Clic en la imagen para ver la galería
Según cuenta la tradición, Juan Rodríguez de Villafuerte,
uno de los hombres de Hernán Cortés, trajo a territorio americano una imagen de
la virgen de los Remedios ""para su consuelo"". Era un
regalo de su hermano que al entregársela le había dicho ""que tuviera
en ella mucha confianza, porque a él le había librado de grandes peligros en
las batallas en que se había hallado y esperaba que le sucediera lo mismo en el
Nuevo Mundo"".
Al llegar a la capital del imperio azteca, Cortés ordenó a
Villafuerte que colocara la imagen de la virgen de los Remedios, en un altar
del templo mayor donde solían efectuarse los sacrificios humanos. Ahí fue
expuesta por algunas semanas hasta que estalló la guerra y no se supo nada más
de la pequeña imagen labrada en madera.
Durante la derrota de ""la Noche
Triste"" el 30 de junio de 1520, Cortés tuvo que retirarse
precipitadamente de México-Tenochtitlan. La escena, según cuentan los
cronistas, fue espantosa: mientras intentaban huir por la calzada de Tlacopan
(Tacuba), muchos de los españoles habían caído prisioneros y podía divisarse
cómo eran sacrificados por los aztecas.
Exhausto y desmoralizado, el conquistador y sus hombres
llegaron a un pequeño monte delante del pueblo de Tlacopan y decidieron
pernoctar en ese lugar. La virgen se apareció acompañada, según se refiere, por
Santiago -patrón de las Españas- y los abatidos conquistadores encontraron un
remanso de paz, confiando en que la madre de Dios los conduciría a la victoria
definitiva. Un año después, caía México-Tenochtitlan.
Hacia 1540, un indio cacique de nombre Juan de Águila,
caminaba por los parajes cercanos al pueblo de Tacuba y vio a la Señora en el
cielo ""que con voz sensible le decía: Hijo búscame en ese
pueblo"". Poco tiempo después, debajo de un maguey, don Juan de
Águila encontró la vieja estatuilla de madera, que desde 1520 había
desaparecido. Hacia 1575 su templo estaba concluido y su imagen era venerada.
La gente recurría a la virgen de los Remedios ""en
las faltas de lluvias a su tiempo, en las epidemias de tabardillos, sarampiones
y otras semejantes"". Durante años su imagen recorrió la calzada
México-Tacuba para proteger al pueblo de las terribles epidemias, inundaciones
o temblores que de vez en cuando recordaban a los habitantes de la ciudad que
la naturaleza no tenía credo religioso. En vistosas y multitudinarias
procesiones, las autoridades eclesiásticas y civiles -incluyendo al propio
virrey- trasladaban a la Virgen desde su santuario en las garitas de la ciudad
para colocarla durante meses en la Catedral de la Ciudad de México.
Cuando las calamidades no cedían, ni siquiera con la
intercesión de la virgen de los Remedios, las autoridades recurrían a la imagen
guadalupana como último recurso, lo cual no dejaba de causar cierto malestar
entre el pueblo, pues era un insulto recurrir a la virgen morena como segunda
opción -aunque finalmente imperaba la alegría cuando la gente podía observar
muy de cerca a la Guadalupana al frente de una procesión. Alexander von
Humboldt percibió la rivalidad entre ambos grupos de fieles:
""El espíritu de partido que reina entre los
criollos y los gachupines, da un matiz particular a la devoción. La gente
común, criolla e india, ve con sentimiento que, en las épocas de grandes
sequedades, el arzobispo haga traer con preferencia a México la imagen de la
Virgen de los Remedios. De ahí aquel proverbio que tan bien caracteriza el odio
mutuo de las castas: hasta el agua nos debe venir de la gachupina. Si a pesar
de la mansión de la Virgen de los Remedios, continúa la sequía... el arzobispo
permite a los indios que vayan a buscar la imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe"".
No hay comentarios:
Publicar un comentario