Israel y los últimos tiempos, Dios rompe su silencio con la Guerra de Gog y Magog (Junio 2007) “Sin duda alguna, un día Rusia atacará a Israel, lo dice la Torá”: Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel 1996-1999
Introducción
Desde el punto de vista profético, Israel es el “reloj” de Dios, el
cronómetro que nos dice cuán cerca ó lejos estamos de que concluyan los
actuales tiempos de las naciones y de la Iglesia, y comiencen los
tiempos mesiánicos del Reino de Cristo.
Precisamente por eso,
por los acontecimientos que estamos presenciando, podemos estar seguros
de que el mundo está a punto de cambiar abrupta y drásticamente, a
partir de circunstancias que afectarán a judíos, cristianos y
musulmanes, en primer término, pero también a las demás religiones de la
Tierra.
Los judíos esperan la venida del Mesías por primera
vez, los cristianos lo esperamos en su segunda venida. Ese grandioso
advenimiento estará precedido por una serie de hechos mediante los
cuales Dios irá preparando a la humanidad entera. Próximamente, Dios
romperá el silencio que ha guardado hasta ahora respecto al pueblo
judío, y volverá a actuar directa y portentosamente como lo hizo con
prodigios admirables en el pasado.
Toda la historia de Israel
está caracterizada por diversos momentos de castigo y silencios divinos,
siempre debidos a las infidelidades del pueblo adoptado por Él. Las
Escrituras recalcan que las deportaciones y dominaciones (de Egipto,
Babilonia, Persia, Grecia, Roma) fueron permitidas por Dios en vista de
que los suyos quebrantaban la alianza. De suyo, esa dramática historia
de correctivos por parte de Dios es la prueba indirecta de que
efectivamente son el pueblo elegido, pues lo son con pesar de eso mismo.
El último de los castigos de Dios sobrevino en el año 70 de nuestra
era por haber rechazado a su propio Hijo. El Emperador romano Tito
Flavio Vespasiano ordenó la destrucción total de Jerusalén, obligando a
los judíos a abandonar la tierra prometida y a emigrar a todo el mundo.
Del Templo, como lo predijo el mismo Jesucristo, no quedó “piedra sobre
piedra”.
Así, el último de los silencios de Dios respecto de
los judíos, el presente, es el que va desde la extraordinaria
manifestación divina el día de Pentecostés, hasta el toque de la primer
trompeta del Apocalipsis. Se trata del silencio divino más largo de la
historia.
Ahora bien, el profeta Ezequiel predijo que, después
de la dispersión, los israelitas volverían a reunirse en la tierra
prometida: “He aquí que tomaré a los hijos de Israel de entre las
naciones a donde se fueron, y los reuniré y los traeré a su tierra” (Ez
37, 21). Esa profecía se ***plió el 14 de mayo de 1948. A partir de
entonces comenzaron formalmente los así llamados “últimos tiempos”.
En el Antiguo Testamento, la atención de Dios se centraba en los
judíos y su presencia en la tierra prometida bajo la ley que Dios dio a
Moisés. En el Nuevo Testamento, Dios guarda silencio respecto a su
pueblo y su atención se centra en la Iglesia, ofreciendo la salvación a
todos los gentiles.
Cuando el llamado de Dios a formar parte
de la Iglesia se haya completado, el tiempo de gracia terminará, Dios
removerá a la Iglesia fiel mediante la primera resurrección y el
Arrebato de los fieles, y se volverá a concentrar en su plan de
salvación sobre los judíos.
La Guerra de Gog y Magog
Gracias al profeta Ezequiel sabemos de qué manera Dios romperá su
silencio, antes de que inicie el periodo de la Gran Tribulación. Él
describe una batalla, comúnmente conocida como la “Guerra de Gog y
Magog”, en que Dios destruirá portentosamente a una alianza de invasores
que atacarán Israel, así como a las naciones de donde vinieron esos
ejércitos.
La Guerra de Gog y Magog es un conflicto único en
su cronología, en su propósito, en sus características y efectos sobre
Israel y sobre el mundo entero.
Ezequiel predijo que, después
de reunidos nuevamente en la tierra prometida, al final de los tiempos,
los israelitas serán atacados por los enemigos del norte (países
árabes) juntamente con Rusia: “He aquí que estoy contra ti, Gog,
príncipe soberano de Mésec y Tubal (actual Rusia) (…) te sacaré con todo
tu ejército (…) Con ellos están Persia (Irán), Cus (Etiopía) y Fut
(Libia), todos ellos armados con escudo y yelmo. Gómer, con todas sus
tropas, y la casa de Togarma (Turquía), desde el lejano norte con todas
sus tropas y muchos pueblos contigo (...) Después de muchos años
invadirás un país salvado de la espada, reunido de muchos pueblos a los
montes de Israel (…) En los últimos días atacarás a mi pueblo Israel
como nublado para cubrir la tierra” (Ez 38, 3-8, 16)1.
Esa
guerra mundial, en la que varios países se unirán para atacar a Israel
concluirá, dice Ezequiel, con una portentosa intervención divina que
frustrará la invasión. Meses después tendrá lugar el falso acuerdo de
paz firmado por el personaje a quien el profeta Daniel llamó la “cuarta
bestia” (denominado por San Juan como el “Anticristo”), el cual dominará
el mundo durante siete años: “por otra semana sellará un pacto con
muchos” (Dn 9, 27). Jesucristo llamó a ese periodo la “Gran Tribulación”
y es la etapa en que la humanidad será purificada y preparada para su
Retorno glorioso, acontecimiento que cierra los tiempos de la Iglesia y
de las naciones, y da inicio a los nuevos tiempos mesiánicos del Reino
de Dios en la Tierra.
La guerra contra Israel descrita por
Ezequiel, y que es previa a los siete años de la Gran Tribulación, será
abortada por una acción directa de Dios: “Sobre los montes de Israel
caerás tú y todas tus tropas, y los pueblos que fueron contigo (…) Y
haré notorio mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, y nunca más
dejaré profanar mi santo nombre; y sabrán las naciones que yo soy
Jehová, el Santo en Israel” (Ez 39, 4, 7).
El profeta nos
dice que los ejércitos que atacarán Israel serán derrotados de forma
milagrosa y deslumbrante: mediante un gran terremoto (Ez 30, 19); por
tempestad, enormes granizos, fuego y azufre (Ez 38, 22); y por una
confusión masiva en la que los agresores comenzarán a matarse entre sí
(Ez 38, 21).
Esa intervención divina para proteger a Israel
revivirá en los judíos la conciencia de la elección, pero los confundirá
al creer que el líder ruso aniquilado era la cuarta bestia de Daniel, y
que el promotor de la paz es el Mesías.
Cabe mencionar que
la guerra mundial descrita por Ezequiel no es, como erróneamente se
piensa a veces, la batalla de Armagedón, la cual será otra campaña
militar que se librará hacia el final de la Gran Tribulación, una vez
que el Anticristo haya roto el acuerdo de paz y se vuelva contra los
mismos judíos. La campaña de Armagedón es descrita por el apóstol San
Juan en el libro del Apocalipsis (Ap 16, 12-16), y es la que propiciará
la Parusía, pues Jesús en persona volverá para salvar a Israel de la
destrucción que le pretenderá infligir el Anticristo.
Con
todo, a la Guerra de Gog y Magog también se le puede llamar “de
Armagedón” porque también tendrá lugar en el valle de Armagedón, llanura
de Meguido, al norte de Israel, pero claramente difieren una de otra,
en el tiempo y en sus características.
Los siete años de la
Gran Tribulación, también conocida como la “setenta semana de Daniel”
(por ser el período que falta a la profecía de las 70 semanas, de las
cuales ya se ***plieron 69 semanas2), son dos partes divididas en tres
años y medio, de 1260 días exactos cada mitad (Ap 12, 14; 13, 5; Dn 7,
21).
Es a mitad de la semana, es decir, a los tres años y
medio de iniciada la Gran Tribulación, cuando el Anticristo romperá el
falso acuerdo de paz, proscribirá el sacrificio divino, y desatará la
persecución contra todos los que no se sometieron a su gobierno: “a
mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación; y en el ala
del Templo habrá abominaciones desoladoras hasta el final, cuando la
ruina decretada se derrame sobre el desolador” (Dn 9, 27).
Cronología del Final de los Tiempos
Inmediatamente surgen dos preguntas: porqué en la batalla de Gog y
Magog, Dios defenderá portentosamente a Israel, que en cierta forma
provocó ese conflicto, y porqué permitirá un faso acuerdo de paz que
dará preeminencia mundial al Anticristo.
La respuesta a lo
primero está en la Alianza, el convenio entablado desde el inicio con
Abraham y porque, de ser destruida Israel, no se podría ***plir la
promesa del Retorno de Cristo. Y Dios lo hará así para manifestar de
forma notoria que finalmente ha roto su silencio.
Dios ha
guardado paciente silencio por siglos mientras el racionalismo
positivista lo ha ido excluyendo de la ciencia, de las leyes, de la
educación, de la sociedad. Ese sigilo tolerante finalmente se acaba.
La respuesta a lo segundo, es que el Anticristo, mediante su
dictadura apóstata y cruel, es quien perseguirá y purificará no sólo a
los cristianos, sino a los propios judíos, a partir de la mitad de la
semana, y será el causante de la conversión en masa de éstos últimos a
Cristo -cuando se den cuenta de la traición del falso mesías-, y será
también el causante de que la misma Parusía tenga lugar.
Quienes promueven el terrorismo sionista encubierto, para implantar la
dictadura del gobierno mundial, sin saberlo llevan a ***plimiento
profecías anunciadas desde antiguo, y sirven a los designios de Dios a
pesar de su ateísmo y de su culto a Satanás.
Por ello, es
necesario hacer una distinción que ellos no hacen. Una cosa es la
restauración de Israel para, a través de ella, “bendecir a todas las
naciones de la tierra”, según las intenciones de Dios, y otra cosa es la
restauración de Israel para someter y sojuzgar al mundo de forma
beligerante. La primera es de tipo espiritual, la segunda es de tipo
político-militar, y no corresponde a los designios de Dios.
Al igual que en el Antiguo Testamento muchos judíos no entendieron que
el Mesías vendría en una condición humilde y sufriente, para instaurar
un reino eternal, hoy día algunos sionistas no entienden que la
supremacía de Israel ha de ser espiritual y universal, y no resultado de
la fuerza y el terrorismo con que ellos la pretenden imponer.
Mucho menos entienden que el verdadero Mesías no será el que ellos
construirán artificialmente para gobernar al mundo, sino el que volverá
por segunda ocasión, ahora sí en su condición poderosa de Rey, para
juzgar al impostor y liberar a la humanidad de la monstruosa esclavitud.
Previsiblemente, la Guerra de Gog y Magog será posterior a un ataque
previo de Israel contra Siria. Ese embate, que fue profetizado por
Isaías, aparentemente refleja una agresión nuclear, ya que la capital
siria será completamente destruida: “He aquí que Damasco dejará de ser
ciudad; será un montón de ruinas. Cesará el reino de Damasco, y lo que
quede de Siria será como la gloria de los hijos de Israel, dice Yahvé de
los ejércitos” (Is 17, 1-3; 9). También Jeremías y Amós señalan que
Damasco será destruida por el fuego (Jr 49, 23-27; Am 1, 3-5).
Isaías establece una relación entre la devastación del Líbano (Is 10,
23-25; 34) y la total destrucción de Damasco. Ambas naciones son
asirias, y el Líbano ha estado esencialmente bajo control de Siria.
La Guerra de Gog y Magog traerá cambios significativos para Israel, para Medio Oriente y para el mundo entero.
Israel atravesará por un proceso de limpiar y enterrar los cadáveres de sus enemigos que durará siete meses (Ez 39, 11-16)3.
Con la intervención divina en la Guerra de Gog y Magog, Israel se
despertará espiritualmente a Dios, al Dios de los milagros del Antiguo
Testamento. Los judíos se congregarán festivos en Israel mientras las
naciones que pretendieron atacarla llorarán sus bajas.
Israel expandirá sus fronteras, readquirirá control total sobre Jerusalén y reconstruirá el Templo.
El fin último del fundamentalismo islámico de borrar a Israel del
mapa y dominar el mundo mediante la ley islámica será innegablemente
rechazado por Dios.
Las naciones de Medio Oriente y muchas personas reconocerán abiertamente al Dios de Israel.
Erróneamente, el mundo entero proclamará que la guerra ocurrida fue
la batalla de Armagedón, que el milenio de bienestar ha comenzado, y que
el nuevo líder surgido de las cenizas del conflicto mundial es el
Mesías esperado.
Pero en realidad, lo que habrá empezado es
el engaño supremo, y la batalla final entre el bien y el mal, entre el
ungido de Satanás y el verdadero Mesías, el cual volverá siete años
después, al final de ese periodo de tribulación.
Por más
violento y corrupto que percibamos al mundo en la situación actual, por
más ausente y silencioso que Dios nos parezca respecto a esta situación,
la verdad es más que clamorosa. El silencio de Dios durante esta era se
puede comparar a la quietud que precede la tempestad. La tempestad será
el ***plimiento del período de juicios de Dios conocido en las
profecías como “el Día del Señor”.
Dios no permanecerá
silencioso por siempre. En palabras de Isaías, “Por amor de Sión no he
de callar, por amor de Jerusalén no he de estar silencioso” (Is 62, 1).
El silencio de Dios se romperá: para los judíos, interviniendo en su
favor en la batalla de Ezequiel; para los santos cristianos muertos,
mediante su resurrección; y para los fieles vivos, mediante su
traslación física a los cielos con el Arrebato.
Las
Escrituras nos revelan tres planos en los cuales Dios romperá su
silencio: en el Cielo, entre el Cielo y la Tierra, y en la Tierra.
1-
En el Cielo (Ap 5 y 6). Dios le entrega a Jesucristo el rollo de su
nueva misión en la Tierra. El Cordero abre los siete sellos que retienen
“el rollo”, alusión a los arcanos divinos reservados para la Gran
Tribulación. El rollo cambia de manos y el derecho de juzgar y regir la
Tierra se le entrega a Jesús. Ha llegado el tiempo de que Dios
intervenga de nuevo en los asuntos humanos y específicamente en los de
su pueblo, de forma que a su Hijo se le da el poder de juzgar.
2-
Entre el Cielo y la Tierra (la resurrección de los santos y el
Rapto), en que la Iglesia fiel será llevada para encontrarse en el aire
con el Señor: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de
arcángel y al son de trompeta, descenderá del cielo; y los muertos en
Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que estemos vivos, los
que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las
nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos para siempre con
el Señor” (1 Tes 4, 16). El Rapto de la Iglesia lleva a ***plimiento la
remoción física de la fuerza restrictiva de Satanás, facilitando que se
desate el caos y señalando el final del tiempo de gracia.
3-
En la Tierra. La destrucción de las fuerzas de Gog y Magog por
intervención divina señala el fin del silencio de Dios en la Tierra.
Este evento, así como el gran terremoto, marcan el inicio del “Día del
Señor”. Gog y Magog es resultado de la apertura previa del segundo sello
del Apocalipsis, que corresponde a la guerra; el terror de todos los
humanos ante la ira divina, es resultado del sexto sello, de la
devastación, cuando la Tierra sea sacudida por el gran terremoto.
El
enfoque de la profecía de Gog y Magog es significativamente la
implicación de Dios en primera persona. Él no usará a personas como
Moisés ó Aarón contra el faraón egipcio, como tampoco existe referencia
aquí a los dos testigos de San Juan (otra razón que lleva a concluir que
ésta guerra es previa a la 70 semana de Daniel).
Al inicio
de los dos capítulos 38 y 39, Dios declara “He aquí que estoy contra ti,
Gog...” Dios mismo en persona se muestra airado contra Gog y su alianza
de naciones por estar en su contra. Y Dios mismo es quien lo provoca
para salir de Magog y dirigirse contra Israel, haciéndolo caer en la
trampa: “Yo te haré dar media vuelta (...) y te haré salir con todo tu
ejército” “Yo mismo te traeré contra mi pueblo”.
Algunos
autores opinan que la referencia a dar media vuelta y ser traído “con
garfios en las quijadas” denotan la referencia a Gog ó Rusia
resistiéndose a entrar en la guerra, pero finalmente siendo arrastrada
por la coalición de naciones musulmanas.
La apertura del
primer sello pudiera tener relación con el Anticristo, ya que su forma
de adquirir prestigio internacional es por sus conquistas de guerra. Con
todo, también sabemos, por San Pablo, que una persona “retiene” la
aparición del Anticristo y debe ser quitada de en medio para que esa
manifestación pública pueda suceder (2 Tes 2, 3-8) -en campo católico se
le ha identificado con el Papa, remoción que pudiera corresponder a la
revelación que tuvo el Papa San Pío X, sobre un sucesor suyo huyendo del
Vaticano en medio de una gran revuelta-. El quitar de en medio a esa
persona, permitirá a Satanás crecer en poder, y a la Tierra empezar a
moverse en los pantanos de la tribulación.
El Arrebato
El Arrebato, ó Rapto de los fieles, es la traslación física a los
cielos, en un proceso de transformación, antes de que inicien los siete
años de la Gran Tribulación, de aquellos que hayan alcanzado su plena
transformación en Cristo. Esto sucederá inmediatamente después de que
resuciten los santos del Nuevo Testamento (los santos del Antiguo
Testamento resucitaron el Viernes Santo en que Cristo murió: Mt 27,
52)4.
Así lo dice San Pablo al referirse al magno
acontecimiento del Arrebato: “... los muertos en Cristo resucitarán
primero. Luego nosotros, los que estemos vivos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes...” (1 Tes 4,
16). Una vez operado el Rapto de la Iglesia, Dios se aplicará en
concluir su plan de salvación sobre los judíos.5
A excepción
de unos cuantos ortodoxos, Israel se ha vuelto una nación endurecida y
olvidada de Dios. Pero sabemos, por Ezequiel e Isaías, que una serie de
acontecimientos sobrenaturales a favor de Israel, previos a la Gran
Tribulación, revivirá la conciencia de la elección, considerándolo los
judíos como el cambio de suerte y como el inicio de la edad de oro de
Israel.
En realidad, ese será el periodo específico de
pruebas y juicios que han de tener lugar antes de que el verdadero Reino
de Dios se lleve a cabo. El gobierno mundial del Anticristo, a quien la
mayoría de los judíos aceptará como Mesías, será el tiempo de
purificación previo al Retorno de Cristo (Parusía) y al milenio del
Reino de Cristo sobre la Tierra.6
Cuando Dios remueva a su
Iglesia y se concentre en Israel, seguirán habiendo posibilidades de
conversión cristiana, pero a través de muchas tribulaciones y
persecución. La salvación no vendrá de las autoridades religiosas, un
resto fiel estará en catacumbas y habrá que acudir directamente a Cristo
en las Escrituras, la misma Eucaristía quedará proscrita por el
Anticristo a los tres años y medio del falso acuerdo de paz (Dan 12,
11). Dios enviará especiales mensajes a través de los dos testigos que
se opondrán abiertamente al Anticristo en la primera parte de la Gran
Tribulación (Ap 11, 3-14), y de sus 144,000 siervos judíos convertidos a
Cristo, que lo harán en la segunda mitad de la misma. Entonces, todos
lo seres humanos estarán sometidos por una economía global centralizada y
por un gobierno mundial forzado.7 ¿En qué momento sucederá el Arrebato de los fieles?
Muchos se preguntan si el Rapto de los fieles será antes ó después de la Guerra de Gog y Magog.
Tratando de resumir la cuestión diremos que existen tres posturas:
que el Rapto ocurrirá antes, ó simultáneamente, ó después de la Guerra
de Ezequiel.
Quienes abogan por la opinión de que éste
ocurrirá de forma posterior argumentan que Dios puede tener prevista la
Guerra de Ezequiel como una invitación última para la conversión, y que
el Arrebato ocurrirá después de esa postrera llamada para enmendarse.
Pero esta opinión parte de una suposición gratuita que no encuentra
fundamento en las Escrituras. Aparte, la Guerra de Ezequiel es un
acontecimiento que tiene relación primordialmente con Israel, no con la
Iglesia.
Otros sostienen que el Rapto tendrá lugar durante la
invasión, argumentando que el señalamiento “en ese día”, referido al
gran terremoto por el que todos los hombres se ocultarán y temblarán
ante la presencia de Dios (Ez 38, 18-20), coincide con el Arrebato.
Pero esa relación es un tanto forzada y tampoco tiene suficientes fundamentos en las Escrituras.
La mayor parte de los estudiosos considera que el Arrebato de los
fieles será anterior al inicio del Día del Señor y a la Guerra de Gog y
Magog. Y es que los desastres que son resultado de la invasión y de la
gran sacudida de la Tierra forman parte de los juicios divinos, de donde
surge la pregunta de si la Iglesia fiel estará sometida a la ira de
Dios. Las Escrituras parecen sugerir que los fieles no estarán sujetos a
ésta ó a ninguna de las demostraciones de la cólera divina propias del
“Día del Señor”.
El mensaje dado por San Pablo en Romanos 11,
25-26 demuestra una relación directa con el tema de la exclusividad de
Dios al tratar primero con la Iglesia y después con Israel: “Pues no
quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de
sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta
que entre la totalidad de los gentiles...”. El corazón de Israel como
nación está endurecido contra Dios y su Mesías, hasta que una serie de
eventos específicos se desaten. El primer evento parece ser precisamente
el completarse esa “totalidad de los gentiles”, lo cual significa que
el número final de creyentes en Cristo ha entrado a la Iglesia. Ese
pudiera ser el momento en que los fieles sean tomados de la Tierra para
estar con Cristo.
Otra de las razones para colocar el Arrebato
antes de la Guerra de Ezequiel es que ese evento podría ofrecer un
elemento más para crear una condición temporal al caos mundial. La
desaparición de mucha gente y de algunos líderes en Occidente causaría
un pánico generalizado de alcances globales. El enorme apoyo de
cristianos evangélicos hacia Israel en los Estados Unidos y el mundo
occidental, haría que muchos musulmanes se vuelvan inmediatamente contra
los judíos y contra Israel. En este sentido, el Rapto podría paralizar
temporalmente a los Estados Unidos, brindando al Islam y a Rusia la
perfecta oportunidad para querer atacar a Israel.
Pero sobre
todo, lo que más nos puede iluminar respecto a su posición en el
tiempo, es contextualizar el Arrebato dentro del entorno general del
inicio del “Día del Señor”.
El Día del Señor
El “Día del Señor” es todo el conjunto de juicios por los que la humanidad sufre su purificación previamente a la Parusía”.
El Día del Señor, a quien diversos profetas le aplican los
adjetivos, “grande y terrible”, tiene su inicio con el gran terremoto y
la Guerra de Ezequiel, después de los signos del sol y de la luna.
Uno de los aspectos sobresalientes de la Guerra de Ezequiel es el
énfasis sobre el “Día del Señor” y su conexión con el sexto sello del
Apocalipsis. La “luna roja” de Joel (Jl 3, 4) es comúnmente relacionada
con la “luna roja” que se observa al inicio del sexto sello:
• Joel 3, 4: “El sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre, antes de la venida del Día de Yahveh, grande y terrible”.
•
Apocalipsis 6, 12: “Y seguí viendo. Cuando abrió el sexto sello se
produjo un violento terremoto: y el sol se puso negro como un paño de
crin, y la luna toda como sangre”.
La luna en sangre del
sexto sello se identifica con la luna roja de Joel que debe preceder al
Día del Señor por la reacción de los seres humanos en la Tierra en
cuanto el resto de eventos del sexto sello tienen lugar:
Apocalipsis 6, 15-17: “Y los reyes de la Tierra, los magnates los
tribunos, los ricos, los poderosos, y todos, esclavos ó libres, se
ocultaron en las cuevas y en las peñas de los montes. Y dicen a los
montes y a las peñas: ‘Caed sobre nosotros y ocultadnos de la vista del
que está sentado en el trono y de la cólera del Cordero. Porque ha
llegado el Gran Día de su cólera y ¿quién podrá sostenerse?'".
La actitud de los seres humanos en la Tierra pone de manifiesto que
ellos entienden que el grande y terrible Día del Señor ha comenzado.
Éste es precedido por el oscurecimiento del sol, y por la luna roja
“como sangre” y el terremoto descritos en Ap 6, 14: “Y el cielo fue
retirado como un libro que se enrolla, y todos los montes y las islas
fueron removidos de sus asientos”.
Relación de la Guerra de Ezequiel con el sexto sello
Ambas descripciones, de Ezequiel y del Apocalipsis, se combinan para
ofrecer un claro panorama de los eventos englobados en el inicio del
“Día del Señor”. Es difícil pensar que tal similitud de acontecimientos
tenga lugar dos veces.
Con todo, hay que decir que los hechos se darán muy rápido uno detrás del otro.
Por otro lado, es totalmente verosímil que los siete años descritos
por Ezequiel, en los cuales serán quemadas las armas de los ejércitos
que pretendían destruir Israel, corresponde a la 70ª semana de Daniel, y
esa 70ª semana no empieza en el Apocalipsis sino hasta un tiempo
después de las primeras trompetas, causantes de la destrucción de Gog y
Magog.
Adicionalmente, podemos observar que la gran multitud
que está en pie delante del Cordero (Ap 7, 9) se relaciona con aquella
descrita por Jesucristo en su relato de los eventos del fin de los
tiempos:
“Guardaros de que no se hagan pesados vuestros
corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las disipaciones
de la vida, y venga a aquel Día de improviso sobre vosotros, como un
lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la
Tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis
fuerza y escapéis a todo lo que está por venir, y podáis estar en pie
delante del Hijo del hombre” (Lc 21, 34).
Jesucristo sugiere
que aquellos que se mantengan fieles a Él podrán escapar dichos
acontecimientos y estar en pie delante de Él. Esto ofrece un argumento
adicional a la tesis del Rapto previo a la Gran Tribulación, ya que las
pruebas para los creyentes son descritas como “libertinaje, embriaguez y
disipaciones de la vida” y es muy difícil pensar que esas tentaciones
se apliquen a los creyentes perseguidos. Y si, una vez que la marca de
la Bestia se aplique a escala global, los creyentes no marcados
difícilmente podrán comprar comida, mucho menos se puede pensar que
estarán envueltos en disipaciones y libertinaje.
Lo más
notable, siguiendo con el tema del Arrebato, es la descripción que
Cristo da de los creyentes que escaparán de lo que está por venir. Él
afirma que ellos estarán de pie delante del Hijo del hombre. Nos
recuerda la descripción de San Juan en el Apocalipsis: “Después miré y
había una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación,
razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero” (Ap 7,
9).
Las palabras de Jesús y de San Pablo se combinan para
decirnos que los santos nunca más serán separados de Cristo. Y dado que
los 24 ancianos son descritos anteriores y como separados del Cordero,
no es posible que éstos sean ó simbolicen a los santos raptados y
resucitados. Por otro lado, la gran multitud obedece mejor a las
palabras de Jesús y de San Pablo pues están inmediatamente descritos
estando en pie en el cielo en la presencia del Cordero.
Además, existe otro elemento a tomar en cuenta en el discurso de Jesús
al usar la palabra escapar como descrita antes de los eventos que
ocurrirán a los creyentes previamente a los hechos del final de los
tiempos. San Pablo usa una terminología semejante: “… y esperar así a su
Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los
muertos y quien nos salvará de la Cólera venidera” (1 Ts 1, 10).
Jesús se refiere a esa acción como “escapar”, y San Pablo la
describe como “salvación” ó “rescate”, un rescate de la cólera que está
por venir. Pablo continúa el tema inmediatamente después de que da a
conocer el misterio del Rapto en su primera carta a los Tesalonicenses
(1 Ts 4, 13): “Porque Dios no nos ha destinado para la cólera, sino para
obtener salvación por nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts 5, 9).
Nuevamente, los operadores de mal están destinados a la ira, mientras
que los fieles serán rescatados para obtener salvación. Estos textos no
se llevan a ***plimiento más claramente que en coincidencia con la
apertura del sexto sello, previa a que inicien los acontecimientos.
Después de eso, la ira de Dios caerá cuando se sacuda la Tierra
entera. Los cristianos que hayan quedado después del Rapto y todos los
habitantes responderán a esta catástrofe con miedo y terror, y
exclamarán “El gran día de la ira de Dios ha llegado”.
Cabe
resaltar que, en las Escrituras, la resurrección de los santos está
relacionada con terremoto, como sucedió el Viernes Santo, cuando tembló
la tierra y muchos santos del Antiguo Testamento resucitaron, y como
temblará la tierra cuando resuciten los dos testigos (Ap 11, 13). Por
ello mismo, algunos hacen coincidir el terremoto del sexto sello con el
momento en que pudiera suceder la primera resurrección, la de los santos
del Nuevo Testamento, seguido inmediatamente del Rapto.
La
explicación que los promotores del Gobierno Mundial le darán al Rapto
será la de “abducciones” por parte de seres galácticos superiores. Se
prepara ya cantidad de literatura en ese sentido.
Concluyamos
diciendo que la cercanía de ambas cosas, Arrebato y apertura del sexto
sello, será fácilmente previsible por un signo claro que Jesucristo nos
dio: el incremento de guerras: “Se levantará nación contra nación, y
reino contra reino” Mt 24, 7. Es el mismo orden que se observa en el
Apocalipsis en el segundo sello, el que corresponde al segundo caballo,
de la guerra: “Entonces salió otro caballo, rojo: al que lo montaba se
le concedió quitar de la Tierra la paz para que se degollaran unos a
otros: se le dio una espada grande” (Ap 6, 4). Sólo después aparecen el
tercer caballo del hambre, y el cuarto de las pestes que, por otro
lado, normalmente son las consecuencias lógicas de las guerras.
En campo católico, diversas revelaciones privadas hablan de un Gran
Aviso por parte de Dios previo a la Tribulación. Ese evento podría
coincidir también con el sexto sello y el gran terremoto. Primero porque
se refiere a un acontecimiento cósmico, segundo por el impacto en todos
los habitantes de la Tierra quienes se esconderán con gran temor, pero
sobre todo por los efectos de arrepentimiento y contrición despertados
en la humanidad entera. En efecto, sostienen dichas revelaciones
privadas que la principal consecuencia del Aviso tendrá lugar en el
interior de la conciencia humana, como fruto de una iluminación interna
sobrenatural, pero en coincidencia con un gran incidente sideral.8
Si es así, podemos concluir que el Gran Aviso estará precedido no
sólo por la huída del Papa de Roma, sino también por signos inmediatos
muy patentes: el oscurecimiento del sol y la luna roja, y el mismo
Arrebato de los fieles.
Valoración
De la intervención
divina en la Guerra de Gog y Magog, ó Guerra de Ezequiel, Israel
emergerá completamente redimida. Incluso aquellos judíos que aún viven
en el exilio volverán para reunirse en la tierra prometida. Todas las
naciones reconocerán que el Dios de Israel es el único y verdadero Dios
del universo. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob será el Dios de todos.
El Reino de Dios se establecerá no sólo para Israel sino para todos. La
reconstrucción del Templo será el apogeo de esos acontecimientos. No es
accidental que después de los capítulos 38 y, 39, Ezequiel comience a
describir la reconstrucción del Templo y una nueva forma de organización
social (Ez 40-48).
Con la destrucción de Gog y sus aliados,
las diferentes restauraciones apuntan a la conclusión de los tiempos
eclesiásticos y al restablecimiento transitorio de los tiempos
veterotestamentarios. Dios específicamente establece que Él no ocultará
más su rostro a Israel, y que derramará su Espíritu sobre su pueblo.
Igualmente, en el Antiguo Testamento Dios no les escondía su faz,
trataba con ellos a través de profetas, reyes y sacerdotes. Ni les
escondió su semblante cuando se comunicó con su pueblo a través de la
venida de su Hijo Jesucristo, a quien ellos rechazaron:
“Así
manifestaré yo mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán
el juicio que voy a ejecutar y la mano que pondré sobre ellos. Y la casa
de Israel sabrá desde ese día en adelante que yo soy Yahveh su Dios. Y
sabrán las naciones que la casa de Israel fue deportada por sus culpas,
que, por haberme sido infieles, yo les oculté mi rostro y los entregué
en manos de sus enemigos, y cayeron todos a espada. Los traté como
merecían sus impurezas y sus crímenes, y les oculté mi rostro. Por eso,
así dice el Señor Yahveh: Ahora voy a hacer volver a los cautivos de
Jacob, me compadeceré de toda la casa de Israel, y me mostraré celoso de
mi santo nombre. Ellos olvidarán su ignominia y todas las infidelidades
que cometieron contra mí, cuando vivían seguros en su país, sin que
nadie los inquiete. Cuando yo los haga volver de entre los pueblos y los
recoja de los países de sus enemigos, manifestaré sobre ellos mi
santidad a los ojos de numerosas naciones, y sabrán que yo soy Yahveh su
Dios cuando, después de haberlos llevado al cautiverio, entre las
naciones, los reúna en su suelo sin dejar allí a ninguno de ellos. No
les ocultaré más mi rostro, porque derramaré mi Espíritu sobre la casa
de Israel, oráculo del Señor Yahveh" (Ez 39, 21-29).
Inicialmente, a muchos judíos les parecerá que la situación posterior a
la intervención divina en su favor, en la batalla de Gog y Magog, es ya
el inicio del reino mesiánico, pero no será así. Aunque Dios aceptará el
culto de Israel, no aceptará sus sacrificios animales y permitirá que
el falso mesías se vuelva posteriormente contra ellos. Enviará a sus dos
testigos, bajo la forma de dos profetas del antiguo testamento, con la
habilidad de obrar milagros asombrosos (Ap 11, 3-12) y preparará a su
pueblo para el retorno del verdadero Mesías a través de sus 144,000
elegidos.
Por su parte, la Iglesia -quienes hayan quedado después del Arrebato-, atravesará por la mayor prueba de su historia.9
Al final de la Gran Tribulación se dará la segunda venida del
verdadero Mesías (Parusía), quien descenderá de la misma manera que
subió a los cielos -a la vista de todos, el día de la Ascensión (Mt 24,
29: Mc 13, 26; Lc 21, 27; Hch 1, 11)- y volverá para realizar tres
cosas: 1) derrotar al Anticristo, así como a su falso profeta y a
quienes impusieron su Gobierno Mundial forzado; 2) juzgar a las naciones
y erradicar el mal y la incredulidad, y 3) restaurar la creación y
elevar la naturaleza humana en su integridad, transformándola íntima y
esencialmente (Ez 36, 25; 2 Pe 3, 13; Is 65,17). Ese día de su Retorno,
Jesús regresará con todos los santos10 resucitados, los del Antiguo y
los del Nuevo Testamento, así como con todos los que fueron raptados
siete años antes.
Después de ello, Jesucristo inaugurará el
largo periodo de “mil años” de su Reinado sobre la Tierra, mismo que
concluirá con su tercera y última manifestación en el Juicio Final, al
fin del mundo. Así lo conservó un buen número de padres y escritores
eclesiásticos de los primeros cuatro siglos de la Iglesia, sosteniendo,
en resumen: a) que, previo a la Parusía, tendrá lugar la primera
resurrección, la de todos los santos, y el Rapto de los fieles; b) que
Jesús regresará para derrotar al Anticristo y a sus cómplices, y c) que
volverá para reinar en esta Tierra por un periodo largo (“mil años” en
el género apocalíptico), después de que el misterio de la iniquidad
llegue a su exceso durante la Gran Tribulación.
Esta es la
forma maravillosa y sorprendente en que Dios tiene planeado armonizar la
historia de la salvación, después de que ésta sufriera un divorcio con
el dramático rechazo de su Hijo por parte del pueblo judío.
A
primera vista, pudiera parecer que con la Guerra de Gog y Magog la
economía salvífica de Dios sufre un retroceso, al volver a intervenir
como en el pasado en favor de Israel, mientras que la salvación es ya
universal. Pero en realidad, lo que Dios hace al romper el silencio
respecto a su pueblo es concluir la historia universal en la etapa
presente, la cual había quedado aparentemente inconclusa con el rechazo
de Cristo por parte de los suyos. Es decir, el papel de Israel hacia el
mundo es ya universal, y este no ha concluido. Más aún, los
acontecimientos relacionados con Israel son los que propiciarán la
Parusía. Es paradójico, pero el Retorno de Cristo se dará al ser
invocado no por los cristianos, sino por los judíos, estando éstos
sitiados y a punto de ser destruidos por el falso mesías.
El
hecho de que Dios sepa lo que va a suceder no menoscaba en lo más mínimo
nuestra libertad. Y si Él quiso dárnoslo a conocer, a través de las
Escrituras, es sin duda para nuestro bien. Es nuestro deber, como Jesús
mismo nos recomendó, escudriñar los signos de los tiempos.
Dios está restaurando su plan original de salvación y felicidad para el
hombre, mismo que fue desfigurado desde el inicio por el maligno,
demostrando así lo que sentenció el gran San Agustín: “Dios demuestra
más su poder y su grandeza sacando bien del mal, que simplemente no
permitiendo que el mal exista”.
Con el injusto asesinato de
su Hijo, con la decadencia de la civilización cristiana y con el actual
desbordarse de la violencia, la mentira, la corrupción y la impunidad,
uno pudiera concluir que Satanás está ganando. Es entonces cuando Dios
llevará a ***plimiento su plan de salvación, salvando lo que parecía
perdido, y logrando algo al haber permitido el obrar demoníaco: que la
salvación requiera de nuestro libre albedrío, el poder optar libremente
entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas, entre la mentira y
la verdad, entre la felicidad que nos ofrece la sumisión amorosa a Dios
y los encantos que nos promete la rebeldía orgullosa del “no serviré”.
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1)
A lo largo de los capítulos 38 y 39, los nombres de Gog y Magog son
utilizados en forma conjunta como título que denomina la combinación de
un gran adversario de Dios: Gog como un “príncipe”, y Magog como un país
ó región. Dos veces utiliza “Magog” para indicar el territorio de donde
es originario el líder denominado “Gog”, que en hebreo antiguo
significa “encumbrado”. Al mencionar a Gog como proveniente del “lejano
norte”, Ezequiel parece estar denotando el nivel máximo de autoridad
dentro de una alianza de naciones de lo que hoy son las ex repúblicas
soviéticas, territorio del antiguo reino de Anatolia y más allá del
Cáucaso.
2) Desde que Artajerjes dio la orden de reconstruir
Jerusalén y el Templo (457 a. C.), hasta que Jesús fue ungido en ocasión
de su bautismo, en el Jordán (26 d. C.)
3) Algunos estudiosos
sugieren que la mención explícita de Ezequiel de “siete meses” pudiera
ser para indicar el tiempo que tardará en iniciar la Gran Tribulación
después de la Guerra de Gog y Magog, es decir, del momento en que el
Anticristo firmará el falso acuerdo de paz. 4) “Se abrieron los
sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron”. Éstos se
aparecieron en Jerusalén a muchas personas durante los cuarenta días en
que Jesús estuvo resucitado entre los suyos. El Evangelio nos deja ver
que esos santos no revivieron como Lázaro, a quien Jesús regresó a esta
misma vida, muriendo tiempo después. Los santos resucitados resurgieron
en una condición nueva, transformada y gloriosa. 5) El Arrebato
de los fieles es resultado de una intervención divina selectiva:
“Entonces estarán dos en el campo, el uno será tomado, y el otro será
dejado. Estarán dos mujeres moliendo en un molino, una será tomada, y la
otra será dejada”: Mt 24, 40. El Rapto tiene el doble propósito de
premiar la virtud de los fieles, y de evitarles la purificación de la
Gran Tribulación, misma que ya no necesitan. El acontecimiento fue
dado a conocer por San Pablo: "Porque el Señor mismo con voz de mando,
con voz de arcángel y al son de la trompeta, descenderá del cielo; y los
muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos,
los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las
nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos para siempre
con el Señor" (I Tes 4, 16). Y añade: "No todos moriremos, pero todos
seremos transformados. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos,
cuando suene el último toque de trompeta. Porque sonará la trompeta y
los muertos serán resucitados para no volver a morir y nosotros seremos
transformados" (I Cor 15, 51). Todos ellos, raptados y resucitados,
volverán el día de la Parusía acompañando a Cristo en su retorno
glorioso, y se quedarán reinando, en representación suya, durante el
milenio del Reino mesiánico.
6) La distinción entre la primera
resurrección, exclusiva de los santos del Nuevo Testamento, y la segunda
resurrección, que será universal y al fin del mundo, es delineada
claramente por San Juan: Ap 20, 1-6.
7) El sello de los 144,000
se refiere literalmente, no metafórica ó espiritualmente, a un grupo de
judíos que estarán vivos cuando los dos testigos sean muertos por el
Anticristo a mitad de la Gran Tribulación y ambos resuciten y sean
raptados al cielo tres días y medio después de su muerte, ante el
asombro de la humanidad entera. Los 144,000 elegidos serán, según lo
revela San Juan, 12,000 de cada tribu de Israel (Ap 7, 2-8). Estos
“sellados” no podrán ser asesinados por el Anticristo, mientras que
todos los demás que den testimonio de Dios, judíos ó gentiles, serán
martirizados y decapitados (Ap 7, 13-14; 20, 4). 8) Cfr. López Padilla, Luis Eduardo, “El Gran Aviso de Dios”, ISBN 970-94055-5-1. 9)
Explícitamente, el Magisterio condena la idea de que el triunfo de la
Iglesia se dará por un proceso de éxito gradual y evolutivo. Así lo
establece el Catecismo de la Iglesia Católica (#675): “Antes del
advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que
sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su
peregrinación sobre la tierra desvelará el "Misterio de iniquidad" bajo
la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una
solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de
la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es
decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí
mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la
carne”. Y añade, en el #677: “La Iglesia sólo entrará en la gloria del
Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su
muerte y su Resurrección. El Reino no se realizará, por tanto, mediante
un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente,
sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal
que hará descender desde el Cielo a su Esposa. El triunfo de Dios sobre
la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final después de la última
sacudida cósmica de este mundo que pasa”.
10) 1 Ts 3, 13.
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