Las mujeres rusas se convierten en rehenes en Siria
12 de septiembre de 2013
La guerra civil ha afectado la vida de las mujeres rusas que viven
en Siria. Ha cambiado todo: su vida cotidiana, sus relaciones y sus
planes de futuro. Algunas familias han sufrido el auténtico dolor: la
muerte y la separación. Varias mujeres rusas casadas con sirios han
relatado al corresponsal de Rusia Hoy sus problemas y sufrimientos.
Nina
Serguéyevna (vivía en Latakia, ahora vive en Rusia):
Yo era representante del Consejo de
coordinación de los ciudadanos rusos y puedo decir que, independientemente de
donde vivieran las mujeres rusas casadas con sirios, los acontecimientos de los
últimos dos años han sido una dura prueba para ellas. Ha significado la
destrucción de su modo de vida, que teman por su vida, por la vida de los suyos
y la angustia por el destino del país que se ha convertido para ellas en su
segunda patria.
Las circunstancias concretas de vida de las
mujeres y sus relaciones con los sirios dependen enormemente de la ciudad o el
barrio en el que vivan, de la posición frente al conflicto que haya adoptado su
marido y su círculo, del bando que apoyen sus hijos adultos. Siempre es así, te
conviertes, por así decirlo, en responsable de la posición que toma tu país y,
Rusia, en este conflicto ha adoptado una posición muy fuerte que no defiende
toda la sociedad siria.
Por supuesto que es peligroso si tus vecinos,
con los que has vivido muchos años, comienzan a tratarte como un enemigo, pero
eso tiene solución, irse a otro barrio de la ciudad o a otro país. Por supuesto
que es humillante cuando los familiares de tu marido dejan de verte como un
familiar, uno se puede ir, pero ¿qué haces si tu marido y tu hijo comienzan a
considerarte un enemigo político? ¿Acaso puede una mujer irse sola de su propia
casa? Conozco historias de familias en las que se ha producido un
enfrentamiento no solo dramático sino trágico: el marido mató a su mujer y el hijo
renegó de su madre. Y cuando te encuentras con estas cosas comprendes el abismo
sin fondo hacia el que se precipita la sociedad.
Nadezhda
(madre de dos niñas, vive en Latakia):
La relación que tienen conmigo los sirios casi
no ha cambiado, pero la vida ha cambiado de forma radical. El día empieza y
termina con el parte de noticias. Aquí no se trata de vivir, sino de
sobrevivir, pero además de eso, si antes quería a este país, ahora estoy
enamorada de su gente, que lucha con ese mal que le empuja hacia el precipicio.
En caso de caer el gobierno legal, ni yo, ni mi familia, ni el pueblo sirio
tendrá futuro a corto plazo.
Larisa
(madre de dos niños, vivía en la costa ahora lleva ya un año en Rusia):
La relación de mis familiares conmigo no ha
cambiado en absoluto. Entre nosotros en general siempre hemos tenido unas
relaciones muy buenas. Incluso se mostraron comprensivos cuando me fui del
país.
La relación con los vecinos tampoco había
cambiado, en el club deportivo donde iba el dueño se negó a cobrar a los rusos
porque Rusia había puesto un veto a todas las resoluciones antisirias, en el
centro cultural donde daba clases de ruso la relación conmigo incluso mejoró y
se convirtió casi en respeto, pero bueno...
Sobre lo que está pasando cada uno tiene una
opinión diferente, por eso con algunos conocidos no hablo de política. Pero por
otro lado dejé de ir sola en coche por la ciudad, por lo menos a los barrios
periféricos. Si cae el régimen creo que mi familia tendrá que irse de Siria,
aunque sea temporalmente hasta que todo se tranquilice. Ojalá que tengamos la
oportunidad de volver porque mi marido y mis dos hijos adultos se han quedado.
Elena
(madre de dos hijos, Latakia):
Probablemente yo haya tenido suerte porque con
los recientes acontecimientos en Siria mi relación con los sirios que me rodean
ha cambiado para bien.
Me paran para agradecerme la ayuda rusa y en algunas
tiendas me piden que no pague porque son un pueblo muy emocional... Una vez en
una tienda en un barrio de la periferia, creo que la primera vez que Rusia
utilizó el veto, un vendedor joven me preguntó: “¿De dónde eres?” Yo le dije que de
Rusia entonces él me miró, sonrió y dijo: “Bueno... tú no tienes la culpa...”
Cada vez que te encuentras con alguien, en
cada conversación, aparece el tema de lo que está pasando en el país y a veces
incluso se levanta la voz, porque la tensión, el miedo, el dolor o incluso lo
estancado de la situación, flota en el aire, pero hemos aprendido a vivir con
esto.
No soy política, soy una mujer y ante todo una
madre. Y a veces tengo miedo. Mi hijo menor tiene cinco años, si cambia el
régimen no tendrá un futuro, porque la guerra se prolongará muchos años.
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