Cinco formas en las que la guerra en Siria cambió el mundo
ARCHIVO - En esta imagen de archivo tomada el 5 de junio de 2014, un hombre monta en bicicleta a través de una zona devastada de Homs, Siria. (AP Foto/Dusan Vranic, Archivo)
BEIRUT, Líbano (AP) — El conflicto en Siria ha tenido un gran impacto en la política global. A continuación, cinco formas en las que ha cambiado el mundo.
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AUGE DEL GRUPO ESTADO ISLAMICO
Fue en el vacío de poder provocado por el deterioro del conflicto en Siria lo que permitió que una rama poco conocida y brutalmente violenta de Al Qaeda se convirtiera en el grupo terrorista más importante del planeta.
En 2014, el grupo Estado Islámico completó su toma de la ciudad oriental siria de Raqqa y siguió adelante para conquistar la iraquí Mosul. Con el tiempo se hizo con un territorio a ambos lados de la frontera entre los dos países, un área del tamaño de Gran Bretaña, y en el proceso consiguió armas, riqueza y personal. La expansión no encontró apenas resistencia del gobierno sirio, ocupado combatiendo a otros rivales en zonas más pobladas cerca de la costa mediterránea.
El grupo EI ha despertado una profunda ansiedad en la región y en todo el mundo al realizar matanzas de minorías, institucionalizar la esclavitud sexual, derrotar a ejércitos estatales y ejecutar a sus rivales en macabros espectáculos de violencia. El grupo extremista destruyó monumentos históricos como templos en la ciudad antigua de Palmira y alimentó el comercio global de antigüedades.
El grupo ha coordinado ataques terroristas en lugares que van desde Francia a Yemen, y establecido una cabeza de playa en el norte de Libia que podría sobrevivir a su llamado "califato" en Siria e Irak. Quizá lo más desconcertante es que miles de jóvenes hombres y mujeres europeos —no todos de origen musulmán— han viajado para unirse a la milicia.
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EL RESURGIR DE RUSIA
"Hay un hombre en este planeta que puede poner fin a la guerra en Siria haciendo una llamada de teléfono, y ése hombre es el señor Putin", dijo hace poco el secretario británico de Exteriores, Philip Hammond.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha establecido una nueva presencia en Oriente Medio tras ver durante años cómo Estados Unidos llevaba la voz cantante en la región. El pasado septiembre, y tras proporcionar armas, asesores y asistencia económica al presidente Bashar Assad con poco efecto, Putin envió su fuerza aérea para atacar a los rivales del gobierno sirio. El reciente receso en la violencia se debe en gran parte a las instrucciones de Rusia. Los planes de Rusia para Siria siguen sin estar claros, pero quien sea que tome el relevo en el país deberá en buena parte su puesto a Putin.
Antes de Siria fueron Georgia en 2008 y Ucrania en 2014, precedentes de la actual intervención, en las que Putin no tuvo reparos en mostrar hasta dónde llegaría para proteger los intereses de Rusia. Ahora, Moscú se alza como un factor clave en una región con reservas significativas de gas y petróleo. Puede esperarse que movimientos políticos de toda clase se pregunten cómo puede Rusia favorecer sus intereses.
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EUROPA DESESTABILIZADA
Cuando Europa diseñó sus acuerdos de fronteras abiertas al final del siglo pasado, no esperaba la llegada de en torno a un millón de migrantes —la mayoría, refugiados sirios— en apenas un año, como ocurrió en 2015. Miles de personas murieron tratando de cruzar a Europa por mar, lo que plantea un dilema moral para el continente. Las llegadas, que siguen sin tregua, han despertado tanto generosidad como xenofobia y en definitiva han golpeado el corazón del sistema de fronteras abiertas.
Los europeos levantan ahora cercas en la ruta migrante de los Balcanes de Grecia a Alemania, tras permitir en un principio la entrada de miles de personas. Grandes multitudes esperan en condiciones deplorables en el sureste de Europa. Muchas afrontan en un limbo legal europeo, esperando a que se procesen sus solicitudes de asilo o instalándose sin permiso de residencia.
Los atentados del grupo EI contra París en noviembre, aunque obra principalmente de ciudadanos franceses y belgas, desató críticas sobre la seguridad en toda Europa y dio impulso a los políticos nacionalistas. Estos efectos se vieron incluso en Estados Unidos, donde el favorito de las primarias republicanas, Donald Trump, consternó a muchos al proponer un veto a la entrada musulmanes en el país.
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