La pandemia de nunca acabar
Jamás antes se vio nada parecido. Pandemia mundial. Necesidad de vacunación global al 100% de la población. Cepas y más cepas. Médicos que no deben hablar. Censura en redes y comportamientos opresivos más propios del nazismo o el comunismo que de regímenes democráticos. El poder planetario se ha implantado y los gobiernos son títeres, meros transmisores de lo que deciden organismos supranacionales como la OMS, constituida por personas a las que nadie ha elegido, con sueldos espectaculares y mandatos a dedo.
Es más que preocupante este mundo tecnológico en el que la inteligencia artificial va a decidir sobre nuestras vidas. Sin que usted o yo podamos hacer nada, porque somos meros números dentro de una computadora que sabe todo de nosotros a través del celular. Y pronto a través de la lectura de nuestros pensamientos, como aventura Elon Musk, inspirador del proyecto neura-link, o el presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab.
La cuarta revolución industrial consiste en el interfaz hombre-máquina, de modo que seremos trans-humanos, conectados a la nube, gobernados por un solo poder. Suena a cine, pero así está concebido. Por eso el Green-Pass. Presuntamente sirve para controlar la pandemia, pero en realidad va a servir para controlarnos a todos. La nueva normalidad de Sánchez, que es la de Macron y la de Draghi y la de Soros. La pandemia es el capítulo-one. Antes había epidemias regionales, nunca mundiales. Cada vez todo va a ser más global. Pandemia para todos. Vacuna para todos. No una dosis para siempre como antiguamente, sino una cada cuatro o seis meses.
La verdad revelada por la OMS, que nadie puede poner en duda, porque es la OMS. En eso parece consistir la Ciencia de hoy. Hay un protocolo, una orden global, y todo el mundo debe cumplirla a rajatabla. Por lo civil o por lo militar. Da igual que tengas anticuerpos naturales por haber pasado la Covid. Decía un estudio de “Nature” que los anticuerpos naturales duran de por vida, pues aunque desaparezcan en sangre quedan alojados en la médula espinal, de manera que son nuestros linfocitos T4, T8 y las células NK las que se encargan de eliminar al virus, o a sus variantes, en caso de nuevos contagios.
Sí, pero eso no vale. La inmunidad celular innata no vale. Los anticuerpos naturales, tampoco. Solo valen los anticuerpos de cualquiera de las vacunas aprobadas a todo correr, en uso de emergencia y de manera experimental. El problema es que duran poco. Y no sirven para todas las variantes. O al menos eso parece. De ahí que haya que vacunarse cada cuatro o seis meses. Si dejas de vacunarte, pasas a ser un no vacunado. Incluso si has tenido un caso de reacción adversa con anterioridad, bien sea un trombo, una miocarditis, trastornos de riñón con tensión alta, Gillain Barre, ciclo menstrual alterado, o erupciones cutáneas generalizadas.
Da igual, hay que vacunar al cien por cien de la población aunque sea por lo militar. Pero pareciendo que es “voluntario”, de modo que si te pasa algo, la culpa es tuya, por vacunarte “voluntariamente” con una inyección emergencial de la que no se responsabilizan las farmacéuticas ni los gobiernos ni la OMS ni nadie. Tú eres responsable. Te tienes que vacunar tres o cuatro o diez veces porque si no te pones la tercera o la cuarta pierdes el Green-Pass, o sea, es como si ya no estuvieras vacunado.
Solo que los vacunados nos contagiamos y podemos contagiar. Conozco casos de vacunados hospitalizados, ingresados en UCI y hasta muertos de Covid. Ya, pero son pocos, dicen. Pocos sí, aunque el exceso de mortalidad que se está produciendo en España en estos últimos meses, de manera hasta ahora no explicada, debería preocupar. Muertes súbitas, ictus, arritmias, colapsos anormales. La ministra Darias tiene que aclararlo. ¿Por qué este exceso de mortalidad?
Debería empezar a cambiar el discurso. Vacunar al 100% de la población es perfecto si las vacunas protegen de verdad. ¿De qué sirve el pasaporte-vacuna si pese a llevarlo nos contagiamos y podemos contagiar? En realidad es contraproducente. Un peligro, porque nos relajamos, pensamos que estamos protegidos, cuando en verdad no lo estamos.
El discurso que tienen que empezar a hacer Sánchez y Darias es el de exigir a las farmacéuticas que hagan vacunas que protejan de verdad y eliminen los efectos secundarios graves que muchas de ellas producen. Cobran demasiado para no exigirles nada. Y a los presuntos científicos, que dejen de marearnos con teorías oscilantes. ¿Qué es eso de mezclar vacunas? ¿Qué es lo de inocular embarazadas cuando antes ni se les debía dar una aspirina? ¿Por qué obligar a los niños si tienen inmunidad innata?
En esta pandemia estamos viendo muchas cosas. Entre ellas, que escasean los médicos de verdad y sobran los galenos oficiales que sólo cumplen protocolos.
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