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jueves, 23 de marzo de 2017

Shirk y Tauhid

Nos volvemos a Allah y nuestra mente se serena. Nos identificamos con nuestros cuerpos y surgen el dolor y el deseo, como parte de la dinámica dual de las criaturas

17/03/2017 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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La salat es una herramienta valiosísima para nuestro regreso.
Uno de los principios menos cuestionados en el seno de la Ummah, en el que están de acuerdo todas las escuelas y tendencias, es aquel que señala al shirk como el principal obstáculo para poder recorrer la senda del islam, el din de Muhámmad (saws). Se ha traducido este término árabe de muchas formas, como ‘asociación’, como ‘idolatría’, etc.
Lo más importante de este asunto, desde nuestro punto de vista, es el hecho de que este error es lo único que nos impide el retorno a Allah swt. La realidad es única en Su esencia y diversa en Sus manifestaciones. Los seres humanos estamos en medio. Somos criaturas y, al mismo tiempo, participamos de lo divino, transitamos un puente, un barzaj, un interespacio.
Nuestro din nos permite disfrutar de la diversidad, gozar del mundo, pero nuestros egos, en la mayoría de los casos, están poco dispuestos a no abusar de los placeres que el mundo nos ofrece o a escapar del sufrimiento inherente a la propia existencia.
Retornar a Dios implica una voluntad de volver a la experiencia de unidad (Tauhid), a reconocer que somos uno, a aceptar en un sentido absoluto la Verdad contenida en la shahada: la illaha illa Allah, no existen dioses ni realidades excepto Allah, que es la realidad Única.
Unidad y diversidad, olvido y recuerdo formando la danza de lo Uno.
Nos volvemos a Allah y nuestra mente se serena. Nos identificamos con nuestros cuerpos y surgen el dolor y el deseo, como parte de la dinámica dual de las criaturas. Pensamos y nos identificamos con nuestra mente, que también es una creación de exhaustiva diversidad, y así vivimos ajenos a la Verdad, a lo Uno. Eso es el shirk, eso es lo que llamamos idolatría o asociación: atribuir realidad a lo que no es nada, a lo que jamás permanece y acaba muriendo, y de ahí el hadiz del Profeta (saws): “Los seres humanos duermen, sólo cuando mueren despiertan”.
Podemos decir que esa muerte es tanto un morir al mundo, a los sentidos y a la materia, un morir antes de morir, como aquella otra muerte que nos aguarda en un recodo que sólo Dios conoce.
¿Cómo volver a la Realidad? ¿Cómo alcanzar la Verdad?
Algunos filósofos, como Averroes, dicen que el razonamiento puede conducirnos hasta ese umbral, pero la mayoría de los que saben nos dicen que, al ser la razón hermana del lenguaje, no deja de ser dual y de crear más dualidad, y que sólo la ciencia del corazón puede ayudarnos a regresar.
Los pilares de nuestro din, las prácticas que componen nuestro modo de vida, nos ayudan a ese regreso a la Verdad, y a superar el shirk: Una oración constante, perseverante, en la que somos conscientes de lo que implica la adoración, nos acerca a Dios y nos aleja de la confusión, tanto del cuerpo deseante como de la mente manipuladora. La salat es, en este sentido, una herramienta valiosísima para nuestro regreso.
No hay mucha dificultad cuando nos volvemos a Allah con nuestro corazón anhelante y sumiso, contento de ser creado en un mundo donde tienen lugar las pruebas más difíciles, confiado porque sabe que Dios le ve, le oye, le protege y le guía.
Es entonces, en esa interioridad, donde resuena dentro de nosotros la exclamación “¡Allahumma ana’anta as Salam!”, ¡Oh, Dios mío, Tú eres la Paz!.
Pero si abrimos los ojos vemos un mundo en llamas, banderas negras con el nombre de Allah, fanáticos que destruyen la memoria de la humanidad… ¡Oh Dios mío, Tú eres la Paz!... ¿Cómo, entonces, se producen estas contradicciones tan profundas? Tú mismo nos adviertes de los grandes peligros de seguir los deseos de este mundo, las ansias de poder, de dinero, de fama, de reconocimiento, de la ceguera que todo ello produce. Y así es.
Cuando el ser humano queda obnubilado por este mundo puede llegar a cometer las mayores atrocidades y, para ello, no duda en hacerlo en nombre de la religión, de la ideología o de lo que más le convenga. Son los poderos dentro de la Ummah los responsables de tantas guerras, de la islamofobia, de la mala imagen del islam y de los musulmanes.
Son ellos precisamente quienes han ayudado a construir un mundo de confrontación y de discordia, de exclusión y de miedo. ¿Quién podría culpar a Occidente de otra cosa que de avidez de recursos, de avaricia y de apetitos insaciables?
Los pobres, los excluidos de todos los pueblos están ahí, esperando la misericordia divina, esperando que Dios cambie los corazones de quienes aquí deciden entre la vida y la muerte.
Hecemos duat, pedimos a Allah misericordia hacia la humanidad, una humanidad que podría estar ya viviendo bajo la sombra del árbol de la Paz, que podría estar ya libre de esa esclavitud que a veces nos pasa inadvertida.

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