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martes, 11 de diciembre de 2018

La humanidad sin nación, reflexión con ocasión del Día Internacional de la Lucha contra la Islamofobia

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“Humanidad: Os hemos creado de un varón y de una hembra y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus, para que os conozcáis unos a otros. Para Allah, el más noble de entre vosotros es el que más Le teme. Allah, es omnisciente , está bien informado.” (Corán 49:13)
Los Días Internacionales, como otras efemérides, no son vanas iniciativas para movilizar las conciencias. Son instrumentos necesarios para mantener viva la memoria. El olvido es la razón por la que determinados episodios se repiten a lo largo de la historia, y no nos referimos a momentos estelares. Hablamos de violencia.
Desde la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia hemos ofrecido en repetidas ocasiones una explicación acerca de la ecuación de la violencia contra lo que es o parece musulmán o islámico (el primero aplicado a personas, el resto a conceptos u objetos). La violencia no es espontánea ni se materializa por ciencia infusa. Se genera mediante mecanismos conocidos: el discurso, la hostilidad, la exclusión, la violencia. Es decir: la negación de la humanidad.
El discurso de odio consiste en diferenciar y crear al “otro”, deshumanizarlo, culpabilizarlo, criminalizarlo, y crear un mensaje permanente de necesidad de defensa y de un pretendido ataque. En Europa se habla de “invasión”, en España recientemente se ha reavivado la “reconquista”. Mitos ambos con los que se jalea a la población (agotada por el exceso de mensajes e incapaz de discernir los bulos de las verdades, hastiada de una política mediocre que necesita alimentarse de enemigos para hinchar la militancia) hacia la hostilidad y la violencia.
Esta población debe, por tanto, tomas posiciones; y esas posiciones serán de rechazo frontal si está alimentada por el discurso de que hay “otro” que viene a quitarte el trabajo, que va a vivir de ayudas, que trae sus costumbres y va a tratar de imponerlas, que no aporta nada positivo a nuestra sociedad, que tiene una cultura violenta e ignorante, que en definitiva es el enemigo a batir. La posición que queda desde esta perspectiva es sólo una: defenderse, y atacar. Las miradas hostiles, los empujones o pisotones en el transporte público, las expulsiones de alumnas con hiyab, la negación de menús escolares, el incumplimiento sistemático de la ley 26/1992, la agresión contra las mujeres para despojarlas de parte de su vestimenta en plena calle, la múltiples expresiones de la hostilidad inundan lo cotidiano.
La hostilidad y la exclusión que se ejercen en España contra los musulmanes son un grave indicador de las carencias que ha dejado el proceso de “transición”. España no ha conseguido eliminar el fascismo, y los rescoldos del mismo se han reavivado al calor de la oleada nacionalista y xenófoba que arrasa Europa y Estados Unidos. España no ha conseguido aceptar la pluralidad de su nación: que hay españoles que profesan diferentes religiones, que tienen diferentes orientaciones sexuales, que optan por diferentes modelos de familiar y de vida, que eligen ser “umma” (humanidad) frente a la opción de ser “nacionalista”. España, en definitiva, no ha decidido hacia dónde transita, ni quiénes deben participar de ese debate y de esa decisión. España se nos deshace entre las manos porque no hay un proyecto que impulse el país desde la pluralidad positiva, desde la inteligencia, desde la generosidad, desde el respeto.
Y porque no es bueno olvidar, apelamos de nuevo a la memoria, para recordar que en Europa se ha cometido el mayor genocidio de la historia, no fue en otro lugar. Millones murieron porque eran diferentes (eran judíos, gitanos, homosexuales, enfermos). Millones murieron porque la población creyó el discurso, discurso que por cierto estaba legitimado desde el poder, no olvidemos que a Hitler se le eligió en las urnas. Apelamos a la memoria para recordar que dos guerras “mundiales” (deberíamos decir europeas) se forjaron y estallaron impulsadas por los nacionalismos, ideologías necesariamente excluyentes (no sólo del “otro”, sino de toda la humanidad). Insistimos en que estos episodios de violencia y muerte, que no benefician sino a unos pocos, se combaten mediante el respeto, la educación, la memoria y la acción.
Es por ello que queremos celebrar este Día Internacional de la Lucha contra la Islamofobia, al menos plantear las preguntas que suscita el avance del nacionalismo y el evidente olvido de a dónde nos llevó la última vez que ello ocurrió. Esas preguntas suscitan una honda preocupación por el devenir de nuestra nación. ¿Por qué no somos respetuosos ante la diversidad? ¿Es tan difícil apreciar las culturas ajenas? ¿De verdad pensamos que un pasaporte nos hace “más humanos” que otras personas? ¿Qué clase de mundo queremos y cómo vamos a involucrar a otros para conocer lo que quieren?
Desde la Plataforma pensamos que la ayuda mutua y el conocimiento son las herramientas necesarias para comenzar a no repetir los errores de la historia. La ayuda mutua, ese(parece que) olvidado concepto acuñado por Kropotkin, que podemos trasladar al más cotidiano de “cooperación”, ha sido el factor más decisivo en la evolución tecnológica y social de la humanidad. El conocimiento, al que exhorta el Corán en numerosos pasajes, obligación de todo creyente, es el motor de la humanidad en su expresión máxima: preservar la vida, respetar el planeta, desarrollarse como personas, como sociedad, alcanzar la felicidad y la paz.
La cooperación y el conocimiento son fundamentales para el desarrollo material y espiritual de los pueblos. Si entendemos los “pueblos” desde el contexto islámico, no nos referimos a naciones cuya ideología las lleva a un enfrentamiento unas contra otras, como ya hemos visto en varias ocasiones en Europa. Nos referimos al naciones cuyo objetivo es el conocimiento mutuo para buscar opciones de colaboración y de intercambio, para la mejora de sus sociedades. Esto solo se consigue desde el respeto y la educación, y desde el activismo, entendido éste como el rechazo a la pasividad, la indiferencia y la desafección, como un esfuerzo cotidiano por entender nuestra sociedad, los mecanismos políticos que la gestionan, la historia y sus lecciones, y las oportunidades que nos brinda el futuro.
La idea de “umma” nos proporciona una oportunidad de reflexionar sobre todo aquello que no hemos conseguido como humanidad. Mientras hayan ideologías como las nacionalistas o las fascistas, que basan su supervivencia en la exclusión y la aniquilación del “otro”, no tenemos oportunidades para defender nuestra humanidad. Es necesaria la educación: no podemos olvidar que España siempre ha sido un solar diverso, de múltiples culturas, lenguas, religiones, que el Islam es nuestro patrimonio, que es tan valioso como cualquier otro elemento de nuestro pasado, que somos un país diverso y que todas las partes que componen esa diversidad tienen los mismos derechos. Es necesario el respeto, como uno de los valores fundamentales que garantizan la integridad propia y la de los demás; y ese respeto ha de ser extensivo a todos los miembros de la sociedad. Es necesaria la memoria, porque las personas debemos aprender a no repetir los errores, a utilizar nuestro intelecto para entender que hay situaciones que no se deben repetir porque cuestan vidas. Y es necesaria la acción, porque la desafección y el hastío nos roba la vida y el futuro de nuestros hijos e hijas.
Es el momento de elegir si realmente estamos comprometidos, si hacemos ese esfuerzo o si dejamos que la historia se repita. Si queremos “defender” una nación frente al mundo o si somos “umma”, la nación humana, el futuro donde cabemos todos y todas.

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