ANÁLISIS
Trump, nuevo profeta en Israel
La relación entre EE UU e Israel se había deteriorado durante el final del mandato de Obama

“Acabaremos echando de menos a Obama. Al menos era un tipo previsible”, reconocían algunos analistas de la prensa israelí a comienzos de año, al hilo del cambio de guardia al frente de la Casa Blanca. Especialmente durante su primer mandato, el demócrata fue uno de los presidentes estadounidenses más populares a escala mundial. Excepto en Israel, donde acabó demonizado ante la opinión pública por su proyección hacía el mundo musulmán, plasmada en el discurso de El Cairo de 2009 en el que intentó poner fin al antagonismo entre el islam y Occidente. Poco contribuyó a la mejora de su imagen la fría relación con Benjamín Netanyahu: el primer ministro israelí le responsabilizó de la congelación de la expansión de los asentamientos, una decisión que para los sectores nacionalistas preponderantes en el Estado judío equivale a un anatema.
Donald Trump, bien al contrario, no va a hallar otro lugar mejor que Israel para encontrar reconocimiento tras haber declarado Jerusalén como capital de Israel. Escasamente apreciado en ultramar —el alcalde de Londres, Sadiq Khan, ha instado al Gobierno británico a no invitarle a una visita oficial—, el 45º presidente fue recibido en mayo en el aeropuerto de Tel Aviv con la alfombra roja de amo del mundo.
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