Sacrificios humanos en Mesoamérica y los Andes
- La muerte es el parámetro con el que el hombre se mide con los dioses: Eduardo Matos Moctezuma
- Los incas estaban forzados a mantener su privilegio y el sacrificio les servía para alcanzar sus logros y el control físico: Luis Millones
El Colegio Nacional (ECN) participa esta semana en la Feria Internacional del Libro Universitario (Filuni) con una serie de conversatorios dedicados a distintas áreas del conocimiento.
La antropología fue la disciplina que ayer abordaron el arqueólogo y miembro de ECN Eduardo Matos Moctezuma y el historiador y antropólogo Luis Millones, profesor emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima). Con una charla que llevaba por título Sacrificios humanos en Mesoamérica y los Andes, los académicos describieron y analizaron esta práctica en las áreas mencionadas, haciendo la comparación correspondiente.
“La muerte es el parámetro con el que el hombre se mide con los dioses”, inició su plática Matos Moctemuza, “es decir, el hombre está en desventaja con las deidades: sabe que va a morir y es un fin que no va a poder evitar”. Según explicó el miembro de ECN, los sacrificios humanos en Mesoamérica estaban relacionados con ciertas conmemoraciones, como las celebraciones de las deidades, el ascenso al trono de los gobernantes y la inauguración de templos, aunque también se podían realizar para mitigar los estragos de las catástrofes naturales y las hambrunas. Matos Moctemuza continúo explicando que una característica común en todas las áreas mesoamericanas es que el acto del sacrificio debía estar revestido de sacralidad. Tanto aquel o aquellos que lo ejecutaban, como el lugar donde se celebraba el acto e incluso el individuo sacrificado, debían tener connotaciones sagradas. El arqueólogo puso como ejemplo que durante algunas festividades de la cultura mexica, la víctima del sacrificio adquiría las características de la deidad a la cual iba a ser inmolada.
En el caso de los andinos, Luis Millones destacó que el sacrificio humano se utilizaba más bien como instrumento político, debido a la forma unitaria de gobierno incaica, en la que el fin era mantener el privilegio. “Así como los mexicas estaban forzados a sacrificar porque en el momento inicial los dioses se sacrificaron para que ellos existieran,” detalló el historiador, “ los incas estaban forzados a mantener su privilegio, y el sacrificio les servía para alcanzar sus logros y el control físico”.
Por esta razón celebraran ceremonias como la llamada Capac cocha, que consistía en que cada pueblo seleccionaba sus mejores niños y los enviaban a Cuzco, donde debían frotar sus cuerpos con el inca anciano o enfermo para traspasarle su vigor y mantenerlo vivo, y así asegurarle su primer paso hacia la inmortalidad. Cuando los niños regresaban a su comunidad debían ser enterrados vivos para que durante un tiempo se pudiera escuchar su llanto, que santificaba el lugar y aseguraba buenas cosechas.
“En contraposición a la nobleza mesoamericana”, continuó relatando Luis Millones, “cuyos muertos se incineraban para que sus esencias acompañaran al sol desde el nacimiento del día hasta el mediodía, la sociedad noble andina nunca moría”. La nobleza andina se pensaba a sí misma como inmortal y, cuando moría alguno de los nobles, su cuerpo se momificaba y seguía participando de la vida cotidiana: mantenía sus tierras, sus esposas, sus servidores y su poder. También se le asignaban dos sirvientes, un hombre y una mujer, los cuales iban a interpretar el pensamiento de la momia cuando hubiera que decidir sobre cuestiones de importancia.
Mientras que el golpe en la cabeza era la variedad más usual de sacrificio humano en la cultura andina (puesto que así todo el cuerpo permanecía completo, requisito imprescindible para acceder a la inmortalidad), en Mesoamérica existieron una gran variedad de sacrificios humanos, siendo la extracción del corazón la práctica más numerosa. “Esa víscera destinada a los dioses era un elemento fundamental para que, inclusive y paradójicamente, hubiera vida en el mundo”, detalló Matos Moctezuma. La decapitación también estuvo presente en muchas áreas mesoamericanas como parte de distintos rituales, como por ejemplo en el juego de pelota y en el tzompantli, entre otras ceremonias. Otras formas de sacrificio humano comprendían el degollamiento, el ahogamiento, el flechamiento, e incluso el quemar vivos a los sacrificados o arrojarlos desde lo alto del templo.
Para finalizar, Luis Millones quiso poner de relieve la dificultad del estudio de la cultura andina puesto que, al contrario que en la mesoamericana, las formas de comunicación no eran escritas sino a través de objetos, y no se han llegado a descifrar. “Estamos en desventaja”, apostilló el historiador, “ya que no tenemos el testimonio directo que sí se ha logrado en México después de mucho estudio y esfuerzo.”
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