Luego del primer año de gobierno de López Obrador, todos los indicadores económicos, políticos y sociales reportaban números rojos.
Por ejemplo, hoy México es más inseguro y los mexicanos viven una mayor violencia, en tanto que son históricas las cifras de muertes violentas, de feminicidios, de secuestros y de mujeres y niños muertos.
El desempleo es mayor que en los gobiernos de Calderón y Peña, en tanto que las oportunidades de salir de la pobreza son menores.
Hoy las mujeres, los jóvenes y los niños de México viven peor que en los gobiernos de Calderón y Peña; la salud es peor, los empleos son peores, los peligros de enfermar son mayores y las posibilidades de bienestar para millones de mexicanos están más lejos que nunca; son peores que cuando Obrador decía que estábamos peor, en los gobiernos de Calderón y Peña.
Hoy es más difícil que un trabajador pueda tener una casa; es más complicado que los niños tengan una mejor educación; es casi imposible que un mexicano pobre pueda tener un mejor empleo.
Hoy la democracia está amenazada y han muerto apotegmas como “sufragio efectivo no reelección”, ya que el gobierno de AMLO parece trabajar para eso, para la reelección. 
En pocas palabra, en los primeros 12 meses del esperanzador gobierno de Obrador, nada había funcionado como lo prometió Obrador, como lo aseguraron sus corifeos y sus propagandistas.
Peor aún, luego de recibir un país con la mayor creación de empleos de la historia, con una economía estable, con el proyectos de infraestructura más importantes en medio siglo –el NAIM de Texcoco–; luego de recibir una economía con el mayor número de turistas desde que se mide la llegada de visitantes a México, con el cuarto lugar como productor y exportador de automóviles, con la más pujante industria de la construcción… el gobierno de Obrador llegó a su primer año con un cero, de crecimiento.
¿Y qué significa ese revés histórico? 
Casi nada, que en un solo año, López destruyó la economía, arruinó el turismo, desmanteló la educación y la salud, desmanteló industrias motor como la del automóvil y la construcción y, lo peor, mató la democracia, la confianza en México, la División de Poderes y asustó a los inversionistas de dentro y fuera…
Pero no es todo.
En 15 meses se encargó de confirmar que lo suyo es la venganza política, la persecución de los adversarios y la confrontación de los mexicanos.
En pocas palabras, en esos 15 meses, López se confirmó como un verdadero enfermo mental, capaz de las peores venganzas y las más demenciales persecuciones,  como las que emprendió contra Rosario Robles, Germán Larrea y, recientemente, contra los dueños de la cervecera Modelo.
Pero la historia tampoco termina ahí.
Resulta que López Obrador fue todo un campeón para formar un movimiento político al que llamó Partido Morena.
Sin embargo, a la vuelta del tiempo, ese movimiento que llevó a López Obrador al poder, se reveló como la organización más corrupta de la historia; organización que no sólo corrompió a políticos y empresarios, sino a militares y marinos; a la sociedad toda.  
Y es que en sólo 15 meses, el gobierno de AMLO acabó con los contrapesos institucionales, capturó órganos e instituciones autónomas, para convertirse en rey, más que presidente y, si no fuera suficiente, canceló la libertad de expresión, los derechos humanos y atentó contra la confianza en el INE y el Tribunal Electoral.
En esos 15 meses, Obrador convirtió al gobierno de México y a su presidente, en el campeón del mundo en mentir y engañar, al tiempo que su “chabacana” respuesta frente a la pandemia del Covid-19 convirtió a México en la burla del mundo, el hazmerreír del planeta.
Y, por si fuera poco, según las calificadoras internacionales, la pandemia del Covid-19 llevará a México al menor crecimiento económico en 80 años.
Si escucharon bien, López Obrador nos nos llevó a la ruina.
Por ese fracaso de escándalo, es momento de que López Obrador renuncie y que deje su lugar a verdaderos gobernantes.
Se los dije, López Obrador era un peligro para México