesto en el Día de la Resurrección.
«El día que cada uno se encuentre frente al Bien y el Mal que haya hecho, deseará tener bien lejos ese Día».
(Sagrado Corán 3: 30)
«Cuando los dos ángeles guardianes del hombre, sentados uno a su derecha y otro a la izquierda, anotan su declaración. No pronunciará palabra alguna sin que, junto a él, esté presente un observador que la anote. Y en verdad le sorprenderá la agonía de la muerte. Se le dirá: “¡He aquí de lo que no podrás escapar!”. Y la trompeta será tañida. ¡He aquí el día de la amenaza! Y cada alma comparecerá acompañada de un ángel arriero y un ángel testigo. Se les dirá: “Estabas descuidado respecto de esto, pero hoy te descorremos el velo y tu vista será penetrante”. Y su acompañante dirá: “He aquí presente el registro de sus actos!”. Después de la sentencia, se dirá a los dos ángeles guardianes: “¡Precipitad en el Infierno a todo incrédulo contumaz, que impedía el bien, profanador dubitante, que atribuía a Dios otra divinidad!”...»
(Sagrado Corán 50: 17-26)
Y tras ello continúa:
«Y el Paraíso para los timoratos, estará dispuesto no lejos de allí. He aquí lo que se promete a todo contrito, observante, que teme íntimamente al Graciabilísimo y comparece con un corazón contrito: “¡Entrad en él, en paz! ¡He aquí el día de la eternidad!”».
(Sagrado Corán 50: 31-34)
Esta aleya prueba que el hombre verá sus hechos virtuosos como muy deseables y agradables y sus hechos malos aparecerán en formas terríficas y desagradables. Así, si quisiera escapar o mantenerse lejos de ellos, eso no le será posible. En el otro mundo, las acciones del hombre presentadas y puestas de manifiesto formarán parte de él, y de esta manera serán inseparables.
«Allí encontrarán ante ellos todo lo que han hecho».
(Sagrado Corán 18: 49)
El significado de esta aleya es la misma que la precedente.
«Ese día los hombres surgirán en grupos, para que se les muestren sus obras: quien haya hecho el Bien, por insignificante que sea, lo verá. Y quien haya hecho el Mal, por insignificante que sea, lo verá».
(Sagrado Corán 99: 6-7-8)
Uno vivirá con los hechos y moralidad adquiridos en este mundo. Serán las buenas o malas reservas los compañeros benevolentes o malos para uno en el mundo eterno.
Un creyente en la vida eterna siempre considera sus pensamientos, moralidad, actos y proceder seriamente, sabiendo que éstos permanecerán y serán enviados por delante al otro mundo en reserva para considerar su vida allí. Semejanzas y diferencias entre la vida en este mundo y el Más Allá:
Considerando las semejanzas entre la vida presente y la venidera, se observa que ambas son ciertas y reales. Tal como se muestra en lo siguiente:
En contraste con el Más Allá, en este mundo hay reproducción, nacimiento, infancia, juventud, ancianidad y muerte. Aquí uno tiene que trabajar, esparcir semillas y orientarse hacia un terreno favorable. Allí se recupera la cosecha y beneficios de lo que intentó en este mundo.
Aquí es un lugar de trabajo y actividad, allí sólo de resultado y evaluación. Aquí se puede cambiar el curso de una vida con el cambio en los hechos y accionar de uno, pero allí no se puede.
La sustancia y la materia, la tierra y el cielo, los jardines y frutos, como manifestaciones de los hechos del hombre, tienen vida. También hay movimiento y evolución. Pero allí, solamente la voluntad y reinos divinos existen. Conciencia y sabiduría, y en una visión general, la audición y la percepción son más fuertes, en otras palabras, se quitan todas las pantallas y velos y uno percibe los hechos a través de una profunda penetración como se expone en el Sagrado Corán:
«Pero hoy te descorremos el velo y tu vista será penetrante».
(Sagrado Corán 50: 22)
En este mundo, hay fatiga, tedio y frustración debido a la monotonía. Uno está siempre perdido en imaginaciones, buscando algo. Cuando alguien obtiene lo que ha estado buscando, se regocija, pero después de un tiempo, se da cuenta que “ello” no es lo que precisamente esperaba encontrar. Es ganado por la inquietud e insatisfacción, y continúa su afanosa búsqueda. Eso es porque está en busca de lo que no posee y está descontento de lo que tiene.
En el otro mundo, cuando se obtiene lo que se ha estado realmente esperando, es decir la vida eterna al lado del Señor de la Creación, uno nunca estará insatisfecho, intranquilo o afligido. Refiriéndose a este punto el Sagrado Corán señala:
«En cambio, los creyentes que practican el bien tendrán por albergue los jardines del Paraíso, donde morarán eternamente, y no ansiarán mudarse».
(Sagrado Corán 18: 107-108)
Justicia y Sabiduría de Dios
El hombre regula su conducta sobre la base de “la fe y sus acciones”, con lo cual anhela la vida eterna y la satisfacción de Dios. Estas motivaciones revelan la cualidad individual e inmaterial del espíritu.
Comparan al ser humano en este mundo con el feto en la matriz donde es provisto de ciertos sistemas: circulatorio, respiratorio, óptico, auditivo y nervioso; éstos son acondicionados en relación con la vida post-natal y no con las condiciones de la matriz y la vida temporal de nueve meses allí.
La fe y las buenas acciones sugieren semillas que crecen y florecen solamente en una vida eterna feliz, es decir, ellas obtendrán su cometido para y en una vida eterna.
Si uno se desvía de la fe y de las buenas acciones, se desciende aún por debajo de la escala animal y cae en las más bajas consideraciones.
Algunas veces el hombre muere antes de recibir el premio de sus actos justos, es por eso que debería existir otro lugar para premiar enteramente al benévolo y castigar al perverso, de lo contrario, sería una injusticia de parte de Dios.
Nuestros hechos sensatos son aquellos que nos conducen rumbo a la perfección. La sabiduría del hombre consiste en seguir el sendero correcto que conduce a la perfección humana, mientras que la sabiduría de Dios significa la guía de las criaturas a una perfección merecida.
Dios ha creado a todas las criaturas con un propósito y un fin definido, entonces, para su concreción la sabiduría divina necesita del progreso de las cosas vivientes hacia un fin deseado.
El Sagrado Corán expresa: si no hubiera Resurrección, vida eterna, felicidad eterna y recompensa o castigo final, de parte de Dios sería algo cruel e injusto, y la crueldad no es una característica de Dios.
Apoyándose en la justicia y la sabiduría de Dios, hay muchas aleyas que exponen la necesidad y lo inevitable de la existencia de la vida eterna y del retorno a Dios.
«¿Trataremos a los que han creído y obran bien igual que a los que van por la tierra corrompiéndola, a los temerosos de Dios igual que a los pecadores?».
(Sagrado Corán 38: 28)
«¿Pretenden por ventura, quienes obran mal, que les equiparemos con los creyentes que practican el bien? ¿Piensan, acaso, que su vida y su muerte son comparables a las de ellos? ¡Que mal juzgan!
Dios ha creado los cielos y la tierra con prudencia y para que toda alma sea remunerada según lo que haya hecho. Nadie será tratado injustamente».
(Sagrado Corán 45: 21-22)
No existe perdición más grande que negar el Día de la Resurrección, día que, con nuestros propios ojos, vemos repetirse año tras año en la naturaleza, tal como lo advertimos en la tierra muerta que vuelve a tomar vida.
Negar ese Día significa negar la Fuerza, Justicia y Sabiduría de Dios Todopoderoso.
Conclusión
“La respuesta que da la religión a la ansiedad que el hombre siente cuando se enfrenta al misterio de la muerte es infinitamente más satisfactoria que la que da la ciencia; la religión da al hombre la respuesta que su corazón necesita”.
Alexis Carrel
La amargura y pesadumbre por el abandono de este mundo son vistas como algo natural e inevitable por quienes imaginan que su traspaso de la barrera de la muerte significa el fin para todas las dimensiones de su existencia, y que no hay vida más allá de esa frontera. Pero para aquellos que creen en el otro mundo no es más que un juego elaborado, y salir de este mundo material es en realidad una forma de progresar y ascender en la dimensión de lo infinito. Un creyente ve la muerte como una puerta que se abre a la vida eterna, y el medio para salir de una jaula que lo tiene aprisionado.
La fe en el Día de la Resurrección, concede tranquilidad al ser humano, le da fuerzas y ánimo para soportar los problemas y dificultades, acrecentando su devoción y abnegación.
Nuestro cuerpo se encuentra ante un oscuro e impenetrable velo, no permitiendo al hombre ver los otros mundos. La muerte, de hecho, es el nombre que se le da cuando emerge de esa cortina, y cuando es quitada, el hombre es capaz de ver lo que hasta entonces le era imposible apreciar.
Dijo el Mensajero de Dios: “Todos los hombres están dormidos; sólo cuando mueren despiertan”.
«Por cierto que quienes dicen: “¡Nuestro Señor es Dios!”, y se consagran a Él, los ángeles descenderán sobre ellos al morir y les dirán: “¡No temáis ni estéis tristes! ¡Regocijaos, mas bien, por el Paraíso que os había prometido!”».
(Sagrado Corán 41: 30)
«Pero hoy te descorremos el velo y tu vista será penetrante».
(Sagrado Corán 50: 22)
En este mundo, hay fatiga, tedio y frustración debido a la monotonía. Uno está siempre perdido en imaginaciones, buscando algo. Cuando alguien obtiene lo que ha estado buscando, se regocija, pero después de un tiempo, se da cuenta que “ello” no es lo que precisamente esperaba encontrar. Es ganado por la inquietud e insatisfacción, y continúa su afanosa búsqueda. Eso es porque está en busca de lo que no posee y está descontento de lo que tiene.
En el otro mundo, cuando se obtiene lo que se ha estado realmente esperando, es decir la vida eterna al lado del Señor de la Creación, uno nunca estará insatisfecho, intranquilo o afligido. Refiriéndose a este punto el Sagrado Corán señala:
«En cambio, los creyentes que practican el bien tendrán por albergue los jardines del Paraíso, donde morarán eternamente, y no ansiarán mudarse».
(Sagrado Corán 18: 107-108)
Justicia y Sabiduría de Dios
El hombre regula su conducta sobre la base de “la fe y sus acciones”, con lo cual anhela la vida eterna y la satisfacción de Dios. Estas motivaciones revelan la cualidad individual e inmaterial del espíritu.
Comparan al ser humano en este mundo con el feto en la matriz donde es provisto de ciertos sistemas: circulatorio, respiratorio, óptico, auditivo y nervioso; éstos son acondicionados en relación con la vida post-natal y no con las condiciones de la matriz y la vida temporal de nueve meses allí.
La fe y las buenas acciones sugieren semillas que crecen y florecen solamente en una vida eterna feliz, es decir, ellas obtendrán su cometido para y en una vida eterna.
Si uno se desvía de la fe y de las buenas acciones, se desciende aún por debajo de la escala animal y cae en las más bajas consideraciones.
Algunas veces el hombre muere antes de recibir el premio de sus actos justos, es por eso que debería existir otro lugar para premiar enteramente al benévolo y castigar al perverso, de lo contrario, sería una injusticia de parte de Dios.
Nuestros hechos sensatos son aquellos que nos conducen rumbo a la perfección. La sabiduría del hombre consiste en seguir el sendero correcto que conduce a la perfección humana, mientras que la sabiduría de Dios significa la guía de las criaturas a una perfección merecida.
Dios ha creado a todas las criaturas con un propósito y un fin definido, entonces, para su concreción la sabiduría divina necesita del progreso de las cosas vivientes hacia un fin deseado.
El Sagrado Corán expresa: si no hubiera Resurrección, vida eterna, felicidad eterna y recompensa o castigo final, de parte de Dios sería algo cruel e injusto, y la crueldad no es una característica de Dios.
Apoyándose en la justicia y la sabiduría de Dios, hay muchas aleyas que exponen la necesidad y lo inevitable de la existencia de la vida eterna y del retorno a Dios.
«¿Trataremos a los que han creído y obran bien igual que a los que van por la tierra corrompiéndola, a los temerosos de Dios igual que a los pecadores?».
(Sagrado Corán 38: 28)
«¿Pretenden por ventura, quienes obran mal, que les equiparemos con los creyentes que practican el bien? ¿Piensan, acaso, que su vida y su muerte son comparables a las de ellos? ¡Que mal juzgan!
Dios ha creado los cielos y la tierra con prudencia y para que toda alma sea remunerada según lo que haya hecho. Nadie será tratado injustamente».
(Sagrado Corán 45: 21-22)
No existe perdición más grande que negar el Día de la Resurrección, día que, con nuestros propios ojos, vemos repetirse año tras año en la naturaleza, tal como lo advertimos en la tierra muerta que vuelve a tomar vida.
Negar ese Día significa negar la Fuerza, Justicia y Sabiduría de Dios Todopoderoso.
Conclusión
“La respuesta que da la religión a la ansiedad que el hombre siente cuando se enfrenta al misterio de la muerte es infinitamente más satisfactoria que la que da la ciencia; la religión da al hombre la respuesta que su corazón necesita”.
Alexis Carrel
La amargura y pesadumbre por el abandono de este mundo son vistas como algo natural e inevitable por quienes imaginan que su traspaso de la barrera de la muerte significa el fin para todas las dimensiones de su existencia, y que no hay vida más allá de esa frontera. Pero para aquellos que creen en el otro mundo no es más que un juego elaborado, y salir de este mundo material es en realidad una forma de progresar y ascender en la dimensión de lo infinito. Un creyente ve la muerte como una puerta que se abre a la vida eterna, y el medio para salir de una jaula que lo tiene aprisionado.
La fe en el Día de la Resurrección, concede tranquilidad al ser humano, le da fuerzas y ánimo para soportar los problemas y dificultades, acrecentando su devoción y abnegación.
Nuestro cuerpo se encuentra ante un oscuro e impenetrable velo, no permitiendo al hombre ver los otros mundos. La muerte, de hecho, es el nombre que se le da cuando emerge de esa cortina, y cuando es quitada, el hombre es capaz de ver lo que hasta entonces le era imposible apreciar.
Dijo el Mensajero de Dios: “Todos los hombres están dormidos; sólo cuando mueren despiertan”.
«Por cierto que quienes dicen: “¡Nuestro Señor es Dios!”, y se consagran a Él, los ángeles descenderán sobre ellos al morir y les dirán: “¡No temáis ni estéis tristes! ¡Regocijaos, mas bien, por el Paraíso que os había prometido!”».
(Sagrado Corán 41: 30)
Bibliografía:
La Vida Eterna. M. Motaharí.
Revista “Kauzar” N° 15.
Luces del Islam N°4.
Revista “Kauzar” N° 15.
Luces del Islam N°4.
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