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jueves, 28 de noviembre de 2024

Obradorismo cinismo de morenarcos 4T

 Creo que aún estamos a tiempo. Me refiero a no dividirnos en el

campo del obradorismo. La 4T es el espacio de transformación más

importante que ha habido en este país desde hace un siglo. Hay

que cuidarla. Pero cuidarla y respetarla exige un compromiso: señalar lo

que no nos parece. Si la embalsamamos, si la convertimos en una iglesia,


si dejamos de cuestionar algunas decisiones de sus dirigentes, no estare-

mos cuidando a la 4T, sino traicionando al movimiento popular.


Si seguimos por el camino del todo o nada, en el cual no cuestionamos


algunas medidas que son claramente regresivas, o conservadoras, (ejem-

plo: la prisión preventiva oficiosa), es allí donde estaremos haciéndole el


juego a la derecha. Sin darnos cuenta. Callarse es hacerle el juego a la

derecha. Desviar la mirada ante la acumulación de “inconvenientes”; eso

es hacerle el juego a la derecha. Porque perder los escrúpulos, despreciar


a los derechos humanos, ningunear los valores de la izquierda, para pe-

lear solamente por el poder; estigmatizar compañeros valiosos que han


aportado tanto al movimiento, eso, es hacerle el juego a la derecha.


El idealismo tiene sus límites, lo concedo. Pero el pragmatismo tam-

bién. Si todo es pragmatismo, nos convertimos en instrumentos del poder


y no del cambio profundo. La transformación profunda exige, en determi-

nados momentos, dar batallas éticas. De lo contrario, terminamos única-

mente en un cambio escenográfico y no estructural.


Hago un llamado modesto, desde mi humilde trinchera, a que los líde-

res de este movimiento popular al que llamamos 4T no sigan promoviendo


el camino de la descalificación a las voces críticas que vienen del mismo

campo popular. Que abandonen un poco la susceptibilidad, y recuerden


sus tiempos de militancia, y recuerden el espíritu dialoguista, librepensa-

dor y democrático que los animó. Entendemos muy bien que sin poder no


se puede transformar. Y que conservar o conquistar el poder exige ciertas

alianzas y maniobras, algunas que desafían incluso nuestro propio espinazo moral.

Y se reconoce el valor político y el coraje de quienes encaran esa tarea.

Pero hoy mucha gente ha dejado de cuestionar la realidad política para

justificar lo injustificable, por el solo hecho de que trae el sello de Morena.

Hay una suerte de obediencia debida, donde la militancia se ha convertido


en obsecuencia. Morena no es la

causa, la causa es la justicia. En todos

sus ámbitos.


Creo que estamos a tiempo de fre-

nar esta división. Podemos disentir


con algún compañero. Pero cancelarlo


por el solo hecho de que nos inco-

moda lo que dice, es aislarnos en el


calor del dogma, y renunciar a la

misma revolución de las conciencias

que queremos promover.

En todo movimiento surgen los que


son más papistas que el papa. Aque-

llos que andan señalando con voca-

ción de sargentito a quienes se atre-

ven a desafiar el dogma. Los fanáticos


no ayudan a la izquierda, la contami-

nan y la empobrecen, porque la iz-

quierda tiene DNA crítico. Sustituir a


voces valiosas por sargentitos no es


sólo una injusticia: es un error estraté-

gico. Si el movimiento decide que-

darse solo con los acólitos y desechar


a los que tienen una mirada más com-

pleja de la realidad, perderá el rumbo.


Con alcahuetería y delación no se


defiende un movimiento transforma-

dor. Porque, para transformar la reali-

dad, es indispensable criticarla. Por


más réditos en el corto plazo que


pueda tener para la dirigencia el pro-

mover feligreses, implica un retroceso


y una descomposición.

Debemos promover la cultura del

pensamiento crítico, no la cultura de la


cerrazón. Revolución de las concien-

cias, no reclutamiento de las concien-

cias. Ganar las elecciones no equivale


a transformar. La soberbia nunca lleva

a buen puerto. El verdadero enemigo,

la verdadera derecha, es demasiado

feroz y peligrosa como para andarnos

peleando entre nosotros.

Serenidad, madurez, honestidad

intelectual, para saber reconocer allí

donde nos hemos equivocado. La

causa es la justicia. Y la fraternidad.

Nunca lo olvidemos.

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