Avanza la tiranía despótica del rey mexicano.

Y es que en el gobierno de López Obrador se castiga con el despido a quien comete “el pecado” no sólo de disentir sino de “pendejear” a los amigos de Palacio.

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Sea que al “pendejo” lo califiquen con el adjetivo crudo y duro, sea que lo “pendejeen” con elegantes formas literarias.

Y ese fue el caso y “el pecado” del ensayista y ecritor Jorge F. Hernández, quien fue cesado del cargo de Ministro para Asuntos Culturales de la embajada de México en España, apenas hace pocas horas.

En efecto, en su más reciente colaboración para Milenio, el autor de La Emperatriz de Lavapiés –finalista del Premio Alfaguara 1998–, reaccionó de manera inteligente y mordaz ante una más de las estulticias propias del amigo íntimo de Palacio, conocido como Marx Arriaga, hoy convertido en Director General de Materiales Educativos de la SEP.

Y sí, como ya se dijo, la respuesta de Palacio a la puntual crítica de Jorge F. Hernández fue no sólo la intolerancia del autócrata de Palacio sino el despido; represión y censura, que por todos los medios y de manera torpe y tardía intentaron negar distintos personeros de la cancillería.

Pero vamos por partes.

Como saben, Marx Arriaga es amigo íntimo de la familia de Palacio. Fue sinodal del doctorado de la señora Beatriz Gutiérrez.

Ese poder casi absoluto le permitió la impunidad total al señor Arriaga; al extremo de que, en otro momento, despidió de manera arbitraria y grosera al director de la Biblioteca José Vasconcelos, Daniel Golding.

Pero Marx también protagonizó otro escándalo, cuando armado de su fanatismo trasnochado, pretendió explicar a las mujeres mexicanas su peculiar modo “de emanciparse”.

Y si no fuera suficiente, se negó a pagar el trabajo de quienes diseñaron los nuevos Libros de Texto.

Y, como muchos saben, apenas en los últimos días de julio –durante una conferencia en la Normal de San Felipe del Progreso–, el mismo Arriaga pretendió dar cátedra de lectura y concluyó con la siguiente afirmación: “Leer por goce es un acto de consumismo capitalista”.

La paliza en redes y en medios no se hizo esperar y, por tanto, desde Palacio se ordenó un rápido “control de daños”. Inútil, el mal ya estaba hecho.

Incluso el propio Arriaga negó que dijo lo que dijo.

Así lo expicó en sus redes sociales el 30 de julio: “En ningún momento señalé: “Leer por goce es un acto de consumo capitalista”, como algunos medios aseguraron. Me imagino que cumplieron su misión al provocar la rabia de miles que confían en ellos, pero deberían tener respeto por sus lectores y la lectura”.

La paliza a Arriaga siguió y el 5 de agosto, en su colaboración para Milenio, tiulada “Por placer”, el escritor, ensayista y diplomático, Jorge F. Hernández, “pendejea de manera elegante a Marx Arriaga. 

A continuaciòn un fragmento de la colaboración para Milenio –del autor de “La soledad del silencio”–, publicada el jueves 5 de agosto pasado.

“Por supuesto que se puede leer bajo la muy ideologizada militancia del errado o confundido bibliotecario improvisado que acaba de clamar algo en torno al consumismo capitalista como afán opuesto a quienes creen que leyendo reviven Playa Girón o las heridas de Camboya, cuando en realidad su tufillo más bien apesta a Pol Pot (que no es precisamente un guiso inglés), ese demente que pintó en letras rojas la condena fanática contra todo aquél que llevara lentes, gafas o quevedos de diversa dioptría “pues revelan que se trata de un lector”. 

“Por supuesto que se puede exhortar al populis a que lea por adiestramiento, por memorización, por inculcación ideológica y como ungüento de uniformidad, pero yo parto aquí una lanza en favor de quienes leemos por insomnio, para viajar sin maletas a cualquier paisaje y sin reloj a cualquier hora y época; hablo de los que leen en voz alta para compartir una trama y los que leen en silencio para hablar con dioses, ligarse a una musa o matar a un tirano… y hablo del que lee por pendejo porque no le queda de otro y el que lee las instrucciones para no dejarse engañar con un electrodoméstico y por supuesto por la niña que se talla los párpados en el instante luminoso de una línea donde un adolescente lee que es escrito como mago de maravillas, en el libro que lee un anciano al que le leen en el asilo lo que una viejecita escribió en su juventud para dejar aclarado ya para siempre que en el fondo se lee por placer y diversos placeres se quedan en pura lectura así sigan babeando las recuas increíbles de advenedizos absolutamente ilegibles” .(Fin de la cita)

Sin duda una elegante maner de disentir y de “pendejear” a uno de los preferidos de la señora de Palacio.

Y por pura casualidad, horas después de publicado tal texto –el sábado 7 de agosto–, el propio Jorge F. Hernández anunció que fue cesado de sus actividades como Ministro para Asuntos Culturales de la Embajada de México en España.

En su cuenta de Twitter el ensayista escribió lo siguiente: “Ayer fui cesado como Ministro para Asuntos Culturales de la Embajada de México en España. Mi aplauso y gratitud para el equipo ejemplar del Instituto Cultural de México en España y la Biblioteca Octavio Paz”.

El escándalo se había desatado.

Casi al mismo tiempo, en un comunicado oficial, fechado el 7 de agosto, el director ejecutivo de la Diplomacia Cultural de la SRE, Enrique Márquez, explica que Jorge F. Hernández fue cesado por incurrir “en  comportamientos graves y poco dignos de una conducta institucional…”.

¿Y qué se debe entender por “ comportamientos graves y poco dignos de una conducta institucional”?

Pocas horas después, la SRE borró tal comunicado y en su lugar difundió uno nuevo, en el que Enrique Márquez borra la palabra “graves”.

¿Qué, la conducta de Jorge F. Hernández siempre no fue grave?

Aún no era todo.

El control de años no fue suficiente y, por tanto, desde Palacio le ordenaron a Enrique Márquez recurrir a las cartas preferidas de la casa presidencial; la difamaciòn y la calumnia.

En un nuevo comunicado, titulado “Alcance al comunicado de la direcciòn ejecutiva de la Diplomacia Cultura de la SRE”, Márquez asegura que el escritor no fue despedido por censura sino porque “en días pasados se refirió en térmios muy ofensivos y misóginos” a quien era su jefa.

No presentó ninguna prueba.

En cambio, el agraviado, Jorge F. Hernández, respondió de nuevo de manera elegante: “Las mentiras a su alcance…” dijo en sus redes sociales y reprodujo el mismo comunicado de Márquez.

Queda claro, avanza la tiranía despótica del rey mexicano.

Sí, es motivo de censura y despido disentir y “pendejear” a los favoritos de Palacio.

Se los dije.