Para nadie es novedad la equivocación cometida por estudiantes, catedráticos y científicos que votaron por un candidato presidencial que odia la ciencia, el conocimiento, a los científicos y, en especial, repudia las libertades fundamentales. 

Muchos recuerdan que, en su momento, proliferaron testimonios tanto de catedráticos como intelectuales, además de videos estudiantiles que orgullosos pregonaban su voto a favor de López Obrador. 

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Estudiantes, catedráticos e investigadores tanto del CIDE como de la UNAM, el ITAM, la IBERO y otras instituciones educativas movidas por tentáculos del propagandista, Epigmenio Ibarra, a favor del candidato López. 

Sin embargo, luego de 36 meses del gobierno “Obradorista”, no pocos de esos estudiantes, académicos, intelectuales e investigadores reconocieron su equivocación, cuando el “amado líder”, convertido en presidente, repudia la educación universal, la libertad de cátedra, el pensamiento plural y la ciencia. 

Claro, además de que el presidente Obrador promueve la censura, sataniza a sus críticos y cancela libertades y derechos básicas; como la libertad de expresión y el derecho a la información pública. 

Y frente a la decepción aparecen interrogantes y dudas a aclarar. 

¿Qué hacer, por ejemplo, ante la equivocación de estudiantes, investigadores e intelectuales; ante el público arrepentimiento y, sobre todo, ante el creciente peligro del autoritarismo oficial? 

¿Qué hacer en medio de la polarización –también estimulada desde Palacio–, que pretende confrontar a “buenos” contra “malos”? 

¿Qué responder a las voces rencorosas que pregonan: “¡que se chinguen los pendejos del CIDE, de la UNAM, del ITAM y de la IBERO que votaron por AMLO!”? 

¿Qué decir cuando aparecen voces que pregonan: “¡se lo tienen merecido, que se chinguen!”? 

La primera respuesta es que en efecto, no podemos, como sociedad, cometer el mismo error dos veces. 

Y es que también es cierto que los errores siempre tienen un costo y que el de votar por el peor candidato en la elección de julio de 2018 es una equivocación que cada quien pagará en lo individual. 

Por lo pronto, la primera responsabilidad y la tarea fundamental de los ciudadanos demócratas, de los liberales practicantes, de quienes defienden derechos y libertades universales es la solidaridad con el CIDE, con la UNAM y con todas las instituciones atacadas por el tirano. 

Y es que la defensa de la UNAM, del CIDE, del ITAM y de la IBERO, es la defensa de la libertad de expresión, del Estado laico, de la libertad de cátedra; es la defensa de la libertad de expresión, de la pluralidad de pensamiento y de la democracia. 

La defensa de la UNAM, del CIDE, del CONACYT; la defensa de la División de Poderes y del INE, es la defensa de México y es la lucha contra la intolerancia y el autoritarismo que pretende imponer en México el dictador. 

Sí, se equivocaron todos los que en julio de 2018 votaron por López Obrador, pero tres años después no podemos equivocarnos quienes hace 40, 50 o 60 meses advertimos del riesgo que significaba ese voto. 

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Hoy, la obligación de quienes siempre advertimos del peligro que significaban López y su eventual gobierno, es la solidaridad con aquellos que concluyeron que la terca realidad los desmintió y colocó al de AMLO como un gobierno fallido; como un remedo de las tiranías bananeras de Venezuela, Cuba y Nicaragua. 

¿Se imaginaron todos aquellos que orgullosos presumían su voto a favor de López, que tres años después tendrían que salir a las calles a defender la autonomía de sus universidades, las libertades de cátedra y de pensamiento y que repudiarían al autócrata de Palacio? 

Seguramente nunca lo imaginaron. 

Pero hoy, como ayer, tampoco podemos permitir que la polarización social, la división entre los mexicanos, sean el combustible para mantener viva la dictadura de López Obrador. 

Por eso, desde aquí, la solidaridad total a los alumnos, investigadores, catedráticos y científicos del CIDE, de la UNAM –y de todas las instituciones públicas y privadas de educación–, que hace horas marcharon en defensa de esa institución y en repudio al sátrapa de Palacio que pretende capturarlas.   

Y es que la polarización es el combustible que mueve la tiranía de López Obrador; un combustible que debemos extinguir. 

Se los dije.