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martes, 16 de octubre de 2018

El monstruo está entre nosotros AMLO peje bestia 666 y el "Monstruo de Ecatepec"

El monstruo está entre nosotros

El monstruo está entre nosotros

Quiero una novia pechugona y también vengarme de ese marica, pero ni siquiera puedo cantarlo porque las buenas conciencias de inmediato me llevarían a la plaza para someterme al escarnio público acusado de cosificar a la mujer y de ser homofóbico.

Tuiter es el circo romano de la posmodernidad; también podría definirse como el nuevo quemadero de la inquisición, la picota del siglo XXI, el patíbulo virtual. El hecho es que no hay día en que no arda la pira para el linchamiento, sin importar las razones, las causas, los hechos, lo cual no deja de ser extrañamente divertido.

Pero estamos viviendo en los oscuros tiempos de la corrección política. Me duele profundamente que el “Negrito” Bimbo haya sido rebautizado como “Nito” para no herir susceptibilidades; al paso que vamos, en poco tiempo la Cerveza Indio se llamará Cerveza Indígena porque el término indio es peyorativo según las buenas conciencias. Pero más grave aún es que la dictadura de lo políticamente correcto está transitando con rapidez hacia la censura sobre temas que parecían rebasados mucho tiempo atrás: música, literatura, arte, ciencia… y tuiter es el medio idóneo para enarbolar la bandera de la censura. 

Una canción de Mecano —Quédate en Madrid— desató una airada polémica porque en la letra, escrita hace 30 años, se utiliza el término “mariconez” y por tanto es considerada homofóbica —quienes defienden esta estupidez no tienen idea de la historia, ni del contexto, ni de las épocas, todo se lo explican en tiempo presente. 

Al grupo Marduk le impidieron presentarse en Monterrey porque una minoría de católicos y cristianos —fanáticos religiosos— firmaron una petición para impedir que el grupo fuera “a blasfemar e insultar a dios en nuestra propia casa” y las autoridades quedabien, prefirieron doblar las manitas a defender los derechos de la mayoría.

Una tuitera desaforada y al borde del colapso nervioso se escandalizó por un cuento titulado Lucy y el monstruo del escritor Ricardo Bernal, publicado en el libro de texto gratuito de lecturas de quinto año de primaria. “Yo me horroricé” —escribió y hasta culpables resultaron Nuño, Peña Nieto y la Reforma Educativa por permitir una atrocidad como esa que no tienen perdón de dios. 

La tentación de censurar el arte y la cultura, desde el gobierno o la sociedad, siempre ha estado presente, y tiene como origen una profunda ignorancia, la mochería y la soberbia de una supuesta superioridad moral de quienes se sienten con derecho a tutelar a los demás. 

Cuando llegó el can-cán a México en 1869 fue definido como un “espectáculo corruptor, notable en la deshonestidad y el descaro”; en 1938, las buenas conciencias nacionales impidieron que se estrenara Blanca Nieves porque era una aberración que una mujer viviera con siete enanos bajo el mismo techo; en 1942, la liga de la decencia le puso brasier a la Diana Cazadora y el gobierno ordenó que le esculpieran su taparrabos; la cinta, Los olvidados fue censurada por el gobierno de Alemán porque mostraba la pobreza urbana en la ciudad de México —Díaz Ordaz hizo lo propio con Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis—; en 1993, los diputados del PRI intentaron negarle a Madonna su ingreso a México porque venía a pervertirnos; en 2001, el secretario del Trabajo de Fox, Carlos Abascal, se horrorizó —como la tuitera de los monstruos—, porque a su hija en tercero de secundaria le dejaron leer Aura, de Carlos Fuentes. 

De horror no es una lectura sobre monstruos en un libro de texto de quinto grado de primaria, sino la estrechez de criterio, la falta de sentido común y la permanente cruzada que sostienen grupos de la sociedad para censurar todo aquello que no encaje con su modo de vida; eso sí es de terror, porque el monstruo está entre nosotros.

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