RUEDA CALENDÁRICA DE LOS MAYAS
Aunque el tzolk’in ritual y el haab profano eran calendarios independientes entre sí, los mayas los fundieron en un ciclo superior que se conoce técnicamente con el nombre de “rueda calendárica”. Entonces, sólo cada 18.980 días coincide uno de los 260 días del tzolk’in con otro de los 365 días del haab.
La razón aritmética está en el mínimo común múltiplo de ambos ciclos, para cuyo cálculo sólo se tienen en cuenta una sola vez todos los factores de los dos números: 260, se resuelve en 13x5x4 y 365 en 73x5 días.
El mínimo común múltiplo se obtiene multiplicando 73x13x5x4. Así, un día 5 imix del tzolk’in y el día 9 kumk’u del haab sólo volverán a coincidir tras la sucesión de 18.980 uniones distintas de los cuatro elementos –número y nombre del día del tzolk’in y número y nombre del mes del haab-, lo cual equivale a 52 años ordinarios del haab.
Este ciclo de la rueda calendárica estaba extendido en toda el área centroamericana y constituía una nueva base para los pronósticos del calendario. Según los mayas, el día de la creación del mundo coincidía con la combinación de la rueda calendárica 4 ajaw 8 kumk’u.
El diagrama de la derecha refleja el acoplamiento del calendario ritual tzolk’in con el año ordinario haab, de 365 días. El primero consta de los números del 1 al 13 (rueda A) y de los 20 signos del día (rueda B); el segundo tiene 18 meses de 20 días y un apéndice de 5 días al final del año. Para mayor claridad, no se reproduce la rueda completa, sino sólo el mes keh, de 20 días de duración (rueda C). La conjunción de las tres ruedas indica la fecha. En total, para que una fecha concreta se repita han de pasar 18.980 días o 52 años haab.
La rueda calendárica daba lugar a los portadores del año, bakab en el maya Yukatek. Se trata de los cuatro signos de día del tzolk’in que podían coincidir con el día de año nuevo del haab, por lo que podían condicionar los pronósticos del mismo año. Cada signo de día con carácter de cargador del año se asociaba con un punto cardinal, con un
color y con determinadas profecías. Los mayas creían que el día en cuestión tenía la máxima importancia para todo el año.
La sucesión de los portadores del año se calculaba aritméticamente. Dado que un mes haab contenía invariablemente un múltiplo entero de 5 días, lo mismo que el ciclo de los 20 signos de días, en cada número de día del haab sólo podían coincidir 4 signos de días distintos del tzolk’in, que mantenían entre sí una distancia de 5 días. Por tanto, en la época de Diego de Landa los signos k’an, muluk, ix y kawak sólo podían coincidir con el primer día del mes pop con que empezaba el año. El año ordinario maya del que hablaba Landa era un año k’an, pues todos los meses haab empezaban con el signo de día k’an del tzolk’in. Por el contrario, en el posclásico eran los signos de día ak’bal, lamat, ben y etz’nab los que condicionaban el año.
El esquema refleja el año de la fundación de Mérida en la cronología maya según aparece en los Anales de Oxtutzcab. Se trata del año 1542 del calendario juliano. En este caso se combina el haab, de 365 días de duración, con el ciclo tzolk’in, de 260 días. El año de 365 días empieza con el primer día del mes pop, el 1 pop, que en el calendario juliano de 1542 coincide con el día 13 k’an del tzolk’in. Justo 365 días después, en 1543, el día de año nuevo 1 pop del haab coincide con el día 1 muluk del tzolk’in. El nombre del día tzolk’in en que empezaba el año nuevo haab era el mismo del portador del año; concretamente en este caso se
trata de los portadores del año K’an y Muluk.
Según la concepción maya, los portadores del año eran seres sobrenaturales, colocados en los cuatro puntos cardinales del universo cuando se creó el mundo para sustentar el cielo. A cada bakab se le asignaba un punto cardinal, un color y fuerzas sobrenaturales, con las que influían en el haab que empezaba con su signo de día. Muluk se asociaba con el este (el k’in) y con el color rojo e Ix con el norte (nal o xaman) y con el blanco. Kawak se relacionaba con el oeste (oochk’in o chik’in) y con el color negro mientras que K’an entraba en combinación con el sur (nojol) y con el amarillo. Los sacerdotes mayas trataban de armonizar sus concepciones del espacio y del tiempo combinando los portadores del año con los puntos cardinales y los colores.
El cambio anual de los portadores del año tenía lugar en una ceremonia solemne. Para ello, se amontonaban piedras en los accesos de las poblaciones mayas, que se encontraban en los cuatro puntos cardinales, y sobre las piedras se colocaban estatuas de los portadores del año. Por ejemplo, al término de un año k’an, se fabricaba una estatua ritual de arcilla del bakab en curso, llamada k’an way u haab (“durmiente amarillo del año”), que se colocaba sobre el montón de piedras del acceso sur, y a continuación se
trasladaba en procesión al centro de la población.
El día de año nuevo se llevaba el mismo portador del año al acceso este de la aldea, donde permanecería a lo largo de un año ordinario. Al año siguiente se colocaba el siguiente portador del año en el norte.
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