Impotencia ante la brutalidad de Israel En septiembre de 2024 tuvo lugar un hecho de barbarie: unas 40 personas resultaron muertas y más de 3 mil 550 heridas, debido a un ataque de alta sofisticación contra supuestos integrantes del grupo rebelde Hezbollah. A control remoto se activaron miles de radiocomunicadores llamados buscapersonas (beepers) que habían sido armados con explosivos. Es un método de asesinato tan indiscriminado y ventajoso que miembros del ejército israelí se opusieron a su ejecución, pero Benjamin Netanyahu decidió que se llevara a cabo la operación a cualquier costo. El propio primer ministro sionista lo acaba de reconocer, diciendo que se llevó a cabo la operación “a pesar de la oposición de altos funcionarios del estamento de defensa y los responsables de ellas en el escalafón político” (La Jornada 11/11/24). Cada día es más abierto el desacato del sionismo a las reglas del derecho internacional de los derechos humanos, incluso si tiene que confesar que ha engañado a la opinión mundial en su afán de cumplir con el objetivo final: echar a los palestinos para siempre de su territorio con el fin de apropiárselo junto con otros que pertenecen a Líbano y demás pueblos. El desprecio a la Organización de Naciones Unidas es otra muestra de descaro. Declararon “enemiga” a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo. Pretenden que eso les otorgue derecho a deshacerse, por el medio que elijan, de personal humanitario. Y no les provoca ningún reparo, pues ya han masacrado niños, mujeres, personal de hospitales y escuelas y a más de 43 mil inocentes. Resulta espantoso presenciar, en vivo y en directo, el genocidio del siglo XXI y nos sentimos impotentes ante la brutalidad desatada que, para mal de la humanidad, sigue siendo respaldada por los gobiernos de Occidente con Estados Unidos a la cabeza. Ojalá no empeore con la vuelta de Donald Trump a la presidencia.
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