“Es fácil movilizar a la comunidad musulmana contra el radicalismo”
El alcalde de la localidad belga de Vilvoorde logró detener el “éxodo” de jovenes radicalizados al ‘califato’ del Estado Islámico gracias a una estrategia de implicación de los vecinos
Hans Bonte tuvo poco tiempo para celebrar que había ganado las elecciones a la alcaldía de Vilvoorde. A los pocos días de su victoria, los servicios secretos le comunicaron que esta ciudad industrial belga sufría un grave problema con el radicalismo islámico. 28 jóvenes se habían ido a luchar por el califato del Estado Islámico. La localidad, de 42.000 habitantes, pasó a ser conocida como la capital europea del yihadismo .
Un año más tarde, Vilvoorde lograba parar el “éxodo” implicando a los vecinos y promoviendo la idea de que todo el mundo juega un papel importante en la ciudad. El modelo Vilvoorde llegó incluso a oídos de Obama, que invitó al alcalde a EE.UU. en 2015 para que explicara su enfoque. Bonte participó el pasado 19 de enero en las conferencias Peace & War organizadas por el CIDOB en Barcelona.
¿Cuándo se dio cuenta de que existía un problema de radicalización el Vilvoorde?
Fue hace seis años. Tras ser elegido como alcalde, recibí una invitación del servicio de seguridad. Nos dijeron que Vilvoorde tenía un gran problema de radicalismo. Yo sabía que algo estaba pasando. Ya durante la campaña electoral, un grupo de gente me había dicho que, aunque deseaban mi victoria, no me podrían votar porque su religión se lo prohibía. Pero aquella fue la primera vez que supimos que 28 jóvenes habían desaparecido. Algunos incluso se habían convertido en líderes de los yihadistas extranjeros.
El problema del radicalismo suele enfocarse desde una perspectiva de seguridad, pero usted decidió hacer algo distinto.
Fui trabajador social en el barrio de Molenbeek. Aprendí que no puedes proteger a una sociedad sólo con la policía. A veces, son incluso parte del problema. Muchos miran a esos jóvenes como potenciales terroristas. Por eso hay que movilizar a la sociedad. Porque los grupos radicales funcionan como una secta. Siempre hay un proceso de adoctrinamiento e aislamiento. Tratan de convencer a los jóvenes de que tienen la responsabilidad de luchar en Siria. Les hacen creer que serán héroes. Que crearán un califato donde los musulmanes serán tratados como iguales. Les aíslan diciéndoles que deben dejar su casa porque su padre bebe o el colegio porque hay chicas… Así que trabajamos para invertir ese proceso.
¿Cómo se detiene un proceso de radicalización masiva?
Visitamos a todos los que temíamos que corrían riesgo de ser captados y les convencimos de que tenían que hacer algo para vencer sus frustraciones. Le dimos la vuelta a ese discurso para convencerles de que su responsabilidad estaba en Vilvoorde, donde habían nacido y crecido. Así que empezamos a darles responsabilidades, como darles las llaves de las escuelas para que organizaran actividades deportivas. Movilizamos a exprofesores para que les motivaran. Y también a las madres. Ellas son su conexión más fuerte. En el proceso de aislamiento, el último escalón es decirle a la madre que nunca la volverán a ver. Pero el actor más importante es la comunidad musulmana. Lo más fácil es movilizarla, sólo hay que ser abierto e invitarles a hacerlo. Saben muy bien que se arriesgan a tres cosas: a perder a sus propios hijos, a que alguien les robe su religión -que es algo muy importante en sus vidas- y a ser tratados peor socialmente. Hay que promover la idea de que tenemos un proyecto común y que todo el mundo juega un papel.
¿Hay una responsabilidad social en la radicalización?
Estos chicos no son diferentes a nosotros o potenciales radicales, son nuestros hijos. Nacidos y crecidos aquí. Pero hay muchos que están desorientados. Recuerdo a uno que, tras su último examen en el instituto, se escapó y fue a Siria. Se estaba rebelando, como tantos jóvenes. Pero entró en relación con tipos que le convencieron de que aquí no tendría futuro. Dos o tres meses después, murió en Irak. No es normal que en una ciudad próspera como la mía el 10% de los jóvenes estén en paro y que, de esos, el 90% sean inmigrantes o sus hijos.
¿Eso es racismo?
Es racismo estructural. En los países ricos hay mucha gente joven que sufre. La presión por tener éxito, ser guapo, tener móvil, coche… Cuando vives en una situación precaria, lleva a la frustración. Y ese es un sustrato para el radicalismo.
Usted visita ahora a algunos de estos jóvenes en la cárcel.
Han vuelto nueve. Uno de ellos ya ha salido de la cárcel y se ha casado, tiene hijos, se ha sacado la secundaria y tiene un trabajo. Eso es lo más raro. Cuando miras los perfiles de estos chicos, especialmente los líderes, ves que son guapos, políglotas, que pueden organizar cosas como estas sin que nadie se dé cuenta, que tienen coraje, son flexibles, trabajadores… ¡Son gente con mucho talento! Y lo desperdiciaron para el peor de los propósitos. Pero eso quiere decir que también puedes hacer algo con ellos. Esa es una de las razones por las que intento mantener contacto con ellos. Me preocupa lo que ocurra cuando queden libres. Intento hacer de puente. Les ayudo en cosas prácticas, como encontrar el teléfono de una exnovia. Así, les demuestro que creo en ellos. Otro problema es qué hacer con los niños que nacieron en el califato.
¿Hay casos en Vilvoorde?
Hay 25 niños. Uno de ellos ha logrado volver. La madre lo trajo y después volvió a Siria. El gobierno belga dice que les traerá de vuelta, pero no está haciendo nada.
El autor intelectual de los atentados en Catalunya, el imán Es Satty, pasó por su ciudad. Tras lo ocurrido, se quejó de que alguien con problemas con la justicia en España hubiera viajado libremente por Europa. Ahora sabemos que estuvo en contacto con los servicios secretos españoles.
Tengo muchas preguntas. Su caso prueba la importancia de estar muy cerca de la comunidad musulmana. Nosotros le detectamos porque el presidente de una mezquita nos dijo que un hombre extraño quería ser imán. No voy a entrar en quién fue el culpable de la mala comunicación, si Madrid o Barcelona. En Bélgica, el flujo de información entre cuerpos también es problemático. Es típico que haya problemas entre los cuerpos policiales al compartirla, porque sienten que pierden el control.
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