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jueves, 6 de octubre de 2011

El Salat (adoración)

El Salat (adoración)
'El islam de nuestros abuelos', capítulo 8
Andalusíes - 09/09/2011 8:05 - Autor: H. S. Saîd b. Ayiba al AndalusíVota:- Resultado 71 votos | Más... Etiquetas: salat, adoracion, ibada, oracion, unidad

Salat en grupoEl vocablo árabe Salat es un derivado del sustantivo “Sela”, que significa contacto, conexión ó relación. Por lo tanto, el vocablo árabe Salat es un derivado del sustantivo “Sela”, que significa contacto, conexión ó relación.

Por lo tanto, el Salat es ese ámbito en el que el Abd o "el dócil", el Musulmán, o “el que se siente a salvo y en paz” (que en castellano viene a significar lo mismo), aprende progresivamente, y a la par que es introducido por Al Lah, a conectar con Su Presencia. En cuya conexión se puede llegar a ser totalmente absorbido y fundido en El Sí Mismo Creador.

El Salat es un ejercicio que se practica cinco veces al día, es una dinámica continua en ascendencia, y no un acontecimiento accidental aislado del resto de la vida de la persona.

Es un proceso que, junto a las demás prácticas de la ´Ibadat, forma el eje en torno al que gira la acción progresiva que rompe con el juego de la dualidad. Es lo que inicia el descorrimiento de "los velos de la ignorancia", el dominio sobre el ego y el despertar a otros estados de la Conciencia.

Entrar al área del Salat es entrar en el ámbito de lo Trascendente. Es algo que solo se debe de poner en práctica con consciencia de este acontecimiento y no puede estar desligado del resto de los elementos en torno a la vida individual y colectiva.

Somos conscientes de que cada Salat no es un acontecimiento localizado en un solo lugar y en un solo tiempo en torno a un solo individuo. Cada Salat es un acontecimiento Universal que trasciende nuestro tiempo, nuestro espacio y nuestra aparente separación.

Por esto nuestra llamada, el Azdan que canta el Almuédano desde el minarete de la Mezquita, tiene como objetivo propiciar en nuestra Conciencia lo que de hecho ya es en la más absoluta realidad; “la invitación Universal a la unidad”.

El Salat es ese momento de alabanza y reconocimiento, de unión consciente y deseada por el que nos situamos dóciles ante la acción modificadora del Principio Creador en nosotros, Al Lah Bendito.

Para acceder al Salat hay dos pasos previos que son, primero el Wudu´ para todos, y el Azdan para quien corresponda cantarlo.

Salat no es equivalente al concepto popular de Oración, sino más bien de adoración y reconocimiento. Pero lo que realmente aquí nos interesa es transmitir una idea clara de a qué nos referimos cuando en nuestro caso lo diferenciamos.

Que lleguemos o no a realizarlo en su plenitud es otra cuestión. Que seamos o no, capaces de superar los prejuicios y “entender” será labor de cada cual. Pues quien no es capaz de superar el prejuicio del concepto aversivo acumulado en la historia y en la desinformación popular, no esta maduro para otras sutilezas preludio de mayores profundidades.

“Quien no quiera arriesgarse a teñir sus manos de la oscura fertilidad de la tierra, no podrá descubrir los suculentos frutos que esconde en su seno”. Hasta tal punto la práctica del Salat es importante que supone el eje del Islam.

Su correcta realización exige un estilo de vida coherente con la totalidad de lo que somos, social e individualmente. Nos predispone a un alto dominio de la propia naturaleza, fundiendo en una sola realidad lo social, lo intelectivo, lo material y lo espiritual. Aspectos que, solo aparentemente, están diferenciados en el Ser Humano, quien progresivamente se ha de percibir, al integrarlos en sí, como un conjunto que constituye una misma y única realidad irrepetible.

El Salat bien ejecutado seria suficiente por si solo, si Al Lah así lo quiere, para lograr Aquello que, en definitiva, supone la búsqueda de todo caminante del espíritu, el dominio sobre el ego y, después, la Unión del amante en el Amor del Amado.

Inicialmente el Salat exige voluntad, constancia, autodominio, eliminación del prejuicio, entendimiento, lucidez, dominio sobre el ego, clarificación del concepto, amor desprendido, alto sentido del agradecimiento frente a la Acción Creadora, esperanza, sabiduría natural (aquella que sin academicismos nos permite instruirnos en consonancia con la Creación).

Pero cuando con la práctica lo hemos incorporado en nuestras vidas se convierte en la sal de nuestra existencia.

El Salat es un paréntesis en el transcurso de nuestra cotidianeidad para afrontar la grandeza del Ser Humano que, al reconocerse Mumin (racionalmente creyente) y habiendo decidido en libertad, se sabe fundido y Uno con el total de lo existente en un instante de fraternidad cósmica, en el que TODO es dócil a un solo Principio y ante el que gustoso se somete.

Con toda su naturaleza, el “Mumin” (creyente) se rinde en adoración ante la Grandeza Incomprensible del Creador que, intuido en todo cuanto existe, habita en su corazón y no sólo en un cielo lejano.

Durante el Salat, el Musal-li, “orante”, no alza su cabeza buscando por arriba sin saber muy bien por donde, sino que mantiene su mirada en un punto cercano a sus pies con el fin de evitar la dispersión de la mente.

Es un acto de recogimiento, consciente de que El Poder Creador se manifiesta en Su criatura hasta fundirla en Él mismo mediante la iluminación por la que percibe el misterio desvelado de la Unicidad.

Con su corazón rompe todas las barreras, y se sitúa en el punto de confluencia, la Kaaba, desde el que unido a millones de corazones, en concordancia, eleva su alabanza hacia el Creador.

No obstante, si bien es cierto que cualquier punto del Universo puede ser una referencia válida, el propio corazón es la mejor Qibla, la mejor referencia.

Pues como se nos enseña; “La piedad no consiste en volver la cabeza hacia el Oriente o hacia el Occidente...”, y “No me abarcan los cielos ni la tierra, pero sí el corazón humano”.

El Salat es ese Gran Momento de la Unidad por medio del conocimiento de la Presencia Creadora, de la voluntad, de la intuición y de la unión en común de todos los que se sienten o desean ser dóciles a la acción del Creador.

Al Lah, como Principio Dinámico, imprime en cada uno de nosotros el signo de la existencia. Así posibilita sobre cada Abd, cada dócil, la manifestación de Sus atributos; “Sabiduría, Misericordia, Tolerancia, Nobleza, Amor,... aquí el Mumin –creyente-, se sabe renovado en su creación”. Es por este signo –simplemente signo- de unidad y coherencia por el que todos hacemos el Salat en la lengua en que nos fue transmitido, con los movimientos que nos enseñó el Maestro y que describen su nombre, Muhammad.

Preferiblemente en unos tiempos determinados del día, con el cuerpo marcando una dirección, la Kaaba, a donde cada persona debe de peregrinar al menos una vez en su vida, si le es posible. Esta peregrinación, de la que hablaremos más adelante, es lo que llamamos “el Hayy”.

Durante el Salat nuestra boca pronuncia alabanzas y adoración, y nuestro espíritu se eleva junto a la Gran Presencia que lo embarga y lo penetra, como el fuego penetra en el hierro candente.

De aquí que la palabra Salat se derive del sustantivo “Sela”, cuyo significado, como decíamos al principio, equivale a contacto, conexión, relación. Y no puede haber contacto de ninguna forma entre Creador y criatura sin que ésta no se sienta embargada en Él.

Los movimientos del Salat son todos gestos de sumisión ante la Presencia Creadora. Pero también simbolizan el arcano “perpetuum móvile”, el signo del movimiento circular, en cuya ejecución se recuerda que todo regresa al Principio Único tras el paso por la escena que representamos en el teatro del Universo. Como dije anteriormente, cada movimiento equivale también a una letra, y entre todas ellas forman la palabra Muhammad.

En cuyo nombre, y como herederos de su ministerio, todos somos partícipes de la dimensión profética.

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