"No me importa si mueren": el testimonio de un
traficante que explota la desesperación de los refugiados sirios que venden sus
órganos
Alex
Forsyth
BBC, Beirut
3 mayo 2017
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Abu Jaafar
Image caption
"Mientras los donantes hayan recibido su pago, qué pase
con ellos no es mi problema". Abu Jaafar busca clientes como este
adolescente entre los refugiados más desesperados en Líbano.
Hay un destello de orgullo en la mirada de Abu Jaafar cuando
explica cómo se gana la vida.
Jaafar trabajaba como guardia de seguridad en un bar, pero
todo cambió cuando conoció una banda que traficaba órganos.
Su "empleo" ahora es encontrar a gente
desesperada. Tan desesperada que está dispuesta a vender una parte de su
cuerpo.
Y nunca le faltan "clientes", debido al flujo
constante de refugiados sirios a Líbano.
"Yo exploto a la gente", me dijo.
"Pero hay que tener en cuenta que muchos de estos
refugiados podrían haber muerto en la guerra, y que vender un órgano no es nada
en comparación con los horrores de la guerra", agregó.
"Me arrepiento de haber vendido mi riñón": el
testimonio de un adolescente sirio en Líbano
"Los exploto. Pero al mismo tiempo ellos se
benefician".
"Una vez me pidieron un ojo"
Su base de operaciones es un pequeño café en un edificio
dilapidado cubierto con lonas de plástico en un suburbio del sur de Beirut.
"Sé que lo que hago es ilegal, pero en mi opinión estoy
ayudando a los refugiados", afirmó Jaafar.
En el fondo del café hay un cuarto diminuto lleno de muebles
viejos. En cada rincón hay una jaula con un perico.
Campamento de refugiados en BeirutDerechos de autor de la
imagenGETTY IMAGES
Image caption
En los campamentos de refugiados en Beirut muchas personas
ven la venta de un órgano como la única forma de sobrevivir.
En este cuarto, Jaafar negoció la venta de órganos de cerca
de 30 refugiados en los últimos tres años.
"Generalmente los compradores piden riñones. Pero
también he traficado otros órganos", relató.
"Una vez me pidieron un ojo. Y logré encontrar a
alguien dispuesto a venderme uno de los suyos".
"Tomé una foto del ojo y la mandé por Whatsapp a los
compradores antes de cerrar el negocio".
La desesperación de los palestinos
Las calles angostas en las que Jaafar busca
"clientes" están repletas de refugiados.
Una de cada cuatro personas en territorio libanés cruzó la
frontera desde Siria huyendo de la guerra.
La ley en Líbano impide a la mayoría de estos refugiados
trabajar en el país, por lo que muchas familias se encuentran en una situación
angustiante.
Mujeres y hombres palestinos en una protesta en Líbano por
la falta de ayudaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption
Los palestinos protestaron recientemente por su sufrimiento
en Líbano. El gobierno allí no les permite prácticamente recibir ayuda ni
trabajar.
Y entre los más desesperados están los palestinos.
Como eran considerados refugiados en Siria no pueden ser
registrados nuevamente como tales por Naciones Unidas.
Por eso, prácticamente no reciben ayuda y viven en la
pobreza absoluta en campamentos sobrepoblados.
Casi tan vulnerables como los palestinos son los refugiados
que llegaron desde Siria luego de mayo de 2015, cuando el gobierno libanés
solicitó a la ONU que suspendiera el registro de refugiados.
"Aquellos que no están registrados como refugiados
viven en la miseria", me dijo Abu Jaafar.
"Están desesperados y la única forma de obtener dinero
para sobrevivir es vender sus órganos".
Con los ojos vendados
Algunos refugiados, especialmente los niños, mendigan en las
calles.
Algunos menores trabajan como lustrabotas, o deambulan entre
los autos para vender chicle o pañuelos de papel.
Otros son explotados en diferentes empleos o acaban en la
prostitución.
Desplazados siriosDerechos de autor de la imagenREUTERS
Image caption
Casi la mitad de la población siria de 23 millones, antes de
la guerra, ha sido desplazada por el conflicto.
Pero vender un órgano es una forma de hacer dinero rápido.
Una vez que Jaafar encuentra un candidato lo conduce con los
ojos vendados a un lugar secreto.
A veces los médicos operan en casas alquiladas,
transformadas en clínicas temporales, donde antes de la cirugía se realiza a
los donantes pruebas de sangre.
"No me importa si mueren"
"Cuando la operación está terminada los conduzco de
nuevo a su casa", agregó Jaafar.
"Sigo en contacto con ellos durante cerca de una semana
hasta que le saquen los puntos".
"Luego de eso ya no me importa qué les sucede.
Realmente no me importa si mueren. Yo obtuve lo que quería", me dijo sin
tapujos.
"Mientras hayan recibido su pago, qué pase con ellos no
es mi problema".
Su "cliente" más reciente fue un adolescente de 17
años que huyó de Siria luego de que su padre y sus hermanos murieran en la
guerra.
Cintura de un adolescente con vendajes manchados de sangre
Image caption
Un riñón por US$8.000. Este adolescente vendió un órgano
para mantener a su madre y sus cinco hermanas.
El adolescente había estado en Líbano durante tres años, sin
trabajo, con deudas que no paraban de crecer. Y tenía la responsabilidad de
mantener a su madre y a sus cinco hermanas.
Así que accedió, a través de Abu Jaafar, a vender su riñón
derecho por US$8.000.
Dos días después de la operación vi al chico visiblemente
dolorido a pesar de los calmantes.
Estaba sentado en un sofá destartalado y cambiaba
constantemente de posición para intentar aliviar su sufrimiento.
Su rostro estaba brilloso por el sudor y sus vendajes
estaban manchados de sangre.
Abu Jaafar no quiso decirme cuánto dinero ganó con el riñón
del adolescente.
"Órganos exportados"
Jaafar afirmó que no tiene idea sobre el destino final de
los órganos, aunque cree que son exportados.
En todo Medio Oriente hay escasez de órganos para
trasplantes.
Debido a tradiciones religiosas y culturales muchos se
oponen a la donación de órganos y prefieren enterrar a sus seres queridos
rápidamente después de la muerte.
Jaafar asegura que hay al menos otros siete "operadores
de órganos" en Líbano.
"Este negocio está floreciendo. Y el boom comenzó luego
de la llegada de refugiados sirios en masa a Líbano".
"No fuerzo a nadie"
Un hombre sujetando un revólver con su pierna
Image caption
Abu Jaafar siempre anda armado. Es respetado y temido al
mismo tiempo en su barrio en Beirut.
Jaafar sabe que lo que hace es ilegal, pero no le teme a las
autoridades. Incluso pintó su número de teléfono en paredes de edificios
cercanos a su casa.
En su barrio, el traficante es al mismo tiempo respetado y
temido.
Y siempre lleva un revólver oculto en el pantalón.
"Lo que hago es ilegal pero estoy ayudando a la
gente", reiteró.
"Así es como yo percibo mi trabajo. Mis clientes usan
el dinero para mejorar su vida y la de su familia".
"Pueden, por ejemplo, comprar un auto para ganarse la
vida como taxistas, o viajar a otro país en busca de una vida mejor",
aseguró.
"Es la ley la que perjudica a los refugiados al
negarles ayuda y no permitirles trabajar".
"Yo no fuerzo a nadie a donar un órgano. Sólo facilito
el proceso cuando hay demanda".
Al despedirnos, Jaafar encendió un cigarrillo y levantó una
ceja antes de hacerme una pregunta.
"Y tú. ¿Por cuánto dinero me venderías un ojo?
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