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martes, 25 de julio de 2017

Sin Mosul y sin Raqqa, ¿dónde se esconde ahora el Estado Islámico?

El Estado Islámico traslada su baluarte, se reorganiza tras perder sus dos principales posesiones y trata de insuflar vida al califato.

 12/07/2017 11:32 CEST | Actualizado 12/07/2017 12:12 CEST
ALAA AL-MARJANI / REUTERS
Miembros de la Policía Federal de Irak trasladan cinturones preparados por el ISIS para cometer atentados suicidas, tras la toma de la ciudad vieja de Mosul.
Viajemos tres años atrás: en el verano de 2014, el clérigo musulmán Abu Bakr al-Baghdadi, el líder del Estado Islámico (ISIS, EI, Daesh) proclama desde la mezquita Al Nuri de Mosul (Irak) el nacimiento del califato, un protoestado nacido del islamismo con ambiciones territoriales en Siria e Irak, con estructuras de gobierno, fuentes propias de financiación y, también, cierto apoyo popular.
Fue el momento de máximo apogeo del ISIS, ese grupo que arrebató a la Al Qaeda de Osama Bin Laden el papel de grupo yihadista por excelencia. Su objetivo no era tanto la yihad internacional como el establecimiento de una estructura suní, estable, con administración, instituciones y organigrama -gobierno, jueces, funcionarios...- y fondos -contrabando de petróleo, impuestos, ayudas extranjeras, tráfico de armas o arte...-, desde el que reclamar el liderazgo del Islam.
Años de atentados exitosos para su causa, de miles de voluntarios reclutados sobre todo entre los descontentos de la vieja Europa, de secuestros, de propaganda inteligente -y exhibicionista, y sangrienta y con estética de videoclip- y mensajes difundidos en redes sociales. Años de gloria fanática. Varias inteligencias occidentales como la norteamericana y la británica calculan que más de 10 millones de personas han estado sometidas al Daesh en este tiempo.
Pero eso es ya pasado. Ideológicamente, el Estado Islámico sigue fuerte, mucho, y su poder amenazante no mengua, pero territorialmente es otro cantar. La presión doble, simultánea, sobre sus posesiones en Siria e Irak ha acabado estrangulando sus posesiones. Acaba de perder Mosul, su baluarte iraquí, y ya no queda en pie ni aquella mezquita del discurso histórico de Al-Baghdadi. De hecho, según fuentes como el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, ni el propio líder del grupo terrorista sigue vivo. Su otro gran bastión en zona urbana, Raqqa, en suelo sirio, está a punto de caer. Desde el pasado 6 de junio, las Fuerzas de Siria Democrática (FSD) -una alianza armada encabezada por milicias kurdas y a la que apoya una coalición internacional liderada por EEUU sobre el terreno- llevan a cabo el asalto final a dicha población.
Entonces, ¿dónde se ha hecho fuerte ahora el Estado Islámico? ¿Qué queda del califato? ¿Qué pasos va a dar el ISIS en los próximos tiempos?
¿DÓNDE SE HA RESGUARDADO?
Si en Mosul ya no, si en Raqqa ya no, el EI ha decidido esconderse y resguardarse en la zona de Deir Ezzor, en Siria, donde aún domina importantes porciones de terreno. Concretamente, ha instalado su nuevo cuartel general en Al Mayadin, una localidad a las orillas del río Éufrates a unos 175 kilómetros al sudeste de Raqqa y que contaba con una población de más de 44.000 personas (datos de 2004).
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La elección de Al Mayadin tiene dos explicaciones esenciales. La primera es que está cerca de yacimientos de petróleo, de los que se nutre su contrabando de combustible, que compran empresas turcas, chinas y rusas, pero también comerciantes locales; se calcula que el ISIS ha ingresado entre 365 y 995 millones de dólares por este concepto en los mejores años. La segunda, que es avanzadilla de una lengua de tierra que se introduce en Irak, más fácil de controlar por guerrillas islamistas que por un ejército regular, en la que ya tienen una estructura importante y se mantiene aún fuerte.
Hasta allí se ha llevado el ISIS lo más importante: sus milicianos, sus jefes, las armas y el centro de reclutamiento y propaganda -también por internet, esencial-. Y no lo ha hecho de forma atropellada, sino que las vio venir y desde el verano de 2016 ya ha estado trasladando poco a poco a su personal (familias incluidas) e incluso ha estado cobrando todas las deudas posibles para tener liquidez inmediata, indica el International Center for the Study of Violent Extremism, como destaca El Periódico. Todo, concentrado entre Al Mayadin y aldeas próximas, en la ribera.
Tanto el Gobierno de Bachar el Assad y sus aliados rusos como la coalición internacional contra el ISIS han identificado esta ciudad como la nueva clave y han intensificado los ataques en Al Mayadin; hasta misiles iraníes la golpearon el pasado mes.
En Raqqa, además, aún queda un pequeño reducto, a punto de caer. Las Fuerzas Democráticas Sirias llevan peleando allí desde noviembre, con la ayuda ya citada de la coalición internacional que comanda Washington. Desde junio el cerco se ha estrechado sobre la ciudad vieja, aunque medios de EEUU sostienen que el Daesh aún tiene unos 2.500 milicianos dentro de ella, difíciles de perseguir en la red de pasillos, túneles y vericuetos creados en estos años y que deben estar minados de peligros.
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ZOHRA BENSEMRA / REUTERS
Khatla Ali Abdallah, una anciana de 90 años, recién escapada de la zona controlada por el ISIS en Mosul, el pasado febrero.
¿HA DESAPARECIDO DE IRAK?
En absoluto. Su derrota en Mosul no es su derrota en el país y en su pasillo con Siria. Es verdad que se ha quedado sin grandes núcleos urbanos, con lo que ello supone de población -a la que exprimir, a la que usar de escudos humanos-, de infraestructuras y recursos, pero sigue teniendo el desierto, en el que tan bien se sabe mover.
El ISIS perdió Ramadi y Faluya, un golpe que se entendió como el inicio real de su desgracia en Irak, pero hoy aún manda en la provincia de Al Anbar, Hawija o Tal Afar, sostiene el gobierno norteamericano de Donald Trump. Esta última ciudad se encuentra a media hora en coche de Mosul y se ha convertido, según su Inteligencia, en el nuevo minibastión iraquí de los islamistas, por lo que está siendo sistemáticamente asediada por fuerzas de seguridad del Gobierno de Bagdad y por milicias chiíes.
¿Y AHORA QUÉ?
El ISIS tiene una doble naturaleza: territorio e ideología. Una batalla perdida o "en fase de", y la otra ganada, pura angustia para el mundo musulmán y para Occidente, especialmente. Eso no cambia. Ha sufrido dos reveses importantes, así que logrará menos dinero y, posiblemente, tenga menos capacidad de atraer adeptos, porque se hará de menos recursos y el mito del califato ya no brilla tanto, encogido como está. Sin embargo, su estructura internacional y los mandos que aún queden son garantía de que volverán a intentar volver por sus fueros.
Si el Estado Islámico no tiene baluartes o feudos, se concentrará en poblaciones más pequeñas y tratará de mantener vivos los canales de comunicación, para mantener unida a su gente. Su nuevo mapa aparece como un queso agujereado, taifas aisladas o con menor continuidad territorial, lejos de entornos urbanos, en las que no funcionarán bien sus estructuras de pseudoestado y donde lo lógico es regresar a la guerra de guerrillas, a la insurgencia, a los ataques sorpresa y los atentados. Gobernar ya es mucho más complicado. Su deseo, coinciden los analistas, será seguir creando el caos en Siria e Irak principalmente, pero tendrá que hacerlo con los métodos de ataque con los que realmente comenzó y que tan bien conoce y aliándose, si es posible, con otros grupos armados o con señores de la guerra.
En un análisis de referencia publicado recientemente por The New York Times se explica que el EI "conserva gran parte de su capacidad para inspirar, posibilitar y dirigir atentados terroristas". Según dus datos, ha llevado a cabo unos 1.500 ataques en 16 ciudades de Siria e Irak incluso después de que esas ciudades fueron liberadas del control de las milicias, es decir, no han sido aniquilados, siguen latentes y atacan con lo que tienen y como pueden.
El Estado Islámico, añade el diario norteamericano, ha "compensado parcialmente" sus pérdidas en Oriente Medio con nuevas conexiones y seguidores en países como Yemen, Libia, Egipto, Afganistán, Nigeria, Filipinas y, obviamente, sus ramificaciones de células o colaboradores en Europa. "Se cree que entre fines de 2014 y mediados de 2016, entre 100 y 250 extranjeros ingresaron a Europa por motivaciones ideológicas conectadas con el grupo", concluye el NYT.
No, el ISIS está herido, pero no moribundo.

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