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miércoles, 17 de febrero de 2010

LA MUJER MUSULMANA Y LOS PROBLEMAS

La eterna problemática de la mujer musulmana
Mujeres - 22/04/2002 0:00 - Autor: Asma Lamrabet - Fuente: webislam
Vota:- Resultado 8 votos Etiquetas: honor, mujer musulmana, genero, igualdad, feminismo

Asma LamrabetNo hay ningún día que pase, sin que las televisiones, las radios, los periódicos del mundo, en fin, toda la “armada mediática”, nos informe sobre algún tema relacionado —de cerca o de lejos— con el Islam. Obviamente, no hay nada de gratificante en todo eso. Que sea un artículo de prensa, una opinión, un tema de conferencia o una cualquiera información sobre un hecho dado, ahí esta en claro o en filigrana, una vehemente crítica, un aspecto negativo y a veces algo pernicioso sobre el “hecho islámico”.

Parece ser que existe un verdadero problema con el Islam y todos sus componentes: como civilización, cultura, religión... Este “Islam” es definitivamente incompatible con todos los valores de la modernidad occidental. Un “gran refractario” como dijo Jaques Berque. Será sobretodo refractario a lo que el mundo occidental considera —justamente— como un indicador de progreso de las sociedades actuales: la emancipación de la mujer. Ahí esta el punto débil, doloroso, inevitable: la problemática situación de la mujer musulmana. Hay un consenso, una verdadera unanimidad sobre el tema, en occidente pero también —¡que extraño!— dentro del mundo islámico. Entonces, ¿qué es lo que esta pasando? ¿Una maquinación diabólica o una indubitable realidad?

Como mujer musulmana que se siente implicada en los cambios que viven hoy las sociedades musulmanas, pienso sinceramente que las dos percepciones coexisten. Mientras que nuestras sociedades musulmanas cierran los ojos sobre el tema de los problemas de la mujer, nuestra imagen de sociedad atrasada será amplificada por el occidente. El occidente culpa el Islam de todas las maldades y el mismo mundo islámico traiciona cada día que pasa el espíritu de su religión, al tener un comportamiento distante años luz de la dimensión espiritual del mensaje.

El occidente juzga la conducta y la fachada “muy islámica” de nuestras comunidades y a veces tiene razón porque nos obstinamos a serlo en las apariencias, raramente en la profundidad. Al mismo tiempo que los occidentales se pierden en unas análisis paranoicas, nos destacamos en el mundo islámico por nuestras habilidades en el arte de la contradicción.

En el mundo occidental: El delirio paranoico

Según la visión occidental, la mujer musulmana goza de todos los record de discriminación, alineación y atraso. Es la imagen personificada de la mujer sometida. Sometida a los hombres, a las costumbres tribales y a las leyes intransigentes de esta religión que es el Islam. Ella es la victima ineluctable de un Islam totalitario, machista y tiránico. Pobre criatura de las sombras, encubierta, tapada, velada con su Burka, tchador, hidjab... El Occidente con todos sus tendencias esta convencido de la necesidad y de la obligación de defender y salvar a esta pobre victima del Islam. Claro que según esta perspectiva occidental ella es victima del Islam y solamente del Islam: Todo estos comportamientos bárbaros son inherentes al Islam como religión. Todas las deducciones intelectuales y las acrobacias analíticas que proceden del occidente —en el caso de la mujer musulmana— son la consecuencia de una visión exclusivamente etnocéntrica.

En los países del Magreb, si la mujer esta sometida a las leyes patriarcales es debido al Islam. En Egipto, si ella es victima de mutilaciones sexuales, es siempre la culpa del Islam. En los países del Mediterráneo, según donde estamos ubicados, desde la ribera norte o sur, el machismo es sin ninguna duda islámico en el sur mientras será inocentemente mediterráneo en el lado norte. En España, según la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas, cada semana una mujer es muerta por culpa de la violencia domestica, y según la conferencia Europea de ministros sobre la violencia contra las mujeres: Una de cada cinco mujeres de la Unión Europea ha sufrido la violencia domestica.

En el caso de España, la respuesta es inmediata: Son las elevadas tasas de desempleo femenino que favorecen los abusos (1).La misma constatación de violencia conyugal —en países del Magreb, por ejemplo—, hubiera sido por culpa de las exacciones de la tradición islámica y no — como en el caso de la mujer española— de dependencia económica.

¡¡Es que es lógico y normal!! En India, según unas tradiciones hindúes, muchas mujeres son quemadas vivas, por causa de una cultura especial de “tendencia metafísica”, pero que el mundo occidental se tranquiliza, esos comportamientos son totalmente inofensivos por los valores occidentales. ¡Hay que saber cerrar los ojos y ser discreto cuando se trata de unas “exigencias culturales” especificas! Pero en el Bengladesh y el Pakistán —antiguamente parte del Imperio de India y de misma esencia cultural hindú— las mismas escenas de mujeres quemadas serán debidas a las leyes inhumanas de la Scharia islámica. De la misma manera, cuando se van hacer los análisis sobre los muy conocidos “crímenes de honor” en el continente Indo pakistaní, eso dependerá del espacio geográfico y de la pertenencia religiosa. Del lado de la religión Hindú, los razonamientos son antropológicos y se van a intentar acertar el porque de las cosas. Del lado musulmán, es que no hay nada que entender, estamos repugnados frente a esos crímenes inmanentes de los textos islámicos y para denunciar esos actos, se hacen reportajes televisados muy largos en las horas de gran audiencia.

En América del sur, la violencia sexual, la discriminación cotidiana de miles de mujeres indígenas es consubstancial a unas dinámicas internas de las sociedades en cuestión. Las mujeres Mayas y Aztecas vestidas de sus trajes tradicionales —muchas de ellas son veladas— son el reflejo de la “resistencia cultural” y del respecto a unas tradiciones milenarias. En el Yemen, el sur de Marruecos, Egipto, los Emiratos árabes, todas las mujeres vestidas de sus trajes tradicionales, aunque muy diferentes de un lado al otro, serán tasadas de “vestuarios islámicos” y por supuesto serán la encarnación del retraso cultural, de la sumisión ciega y de la ignorancia.

El sari Hindú es revelador de una identidad totalmente legítima, abierta, exótica que no incomoda a nadie. El Tchador de Persia, el Haik Magrebí, el pañuelo de la joven estudiante de Egipto, son al contrario sintomáticos de una identidad de “refugio”, cerrada y alienada! Un verdadero atento a los derechos humanos de la mujer. Siempre la culpa al Islam, nada de cultural ni de exótico. Con la mujer Hindú, Inca, Japonesa es la fidelidad a las identidades culturales, con la musulmana –cualquiera sea su etnia- es la expresión incondicional del fundamentalismo islámico.

Las mujeres del Caribe tienen unos trajes muy minimalistas cierto, que no son convencionales, pero ¿a quien dentro de los occidentales se le va a ocurrir cambiar —¡civilizar!— a esas tradiciones? Sería una verdadera ofensa a la diversidad cultural de la humanidad. Todas las mujeres del mundo tienen el derecho inalienable a la expresión cultural. Pero a penas se llega al mundo musulmán el derecho al relativismo cultural se evapora. Recientemente, el problema del “pañuelo islámico” en España demostró cuanto es demagógico el debate sobre la diversidad cultural. ¡Todos los valores de la democracia, del laicismo y de la integración de los inmigrantes estaban en peligro por un pañuelo! Y para tener una idea sobre el nivel del debate: un alto funcionario del estado español compara el pañuelo a la ablación del clítoris: ¡Que elegancia!

El muy conocido filósofo francés Bernard Henry Levy, que acaba de regresar de Afganistán, escribe en una carta abierta al gobierno de Francia donde habla de las mujeres afganas: esas esclavas de esclavas, damnificadas entre los damnificados... Debe el occidente continuar su acción ahí, con todo su peso para que el proceso —de liberación de esas mujeres— llegue a su fin. (2) Todos lo entendimos: el objetivo de los bombardeos americanos —como dijo también la señora Bush— era principalmente liberar las mujeres afganas —únicamente a ellas— y civilizarlas, y eso se conseguía vía las destrucciones, los bombardeos, los muertos… en fin: ¡de manera muy civilizada!.

La reciente noticia de la nigeriana Safya, que ha hecho la una de todos los informativos y su caso ha movilizado todas las ONG, Amnistía Internacional ect... Todo eso para salvarla de la Ley islámica: La lapidación —que por supuesto no tiene nada que ver con el Corán y que es de origine anteislámica practicadas por todas las culturas hebraicas. Es fantástico ver como el humanismo, la sensibilización de la opinión pública ha podido salvar a esa mujer. Pero, al mismo tiempo me pregunto: ¿por qué son siempre los mismos temas que movilizan y apasionan a los medios de comunicación, mientras miles y miles de casos como o peores de Safya, son ocultados y son condenados a un silencio terrible? ¿Por qué las mujeres de Irak que ven a sus niños morir cada día por culpa de un embargo injusto, no llaman la atención de esos que han salvado en unos días a Safya? ¿Por qué las mujeres palestinas oprimidas por una colonización cruel y ahora mas que nunca con todo el genocidio que conoce su pueblo no mueven a los organismos femeninos u otros para ayudarlas? ¿Las injusticias y el sufrimiento que viven esas mujeres cada día no son lo suficiente interesantes para que los medias le dan un poco de importancia? ¿Cómo se puede quedar insensible a todos esos horrores y en nombre de que ética y probidad intelectual se denuncia lo que es “importante” y lo que no lo es? Es evidente... Cuando hablamos de este mundo musulmán tan particular, existen siempre dos pesos, dos medidas...

En el mundo islámico: El delirio de las contradicciones

Lo más gracioso en todo este debate sobre la mujer musulmana, es que también dentro de nuestras comunidades islámicas somos conscientes de esta cuestión. “¡Es un verdadero problema!” nos van a decir nuestros hermanos en la religión. Esos hermanos involucrados en la lucha por una nueva imagen del Islam. Están de verdad consternados. Por eso aprovechan cualquier ocasión para vociferar que el Islam da todos los derechos a las mujeres. Derechos, que por supuesto, conocen de memoria. Dominan toda la retórica de “la mujer en el Islam” con sus: igualdad, independencia económica, el derecho de participar, de elegir... ¡de todo! Pero en la realidad, en el día a día cotidiano, ¡que amargo contraste entre la bella teoría y la apenada práctica! Sus comportamientos con esas mismas mujeres están lejos de ser ejemplares. Hay veces que son realmente inadmisibles. Es que en la “teatralización” del Islam somos sin ninguna duda unos campeones. Nuestros hermanos interpretan la religión según una geometría muy variable cuando se trata de las mujeres. Son sus semejantes en la teoría pero en la práctica son unas eternas menores. Ellas, no pueden estar incluidas en las grandes tomas de decisiones de esos señores. Se van a quedar en las sombras “marginalizadas” por un consenso masculino tácito. Ellos se consideran de manera espontánea como tutores de por vida de esas mujeres: Todo se va hacer en el nombre de la mujer: responder por ella, decidir por ella, defenderla, protegerla... hasta la sofocación. Claro que les van a permitir organizar unas cuantas jornadas, van a incitarla a crear asociaciones femeninas, donde se puede hablar de cultura, de bordados... Cuando los hermanos están discutiendo de los verdaderos problemas de la comunidad.

En las grandes conferencias se van a levantar unas barreras: las mujeres de un lado y los hombres del otro lado... El sistema mixto no es islámico. Hay que evitarlo para respetar las normas. Pero fuera de esos contextos, debemos adaptarnos a las reglas de nuestros tiempos, a la modernidad. Fuera, nos volvamos normales, humanos... Dentro de un ambiente “islámico”, somos anormales, inhumanos, actuamos para salvar las apariencias, simulamos... Es extraordinario ver como algunos hermanos tienen un comportamiento especial cuando están en la presencia de una “hermana”. Cierto que es siempre el respeto, pero este tipo de respecto envuelto de una dosis de desconfianza y de malestar que instauran una atmósfera eléctrica... El respeto se convierte en torpeza, embarazo y confusión en el tiempo en que hermanos y hermanas están juntos. Todo se disimula, la mirada, los saludos, se minimiza el diálogo, todo se hace de lejos... ¡muy de lejos! No se trata de discutir de futilidades o de perderse en detalles superficiales, lo siento pero aquí están unos síntomas de malestar que no escapan a nadie cuando se habla de nuestras comunidades y que dicen mucho y lo suficiente sobre nuestra manera errónea de aprehender el hecho religioso: Únicamente en el registro de lo prohibido (Haram) y de la culpabilidad. Y sinceramente no se de donde nos vinieron esas normas de rigidez, de tensión y de malestar interno. Mientras que era justamente el contrario de todo eso lo que edifico la sociedad islámica en la época de la revelación.

Las mujeres y los hombres estaban juntos, unidos, ligados por esa luz de la fe, que hacia de ellos seres humanos ante todo. Seres humanos sometidos al Creador de este mundo: Allah soubhanhou wa tahala. Las mujeres estaban en las primeras filas de la escena, discutiendo, divisando, dialogando con el profeta (SAS) y sus compañeros. Se quejaban cuando un compañero les faltaba al respeto, porque ellas habían entendido que el mensaje del Islam era ante todo liberador. No incumbía a los hombres decidir, proponer, convenir sus derechos, de hacer o no hacer, de ser o no ser... solo Dios les ordenaba y es solo a Dios a quien ellas estaban sometidas. ¿Cómo hemos podido nosotras las mujeres musulmanas reducir este mensaje salvador hasta este punto y estar después de 14 siglos sometidas a los hombres y no a el Creador?

¿Donde están las mujeres musulmanas?

¿Cómo podemos actualmente, hablar de reformismo y de renacimiento del Islam cuando justamente la mujer musulmana brilla por su ausencia en este supuesto debate? Durante todos esos últimos siglos el Islam impacta y sigue impactando el interlocutor por su intensa “masculinidad”. Cuando sabemos que esta masculinidad no es producto de la revelación sino de las diferentes culturas receptivas. Porque todos los “Ulemas” son necesariamente masculinos? Porque no hay —o mas bien no se habla— de las Sabias femeninas? Estarán las mujeres incapaz de serlo cuando se destacan hoy en día, esa mismas mujeres, por sus logros en la medicina, la docencia, la economía?... Mientras en los primeros tiempos de la revelación, ellas estaban las depositarias de las tradiciones del profeta (SAS) y de las ciencias religiosas, hoy se le prohíbe acceder a los títulos religiosos.

¿No había dicho el profeta (SAS) mismo a sus compañeros que aprendiesen y profundizasen sus conocimientos con Aicha (radiaAllah alayha)? ¿Cuántas hay de esas mujeres cultas y ilustradas en materia de la religión que a lo largo de la historia musulmana han visto sus nombres y sus ideas borradas y rayadas o simplemente ignoradas por ilustres sabios hombres? ¿Por qué esta amnesia colectiva cuando se trata de la mujer en la historia del Islam? Por eso hay que ver lo que pasa en las televisiones árabes con los programas religiosos. Dentro de programas muy conocidos y muy apreciados —justamente por las mujeres practicantes— se proponen como ejemplo el hablar de la vida de todos los compañeros del profeta (SAS). Eso es fantástico pero, ¿donde están las compañeras (Essahabyates) del profeta? Es extraordinario ver como el Islam durante toda su historia ha podido revolucionar todas las condiciones de vida de los hombres, en todo los sectores: espiritual, económico, político... ¡Menos con este punto fatídico de las relaciones hombres-mujeres! El machismo era —y lo es todavía— la única estructura humana que ha resistido a los valores del Islam.

Hay algunas mujeres de cultura musulmana que podemos ver en ciertas ocasiones en los medios de comunicación o a través de sus libros, pero son siempre las mismas: son mujeres que hablan en el nombre de una emancipación femenina exclusivamente occidental. Ellas representan a una elite completamente desconectada de la realidad islámica y la mayoría de las mujeres musulmanas no se reconocen en el discurso de aquellas que el occidente presenta como su portavoz. El público occidental les aplaude porque reconoce “su lenguaje”. Es lo que llamó justamente Gema Martín Muñoz: “El efecto espejo de la sociedades occidentales que tienden a identificar y dar credibilidad básicamente a aquellos actores de otras sociedades en los que su propia imagen se prolonga” (3). Entonces ¿dónde están esas mujeres que van a defender sus derechos según las referencias musulmanas? ¿Dónde están las que van a hablar de la emancipación femenina islámica? ¿Por qué la mayoría de las mujeres que se vuelven practicantes y que se impliquen en el camino de la fe, lo hacen en un silencio mortal? Un silencio pesado como el de sus antepasados. Ellas siguen siendo las “rehenes de una memoria misógina”. Y eso conforta y confirma todos los dichos de nuestros observadores occidentales...

El gran desafío que espera a nuestras sociedades musulmanas hoy en día es este: Una nueva lectura del Islam hecha por las mujeres. Mujeres profundamente comprometidas con su fe, sus príncipes y su espiritualidad. Ellas deben reapropiarse este trabajo de memoria musulmana femenina y ocupar esta “ciudadela islámica” que tanto tiempo fue acaparada únicamente por los hombres. El reformismo tan esperado del Islam debe obligatoriamente pasar por este tipo de subversión femenina. Pero hay que insistir sobre el hecho que aquí no estamos hablando de una insurrección feminista tipo occidental. La confrontación no es contra nuestros hermanos en la religión, eso va al opuesto de nuestros príncipes coránicos. Somos iguales frente a Allah, mujeres y hombres, y el mejor de entre nosotros es el mas fiel al espíritu de la revelación coránica. Y justamente ser fiel al espíritu del Corán es ofrecer a las mujeres este enorme campo de libertad de expresión que ellas tenían en los tiempos del profeta (SAS) y que les han usurpado con el tiempo. El camino puede parecer largo pero es incontestablemente el único capaz de dar a las mujeres musulmanas una verdadera emancipación.

Mensaje a Occidente

Occidente debe saber que como respecta a las demás diversidades culturales deben respetar las nuestras. Tenemos problemas: somos consientes de eso dentro de nuestras comunidades. La emancipación de la mujer la queremos del todo nuestros corazones. Pero Occidente debe saber que no existe UN solo modelo de emanciparse. Tenemos nuestras referencias, y tenemos el derecho de pensar y forjar nuestra propia concepción musulmana de libertad, derechos e independencia sin complejos ni culpabilidad. Debemos reflexionar sobre las soluciones dentro de nuestros valores y luchar por la libertad desde el interior de nuestras inteligencias, emociones, realidades de mujeres. De mujeres que tienen una identidad propia, una identidad abierta por supuesto, pero jamás dependiente de un modelo único. Hay mucho conceptos universales que son nuestros, por supuesto, aunque para muchos la referencia a lo universal suele ser referencia a lo occidental. Y en eso Occidente si que nos puede ayudar, abandonando su etnocentrismo y su arrogancia cultural, eso que cada día recibimos a través de sus noticias y medios de comunicación y que como mujeres y seres humanos antes que nada, estamos cansadas de soportar.

Notas
(1)- Articulo de El País, 18 febrero 2002.
(2) – Hay que recordar que esta practica no tiene nada que ver con el Islam, es mas bien una tradición pagana de los países de África del sub.- Sahara. Los antiguos Coptos de Egipto las practicaban.
(3) “Rapport au president de la republique et au premier ministre Francais” de Bernard Henry Levy. www.lemonde.fr

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