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domingo, 4 de diciembre de 2011

El Teletón de Televisa: chantaje emocional, manipulación mediática y deducción de impuestos

El Teletón de Televisa: chantaje emocional, manipulación mediática y deducción de impuestos
El Teletón que hace anualmente Televisa es un tema polémico y, arriesgando herir susceptibilidades, analizamos el entramado de esta orgía de la filantropía capitalista

Este sábado Televisa realizará su maratón “filantrópico” anual, en el que se reunirán todas las estrellas del “Canal de las Estrellas”, los políticos en búsqueda de tiempo aire y los empresarios que buscan los frutos de la responsabilidad social para aportar en beneficio de los niños discapacitados de México. Veremos la maquinaria de Televisa –la empresa que lleva el estigma de su patriarca Emilio Azcarraga Milmo quien dijera indeleblemente: “Yo hago televisión para jodidos, porque Mexico es un pais de jodidos”– pedir bajo la seducción del espectáculo –imperio de telenovelas, comedia vulgar y futbol mediocre– al pueblo mexicano que saque su “guardadito” para, apelando al simulacro emocional, participar en un derrame de conciencia y caridad, en un acto que “une a México” y que muestra de lo que “somos capaces”, porque recuerda “si se puede” (ese canto de guerra que apela al mexicano como un ente acomplejado).
Es evidente que analizar y criticar al Teletón –el chantaje emocional que reduce los valores a la farsa por una buena causa, la evasión fiscal, y el marketing de la filantropía que opera como un autofellatio– es un tema delicado, después de todo buena parte de la enorme cantidad de dinero que se recauda seguramente ayuda de manera importante a miles de niños marginados por el sistema económico y político que encabezan empresas como Televisa. Y en general la mayoría de las personas que participan, inluyendo probablemente a muchos de los artistas y empresarios, actúan con una buena intención: la cual se traducirá en que alguno de los tantos niños que sacan en cámara lenta y con un audio de violines, vuelva a caminar.
Pero, ¿este “bien” que produce el Teleton, exenta entonces –como una mano de Midas que todo lo que toca lo expía– cualquier evasión fiscal y manipulación mediática, justifica cualquier medio por tan loable fin?
Es importante separar los beneficios que se pueden brindar a la sociedad con un evento de esta magnitud del entramado y la doble moral con la que se realiza. Es difícil saber si en su origen existió una mente maquiavélica en Televisa que pudiera haber dicho: “Copiemos el Teletón de Chile, demos la impresión de que somos altruistas, generemos rating y deduzcamos un raudal de impuestos”. Y hasta “utilicemos a los niños discapacitados porque son los que más impacto causan, y así obtendremos más pequeñas donaciones, las cuales podremos deducir como nuestras”. Esto no se puede aseverar de ninguna manera, pero la realidad es que el Teletón se mantiene como un gran negocio en múltiples sentidos, lo cual, si no suscribimos al razonamiento de que por este fin cualquier medio se justifica, nos revela una abyección moral: donde la empresa, como supraentidad, lucra con aquellos niños que exhorta a ayudar. En palabras de Slavoj Zizek, en lo que llama la hiporcesía de la filantropía: “se repara con la mano izquierda lo que se destruye con la mano derecha”.
El Teletón es el punto culminante que define la esencia de Televisa, el momento en que el gigante (amarillo) chillante se desnuda. Jugando con el concepto de simulacro de Baudrillard, expresado en esta frase “Disneylandia se halla ahí para ocultar que todo el país ‘real’, todo el Estados Unidos ‘real’ es Disneylandia”, podemos decir que el Teleton, como máximo expectáculo de moralidad, se halla ahí para ocultar que Televisa es toda ella inmoral –y también toda ella un Teletón, una manipulación para obtener dinero: la telenovelización de la realidad consensual. (Habría que decir que esto no significa que todas las personas que componen esta empresa sean inmorales, sino que, como la supraentidad que es ante el Estado en el caso de su exención fiscal o de promulgar leyes a la medida, es inmoral y esto se debe en buena parte a la personalidad moral que le han imbuido sus dueños y ejecutivos).
“La más grande jornada de amor”, dice Lucero sobre el Teletón, la mujer que puede llorar a voluntad por el dinero del pueblo y suscitar “el milagro” que se llegue como por arte de magia a la cifra predicha. Además del tema de la masiva deducción de impuestos, la orgía de autopromoción velada y el negocio de la publicidad que significa el rating elevado (los cuales aboradaremos a continuación), no es menor el tema psicosocial, la proyección de los valores, que podríamos llamar “eternos”, como monedas de cambio o como simulacros superficiales de su significado, que reducen toda profundidad a la fatuidad. La fiesta del Teletón ¿es verdaderamente una fiesta de amor, de empatía, de filantropía, de solidaridad? ¿Son verdaderas las sonrisas de alegría (o de zalamería) de los artistas y presentadores, los grandes esfuerzos de los empresarios que se toman la foto firmando el cheque gigante, los compromisos de los políticos que se cuadran ante Televisa y las cámaras o incluso los conmovedores spots que nos muestran la cruda realidad de los niños inválidos?
Lo que denota el simulacro que promueve la aportación monetaria es una relación intrínseca de manipulación, que por demás caracteriza en toda su programación a Televisa. El Teletón, que es justamente el programa de TV con el que Televisa busca limpiar su imagen, de todos conocida como ruin en el aspecto de verdaderamente aportar a la cultura, es el programa con el que Televisa se vuelve corruptamente transparente: como en una radiografía de su psique. Por un lado tenemos a las actrices de telenovela en ropa provocativa hablándole condescendientemente a los mexicanos o a los galanes, machos mexicanos que son argentinos, robando suspiros con toda la épica faramalla dispuesta por floor managers con sus “innovadoras” tomas embebidas en la insalvable estética del alto impacto y por otro lado tenemos a la élite ejecutiva porfiando su alquimia… las empresas aliadas que se confabulan con Televisa celebrando por dentro participar en una situación de ganar-ganar y dirigiéndose al pueblo con resabios de la vieja demagogia que instauró en la conciencia colectiva del país el PRI.
Quien quiera tomar un curso relámpago de análisis de medios y de teoría crítica hará bien en presenciar unos minutos del Teletón –por suerte no necesitára volver a sintonizarlo, porque en ese fragmento podrá apreciar toda la estructura tautológica de manipulación y simulacro que permea a la programación televisiva, que es también programación mental en su punto más bajo.
Ahora bien, este cariz de manipulación-simuacro permea en general a la televisión; evidentemente el punto nodal que hace de este pathos espectacular una polémica fuente de idignación para la conciencia es la usura que oculta, el privilegio elitista que connota.
Mucho se ha hablado de hasta qué punto deduce impuestos Televisa y las grandes empresas que aportan al Teletón. En un artículo publicado por Eje Central, el investigador Raul Trejo Delabre escribe:
Habrá quienes consideren que ese dinero tiene mejor destino para una causa altruista que en manos de nuestros gobernantes. Pero las carencias fiscales que padece el país tendrían un paliativo nada desdeñable si los consorcios, que suelen deducir impuestos gracias a exenciones como las que les permite hacer el Teletón, pagaran sus impuestos cabalmente y sin subterfugios.
Existen dos vertientes entre las acusaciones que se le hacen a Televisa en torno a una posible exención fisal a través del Teletón. Por una parte es innegable pero también totalmente legal que estas cuantiosas contribuciones a la causa del Teletón son deducibles de impuestos y, por lo tanto, un dinero que habría de ser destinado al gobierno y a los ciudadanos en general se va hacia una Institución de Asistencia Privada –para la cual no existen cabales mecanismos de auditoría. Aunque obviamente se puede objetar que este dinero está mejor administrado así que en manos del gobierno. Por otro lado se acusa a Televisa de utilizar las contribuciones de los individuos que donan pocas cantidades –pero que suman la mayoría– para traspasarlas como su propia donación y deducir impuestos de dinero del pueblo que ve sus telenovelas y desea a sus artistas.
Sergio Sarmiento, uno de los intelectuales de cabecera de las televisoras (que viven en cómoda lisonja del oligopolio), explica que en realidad esto es imposible y se atreve a jurar a su lectores que esto no sucede. Dice Sarmiento: “De hecho, los donantes pueden sacar un recibo a su nombre directamente en una página de internet”, el cual podrán deducir. Sin embargo, ¿cuántas personas que aportan 10, 20 o hasta 100 pesos se toman la molestia de pedir un recibo

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