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lunes, 14 de septiembre de 2020

Cuando el far west era español

 

Cuando el far west era español

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Si os entusiasmaron en su día los grandes clásicos de cine del oeste, si os dejáis hechizar por las historias de aventuras o simplemente buscáis una forma de entreteneros y descongestionar un poco la cabeza, este artículo os está especialmente dedicado.

Antes de continuar, observemos este cuadro de nuestro ilustre pintor de batallas, el gran Augusto Ferrer-Dalmau

Dragón de Cuera de Augusto Ferrer-Dalmau
Dragón de Cuera de Augusto Ferrer-Dalmau.

Sí, se trata de un Dragón de Cuera¿Quiénes eran? Pues en pocas palabras, la caballería de frontera del Virreinato de Nueva España.

También exploradores, pacificadores y colonizadores. Donde estuvieran estos recios soldados que se quiten el 7º y todos los demás regimientos de la caballería de los Estados Unidos…

Soldados de frontera: los dragones de cuera

Los dragones (o soldados) de cuera eran un cuerpo especial dentro del ejército de la monarquía hispánica que al igual que los dragones europeos eran esencialmente una fuerza de caballería que además estaba preparada para desmontar cuando fuera necesario y convertirse en infantería.

Se les llamaba “de cuera” porque llevaban unos chalecos hechos con siete capas de piel, las llamadas cueras, que ofrecían una buena resistencia contra las armas de los nativos.

Se crearon como tales a finales del siglo XVI y desde entonces se les encomendó la custodia de la frontera norte de la Nueva España, que llegó a incluir Texas, Arizona, Nuevo México, gran parte de California y algunas zonas de Colorado, Utah y Nevada.

Además de este cometido, protegían las rutas de comunicación entre México y California y entre Texas y Florida. Su misión era doble, como soldados y como policía, y residían en fortalezas (o presidios), de ahí que también se les denominara como “tropas presidiales”.

Imagen representativa de un Presidio fronterizo del Virreinato de Nueva España
Imagen representativa de un Presidio fronterizo del Virreinato de Nueva España.

Los uniformes de los dragones de cuera

Los dragones de cuera eran hombres duros de frontera. Todos voluntarios que se alistaban por un periodo de diez años. Iban armados con lanza, adarga, espada, daga, pistola y mosquete/carabina.

Su abrigo de cuera, que al principio cubría también las piernas, no tenía mangas y era muy resistente. Fabricado con hasta siete capas de cuero, era capaz de parar una flecha india. Inicialmente lo llevaban solo los oficiales y después se incorporó como vestimenta de toda la tropa.

Con el paso de los años los dragones de cuera adaptaron un modelo más ligero que solo cubría el torso a modo de coraza.

Los uniformes de los soldados de cuera.

Además, el soldado de cuera debía contar con 6 caballos, un potro y una mula, debido a los inmensos territorios que debían controlar. Las banderas y estandartes que utilizaban también llevaban generalmente los cuarteles de la Corona, aunque también utilizaron la Cruz de San Andrés.

Soldado de cuera.
Soldado de cuera.

Ingresar en los dragones de cuera era voluntario y se firmaban periodos de permanencia de 10 años. En cuanto a su composición, entre 1773 y 1781, la mitad del ejército era de origen español y la otra mitad mestiza, mulata, o de procedencia india.

Solo los altos mandos eran europeos (no solo españoles, también italianos, valones y de otras partes del Imperio).

Soldado de Cuera
Esta acuarela, .firmada por Raymundo Murillo, se encuentra en el Archivo General de Indias de Sevilla, y se titula: “del estado con que están las tropas que guarnecen la Línea de la Frontera de las Nueve Provincias Internas de Nueva España”, acompañando un memorando al Príncipe de la Paz para la modificación de las Compañías Presidiales.

La mayor parte de su servicio era un discurrir en soledad por los extensos territorios norteamericanos patrullando entre ranchos y misiones, protegiendo a los pueblos indios aliados, explorando, rastreando actividades hostiles y realizando cartografía.

La larga frontera cubría un vasto territorio que iba desde San Francisco en California hasta San Agustín en Florida, a lo largo 4.000 kilómetros en línea recta, pero que sobre el terreno suponían cerca de 6.000 kilómetros.

Los dragones eran, por tanto, pequeñas guarniciones, muy esforzadas y móviles, que recorrían varios cientos de kilómetros al mes, en continua cabalgada. Su número alcanzó los 1.500 soldados al final del s. XVIII, exactamente, en 1780 eran 1.495 dragones de cuera. Pero durante más de un siglo desde su creación, sus efectivos fueron inferiores a 600, exactamente 592 en 1705, ¡y tenían que defender una frontera de 6.000 kilómetros!

Los presidios: el auténtico “fuerte” americano

Los presidios generalmente consistían en baluartes en forma cuadrada o rectangular con muros de piedra o adobe (o una combinación de ambos). Siendo de unos 120 metros por lado y diez metros de altura, en algunos casos con pequeños salientes o torreones en sus esquinas para proteger sus flancos.

En su interior se abrió suficiente espacio para albergar caballada, almacén real, capilla y casas para oficiales, soldados y sus familias. Así, se formaba a sus alrededores un conglomerado de comerciantes, artesanos y algunos pobladores dedicados a la agricultura que dio origen al binomio presidio-villa.

Línea de Presidios de costa a costa entre 1770-80

La red de presidios estaba diseñada con el objetivo del mutuo apoyo entre los distintos destacamentos. También servía de apoyo al poblamiento, al dotar de protección a las haciendas y misiones que se encontrasen cerca. Por otra parte al ser abandonados tras el avance de la frontera eran la base para la construcción de un asentamiento civil.

Política de integración de las tribus indígenas americanas

El contacto con las tribus indígenas, popularmente conocidas como “indios”, del Norte del Virreinato comenzó a mediados del siglo XVI. Fue cuando las expediciones españolas procedentes de México tomaron contacto por primera vez con los “indios” Zuñi, los Hopi y otras comunidades indígenas sedentarias de los actuales estados de Arizona y Nuevo México a los que denominaron “indios” Pueblo.

Cacique apache, por Claudio Linati (1790-1832), del libro Costumes civils, militaires et réligieux du Mexique (Bruselas, 1828).

Conforme avanzaba la conquista, se comprobaba que los territorios de la frontera Norte de Nueva España eran extraordinariamente amplios, complejos y variados. Se alternaban inmensos paisajes de montañas y valles profundos con durísimos desiertos, enormes llanuras con pantanos y ríos enormes.

Estaban habitados por tribus nativas nómadas, en general hostiles, como los Apaches (Lipanes, Chiricahuas y Mescaleros), Comanches, Siouxs, Navajos, Utes, Wichitas,  Yumas y  Pawnnees.  

Asentamientos apaches.

Los indios formaban naciones situadas en un territorio cuyo dominio eminente o soberanía reclamaban el rey de España -u otros reyes, en su caso- y que formaban un cuerpo organizativo diferente del de los españoles.

Los tratados en las relaciones con los indígenas

El instrumento natural de la relación entre estas naciones era el Tratado. No debe, pues, extrañar la aplicación de una institución del “Derecho de Gentes” a esas relaciones porque fue en consideración a ellas, precisamente, que Francisco de Vitoria desarrolló la doctrina fundadora del Derecho Internacional moderno.

Lo cierto es que el tratado fue el instrumento escogido por España para reglar sus relaciones con los indígenas, que procuraba incorporar a su jurisdicción, o con quienes, simplemente, intentaba estar en paz y amistad.

La costumbre de celebrar tratados de paz se extendió a todas las fronteras de las Indias, y por todo el período hispánico, hasta proyectarse —al menos, en algunos casos— a la época independiente. Las investigaciones van revelando que no fue ésa una solución circunstancial, aislada o tardía sino el desideratum al cual aspiró la Corona para hacer realidad el objetivo de la conquista pacífica.

La “paz del mercado”

Su aplicación práctica fue mediante la llamada “paz del mercado”, por la que los nativos de la frontera podían comerciar en paz con los hispanos del Virreinato de Nueva España. Incluso en muchos casos les proporcionaban vivienda, construyendo poblados relativamente cercanos a nuestros propios emplazamientos.

Les suministraban alimento, herramientas y semillas, les enseñaban a cultivar, a leer, les bautizaban, e incluso les ofrecían integrarse como fuerza regular a la milicia.

Este requerimiento de la Corona de pacificar a los naturales a base  de –intentar– integrarlos en un modo de vida más “cristiano”, que viene derivado del “ius gentium” que trajeron los maestros escolásticos de la Escuela de Salamanca, resulta cuanto menos encomiable.

Sobre todo si comparamos este esfuerzo realizado por nuestros antepasados, frente a la política claramente de exclusión realizada por las otras potencias del momento y que siguieron aplicando activamente también con posterioridad.

Mapa de La Comanchería, el extenso territorio en el que habitaban los comanches y en el que pocos se atrevían a entrar.

Obviamente estas políticas de acercamiento, nacidas por orden expresa de la Metrópoli, si bien buscaban con acierto el apaciguamiento, la integración y rápida colonización de los territorios descubiertos, pecaron en muchos casos de cierta ingenuidad y desconocimiento de la idiosincrasia del aborigen de las grandes llanuras.

Por tanto, tuvieron desiguales grados de éxito, como se comprueba por la continua necesidad de protección y recursos que tuvieron las escasas poblaciones de “frontera”.

Las misiones religiosas

 Las singularidades de América del Norte, dispersas poblaciones indígenas, carencia de recursos minerales, incluso escasez de agua, dieron un especial protagonismo a los misioneros.

Nuevo México Misión de San Esteban del Rey, Ácoma, 1641

En zonas de los actuales Estados Unidos, con gran diversidad de culturas indígenas y escasas posibilidades para introducir colonos, las misiones, dirigidas por las órdenes religiosas -primero dominicos y jesuitas y luego franciscanos- tuvieron un papel fundamental.

Servían para la conversión de los indios y su asimilación dentro de la cultura española. A su vez, al estar bajo control de las autoridades religiosas, eran capaces de protegerlos frente a posibles abusos de los colonos civiles y militares.

Texas Misión de San Juan Capistrano, 1731

Las misiones eran lugares de descanso y refugio para el caminante, escuelas de cristianización y educación del indio. También fueron objeto frecuente de las rebeliones indígenas.

Los anales de las misiones están salpicados con sangre de misioneros. Con frecuencia, morían los indios acogidos a la misión y los soldados destinados a su protección. Muchas misiones fueron semillas de poblamiento al convertirse en villas o pueblos.

La misión como núcleo de desarrollo regional

Dos frailes y un reducido séquito de soldados se adentraban en cualquier amplio valle al oeste del Misisipi y convocaban a los indios de la comarca.

Mientras los soldados construían un presidio o fuerte, los frailes, a cambio de regalos convencían a los indios para que les ayudaran a levantar una misión, al tiempo que sembraban cultivos nuevos e introducían las primeras cabezas de ganado.

Misión de San Antonio de Valero, The Alamo 1744

Una vez fundada, la misión no se reducía a una iglesia y un patio, sino que contenía los elementos necesarios para hacer de ella un núcleo de desarrollo regional. Poseía talleres, huertas, campos de cultivo, potreros y corrales para el ganado, zonas de pastos, bosques maderables… así como habitaciones para alojar a los indios y sus familias, que durante los siguientes años iban a residir en la misión.

Programa diario de una misión franciscana.

Cuando habían transcurrido diez años, los indios ya habían asimilado el conjunto de la cultura española y se hallaban capacitados para gobernarse de forma autónoma. La misión se convertía entonces en un pueblo, donde su plaza mayor sería el patio de la iglesia. Ellos mismos elegían alcalde y gobierno municipal, correas de transmisión ante las autoridades virreinales.

Sonora, Arizona. Misión de San Francisco Javier del Bac, Tucson, 1783

Y los franciscanos, cumplido su objetivo, dejaban el nuevo pueblo en manos de los indios y se trasladaban doscientos kilómetros para reproducir el proceso. Así, una y otra vez, durante doscientos años. Muchos núcleos urbanos del suroeste de Estados Unidos han nacido así, como San Diego, San Antonio, San Francisco y otras muchas poblaciones menores.

Presidios y misiones actuales en Estados Unidos

Los dragones de cuera en la batalla

Los ataques de los guerreros nómadas a las misiones, a los ranchos y a las poblaciones indígenas amigas, como el asalto y el robo de ganaderías, caballos e incluso el rapto de mujeres jóvenes, tuvieron una respuesta constante y sistemática por parte de las tropas desplegadas en los presidios.

Una vez recibida notificación de algún ataque, ocho o diez soldados de cuera echaban mano a algunos de sus seis caballos y montaban a máxima velocidad en persecución de los asaltantes. Si era necesario y posible también se reclutaba a los nativos aliados, pero la única esperanza de atrapar a los asaltantes era montar rápidamente y salir en su búsqueda, sin tiempo que perder.

Cuando un caballo se agotaba, cambiaban la silla y seguían cabalgando. Así se perdieron muchos caballos en largas jornadas de persecución, reventados o abandonados a su suerte. Finalmente, o los nativos lograban alejarse lo suficiente y escapaban internándose en las montañas o resultaban atrapados y vencidos por los dragones.

Algunos hechos de armas destacados de los dragones:

  • A mediados del siglo XVIII, unos 200 comanches se retiraron abandonando una manada de caballos que habían robado, tras perder 40 hombres en un largo y duro combate cuerpo a cuerpo con una compañía de menos de 50 dragones.
  • La masacre de la misión de San Sabá, perpetrada en el año 1758 en el territorio de Texas por los indios comanches, tuvo como consecuencia la expedición de castigo llevada a cabo por las tropas presidiales conocida como la Campaña del Río Rojo.
  • En 1775, la resistencia de tres dragones contra un numeroso contingente de indios en San Diego -California-.
  • El 26 de abril de 1776, un alférez con sus 42 dragones formados en cuadro resistieron durante 5 horas frente a 300 apaches provocando su retirada después de infructuosos intentos de romper su formación.
  • En el año 1779 los comanches atacaron Taosrepetidas veces. Las autoridades de Nueva España decidieron acabar con el problema y prepararon una fuerte expedición. Concentraron una gran tropa de 600 hombres de los cuales 150 eran soldados de cuera, que fueron acompañados por 200 apaches y yutes.
    • Al mando de Juan Bautista de Anza partieron de Santa Fe el 15 de Agosto, y persiguieron a los comanches utilizando sus mismas tácticas para poder sorprenderlos. Todo el recorrido se hizo viajando de noche y ocultándose de día, forrando los cascos de sus caballos con trapos para hacer una marcha silenciosa. Después de recorrer casi 1.000 kilómetros los alcanzaron en Colorado el 3 de septiembre.
    • Encabezados por Cuerno Verde (Tabivo Naritgant), los comanches les hicieron frente, pero fueron derrotados y el jefe indio cayó en combate. Su curioso tocado fue enviado como trofeo al rey de España, que posteriormente lo regaló al Papa, estando hoy depositado en los Museos Vaticanos.
    • Esta victoria española tuvo gran repercusión, ya que Cuerno Verde tenía mucho prestigio entre las tribus y se le consideraba muy hábil.
Juan Bautista de Anza y Cuerno Verde
  • El 6 de diciembre 1779 una partida de guerra del jefe Quilcho formada por unos 350 guerreros atacó Tucson. La guarnición estaba al mando del capitán Pedro Allende y Saavedra, el cual, en vez de quedarse al amparo de los muros del Presidio de Tucson, sorprendió a los indios cargando contra ellos con 15 dragones, derrotándolos e hiriendo al hermano del jefe Quilcho.
  • El 1 de mayo de 1782, los apaches nuevamente atacaron Tucson, esta vez con 600 guerreros. La mayor parte de la caballería española estaba fuera del presidio en misiones de patrulla, por lo que los españoles sólo disponían de unos 42 lanceros, 20 dragones de cuera, 10 exploradores indios aliados y una pieza de artillería. Fueron suficientes, pues el ataque pudo ser rechazado.

El final de la aventura

Con el fin de la Guerra apache y española en 1793 y la firma de la paz, navajos, chiricauas, yumas, los propios apaches y otras tribus comenzaron a convivir y entenderse con los españoles, a comerciar e integrarse, en muchos casos, en los mismos asentamientos. Los dragones de cuera, en las tierras pacificadas, pasarían a ser sustituidos por otras compañías como los húsares de Texas, o por la milicia regular, siéndoles encomendadas misiones cada vez más al norte, hasta la frontera rusa de Alaska.

Este cuerpo de caballería existió mientras duró el Virreinato de Nueva España, esto es, hasta la independencia de México en 1821. Algunos de estos dragones siguieron sirviendo tras la independencia del Virreinato, aunque hacía tiempo que habían dejado de usar la cuera. Muchos eligieron seguir habitando esas tierras, formar familia con los nativos, adaptarse a las nuevas armas de fuego, incluso.

Dicen que, cuando tras la pérdida de los territorios mexicanos en 1846, comenzaron a aparecer nuevos soldados por el este que rompieron la paz que habían instaurado españoles con indios. En ese momento volvieron a verse viejos y extraños soldados vestidos con cuera, aliados de los salvajes, jefes de su tribu algunos, luchando fervorosamente contra esa nueva amenaza a caballo que vestía de uniforme azul.

Los indígenas tras el dominio español

El recién creado país mexicano procuró mantener las políticas de asentamiento y relación amistosa con los nativos que se utilizaban durante el Virreinato, pero la poca duración de la soberanía de México sobre estos territorios impidió la continuidad de esta estrategia.

El 29 de diciembre de 1845 el Congreso estadounidense oficialmente admitió Texas como un estado constituyente de la nación. En 1846 Estados Unidos reclamó a México la posesión de la franja de tierra comprendida entre el río Bravo y el río de las Nueces.

Las tropas mexicanas cruzaron el río Bravo y atacaron a los estadounidenses que se habían desplegado en el territorio en disputa. Tras ello el gobierno estadounidense declaró guerra y acometió contra México.

La guerra concluyó con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, en el que México reconocía la frontera texana en el río Bravo. Por si fuera poco, Estados Unidos recibió los territorios de California y Nuevo México.

Son cerca de 2,000,000 de km² que hoy conforman los estados de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, la mayor parte de Colorado y la región suroeste del Wyoming y Kansas, y el oeste de Oklahoma.

Se cumplió así la llamada doctrina del destino manifiesto, según la cual Estados Unidos de América era una nación destinada a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico.

Dueños de tan inmenso territorio, los norteamericanos dejaron inmediatamente sin efecto todas las leyes y tratados de colaboración con los nativos. Asimismo, incentivaron la rápida colonización de las llanuras por parte de sus compatriotas, la apropiación de las tierras y el desplazamiento de los nativos, dando comienzo a lo que la historiografía, la literatura y el cine ha trasladado hasta nuestros días con el exclusivo nombre de “la Conquista del Oeste”.

Por todo ello, tal vez este modesto artículo ayude a poner en contexto para los hispanohablantes quienes fueron realmente los pioneros en aquellas lejanas tierras.

Los indios Pueblo y sus lazos con España

Es en cierto modo motivo de orgullo saber que una de las pocas tribus nativas en territorio de los actuales Estados Unidos que no han sido exterminados ni deportados y que incluso conservan sus mismas tierras desde hace miles de años son los indios Pueblo.

La razón de este milagro se encuentra en que sus tierras están en Nuevo México, que fue territorio de la Monarquía española, y por tanto estos indios y sus propiedades estuvieron protegidos por las Leyes de Indias que promulgaron los reyes de España.

Cuando Nuevo México pasó a formar parte de los Estados Unidos se hizo con la condición de respetar necesariamente los derechos y libertades de sus habitantes. No es de extrañar que estos indios, en pleno siglo XXI, gusten de lucir en sus fiestas populares la bandera española y hasta que presuman de pertenecer al linaje de nuestra Hispanidad.

De hecho, la amistad de los indios Pueblo con los españoles les está resultando sumamente provechosa. Tras la salida de España de América hacia 1820, con el tiempo fueron despojados de las tierras concedidas por la Corona. En la actualidad, asesoradas por competentes abogados, las comunidades indias están obteniendo el amparo de la Justicia.

Parece insólito, pero es cierto: a día de hoy, los Tribunales norteamericanos les están devolviendo las tierras, esgrimiendo las Leyes de Indias, el Código de las Siete Partidas de Alfonso X del siglo XIII y los títulos de concesión de tierras otorgados hace varios siglos a los indios por el Rey de España.

Los navajos y la influencia española

De forma similar, los Navajos forman una de las reconocidas tribus apache del sudoeste de los Estados Unidos. Su cultura actual constituye una curiosa mezcla de rasgos que provienen de sus orígenes prehispánicos de cazadores-recolectores y elementos posteriormente incorporados de los indios Pueblo y de los colonizadores españoles de Nuevo México.

La suya es una historia apasionante de una etnia indígena de Norteamérica que, lejos de desaparecer, ha logrado adaptarse a las circunstancias del momento y aumentar su población, de unos pocos millares a comienzos del siglo XVIII a más de 160.000 en la actualidad.

Se puede afirmar que sin la presencia española esa historia sería no sólo distinta sino que la cultura navajo no tendría las peculiares características que la hacen diferente de las demás etnias amerindias.

Dragón de Cuera
Dragón de Cuera

El potencial cinematográfico de los dragones de cuera

Para concluir este artículo, me gustaría volver al principio. Si bien el cine del Far-West está actualmente lejos de su época dorada, todavía se pueden ver actualmente películas más recientes que mantienen su alta calidad (Appaloosa, BlackThorne, Django Desencadenado, Tombstone, El Renacido, Los Odiosos Ocho o Valor de Ley), y que mantienen el alto nivel de este género.

Nadie como los soldados del Virreinato exploraron los vastísimos territorios del Oeste americano, conocido, combatido o pactado con las principales tribus indias. Los dragones de cuera eran casi todos nacidos en América y muchos de ellos se incorporaron al ejército mexicano tras su independencia. Por ello, forman parte del acervo común histórico tanto de México como en España

Así las cosas, con los antecedentes comentados aquí, me atrevo a lanzar al aire una propuesta. ¿Por qué no sacar una coproducción Hispano-Mexicana que narre en lenguaje cinematográfico algún hecho relevante de los dragones? ¿No daría la historia de Juan Bautista de Anza para un “peliculón“? ¿El asalto apache a Tucson? ¿Y por qué no, ya puestos, una superproducción global al estilo La Conquista del Oeste o ‘How the West Was Won’? Y tantos otros, vaya..

A mí –me perdonan la intromisión- se me ocurren varios directores inteligentes, valientes y con currículum de sobra para ejecutarla. Por la parte mexicana veo altísimo nivel para esto en Alfonso Cuarón, que se matriculó CumLaude en lo implacable de los espacios infinitos con Gravity. También González Iñárritu (solamente hay que volver a ver El Renacido), Guillermo del Toro (El Laberinto del Fauno, HellBoy). Por la parte española veo perfecto candidato a Alejandro Amenábar, a Álex de la Iglesia y tal vez a José Luís Garci. Se admiten otras propuestas…

FUENTES: 

Españoles, apaches y comanches. General Mariano Alonso Baquer. Basada en la tesis doctoral del mismo autor titulada “Defensa y estrategia militar en las Provincias Internas de Nueva España (1760-1805)” Universidad de Valladolid. 2014

Banderas Lejanas: La exploración, conquista, y defensa por España del territorio de los actuales Estados Unidos. Libro de Carlos Canales y Fernando Martínez –Laínez. 2009

Blog ‘La América Española’Española’: Dragones de cuera

El Blog de Manuel Maqueda: Los dragones de cuera

La Soga: Los dragones de cuera, en el confín del mundo (Daniel García Valdés)

Desperta Ferro Ediciones:Los dragones de cuera contra los apaches. La batalla por San Agustín de Tucson

Confederación Hispánica: Los presidios españoles de la forntera del virreinato. Los dragones de cuera.

El País: Los caminos españoles que forjaron el oeste americano (Germán R. Paéz) 

Grances Batallas: Herencia española en USA

Elegante Caballero Peruano: Rincón de la historia. 

Amigos de Colmenarejo:Una del Oeste. La Batalla de Cuerno Verde

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